Siempre he sentido mucha curiosidad por Manuel Pimentel y sabía que tarde o temprano acabaríamos charlando sobre cualquier cosa. Ese tarde o temprano ha sucedido en una charla improvisada a raíz de unos acontecimientos extraños en una tarde algo surrealista. Por mediación de la amiga de un amigo (la mayoría de las cosas ocurren así), fui inscrito en una conferencia de Manuel Pimentel convocada por el Club Andalucía Occidental ESADE Alumni. El nombre de la conferencia no podía ser más irresistible para un novel editor como yo: «Un sueño convertido en un proyecto rentable: Editorial Almuzara«… Por la sospecha del título, al menos a lo de «proyecto rentable», pensé que había gato encerrado. La presentación iba a cargo del escritor y guionista Luis Felipe Campuzano. Pues bien, puntual como soy, llegué cinco minutos antes de la charla. Fui recepcionado en la puerta del Auditorium de la Caixa de Sevilla. Sólo estaba yo y la persona encargada del evento. En el momento de la recepción ya me di cuenta de que mi presencia allí era como la de un escarabajo pelotero en un desfile de moda. Soy antropólogo y no economista. Y eso se nota. Pasaron muchos minutos y no llegaba nadie, hasta que apareció alguién a lo lejos. De las veinte inscripciones, al final, solo aparecieron una media docena de personas. Y es que los economistas del ESADE son muy listos y a nadie se la va a ocurrir invertir en libros y menos hoy día. Así que la afluencia de público era una señal excelente: en el ESADE salen buenos estudiantes.
La primera anécdota de la tarde, o para mí, la segunda, fue cuando la mitad del reducido grupo encabezó la comitiva para subir a la tercera planta del gran auditorio. El ascensor se averió y nos quedamos la friolera de tres minutos encerrados y a oscuras. Tras el primer susto y tras las presentaciones de los asistentes, Pimentel sugirió que, dado el éxito del evento, nos fuéramos a tomar algo de forma informal. Así lo hicimos hasta que a la llegada del lugar elegido, Pimentel se pegó un trompazo del quince. Nada grabe excepto algunos arañazos y algo de sangre que intentaba disimular con la gallardía de los grandes hombres. Tuve el honor de sentarme en la mesa junto a Pimentel. Sus ánimos como joven emprendedor de proyectos irrealizables no podían haber sido de mayor calado. Yo iba ansioso por saber cual era la panacea para mantener con vida una editorial y me encuentro una detallada y cruda realidad que, de boca de Pimentel, nadie diría que le ha ido tan mal. La verdad es que hay que estar muy loco para montar una editorial, y por eso Pimentel me ha caído bien. Se le ve inteligente, culto y algo rebelde. Eso sí, yo fui a que me levantara el ánimo y ha ocurrido todo lo contrario. Amigos, hemos sobrevivido dos años… a partir de ahora, Dios salve a la Reina…
Septiembre
Septiembre… Este mes siempre ha tenido algo de mágico, por eso de que empieza el recogimiento espiritual, la búsqueda interior que siempre viene acompañada de viajes, recuerdos, libros, encuentros, promesas. Para muchos, para aquellos que se rigen aún por la memoria colectiva del recuerdo escolar, resurge con fuerza ese nerviosismo de lo nuevo, del empezar, de la entrada a un mundo mítico lleno de posibilidades. Pronto dejaremos atrás el aturdido verano para entrar en el nacimiento de la luz otoñal. Los paisajes se amontonarán en nuestra memoria llena de melancolía. Aún recuerdo con cierta añoranza como en el borde de ciertas ciudades era posible encontrar ranas antes de que la contaminación acabaran con ellas. Quizás algún día, tal y como van los tiempos, escriba eso de «aún recuerdo cuando acompañaba los otoños con la lectura de un buen libro». La era digital se adelanta al progreso. La buena noticia será ecológica, por eso de la menor tala de árboles debido a la lectura digital y no a la analógica del papel. La mala noticia… ese entrañable olor, ese tacto añejo, esa cultura de entrar a una casa y bucear en una gran biblioteca… En ese sentido, seré conservacionista, y protegeré mis libros de papel en mi gran biblioteca analógica… Que me llamen romántico si quieren…