Ananta News


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La semana pasada tuvimos la suerte de participar en la primera reunión formal para dar vida y ánimo a un nuevo y hermoso proyecto de nombre Ananta News. Se trata de una revista digital y un boletín mensual que pretende aunar bajo un mismo paraguas diferentes personas, corrientes espirituales y grupos que trabajan por llenar la tierra de valores y principios universales.

Pude asistir como representante de la Fundación Dharana y tuve la oportunidad de agradecer a Koldo Aldai el impulso motor y la iniciativa así como a la Fundación Ananta por dar cobijo a tan hermosa empresa. También a los demás grupos que asistieron con el deseo de albergar la unión desde la diversidad allí presente.

La espiritualidad está pasando por un momento dócil pero al mismo tiempo por una amalgama de nuevos movimientos y corrientes que pretenden incidir en un camino o disciplina para promover una u otra visión acerca de los principios y las leyes que rigen el universo exterior y el interior. El deseo de Ananta News es el de informar de todo este maremágnum de corrientes al mismo tiempo que pretende crear opinión y unir lazos fraternales con escuelas, órdenes, movimientos, grupos, comunidades o personas que se sientan afines con el ideal de una humanidad unida y fraterna, libre e impulsora de cambios positivos y armónicos.

No dudes en apoyar esta iniciativa desde tu posición, ya sea apuntándote en la base de datos para recibir mensualmente el boletín, escribiendo artículos de temática afín o apoyando la iniciativa económicamente para sostener el trabajo de servicio.

Esperamos que os guste este nuevo medio de información y esperamos que podáis difundir su mensaje intrínseco.

Un abrazo sentido a todos y a disfrutar de noticias positivas y reflexivas sobre la vida y su misterio, sobre el clamor del amor y la candidez de la sabia voluntad al bien.

http://anantanews.org/

(Foto: Reunión fundacional en el Hotel Princesa de Eboli, en Pinto)

 

Ojo de Agua, ¿formarse o educarse? Un proyecto de aprendizaje diferente


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Es una suerte acompañar a Emilio por toda la geografía del país. Te permite conocer a gente muy especial, comprometida con ese cambio que todos queremos, personas que desde sus vidas y sus trabajos aportan unos testimonios increíbles de transformación y posibilidad. Te das cuenta de que el nuevo paradigma no está solo ni huérfano, más bien, hay algo que le arropa en las miradas de toda esa gente que apuesta su vida entera para conquistar un sueño posible.

Ese fue el caso de la mañana de ayer en el hermoso pueblecito alicantino de Orba, anclado en la comarca de la Marina Alta. En un paraje excepcional rodeado de naturaleza y montañas se encuentra el proyecto “Ojo de Agua”, una iniciativa de espacio abierto donde los niños pueden aprender de forma libre en un ambiente relajado y lejos de las tensiones de la escuela convencional. Tuvimos la suerte de pasar todo el día con sus fundadores, Marién Fuentes y Javier Herrero, aprendiendo sobre esta experiencia y sobre su desarrollo e impacto en la educación de los niños. Nos asombró mucho el testimonio de algunos padres que venidos desde muy lejos se asentaron en esta comarca única y exclusivamente para que sus hijos crecieran en un entorno diferente y con una educación alternativa a lo convencional.

Emilio aprovechó la charla de la mañana para mostrar como el corsé educativo en el que actualmente vivimos ha caducado y ha dejado de tener sentido. Afirma que ya no estamos siendo educados, si no más bien formados. Formar viene de formare, lo que equivale a dar forma a una cosa, modelarla, configurar o conformar algo, hacer una cosa dándole una determinada figura desde fuera. Educar está emparentado con el verbo latín educere, que significa extraer fuera, extraer lo mejor del otro, sacar esos dones y talentos que llevamos dentro, desde el interior, sin ningún tipo de manipulación o condicionamiento exterior. El futuro pedagógico debería centrar sus recursos y habilidades en extraer lo mejor de cada uno, no en manipular o moldear nuestra psique.

En la educación a la que estamos acostumbrados nos formatean y nos moldean, hacen de nosotros una especie de cosa adaptada a cada cultura o estrato social sin mayor oportunidad para ser nosotros mismos. Además nos educan en la competitividad como única alternativa al progreso, obviando el apoyo mutuo y la cooperación. En la nueva pedagogía se extrae lo mejor de nosotros, se aplica el principio del autoaprendizaje, de cooperación y libertad. Es lo que están haciendo en proyectos como Ojo de Agua, lo cual nos aporta inspiración y testimonio para nuestros propios futuros proyectos y la cual nos da esperanza de que otro mundo es posible. Claro que lo es. Posible y necesario.

Para conocer más:

http://ojodeagua.es/

Acuario, hacia la Era del Saber


 Mientras trabajamos en un nuevo libro que trata algunos mensajes reveladores sobre la era de acuario escucho la música del quinteto The 5th Dimension, Aquarius, canción muy popularizada en los años sesenta entre el movimiento contracultural y la movida hippie de la época.

En astronomía, según el ciclo equinoccial, también llamado año platónico, entramos en la Era de Piscis en el año 50 aproximadamente de nuestra era gregoriana y lo haremos en la era de Acuario sobre el año 2200. Otros estudiosos interesados en este movimiento cultural y espiritual han señalado varias fechas: 1904 Aleister Crowley, 1914 Peter Deunov y Omraam Mikhaël Aïvanhov, 1930 Godfrè Ray King, 1946 Raël, 1948 Serge Raynaud de la Ferrière, 1950 Jean Sendy, 1962, Samael Aun Weor, 1991 Yogi Bhajan, 2012 José Argüelles, 2020 Adrian Ross Duncan, 2025 El Tibetano Djwhal Khul, 2038 Elsa M. Glover, 2060 Robert Hand, 2062 Dane Rudhyar, 2080 Shepherd Simpson, 2160 Paul Le Cour, 2375 Rudolf Steiner, 2658 Max Heindel…

Lo cierto es que más allá de creencias de cualquier calado, desde hace cincuenta años aproximadamente estamos entrando en una nueva esfera de influencia social y cultural donde la electricidad y la tecnología están marcando un antes y un después importante. El conocimiento está fluyendo de una forma jamás antes conocida gracias a las tecnologías de internet, las relaciones en red y redes y el bienestar que la revolución materialista ha provocado en los individuos.

Todo ese calado de bienestar material, salud social y progreso en todos los sentidos acompañado de mayor conocimiento exterior e interior sobre cualquier tipo de cosa hará inevitablemente que en un par de siglos el mundo se transforme, deseablemente, a un lugar plagado de paz y armonía, tal y como lo expresa la canción de The 5th Dimension. Armonía, comprensión y empatía hacia todos y hacia todo. Una paz verdadera en lo social y en lo cultural donde la diferencia nos enriquecerá y nos unirá.

El conocimiento, inevitablemente se convertirá en “saber” gracias al cúmulo de experiencias más allá de la posesión de cosas materiales. Por eso el futuro para muchos reluce como un sol resplandeciente, cargado de optimismo y amor, cargado de ánimo y entusiasmo.

En abril del 2009 ya hablaba en mi tesis doctoral sobre la economía del futuro. Cogía el referente antropológico y lo aplicaba a la vida cotidiana del futuro. Sin duda, la economía del don, que es la que aplica la naturaleza en su vasta creación será la que nos regirá más allá del individualismo para abrazar el bien común.

Sea como sea, nuestra responsabilidad generacional es ayudar a establecer las bases de esa nueva era del saber ayudando a comunicar los nuevos valores, la nueva cultura ética, poniendo en práctica las nuevas tendencias y aplicando en la vida ordinaria los principios básicos, que serán sus pilares, de la paz social. Hagamos que así sea y que, independientemente de las creencias y las fechas antes descritas, una nueva era se instaure en nuestras vidas.

Los brotes de la fraternidad humana


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El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande; ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”. (Oliver Goldsmith)

Si pudiéramos asentar las bases de este nuevo siglo podríamos decir con rotundidad que este será un tiempo de colaboración y elevación de la condición humana. Los límites de nuestra resistencia como grupo han sido más que probados a lo largo de la historia. Ni catástrofes, ni guerras, ni epidemias, ni crisis han podido reducir nuestra condición. Más bien ha ocurrido todo lo contrario, ante la adversidad, el ser humano ha reaccionado con coraje y valentía.

En ese sentido, podemos sentirnos satisfechos por ver como aquello que nos aleja de nuestra dignidad más elemental es vencido por el espectáculo de vernos unos a otros apoyando nuestras vidas, nuestros soportes vitales ante la experiencia y la incertidumbre. El apoyo y la colaboración de unos con otros ha sido capaz de transformar el destino de toda una especie. Y en estos tiempos de acelerado ritmo, de ruptura con lo añejo y de vueltas a timonear un nuevo espacio y un nuevo tiempo tenemos el derecho de seguir buceando en la plenitud sostenedora.

El reto es imponente. Si seguimos endiabladamente ciegos ante la actitud egoísta podemos retroceder en muchos aspectos. En este tiempo de caducidad, donde todo parece volverse inútil y donde el futuro incierto reclama mucho más que atención, estamos dispuestos a saborear el éxito del reto que viene. El éxito de la comunión humana, de la libre y fraternal unión de almas. Ese es el sentido que conducirá nuestros destinos hacia una relación diferente entre los unos y los otros. La semilla de la fraternidad ya está sembrada. Pronto empezará a dar sus inevitables brotes.

Tejiendo en libertad


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Es hermoso ver como se está gestando el cambio, como se está tejiendo esa cada vez más visible red de nueva consciencia, de nuevo paradigma. Hace tan solo veinte años era impensable hablar claramente sobre algunas cuestiones. Los osados paseaban por esos círculos herméticos donde, de forma oculta y discreta se daban claves excesivamente esotéricas para ser comprendidas por la mayoría.
Ahora mismo, en este instante, es posible hablar de esas cosas desde la sencillez y la claridad, llegando a un buen número de personas. Y cada día son más las que se plantean el abandonar el viejo paradigma para abrazar esta nueva frecuencia de ideas, de valores nuevos, de cultura de unidad y fraternidad entre lo seres humanos.
La sensación de paz interior es infinita. En el fondo sabemos que todo está bien, que incluso los errores que hemos cometido en nuestra historia personal y colectiva se valoran de forma diferente.
Lo vemos ya a nivel global con pequeños gestos.La no intervención militar en Siria, la llamada del presidente de la primera potencia mundial al dignatario de Irán. Una nueva consciencia se está fraguando. Una nueva vibración de paz, de apoyo entre unos y otros.
Ayer participábamos en un acto maravilloso en Lleida y hoy estamos en Barcelona, en plena Diagonal acompañados con más de seiscientas personas. El amigo Emilio ya habla abiertamente en sus charlas del apoyo al proyecto O Couso. Habla con valentía del nuevo formato, de como es la nueva frecuencia de amor, de endiosamiento de nuestros más puros valores, de la puesta en práctica de nuestras virtudes y dones, de todo aquello que nos aproxima a la mejor versión de nosotros mismos.
Nos damos cuenta que hay mucho trabajo por delante, pero también nos damos cuenta de que disponemos de la fuerza desplegada de la esperanza y la co-creación. Y nos damos cada día más cuenta de que al penetrar en esta nueva onda de esperanza, nos alineamos directamente con esa poderosa sensación de libertad.

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Hacia la nueva tierra


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Han sido unos días de mucho movimiento. El martes nos retiramos doce personas a una casita en la sierra muy bien decorada con elementos y jardín zen, vistas increíbles y una paz contagiosa. El motivo del encuentro era crear grupo para un ambicioso proyecto empresarial al que he sido invitado. Los tres días, mediante la metodología de Dragon Dreameng, aprendimos algunas herramientas de cohesión de grupo y de visión con respecto al proyecto y los objetivos.

Cuando salí del encuentro unas horas antes de su finalización seguí viajando hasta Huesca. Allí tuve la oportunidad de asistir de nuevo a una conferencia de Emilio Carrillo. En esta especie de tour en el que viajamos con él por toda la península, comprobamos la sed que existe en todas partes por escuchar una nueva vibración, un nuevo mensaje, un nuevo diálogo con lo interior desde la arriesgada honestidad y la escurridiza humildad. Por cierto Emilio consigue conjugar, junto con una generosidad exquisita, todos estos elementos.

Por la noche, tras todas las conferencia, solemos participar en una cena donde los organizadores nos brindan la oportunidad de conocer con más detalle a Emilio y su mensaje. Los viajes también son una excusa para mantener diálogos abiertos sobre cualquier tema. Hoy nos ha pasado en el viaje que hemos hecho desde Huesca a Lérida. El tema de hoy eran los sumerios y sus leyendas sobre los anunakis, un grupo de dioses sumerios y acadios relacionados con los Anunna (los “cincuenta grandes dioses”) y los Igigi (dioses menores). Son muy interesantes las teorías que dicen que el viejo imperio de los anunakis, el mundo reptiliano, frío, egoísta, individualista y materialista se está desquebrajando poco a poco. Emilio defendía que el año pasado el planeta entero entero en una especie de dimensión diferente, de plano vibracional distinto, y que a partir de noviembre de este año ese cambio se irá manifestando con más realismo. Si antes lo viejo predominaba (el egoísmo, el materialismo, etc…), a partir de noviembre empezará una transición que durará doscientos años en lo que la nueva energía de amor, de compartir, de generosidad, empezará a fluir por todas partes. En palabras de Emilio, poco a poco la vieja civilización irá resquebrajándose y surgirán nuevos modelos de convivencia, al principio de forma aislada en comunidades y ecoaldeas y cada vez más organizadas en lugares más habitables donde se practique esta nueva ola de cambio, de generosidad, de amor compartido.

Esta tarde en Lérida disfrutaremos de nuevo de toda su enseñanza, y mañana, tocará Barcelona, donde esperemos que las ventas de sus libros den más impulso al proyecto que, precisamente, tiene que ver con esa idea de nueva vibración. Todos juntos, poco a poco, iremos venciendo el miedo a este cambio y vibraremos cada vez más con esta llamada de certidumbre. Cada día seremos más conscientes de que el cambio inevitable es posible y necesario. La nueva Tierra lo demanda. El nuevo mundo lo recibe.

Cuando los ángeles nos acompañan


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Tendemos a tener una visión pesimista sobre la vida y las cosas. Vemos las noticias, salimos a las calles y parece como si todo nos molestara, como si todo estuviera mal, como si todo estuviera por hacer. Realmente, en estos tiempos difíciles, no cabe mucho espacio para la alegría y el optimismo. Sin embargo, olvidamos que la mayor fuerza para el cambio reside siempre en nuestro interior, en nuestra manera de enfocar y convivir con lo que hay dentro y fuera de nosotros.

Cuando paseamos por las ciudades es normal encontrarnos lugares sucios y abandonados. Esa lata molesta tirada al borde de la acera o ese papel arrugado y sucio que da una sensación de abandono. Pero esa visión negativa, latente en nuestro pesimismo congénito puede cambiar y transformar todo cuanto nos rodea. Si miramos un poco más arriba de nuestra negatividad podemos ver el sol brillando y lúcido, el viento que limpia la atmosfera, y un poco más cerca, el pajarillo incesante o el roce de las hojas del árbol con cualquier balcón que lo reciba. En la fortaleza vital de esa vida, de esa existencia, podemos arroparnos de optimismo y alegría y cambiar la pesadez de nuestro lado oscuro. Entonces nos arrodillamos y recogemos la lata y barremos el papel y la suciedad de nuestro trozo de calle, haciendo más hermosa y viva la visión de lo que nos rodea. En ese pequeño gesto, en ese pequeño acto, estamos sembrando una semilla de amor que inevitablemente crecerá y crecerá.

Cuando cambiamos el gesto, cuando cambiamos la actitud y nuestra conducta ante las cosas, algo nuevo nos susurra en el oído, en el estómago y en los corazones. Es como si un coro de ángeles se acercara a nosotros y nos susurrara las gracias por esos pequeños gestos diarios. Es como si cuando limpiamos nuestras calles exteriores y nuestro cuerpo interior, algo nuevo naciera en nosotros. Una especie de esperanza, de aura lúcida cargada de paz y sentido.

Nos quejamos constantemente de la vida mientras contaminamos nuestros pulmones con el humo del tabaco, mientras ensuciamos nuestras arterias y venas con alcohol y grasa animal, mientras abandonamos nuestra ética porque resulta más cómodo cocinar un trozo de pechuga que un trozo de tofu rebozado. Os aseguro que el sabor, una vez hemos sensibilizado nuestro órganos, no difiere mucho. Pero los hábitos están ahí, la pesadez y la pereza nos puede. No somos capaces de cambiar el gesto porque no somos capaces de parar un instante de nuestras vidas a reflexionar sobre lo pequeño, sobre lo cotidiano, sobre lo sencillo.

¿Y qué decir del resto? ¿No son los pequeños gestos diarios los que hacen grande nuestro mundo? La belleza está en todas partes, sólo debemos cambiar el prisma de nuestra mirada. Ese trozo de hierba que nace en cualquier esquina, o la flor que de repente ha sido capaz de atravesar el asfalto y reluce entre el gris de la ciudad. La naturaleza reclama su espacio de belleza, de armonía dentro del caos. ¿Y si abrazamos ese caos y lo hacemos nuestro para transformarlo en algo mejor? ¿Y si somos capaces de convertirnos en embajadores de lo bueno que hay en nosotros?

Hagamos el ejercicio. Salgamos hoy a la calle y recojamos la primera lata o papel que veamos en el suelo. Es sólo un gesto, un pequeño y minúsculo gesto, pero sin duda, interiormente, será suficiente para atraer el susurro de los ángeles que buscan modelos de belleza y cambio. Y la suma de todos los susurros conforman una hermosa sintonía de amor y hermosura. Podemos ser estéticamente bellos, pero son nuestros gestos los que dotaran nuestro rostro de una alegría plena, de una belleza infinita y de una necesidad de completar nuestro propósito de hacer de este mundo bueno, un mundo mejor. Salgamos a la calle y actuemos. El amor no sirve de nada si no lo convertimos en amor en acción. Seamos capaces. Seamos valientes.

Del ánimo de lucro al ánimo del alma


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© Hendro Alramy

Tras pasar toda la mañana en la notaria poniendo orden en la fundación y la empresa, me dirigí a la sede de una compañía de éxito donde esperaban para una nueva reunión donde debíamos tratar temas que tienen que ver con eso que en el mundo de la economía llaman “ánimo de lucro”.

El “ánimo de lucro” es aquello que mueve a individuos e instituciones privadas de carácter mercantil y capitalista a la búsqueda de algún tipo de beneficio o ganancia. Lo cierto es que mientras escuchaba a mis nuevos socios empresariales que empuñaban con fortaleza y convicción la palabra “ánimo de lucro” sentía interiormente que mi ánimo, es decir, mi alma, mi parte más interior, hacía tiempo que dejó de perseguir los valores del lucro.

Reflexionaba sobre ello porque cada día hay más gente que dejan de un lado el “ánimo de lucro” para dedicarse a otro tipo de ánimo, ya sea la búsqueda del interés general o de la utilidad pública, o el progreso social o científico o cultural o educativo o espiritual de las personas. Realmente, es a todo esto a lo que realmente muchos desean dedicar el resto de sus vidas.

Esto sin duda podría chocar frontalmente con el propio devenir de la supervivencia material. ¿Cómo enfocar la vida si no se tiene ese ánimo de lucro que permita abastecer el mínimo posible para poder realizarnos como personas sanas y libres? Realmente estas cuestiones no son incompatibles. Lo importante de cualquier actividad es donde está el enfoque de la misma, donde está el ánimo de la misma.

Dos jardineros, por poner cualquier ejemplo, pueden estar trabajando para sí mismos, única y exclusivamente para llenar sus estómagos y ombligos mediante su actividad laboral, o pueden estar trabajando al servicio del decoro, de la belleza y de la armonía de jardines y vergeles. La actividad es la misma, pero la intención hará que uno u otro trabajo sean radicalmente diferentes.

Por eso, ante el ánimo de lucro, podrían existir otro tipo de ánimos, como el ánimo al arte, el ánimo a la cultura, el ánimo al espíritu, el ánimo al progreso social, a la belleza, al compartir, al ayudar… Eso hace que los trabajos, sean del tipo que sea, adquieran un matiz diferente y radicalmente hermoso. Y también nuestra actividad diaria.

Cuando trabajas o emprendes cualquier actividad empresarial o económica, si basas el modelo en un radical bien común, la satisfacción es doble. Ya no sólo trabajas para ti y tus necesidades, también lo haces para fortalecer las relaciones armónicas con los otros y para crear un mundo más bello y decoroso. Es como cuando salimos a la calle y ayudamos con nuestros gestos diarios a que ese espacio de uso común esté cada día más radiante. Ya no nos mueve tan sólo el lucro, también las ganas de mejorar como personas y como sociedad. Ese matiz nos hace diferentes y por supuesto hace que todo funcione mejor. Probemos de sintonizar con nuestro ánimo y hagamos del mismo un bien para todos. Eso hará nuestras vidas mejores, y sobre todo, más animosas.

Hacia una sociedad lúcida


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© Hardibudi

 

No deja de ser paradójico que una ciudad como Madrid, que aspira a ser ciudad olímpica, cada día esté más sucia y dejada. Hoy sentía cierta vergüenza cuando paseaba por el barrio de Malasaña donde vivo. Me paraba a recoger del suelo cientos de basuras que unos y otros vamos dejando en las calles sin ningún tipo de consideración. El olor me recordaba a ciertos lugares de la India donde deambulábamos en los slums para sacar sonrisas a los niños más desfavorecidos. Pero no estábamos en ningún slum de la India: esto era Madrid, España, Europa.

Así que en silencio, sin decir nada excepto ahora, me limitaba a recoger una lata de cerveza o un trozo de cartón o apagando indiscriminadamente esas colillas que tiramos al suelo olvidando la pequeña catástrofe ecológica que ocasiona cada vez que la lanzamos sin ningún miramiento a su destino callejero.

Realmente el gesto de agacharme y recoger la basura, como hacía cuando vivía en La Montaña constantemente, no requería ningún esfuerzo. Sólo se trataba de un gesto más de tantos y tantos que se pierden al día, al minuto, al instante. No sé si el mismo sirvió de algo. No sé si quedó grabado en la pupila de alguien. No me importaba, pero sí me avergonzaba tener que hacerlo por descuido de unos, algunos ciudadanos incívicos, y la dejadez de otros, los gobernantes preocupados por fomentar el juego en Eurovegas y las Olimpiadas.

Juego por doble partida, para añadir una alegría al país, como decía nuestro presidente. Cuando lo que menos necesitamos ahora es añadir ilusionismo. Trabajo, trabajo, trabajo. Eso sí, pero trabajo en la consciencia de unos y de otros para empezar, como mínimo, a ser lúcidos y dejar de ensuciar, con pequeños y minúsculos gestos, nuestras calles, nuestros cuerpos y nuestras almas.

A veces creo que vivimos en una sociedad marginal, marchita, incapaz de removerse ni un ápice para cambiar o mejorar. Otras veces veo gestos que me hacen tener especial esperanza en una humanidad abocada al desastre de no corregir las pequeñas conductas diarias. Sólo necesitamos eso, pequeños gestos, pequeñas conductas para crear una sociedad más lúcida, más amable, más bella. ¿Cuántos estamos dispuestos a recoger, como mínimo, nuestra propia basura interior? ¿Y la de la calle? Hoy hice mi pequeño gesto. Y no lo digo en voz alta para creerme mejor o más lúcido que nadie. Lo digo para animar al otro, para zarandearlo, para que se moje. Es la única forma de intentar volcar esa esperanza en el otro.

Trabajar para otros, para uno mismo o para un ideal


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El trabajo debería ser algo que nos embargara de satisfacción, de libertad y de crecimiento. No esa tarea que muchas veces nos insatisface o que se resume en ocupar un tiempo prolongado de nuestras vidas para poder pagar “cosas” y luego disfrutar, en el mejor de los casos, de treinta días de “descanso”.

Nietzsche dedicó algún tiempo de su vida a profundizar entre la mentalidad del esclavo y la mentalidad del señor. Él las llamó moralidad del esclavo y moralidad de los señores. Cuando viajé a Etiopía observé que todos los harapientos ciudadanos de estepas y desiertos eran realmente señores, guerreros de sí mismos. Todos y cada uno de esos seres luchaban a diario por sobrevivir ante las adversas y terribles circunstancias de severas sequías y continuas hambrunas. Allí llegué a la extraña conclusión de que en algún futuro no muy lejano, todos seríamos como los ciudadanos etíopes: dueños absolutos de nuestro destino. Buscadores incansables de nuestros medios de vida. Afanados guerreros por servir de forma independiente y libre a nuestro propósito interior.

En la actualidad hemos avanzado mucho en ese pensamiento y podemos encontrar una tercera categoría a la moral de Nietzsche. Esa tercera mentalidad sería la mentalidad del guerrero.

Hasta no hace mucho, cuando las cosas iban bien, todos aspirábamos de alguna forma a ser partícipes de la moral esclava de nuestros días. Nuestros más elevados anhelos consistían en trabajar para otros, a poder ser para una gran empresa multinacional donde tuviéramos un buen sueldo y coche de empresa. O mejor aún, ser funcionario de por vida, donde no preocuparnos absolutamente de nada excepto de trabajar bien y cobrar a fin de mes nuestra nomina segura. Lo siguiente era buscar un piso para comprarlo y crear una familia hipotecada por los siguientes treinta o cuarenta años donde la única preocupación sería poder pagar las “cosas” del día a día.

Cuando empezó la crisis, esa mentalidad esclava comenzó a transformarse en una mentalidad de señores. Al no tener trabajo y ser despedidos de nuestras empresas, buscamos la salida en ser dueños de nuestro destino y de nuestro trabajo. Dedicamos horas y horas a imaginar la mejor manera de conseguir dinero desde nuestras propias habilidades. Sin saberlo, la crisis nos llevó a ser empresarios y emprendedores con mayor o menor éxito, pero siempre afrontando con dignidad la dureza de los tiempos.

Pero la crisis se ha instalado en nuestras vidas de tal manera que está modificando los cimientos de nuestro interior y los paradigmas más inamovibles. Ahora ya no se trata de buscar un trabajo para nosotros mismos, si no también de buscar las fórmulas apropiadas para ayudar a que otros hagan lo mismo. El apoyo mutuo y la cooperación se han instalado en nosotros de tal manera que ya no trabajamos para un tercero, ni siquiera para nosotros mismos. Ahora trabajamos por un ideal.

Un ideal que sobrepasa todas nuestras expectativas presentes y futuras porque sabemos a ciencia cierta que es un ideal mayor que nosotros, algo que trascenderá nuestro paso por el planeta. Un ideal que tiene que ver con el cambio de nuestros valores más profundos como sociedad y que, de alguna forma, deberá modificar nuestras atormentadas relaciones diarias para convertirlas en rectas relaciones humanas. Trabajar para un ideal no sólo te llena de entusiasmo y vigor, también te da un sentido de responsabilidad y generosidad hacia toda nuestra especie humana. La Nueva Cultura Ética está llamada a responder a todos esos estímulos, a todos esos guerreros que vencieron la comodidad, pasividad y conformismo de la moral esclava y el egoísmo y ombliguismo de la moral de los señores. Nace una nueva cultura, nace una nueva ética, nace una nueva mentalidad en un nuevo tiempo.

Construyendo la nueva cultura


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Dedicado a los pocos…

Muchos de vosotros me habéis preguntado qué pasó con Claudio. Al día siguiente de instalarnos en Madrid, la policía volvió a contactar con nosotros. Los recibimos en casa y traían un extenso paquete de preguntas que intentamos responder una a una. Sentí mucha curiosidad por el caso y me ofrecí, como antropólogo y trabajador social, a ayudarlos en el mismo. Ellos no tuvieron ningún inconveniente y me puse manos a la obra. Como recordaréis, Claudio había desaparecido hacía unos días y según la policía local de Cadaqués, lo último que se encontró de él “eran mis cinco libros subrayados”. Esa fue al parecer la pista que el departamento de desaparecidos siguió para contactar con nosotros.

Realicé un informe de unas cinco páginas donde intenté recomponer el perfil y sacar algunas conclusiones con los datos que disponía. Enseguida descarté que Claudio se hubiera marchado a algún tipo de secta o grupo peligroso, y más bien intenté concluir el informe diciendo que podría tratarse de un caso típico de brote psicótico. Era lo que mi intuición, por mi propia experiencia pasada como trabajador social, me decía.

Al final Claudio, por suerte para todos, apareció en Madrid a los pocos días y con un cuadro muy similar al que días antes había dibujado. Me sentí aliviado por una parte y triste por otra al comprobar como a veces la mente nos traiciona, llenando nuestras cabezas de peligrosos arrebatos.

Cuando hace años trabajaba como trabajador social la norma era toparse con casos extremos de todo tipo. Esquizofrenia, paranoias de todo tipo, drogas, prostitución, indigencia, alcoholismo, enfermedades irreversibles, casos terribles de abandono, maltratos, violencia, violaciones, abusos, robo, muertes. Muchas veces todo estaba relacionado de alguna forma. Como si dentro de ese mundo laberíntico y caótico hubiera un submundo excluido e ignorado al que difícilmente accedemos si no es por algún tipo de estímulo, de ganas de ayudar o colaborar de alguna forma.

Mis primeros contactos con esa otra cara de la realidad fue cuando me alisté de joven como voluntario de Cáritas y Cruz Roja. Con catorce o quince años, recibir ese tipo de impactos y experiencias te marcan de por vida. En mi caso fue tal que mi primera carrera, trabajo social, quería dar salida a la convicción de que algo, aunque fuera mínimo, podríamos hacer para mejorar nuestra sociedad.

La realidad se impone de forma cruda. Eran tantas las atrocidades que podías llegar a contemplar y tratar en una sola mañana que llegar íntegro a casa podía ser todo un suplicio. Esos pocos desahuciados de la vida cada día son más. En según qué países, tal y como podría comprobar años más tarde en viajes a zonas totalmente endémicas, los pocos allí son muchos, o casi todos.

Y de ahí de nuevo la impotencia, y a veces la desesperación cuando caminas por la calle y contemplas atónito la ilusión en la que vivimos, la fragilidad de nuestra mentira humana y la podredumbre, que diría Ciorán, de todo cuanto nos rodea.

Pero no es tiempo de pesimismos. Es tiempo de esperanza, de trabajo, de mucho trabajo, de ir sembrando esas semillas que quizás de aquí a mil años alguien pueda recolectar. Cuando se construye una nueva casa, en este caso la casa no es más que el paradigma de una nueva cultura ética y humana, hay que dibujarla, hay que soñarla, hay que comprenderla y luego hay que materializarla. Hay muchos pensadores que están trabajando incansablemente, como arquitectos de este nuevo edificio, para poner las bases de lo que debe ser el nuevo mundo.

También hay muchos obreros que se están preparando para ejecutar pacientes los muros y pilares, las paredes de todo cuanto haya que hacer. Y artistas que llenarán de belleza este nuevo lugar. Y mecenas que ayudan en lo que pueden con sus bienes y esfuerzo. La utopía empieza por nuestra actitud y carácter ante el reto que tenemos por delante. Alejados de la ilusión y de la mentira, es hora de ponerse el traje, es hora de empezar a levantar una nueva cultura.

La revolución silenciosa


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Ayer había una chica con tres perros tocando una flauta en la pared de unos grandes almacenes para sacar algunas monedas. De repente, la policía le increpó para que se marchara. En ese momento una niña de unos tres años se acercó para echar unas monedas mientras apartaba a los policías para alcanzar el bote. La escena nos conmovió tanto que imitamos a la niña vaciando nuestro monedero ante los policías a modo de protesta. Ese momento nos llenó de ánimo y esperanza, de fuerza interior y alegría. Guiñamos el ojo a la chica mientras nos agradecía el gesto.

Esta tarde, mientras organizaba los viajes que el mes de septiembre debo realizar para asistir a más de media docena de presentaciones de libros se me ocurrió la idea, inspirada por una amiga que nos visitó la semana pasada de esta manera, de compartir el coche en todos los trayectos que realice por media España. Así que me fui a la página de Bla Bla Car y puse mis primeros siete viajes compartidos en este sistema de apoyo mutuo y confianza. La iniciativa es tan eficaz y sorprendente que ya es una alternativa de viaje económico en tiempos de crisis.

Todo esto y todas las experiencias que estos días nos están ocurriendo demuestra que algo se está moviendo y que algo está cambiando. Que el apoyo mutuo y la cooperación serán los valores que predominarán en esta nueva era, en esta nueva cultura ética que está naciendo.

La semana pasada encontrábamos un sobre anónimo en el buzón con quinientos euros en metálico y una nota que decía: ¡adelante! Hoy una amiga que conocimos en Escocia nos visitaba y nos donaba a fondo perdido otros mil euros para el proyecto utópico. Ya solo nos quedan 78 mil euros para alcanzar la primera meta. Las muestras de cariño constante y de apoyo se multiplican día a día. Por eso no sólo no nos rendimos. Salpicamos el mundo con gestos y el mundo nos devuelve gestos. Salimos a la calle con la intención de ayudar y todos quieren ayudar como sea al prójimo, al desconocido, al necesitado. Ya no se trata de dar cosas materiales, se trata de dar lo mejor de sí mismo en lo específicamente humano. En estos tiempos que vienen, el ser rico no será quien más tenga, sino quién más capacidad tenga de dar. El avaro preocupado por la perdida de sus cosas será el verdadero indigente, empobrecido interiormente por mucho que posea.

Esta mañana, mientras reflexionaba sobre estas cosas escribía: «Dicen que el paraíso era aquel lugar donde el ser humano y la naturaleza eran uno. Cuando encontramos nuestra individualidad, nos separamos de la naturaleza y nos llenamos de vacío y soledad interior. ¿Cómo volver al paraíso? Sólo se me ocurre de una forma posible: amando. Amando con esfuerzo y conocimiento, llenando cada rincón de vacío con un abrazo y una sonrisa».

Reconquistemos el paraíso desde la generosidad y el gesto amable, desde la sonrisa y el amor. La revolución silenciosa está llegando. Se palpa, se huele, se practica. Seamos protagonistas de este cambio.

LA COMUNIDAD DE FINDHORN, UNA ESCUELA DE MISTERIOS


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Javier, Ana y Maita son los facilitadores que nos guían por las múltiples actividades que vamos a desarrollar durante la intensa semana de experiencia. Javier era psicólogo de profesión en Madrid. Un día, cansado del mundanal ruido de la vida en ciudad decidió dar un giro a su vida y terminó en Findhorn. De eso hace más de veinte años. En los primeros días de su estancia en la comunidad, cuando el mismo estaba ofreciendo lo que aquí llaman “amor en acción”, es decir, los trabajos que se realizan en toda la comunidad, tuvo una revelación. Aquella mañana le había tocado limpiar el musgo de los jardines de Cluny, una de las áreas de la comunidad que se encuentra a unos kilómetros de aquí, un antiguo hotel reconvertido en comunidad. Era invierno y llovía y no entendía qué hacía allí, porqué abandonado su cómoda vida de psicólogo para terminar quitando musgo. En ese momento sintió una voz interior que le dijo: “no has venido al mundo para hacer nada, sino para ser”. No importa lo que hagas, nos explicaba Javier, lo que importa es con la intención o el propósito, con la consciencia que apliques a cada acto de tú vida.

Aquí la luz entra muy temprano por los ventanales de la casa ecológica. A las cuatro de la mañana empiezan los primeros rayos de luz que nunca se ven. A las siete ya estás desvelado y pronto empieza la jornada. Todo el día se vive en esa neblina gris que cubre todo el cielo y durante el día tienes que ir bien abrigado a pesar de ser mediados de julio.

Vivir en una ecoaldea tiene sus peculiaridades. Al ser domingo media comunidad estaba concentrada a las nueve y media en el “Meeting room” del Centro Comunitario para participar en los cantos de Taize. Todos los días a las ocho menos cuarto hay una breve celebración de estos cantos después de la meditación de las seis y media. Pero al ser domingo la celebración se ha alargado y la participación rondaba casi las cien personas.

También, al ser domingo, hemos comido a las once de la mañana. La hora habitual es comer a las doce y media y cenar a las seis. Después de comer hemos tenido un tiempo para trabajar en grupo, presentarnos, hacer alguna dinámica y marcharnos de visita a Cluny. El paseo ha sido interesante porque allí Ana, la cual ha sido hasta hace unos meses la directora de la Comunidad, nos explicaba el origen espiritual de la misma. Un origen teosófico y rosacruz, conectado con el cristianismo esotérico y con el sufismo, ya que los tres fundadores pertenecían a una de estas ramas de la espiritualidad. Ana lo ha expresado de forma muy clara y sin tapujos: Findhorn es una comunidad de Servicio pero también una escuela de misterios. Es muy interesante esta definición por muchos matices que tienen que ver con esas cosas que no entendemos pero que la vida lo muestra, ante nuestra ignorancia, como un “misterio”. Existen los misterios mayores y los misterios menores, así como las Escuelas de Misterios Menores y las Escuelas de Misterios Mayores tal y como lo explica la antigua tradición. Las escuelas sirven para enseñarnos a comprender los rasgos y particularidades de esos misterios, y sobre todo, para identificarlos ante el ser, ante la presencia una.

Tras un paseo hermoso por los jardines de Cluny hemos vuelto en el autobús de la comunidad, hemos cenado y hemos hecho más dinámicas de grupo con bailes y danzas que intentaban inculcar algún tipo de valor o intención. Luego hemos repartido las áreas de servicio y me ha tocado en la cocina de la comunidad de Cluny, a la cual dedicaré las próximas mañanas para reencontrarme, entre ollas y guisos con el “ser” y sus “misterios”. Que así sea.

Un llamado al Servicio


amor

En estos tiempos de egoísmo y hedonismo extremo se ha perdido el sentido de la palabra servicio. La Sabiduría Eterna siempre ha expresado el servicio como una oportunidad de avanzar interiormente, de ponernos en contacto con el verdadero sentido de la vida, con la llama que elimina lo no esencial a cambio de aportar luz en nuestras vidas.

Hay personas que dan su vida y su amor, su tiempo y su dinero por causas mayores a la de sus propios intereses. No lo hacen por una falta emocional o un conflicto interior, si no porque han comprendido la responsabilidad profunda de ser humanos completos, capaces, alejados de la separatividad existente en el plano de la materia y cargados de entrega y vocación hacia un propósito mayor, de unidad, de comprensión y de valores sentidos.

Han comprendido que el ciclo de destrucción ha terminado y ahora toca apostar por construir un nuevo mundo, de saberse constructores que se ponen a trabajar afanosamente, primero ordenando su propia vida para luego volcarse a la cimentación del edificio social y humano.

La unidad del mundo, la hermandad, el intercambio, la comprensión de que existe un grupo de personas que trabajan activamente por el bien común, de forma invisible, silenciosa, desinteresada, capaces de provocar los cambios positivos que este mundo necesita. Hay cientos de personas que están por esa labor, y miles que los apoyan en silencio y de forma desinteresada, desde sus posibilidades, para que el trabajo sea más fructífero y llevadero.

Esa visión siempre nos lleva a completar el interrogante esencial: ¿cómo podemos ayudar más eficazmente? Pero es tanto y tanto lo que hay que hacer que casi no queda tiempo para entretenernos con la duda. Hay mucha necesidad y también mucha oportunidad de servicio. A veces tan solo con pequeños gestos diarios, en nuestro entorno más inmediato, limpiando nuestra personalidad y ego de frustraciones o emociones caducas. Otras reparando relaciones enemistadas, con amigos, con vecinos, con conocidos. O apoyando a causas mayores, o impulsando esa avanzadilla que ha entregado al cien por cien, bajo renuncias y sacrificios, su vida entera para ofrecerla en el altar del servicio a la humanidad. Tenemos ejemplos por todas partes. Personas que han fusionado en sí mismas virtudes latentes y han sido capaces de renunciar a sus intereses para trabajar constantemente en los intereses generales.

Esto no tiene nada que ver con un idealismo ingenuo o una llamada desesperada a la urgencia de los tiempos que corren. Significa un paso hacia una responsabilidad mayor. Empeñar parte de nuestras vidas en entender que existe la necesidad de apostar por un mundo más completo, mejor, alejado de las ambiciones y frustraciones personales y más cerca de la fraternidad entre todos los seres.

Eso significa alejarnos de la frustración, de la apatía y la depresión, de la tristeza y del egoísmo. Desviar la atención sobre lo que nos parece doloroso para poder contemplar el paisaje de la vida con una mayor amplitud de miras. A veces estamos tan centrados en nosotros mismos, en nuestros dolores de pies, que olvidamos el verdadero sentido de caminar por la existencia. Olvidamos que somos seres comunes, pero espiritualmente orientados hacia metas mayores, hacia una consciencia más amplia de todo lo que acontece. Y esa inevitable orientación, esa intuición necesaria nos ha de conducir hacia una responsabilidad mayor, alejándonos de las quejas continuas de nuestras vidas y buceando en la comprensión amorosa y amplia de una vida más amplia.

Debemos alejar de nosotros el temor hacia esa comprensión mayor y acercar la necesidad de servir a esa causa que interiormente nos llama. Una causa que siempre empieza por los pequeños detalles de la vida cotidiana. No hay coerción ni presión. Sólo el vasto abanico de la experiencia que nos espera impaciente para completar el ciclo. Siendo así, existe una vida liberadora que nos está esperando.

Ponerse a salvo del Sistema es ponerse a salvo de sí mismo


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El Sistema no es una palabra rimbombante. Ni una entelequia más. Es nada más y nada menos que la suma de nuestras individualidades. Es decir, el Sistema es el alma que se alimenta del conjunto de los seres humanos. Realmente el Sistema y la Estructura que lo soporta es el producto, la suma de todas nuestras acciones, nuestras emociones y nuestros pensamientos.

Siendo así, la sospecha nunca debe recaer sobre el Sistema, sino sobre nosotros mismos. Hay en esto siempre un error de perspectiva. Tendemos a señalar al otro o a lo otro como culpables de nuestras desgracias. Lo fácil es decir que el Sistema hace aguas o que el Sistema está mal o que el Sistema es abominable, sin caer en la cuenta de nuestro grado de responsabilidad en cuanto al mismo. Somos nosotros, con nuestras acciones egoístas, nuestros pensamientos estrechos, nuestras emociones corruptas y en general, nuestra ignorancia y ceguera los que pervertimos constantemente al Sistema.

Por eso es necesario ponerse en cuarentena no tan sólo del Sistema, sino también de nosotros mismos. Analizar una por una nuestras vidas y nuestras formas de relacionarnos con el otro, con lo otro. Especialmente nuestra forma de relacionarnos con el prójimo y con la Naturaleza.

Existen inteligentes pensadores y críticos eruditos que nos advierten del momento pesimista en el que nos encontramos. Aluden a la necesidad imperante de parar. Parar el egoísmo, el consumismo, la necesidad de poder por el poder, la necesidad de competir por competir. Sugieren que cambiemos nuestras formas de pensar, de entender el mundo. Que empecemos por consumir momentos de felicidad, y no cosas. Que cambiemos los objetos por las experiencias.

Que en vez de cambiar el coche cada cuatro años bajemos nuestra jornada laboral para que podamos disfrutar más de nuestro tiempo. Que en vez de consumir perpetuamente cosas inútiles vayamos más al campo, disfrutemos de los amigos y empecemos a consumir instantes de experiencias únicas e irrepetibles. Cuando estemos en el atardecer de nuestras vidas nunca vamos a recordar cuantos zapatos gastamos al año o cuantos vestidos nos compramos en tal o cual fecha. Pero sí recordaremos ese viaje, ese encuentro, ese abrazo.

La educación a nuestros hijos ya no puede basarse en la competitividad, sino en el apoyo mutuo, en la cooperación. Ya no podemos inculcarles el modelo de tener cosas, las mejoras cosas, sino que debemos, responsablemente, advertirles de la necesidad de poseer mejores momentos y experiencias. La educación, la reeducación hacia un nuevo modelo salvará a las futuras generaciones del choque frontal al que estamos abocados si no somos capaces de parar esta máquina de ceguera. El Sistema colapsará tarde o temprano, o la propia Naturaleza lo hará colapsar si no somos capaces de abrirnos a una nueva forma de entender la vida.

Debemos ponernos a salvo del Sistema que hemos proyectado, y debemos empezar poniéndonos a salvo de nosotros mismos.  ¿Cómo hacerlo? Debemos reemplazar la actual estructura moral, nuestros valores y prioridades. Sobre todo, debemos cambiar nuestra conducta y nuestros hábitos más arraigados, desde nuestra forma de comer hasta nuestra forma de interaccionar con el medio. Conductas y hábitos que por ser “normales” en nuestra sociedad los normalizamos en nuestras vidas ordinarias sin darnos nunca cuenta de cuan desastrosos son para nosotros mismos y para el conjunto. Tenemos mucho por hacer para cambiar el Sistema, pero sobre todo, mucha tarea para cambiar nosotros mismos. Hagamos nuestra parte. Labremos nuestra parcela de cambio.

Sampedro que estás en los cielos


sampedro

«Pensamos que dirigimos los acontecimientos y la historia, pero hay unos límites enormes, porque no somos autores sino protagonistas de un guión que escribe la vida«. José Luis Sampedro

Cuando de jóvenes íbamos a la universidad siempre nos preguntábamos porqué no hacían ministro de economía a Sampedro, a ese hombre cabal, humano e inteligente capaz de señalar el camino de la bondad con su mirada. Leíamos sus libros no sólo con interés, sino con extrema ilusión. Acudíamos a sus charlas y sus clases ensimismados. La admiración que siempre hemos sentido por él era casi amorosa. Un hombre libre, un hombre bueno, un hombre perfecto de mirada limpia y corazón puro. ¿Por qué nunca tuvo la fuerza para reconducir la ética económica, el cambio de paradigma político, la estructura del poder? Porque los humanos buenos siempre son peligrosos, y los humanos puros, olvidados.

Pero nuestra generación nunca podrá olvidar su bondad a la hora de mirar al mundo. Nunca podremos renunciar a su visión, a su inteligente y sabio razonar. Porque si Sampedro era algo, es precisamente eso, un sabio. Por eso penetró en nosotros y nos preñó con su ejemplo. Por eso se hizo inmortal ahora en su hora, porque está dentro de nosotros.

Las etiquetas de humanista, de pensador comprometido, de intelectual activista solo son etiquetas. A nosotros nos gustaba contemplarlo en silencio para algún día, de mayores, ser como él. Morir sabios, morir dignos, morir grandes. Sampedro, Maestro, Luz en el Sendero, tú que estás en los cielos de la aparatosa fraternidad y reinas en nuestros corazones, guía nuestras almas hacia la lucha por la libertad, la justicia, la razón y la igualdad entre los hombres y mujeres que aspiramos a ser humanos de buena voluntad. Guíanos ahora, que llegó tú hora, por los siglos de los siglos. Amén.

El nacionalismo ante la filosofía Oriental


barquero 

“Verdaderamente, debido a este egoísmo insaciable, condicionado por este egoísmo insaciable, impelido por este egoísmo insaciable, enteramente movido por este egoísmo insaciable, reyes luchan contra reyes, príncipes contra príncipes, sacerdotes contra sacerdotes, vecinos contra vecinos, la madre disputa con el hijo, el hijo con la madre, el padre con el hijo, el hijo con el padre, el hermano disputa con el hermano, el hermano con la hermana, la hermana con el hermano, el amigo con el amigo. De esta manera, debido a esta discordia, disputando y luchando, se echan unos sobre los otros con puñetazos, palos o armas. Y aquí y allá sufren muerte o dolor mortal”. Buda.

Según leía hoy en las palabras del venerable Saddhatissa, el punto central de la doctrina budista es que no hay algo que no dependa de alguna otra cosa. Nada puede surgir por su propio acuerdo, independientemente. Ponía el ejemplo de la lámpara que permanece ardiendo a causa de la mecha y ésta a su vez depende del oxígeno, la temperatura, etc. Igualmente la mecha es el resultado de hilos de algodón entrelazados, y el oxigeno es una combinación de elementos. Todo lo que existe en la creación forma parte de lazos e interdependencias que no pueden anularse, ignorarse o rechazar.

Las personas que se conocen entre sí y que se relacionan forman parte de una red invisible tejida en lo que los ilustrados llamaban la unidad psíquica de la humanidad. No podemos aislarnos los unos de los otros, ni negar al otro, porque al hacerlo, sería como negarnos a nosotros mismos. La negación del otro forma parte de ese lado oscuro de nosotros mismos que no queremos aceptar o no queremos transcender. Cuando vemos en el otro algo que no nos gusta realmente estamos proyectando algo de nosotros mismos que nos molesta. El otro, realmente, nos sirve como espejo y maestro para adivinar nuestras zonas erróneas. Por eso cuando lo rechazamos, nos estamos rechazando a nosotros mismos.

Ocurre lo mismo con las naciones y los pueblos. Un pueblo no puede conquistar a otro, pero tampoco puede negarlo. Todo tiene un origen dependiente. Todo ocurre porque depende de alguna otra causa. Por lo tanto, hablar de independencia es utilizar un término inexacto. Al igual que lo es hablar de emancipación de los pueblos, porque los mismos nacen siempre libres y se rigen por leyes que los propios pueblos han creado para organizar sus fuerzas y deseos. El pacto en el cambio de esas leyes debe ser consensuado por todos sus integrantes, y siempre desde la inteligencia que respeta las propias leyes naturales de la interdependencia. Nadie puede vivir aislado de nadie, y ningún pueblo podría sobrevivir aislado de sí mismo.

El pensamiento ilustrado siempre ha pretendido mitigar las diferencias alabando todo aquello que nos une como ideal mayor de convivencia. Ese ideal mayor debería permitir la expresión libre de cada sujeto, pero también la aceptación libre del destino común como humanidad Una. Sólo sintiéndonos parte de esa humanidad nos alejaremos de los egoísmos patrios o nacionales y superaremos la crisis de identidad en la que estamos sumidos.

Pedagogía Comercial


la foto

Es increíble la falta de civismo que existe en nuestra sociedad, incluído en los pequeños gestos diarios. Hay gente que nos piden libros contrarrembolso. Para nosotros es una fórmula que no aporta ningún beneficio ya que el envío contrarrembolso supera el coste de los seis euros, pero por cortesía comercial solemos enviarlo. Cuando el cliente, en un acto de descuido, vagancia o cara dura no recoge el pedido (y es algo que suele pasar con demasiada frecuencia), esto nos ocasiona unos gastos extras considerables. Aisladamente no ocurre nada, pero cuando son demasiados, resulta casi asfixiante.

Como no nos rendimos ante ninguna causa, en nuestra editorial le remitimos esta carta que pretendemos sea pedagógica, y aunque nos cueste mucho más dinero y mucho más gasto, preferimos hacerlo así y de paso educar cívicamente a personas que no piensan en los otros y en el daño, directo o indirecto, que pueden ocasionar, incluso a una modesta empresa como la nuestra. En fin, los pequeños gestos del día a día.

 

Estimado cliente (personalizamos con su nombre),

El 14 de febrero nos solicitó el libro «Nombre del Libro», el cual le remitimos puntualmente a la dirección que nos facilitó, con pago contrarrembolso.

Este libro ha sido devuelto por Correos, con los gastos añadidos que este tipo de devoluciones ocasionan (3,7€). 

Sin contar con los gastos de devolución, el importe tan solo del contrarrembolso es de 5,30€ más los gastos de ingreso en nuestra cuenta más el coste del empaquetado. Es decir, que nuestro margen comercial para un libro de un PVP de 10€, como verá, es mínimo o ninguno. 

Le volvemos a enviar el libro sin coste alguno. Nuestra única motivación es que pueda disfrutar del libro y que apele en el futuro a la responsabilidad con respecto a las solicitudes de envíos contrarrembolso, ya que en los tiempos que corren, supone para nosotros unos gastos insoportables. 

Agradeciendo su comprensión, reciba un cordial saludo,

 

(Foto: Hoy he recibido dos devoluciones contrarrembolso con un coste de 7,4€ que hemos tenido que pagar al cartero por gastos de devolución. El coste de lo que sólo hoy hemos pagado a Correos por el incivismo es mucho mayor que el precio del pantalón de pana que ayer compré en las rebajas. No es que me salga la vena catalana, pero es que los tiempos que corren no merecen este tipo de cosas).

Gracias Hessel


 Stéphane Hessel

Vivía en una embajada cuando compré el libro de Hessel. Parecía paradójica mi situación, pero nunca tuve prejuicios de ningún tipo a la hora de entender las diferentes formas de vida dentro de los grupos humanos. Aprendí a adaptarme sin juzgar o rechazar comportamientos y estatus. El problema humano, y en esto estoy en contra con Marx, no era un problema de clases. Porque en el fondo, la clase obrera, si a algo aspira, es a convertirse en clase burguesa, y la burguesa, a imitar a la clase aristócrata, la falsa ilusión de ser reconocidos de forma especial, o de ser tratados con especial distinción. El tiempo lo ha demostrado, quizás con contadas excepciones. Todos aspiramos a ser iguales, pero no a ser justos. O mejor dicho, todos aspiramos a tener más y más, pero no a compartir lo que tenemos. Y en esto, no importa de qué clase seamos. Por eso en este sentido entiendo más a Hegel que a Marx: el humano necesita reconocimiento, y la lucha de clases, en todo caso, es producto del mismo.

Pero Stéphane Hessel quiso ir más allá a la hora de denunciar la crisis financiera en la que estábamos. Ya no se trataba de una cuestión de clase ni de reconocimiento. Se trataba, según sus palabras, de una estafa a gran escala. Una estafa seguramente no premeditada. No creo en las teorías de la conspiración, de un grupo de humanos vestidos de negro encerrados en una sala oscura, fumando un gran puro y viendo como pueden joder al personal. Fue una estafa del humano para el humano, porque en el fondo, todos, de todas las clases, salimos perjudicados en el corto y en el largo plazo. Por eso la indignación de Hessel era más una rebeldía metafísica hacia nuestra propia condición que un cabreo puntual. Y por eso agradecí que una persona de su edad se levantara y luchara hasta el final de sus días por esa causa.

Nunca me he imaginado haciendo un viaje de placer, cogiendo treinta días y dedicarlos a estar tumbado en una paradisiaca playa mirando el cielo. Si alguna vez habéis estado en África o habéis paseado por nuestros propios barrios marginales entenderéis a qué me refiero. Por eso tampoco concibo la jubilación como un retiro dorado donde dedicarme al placer del disfrute vital. El disfrute está en el día a día y en la promesa de hacer de este mundo bueno, un mundo mejor. Y por eso de mayor quiero ser como Stéphane Hessel, tener más de noventa años y seguir indignado por todas las injusticias del mundo. Así que gracias por tu ejemplo y gracias por habernos despertado de nuestro letargo social. Descansa en paz, si es que eso es posible en el otro lado.

Sobre la hipocresía de la carne de caballo


ternera

Si pudieras ver o sentir el sufrimiento, no lo pensarías dos veces. Vuelve a la vida. No comas carne”. Kim Basinger

Se llama carne de ternera a la carne de las vacas que se han criado por lo menos seis meses de edad hasta el momento del sacrificio. El sacrificio significa aplicarle una muerte lo más rápida posible, desangrándolas, con un corte profundo en la carótida que puede llegar al corazón. Se deben mover repetidamente las patas para bombear fuera toda la sangre posible y luego pasar al desguace de todas sus partes.

La mayoría de los seres humanos de la llamada “civilización” occidental delegan este trabajo a otros, pagando ya por un trozo de ese animal cuya vida no llegó a los seis meses en el mejor de los casos.

En la hipócrita sociedad en la que vivimos, contemplamos con horror como unos productos de ternera han sido mezclados con carne de caballo. Como si el caballo fuera algo noble y la ternera algo que necesariamente debe pasar por la piedra del sacrificio. Todos dándose golpes en el pecho y haciendo del acto atroz de comer carne de caballo algo terrible mientras que no les importa hacer lo mismo con la tierna y jugosa carne de ternera. Todos rasgándose las vestiduras por ese amor a los perros, a los gatos y a nuestras mascotas mientras que por otro lado nos comemos a sus congéneres.

Quizás esto ocurra por desconocimiento, porque estamos más acostumbrados a ver la mirada de un caballo y negar la increíble mirada de una ternera. Quizás todos los seres llamados “civilizados” deberían dar un paseo por una granja sacrificando su tarde de compras o de fútbol y contemplar, aunque sea por un instante, la mirada de uno de esos “animales”.

Quizás algún día el “civilizado” occidental comprenda que la vida de una vaca no merece ser sacrificada para mantener una dieta a base de cadáveres y podredumbre, y que esa dieta puede ser cambiada por productos menos agresivos a la sensibilidad de cualquiera que posea un mínimo de civismo ecológico no sólo hacia los seres sintientes, sino también, y de paso, hacia su entorno y hacia sí mismo.

Tratado sobre la ignorancia y sus consecuencias


ignorancia

Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Albert Einstein

Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”. Joan Baez

Siguiendo los consejos de una amiga, titularé así este artículo, aunque también se podría titular de tantas maneras como imaginación tuviéramos a la hora de analizar la peste que recorre a nuestra sociedad. Y utilizo la palabra peste porque parece como si se tratara de una epidemia imparable que terminará por destruir -afortunadamente- toda esa podredumbre que nos envuelve.

La peste tiene sus propios síntomas y se manifiesta últimamente en la aparición de corruptos por todas partes. Especialmente en la política y la economía, no sólo amigos de lo ajeno, sino amigos de casi todo lo que tenga que ver con las malas artes y prácticas en cuanto a conducta y honorabilidad se refiere. Esta última palabra me hace especial gracia en nuestra cultura, donde lo honorable se perdió para siempre, es decir, se perdió la dignidad de tener honor y respeto hacia el otro y lo otro.

Sin embargo, no debemos estigmatizar al corrupto por sus malas artes. ¿Quién no, a veces intoxicado por otro, se ha corrompido alguna vez? Los que aparecen por méritos propios en la tele no son más que un arquetipo social que se reproduce una y otra vez a lo largo de la historia. Es, digámoslo así, un mal endémico.

Corrupción política, corrupción empresarial, corrupción policial, corrupción urbanística, corrupción ambiental, corrupción tributaria, corrupción sexual, corrupción deportiva, incluso corrupción lingüística o corrupción de materiales. De todas ellas, la definición de esta última es la que más me gusta: la alteración de la pureza o integridad de una sustancia, tanto si es por su desmembración, por la mezcla con otras sustancias o por la desviación de su curso esperado.

Porque realmente eso es lo que ocurre: una alteración del alma humana y de su integridad. La cultura, la mala cultura, y la educación, la mala educación, son la base de este espolio del alma, de esta peste que se extiende cada vez más por la masa uniforme.

Por eso la peste no es más que la ignorancia en su estado mayor, manifestándose con síntomas cada vez más difíciles de combatir con los anticuerpos propios de la cultura, la educación y la sanidad (recordemos que precisamente esto es lo que la ignorancia más ha recortado en los presupuestos a favor de bancos y banqueros, es decir, los amigos de lo ajeno, los que administran y dirigen nuestros ahorros y depósitos para crear “riqueza”).

Y la plaga se extiende en todos y cada uno de nosotros. Por ejemplo cuando sacamos al perro en la gran ciudad y no somos capaces de recoger, con perdón, su mierda. Cuando mentimos a nuestras parejas, padres o hermanos o robamos a nuestros amigos. Cuando engañamos a nuestro cliente o embaucamos a nuestro proveedor. Cuando insultamos al diferente y maltratamos al otro. Cuando cerramos el corazón y somos egoístas. La peste nos persigue y se apodera de nosotros y de nuestras vidas, de nuestras gentes, de nuestro sentido de la existencia. No son los corruptos, es nuestra común ignorancia. ¿Cuál es el antídoto? Más cultura, más libros, más enseñanza, más sanidad (la nuestra propia me refiero, ¿cuándo dejaremos de fumar, de emborracharnos -vivimos embriagados y no nos damos cuenta-, de drogarnos, de mutilar nuestros estómagos con restos de cadáveres…?)… En definitiva, luz ,más luz…

Business Angel


angel

«Nos ganamos la vida con lo que conseguimos, pero hacemos una vida con lo que damos«. (Winston Churchill)

Siempre que pensamos en los empresarios ponemos clichés y tópicos baldíos que los clasifican como seres ambiciosos, oscuros, interesados e inaccesibles. Por suerte, ese cliché está cambiando y cada vez vemos a más personas del mundo de la empresa con un marcado perfil que difiere del tradicional hombre de negocios. Son personas con consciencia, capaces de ver el mundo de la empresa como un lugar de desarrollo personal y colectivo donde es posible influenciar positivamente en el cambio de modelo. Desarrollan una actitud diferente ante el reto de crear riqueza y compartirla de forma más generosa con su entorno, ya sea creando un valor positivo para la sociedad o repercutiendo los beneficios en colectivos más vulnerables.

Hay personas del mundo económico que pueden ayudar a crear ese tipo de nuevas empresas, con una nueva ética del trabajo y del reparto de los beneficios. Son conocidos como Business Angel, personas, grupos o redes que invierten su propio capital (no el de terceros, como hacen las empresas de capital riesgo) para ayudar a otros a conseguir sus metas empresariales. Es bueno saber que existen, es bueno para la sociedad que existan y es bueno para todos que puedan haber personas que entiendan el mundo emprendedor como una oportunidad de cambio y desarrollo.

Hay muchas personas que están ayudando a materializar el cambio que el mundo necesita, y esas personas, silenciosas y anónimas, existen en todos los estamentos de nuestra sociedad, inclusive en el económico y empresarial. Alentémoslas y ayudémoslas en su buena labor.

Vigilia mañana en Madrid


vigilia

 

Leemos los grandes acontecimientos planetarios como oportunidad de acrecentar nuestra unión ya en lo interno, ya en lo externo. Las estrellas nos invitan a avanzar, en esta hora tan definitiva, hacia ese centro donde todos/as nos podemos encontrar. La unión interna está ya llamada a manifestarse a la luz del día. Siete movimientos espirituales y sociales nos hemos unido con ocasión del tan señalado 21 de diciembre del 2012, en un acto de comunión, en un espacio de co-creación.

http://www.vigiliadeluzycreacion.blogspot.com.es/

No reivindicamos, asumimos nuestro compromiso con este tiempo grande para el que nos voluntariamos al otro lado del velo. No reclamamos, asumimos nuestro poder aquí y ahora, para juntos/as cocrear la Nueva Tierra, para juntos levantar el nuevo Reino de Paz, Justicia y Fraternidad.

Os podéis sumar a la iniciativa con vuestra presencia, con la adhesión de vuestro grupo, con la difusión del encuentro, con la participación directa en el amplio programa de la vigilia y posterior caminata sagrada… No tenéis más que contactarnos. Ahora más nunca en estos tiempos trascendentales, manifestamos nuestra firme voluntad de caminar, de avanzar más y más unidos/as…

La cita es a las diez de la noche del viernes 21 de diciembre en el Polideportivo del Colegio de los Agustinos, junto al Santiago Bernabeu, en el Corazón de Madrid…

Enlace:
Toda la información en: http://www.vigiliadeluzycreacion.blogspot.com.es/

Cumplamos nuestra parte


«Dirige tus pasos allá donde el camino es más duro; toma sobre ti lo que el mundo rechaza; haz lo que el mundo no hace. Marcha contrariamente al mundo en todas las cosas. Así llegarás por el camino más corto hasta Dios. O ¿es que os creéis que es pecado preguntar por el camino?» Jacob Böhme

Hoy hemos dirigido nuestros pasos hacia un lugar de paz. Allí había ángeles que nos hablaban de Dios, de luz, de amor, de compasión, de transparencia, de belleza. A veces es hermoso poder disfrutar de este privilegio. De la posibilidad de sumergirte en otra dimensión, en otro mundo, en ese reino de los cielos que se atreve a manifestarse de vez en cuando aquí en la tierra. ¿Y por qué no abrazarlo y disfrutarlo cuando eso ocurre?

Luego salimos a la calle. Hacía frío lejos de ese estado angélico. Nos paramos justamente en lo que parecía un hotel callejero, ambulante. Allí dormían abrigados entre mantas media docena de criaturas. Me hubiera gustado acercarme con cautela, como hacía hace años cuando intentaba llenar de cierta esperanza a esas gentes de la calle. Recuerdo que ayudamos a montar un albergue y conseguimos abrigar con cama y comida a una veintena. Eran otros tiempos…

Así que me quedé con ese sentimiento de esperanza que de alguna forma nos ayuda a transformar un trozo de este mundo. Pensé, como decían los ángeles, que si cada uno de nosotros transformamos nuestra parcela en un remanso de paz y luz, quizás eso contagie al resto. Ojalá cumpla mi parte, aunque sea con estas letras, con estos momentos, con estos breves abrazos en lo intangible.

Pensamientos Simientes, de la Fundación Ananta


La Fundación Ananta envía todos los días unos hermosos pensamientos simientes que nos ayudan a la reflexión y a profundizar sobre las cosas intangibles y sobre todo aquello que nos interesa y preñan nuestra mirada interior. Si queréis recibirlos, podéis escribir al presidente de la Fundación, Joaquin Tamames, (joaquintamames@fundacionananta.org) para que os añada en la lista de envío.

Os dejo el pensamiento simiente de hoy:

«¿Qué diferencia hay entre un materialista y un espiritualista? Para tomar una imagen muy simple os diré que el espiritualista transporta por todas partes su casa con él, mientras que el materialista no puede desplazarla. Sí, el espiritualista, para quien los tesoros verdaderos son interiores, lleva siempre consigo su bagaje de alegría, de felicidad, de expansión, (ésta es su casa), mientras que el materialista no puede desplazarse con todo lo que posee, debe dejar la mayor parte en su sitio.

En realidad, el ser humano sólo es rico en la medida que tiene conciencia del ser. Si el espiritualista no es consciente de su riqueza, es más pobre que todos los materialistas. Pero si aprende a expandir su conciencia, se siente en contacto con todas las almas evolucionadas del universo que le dan su ciencia, su luz y su alegría. Y entonces, ¿qué materialista puede compararse a él? Incluso las piedras preciosas y los diamantes palidecen ante el centelleo de todos sus tesoros interiores.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-1986). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: la cumbre del Mont Blanc (28 julio 2010) (foto de Jonás Cruces  <http://www.todovertical.com/

Una mente libre y un corazón compasivo


Conocí a Sister Jayanti en la comunidad de Mount Abu, en uno de los retiros organizados en India. Luego coincidí con ella en otro retiro al que me invitaron amablemente los amigos de BK en Oxford hará un par de años. Mi experiencia con el movimiento BK siempre ha sido muy positiva, hasta el punto de que organizaron muchos retiros y encuentros en mi casa de La Montaña. Los vecinos del pueblo se asustaban porque pensaban que algún tipo de secta diabólica había invadido el pueblo. Pero nada más lejos de la realidad, en todo caso, una secta angélica, ya que sus miembros son todo amor, personas de buena voluntad capaces de transformar tu vida con tan solo mirarte. Auténticos ángeles en la tierra, que intentan inculcar una forma diferente de vida y convivencia. Hablo de ellos en mi tesis doctoral y les estoy muy agradecidos por todo lo que siempre han hecho para poder entender las diferentes formas de acercarnos a la espiritualidad de nuestro tiempo. Así que os invito, sin prejuicios y sin ningún tipo de dogmas, a que podáis escuchar las enseñanzas de esta hermosa mujer.

Entradas «Contigo somos más paz VII»


Estimados amigos,

debido a la participación de Editorial Séneca y Nous en el evento de Contigo somos más paz, tenemos entradas a la venta para que ayudéis a difundir dicho evento. Por favor, si necesitáis entradas, pedídmelas a mi correo: javier.leon@editorialseneca.es

Podéis hacer el ingreso de su importe (10€) en beneficio de Colores de Calcuta a la siguiente cuenta: La Caixa: 2100 4448 32 02 00017410

No olvidéis invitar a amigos y familiares, tanto Suzanne Powell como Emilio Fiel no os dejarán indiferentes.

Graciasssssssssss y allí nos vemos en septiembre…

Hacia el camino de la bondad


«Lo esencial es invisible a nuestros ojos». El Principito, de Saint- Exupéry

Siempre he creído, contradiciendo a Hobbes sobre la cuestión de que el hombres es un lobo para el hombre, que los seres humanos somos bondadosos por naturaleza. Lo somos siempre y cuando nuestras mentes y nuestras vidas no están distorsionadas ni nuestra visión afectada por la falsa enseñanza de los intereses egoístas. Realmente, superado el estadio animal y convertidos en seres humanos, la bondad es la materia prima que nace de nosotros. Y esa bondad requiere de pequeños detalles, de cierto control de nuestra naturaleza más primitiva.

Ayer pasamos una velada hermosa de conversación profunda e interesante con M. De cena había vichyssoisse y croquetas vegetarianas de espinacas, cebolla, patata y zanahoria. Todo riquísimo. Llegué tarde de la meditación, así que esa fue excusa para empezar la amena charla sobre las diferencias entre meditar al estilo oriental y orar al estilo occidental. Explicaba, según mi concepción, que para mí era lo mismo, que meditar y orar pretendía acercarnos a eso que el cristianismo llama “hágase tu voluntad y no la nuestra”. Una especie de conexión con el quinto reino, el reino angélico, el reino de las almas, lo que los cristianos llaman el reino de Dios o cielo y en oriente llaman nirvana. Quise hacer paralelismos entre una religión y otra, entre el concepto de culpa cristiano y el karma en otras tradiciones. Karma, Samsara y Nirvana son conceptos que pueden explicar algunas ideas muy definidas en el cristianismo más esotérico.

En todo caso, en la conversación, siempre me quedaba la misma respuesta interior. Lo importante es la bondad humana. Incluso esta mañana, cuando M. me preguntaba sobre un desagradable episodio de no hace muchos meses, pensaba interiormente que ya estaba todo olvidado y de que aunque alguna vez alguien se comporte como un lobo con nosotros, es importante no perder nuestro centro, nuestro recto esparcir de conciencia humana y ser siendo, incluso en las peores crisis, seres humanos bondadosos independientemente de nuestras creencias, de nuestra epidérmica opinión sobre la existencia y de nuestros más profundos ideales. No hay mayor bien que la bondad y no hay mayor provecho para nuestra raza humana que la de ser completamente bondadosos con el otro.

Sirviendo a la Humanidad


Estimados,

estamos terminando la edición del libro  «Sirviendo a la Humanidad». Tanto la maqueta como la portada están ya listas y entrarán la próxima semana a la imprenta.

Hemos decidido que este no será un libro comercial, es decir, no estará puesto a la venta a precio comercial (aunque se anunciará en la editorial con un precio simbólico y lo enviaremos gratuitamente a quién así lo solicite), sino que será regalado tal y como su autor deseaba con respecto a sus enseñanzas: «dad gratis lo que recibáis gratis».

Creemos que es un libro que merece la pena difundir, por ello os animo a que nos digáis cuantos necesitáis para compartir con vuestros grupos o amigos.

Por favor, hacedlo a la siguiente dirección: nous@editorialnous.com

Hacia la próxima revelación


«La revelación revela lo que está siempre presente; no revela en realidad algo nuevo y desconocido hasta ahora.» (D.K.)

Cuando nos desprendemos de la pesada carga de nuestras limitaciones personales y sociales, se muestra ante nosotros un campo de experiencia diferente. No nuevo, porque siempre estuvo ahí, pero sí, al menos para nosotros, ciegos y cegados, sí una nueva visión. Es evidente que esto está ocurriendo, ahora mismo, en este instante, y que existe un nuevo concierto social, una nueva luz y un nuevo sumidero de ilusiones y esperanzas que antes no existían, o mejor dicho, no percibíamos. La sociedad en su conjunto despierta al poder de saberse poseedora de la necesaria voluntad para cambiar y transformar situaciones difíciles. Tras años de auténtica oscuridad, ceguera e ignorancia, estamos abriéndonos hacia un nuevo amanecer donde el contrato social parece estar vinculado a otro tipo de energías y poderes.

Ese despertar es común, aunque algunos tardemos más en captar el nuevo paradigma y otros nos excitemos en exceso ante las pioneras ideas que deberán emanciparnos en el futuro. Esa excitación es imprudente, porque los cambios sociales solo pueden entenderse en el largo plazo, y todas las tendencias que ahora están naciendo en el jardín social deberán madurar durante al menos doscientos años para ver su luz.

Así, unos por pasivos y otros pocos sobreexcitados ante la posibilidad de cambio inminente, existe cierta y errónea postura de unos y otros.

La prudencia nos dice que el cambio es necesario, aunque la prudencia siempre había mantenido la premisa de someternos a la seguridad ortodoxa de lo conocido y cercano. Pero ese cambio acelerado y asombroso que estamos experimentando en los últimos cien años nos aleja de lo prudente y nos acerca a la necesaria reorganización de nuestra humanidad.

Estamos muy lejos de lo que los economistas llaman el punto de equilibrio, ese lugar donde se puede vivir sin que ninguna de las partes concurrentes a la existencia sufra ningún tipo de anomalía o pérdida, y en todo caso, andemos cerca del momento de ejercer algún tipo de influencia orgánica positiva en beneficio común.

Por eso ahora debemos esforzarnos en dirigir nuestras energías a la siguiente revelación, una vez comprendido que el egoísmo personal solo provoca irreverentes guerras, hambrunas y enfermedades. Pero, ¿cuál es esa revelación? En los próximos cien años las futuras generaciones habrán aprendido muchas cosas de nuestros errores y se esforzarán en poner en práctica las llamadas “justas y correctas relaciones humanas”. Algo aprendimos sobre la necesidad de paz tras sendas guerras mundiales. Pero no fue suficiente. Por eso, entender la frase de «justas y correctas relaciones humanas» en su más absoluta profundidad y ponerla en práctica será el reto futuro, y una experiencia que llenará de mucha más luz al conjunto de las sociedades.

Ahora sigamos sembrando, sigamos poseyendo a la vida de la excitante oportunidad del cambio.