El viaje del héroe


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En 2005 empezamos el viaje del héroe. El abandono de una apacible vida en el mundo ordinario, la llamada a la aventura, el rechazo a la llamada, el encuentro con el mentor, la travesía del umbral, las pruebas, los aliados, los enemigos, la caverna profunda, la odisea, la recompensa, el arduo camino de regreso, la propia resurrección y el retorno con el elixir. De alguna forma nos enamoramos del objeto de estudio. Incluso nos perdimos en la “selva” durante algunos años, viviendo como Gulliver en una hermosa granja de caballos en el norte de Alemania junto a nuestros propios y particulares houyhnhnm. Enfrentamos nuestro estudio antropológico en un momento oportuno y único.

En contraposición a todo el ideal primario, tras unos años en el campo, tuvimos que volver y enfrentarnos de golpe a otra realidad. Por circunstancias que no vienen al caso, nos vimos envueltos en un ambiente que era la contrafigura de aquel otro en el que habíamos pasado nuestros primeros dos años de investigación. En plena crisis económica abandonamos el bosque encantado y volvimos a la ciudad, esta vez viviendo una vida acomodada en Madrid, en un lugar donde disponíamos de todos los lujos posibles. Habíamos llegado a nuestra propia Brobdingnag, una tierra de gigantes. La noche del 15M, en pleno estallido de la spanish revolution, estábamos cenando con un conocido presidente de un banco, una aristócrata y una catedrática de derecho. Era un tiempo extraño donde nos sentíamos como ese héroe vencido por los guardianes del umbral. Habíamos rechazado la llamada. Estábamos atrapados en la casita de madera de Gulliver al mismo tiempo que nos exhibían entre unos y otros como esa antropología exótica.

¿Cómo podíamos vivir rodeados de tanto lujo en medio de tanta crisis? ¿Y cómo podíamos hacerlo después de haber pasado varios años explorando alternativas más justas de convivencia, más alejadas de la hipocresía de ese mundo que habíamos rechazado unos años antes? En ese tiempo de contradicción interior echábamos de menos “la selva” y “los nativos”. En un viaje a Etiopía descubrimos que con los gastos corrientes que una embajada consumía en un día podían vivir tres mil familias durante un mes. La visión de aquellos niños que morían de hambre en nuestras propias manos nos hizo retorcer interiormente y volver a cierta realidad, a cierta coherencia y equilibro interior. Así que decidimos dejarlo todo y volver al bosque, a la tribu, a la utopía en busca de respuestas.

Al igual que el capitán Lemuel Gulliver, durante todo ese tiempo nos encontramos en situaciones paradójicas: en algún momento nos sentíamos como un gigante entre enanos, y a veces como un enano entre gigantes. Pero sobre todo, seres humanos avergonzados de nuestra condición, un yahoo sucio y salvaje que reclamaba algún tipo de redención.

El heroísmo no consiste en vivir en cierta coherencia interior. El verdadero heroísmo nació el día en que despertamos de un sueño y decidimos caminar hacia esa otra realidad. No fue el sueño en sí, fue el impulso que nos condujo a caminar.

¡Me voy a los bosques!


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Cuando decidimos marcharnos al mundo rural nunca fuimos conscientes del cambio radical que iba a suponer para nuestras vidas. Nuestra intención era bucear en una utopía comunitaria apartados del ruido de la fábrica y el anexo que nació a su alrededor: la ciudad. La historia humana es rocambolesca. Nuestros antepasados abandonaron el mundo agrario y autosuficiente del campo para entrar en la esclavitud de los sueldos, las fábricas y el pago de grandes cantidades de dinero para poder usar un trozo de madriguera llamada piso, apartamento o garaje. Para nuestros antepasados la esclavitud y la pobreza estaban en el campo, cohibidos por los ciclos vitales de la naturaleza y a expensas de la generosidad del tiempo y la tierra. Veían en la ciudad y el trabajo en la fábrica una salida aparentemente buena para intentar al menos beber de las fuentes de la prosperidad y la riqueza. Por desgracia, no todos tuvieron esa suerte.

Paradojas de la vida, las nuevas generaciones desean emanciparse de la esclavitud de la fábrica y retornar a los apacibles atardeceres del campo. Tras casi tres años de vida rural nos hemos dado cuenta de que vivir en el campo no es nada fácil. Aún estamos lejos de la autosuficiencia de nuestros abuelos pero aspiramos, gracias a las nuevas tecnologías y las nuevas formas de vida, poder disfrutar de lo bueno del mundo rural junto a la riqueza que llega, ahora lejos de la fábrica, del mundo tecnológico.

En nuestro pequeño espacio utópico a veces recibimos la agradable visita de personas inspiradoras que desean dar un salto cualitativo en sus vidas. No es que ahora en la ciudad se viva mal, pero todas las posibilidades y retos que ofrece un bosque o una montaña no se encuentra entre las calles de la city. Contemplar los espacios sagrados y sublimes que se entrevén por valles y montañas mientras saboreas los ciclos profundos de la naturaleza es algo que no tiene precio.

En un mes nos visitarán los amigos de Pandora Hub para ofrecer y buscar inspiración. Según anuncian en su web, Pandora Hub es un movimiento de reactivación y repoblación de pueblos y zonas rurales. Una reivindicación de la buena vida y retorno a los orígenes. Una fórmula actual de devolver la vida y la actividad económica al medio rural mediante la emprendeduría, el workation, el co-working, el co-living, la permacultura, el crowdfunding y la vida sana.

La nostalgia de la vida del campo, teñida siempre por la poesía bucólica del romanticismo y los altos ideales de filósofos de todo cuño están inspirando a muchos jóvenes que desean abrazar el reto de una vida diferente e inquietante, llena de aventuras cotidianas y encuentros apasionantes entre nuestros sueños y la vida real que se impone a cada instante. Con esta visita de nuestros amigos de Pandora Hub queremos inaugurar el encuentro con grupos que se atrevan a investigar o vivir la inquietante atmósfera de una vida totalmente en contacto con lo real. Lejos de la ficción y la ilusión de mensajes que nos alejan de nuestra esencia, en los bosques encontraremos sentido único a todo cuanto somos.

Estáis invitados. Bienvenidos a los bosques.

Algunos datos económicos del Proyecto O Couso


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Algunos de vosotros nos habéis preguntado como se financia la fundación y el proyecto O Couso, de qué viven sus miembros y donde invertimos el dinero que recibimos. Como sabéis los miembros de la comunidad no perciben ningún dinero de la fundación. Más bien es todo lo contrario. Utilizan sus trabajos para financiar parte de lo que aquí se hace. Tanto María, Iván, Laura y Javier tienen sus propios trabajos y todos los meses hacen aportaciones económicas para que la fundación y el proyecto sigan adelante.

Como ya hemos contado alguna vez, la finca fue comprada por la fundación Dharana. Como la fundación no tenía recursos para poder comprarla, los miembros del patronato hicieron una donación a modo particular a la misma.

Los pagos se realizaron de la siguiente forma:

  1. a) Uno de los miembros donó 33 mil euros.
  2. b) Un segundo miembro donó 66 mil euros.
  3. c) Un familiar nos prestó 25 mil euros.

El miembro a) donó ese dinero gracias a unos ahorros.

El miembro b) solicitó préstamos personales por importes de 60 mil euros, los cuales está devolviendo poco a poco. El resto lo aportó de sus ahorros. De estos 60 mil euros aún debe 45 mil euros.

Del préstamo familiar que nos hicieron para comprar la finca aún debemos 12 mil euros, los cuales vamos devolviendo todos los meses en amortizaciones de 500 euros.

Como gastos fijos mensuales, en el proyecto O Couso tenemos dos:

  1. a) Gestoría: 100 euros
  2. b) Préstamo familiar compra: 500 euros

Como gastos variables de Comida, botellas de butano, Ferretería y obras en 2015 tuvimos unos gastos de 9895,12 euros, es decir, unos 800 euros mensuales que llegaron a la fundación mediante donativos o ingresos de los miembros del patronato.

Actualmente tenemos un déficit de 3000 euros. Esto equivale a:

  1. a) 1000 euros. Dos mensualidades del préstamo familiar (mayo y junio).
  2. b) 1000 euros. Pago del IVA del tejado de la casa. El IVA fueron 2776 euros.
  3. c) 1000 euros. Pago del arreglo de los muros que se han caído este invierno (el presupuesto era de 5000 euros y hemos arreglado tan solo hasta 2000 euros).

En resumen, estas son las cuentas actualmente. Si alguien desea tener más detalles de las mismas por favor poneros en contacto con nosotros y os pasaremos todo el extracto financiero que la gestoría nos detalla cada mes. También será bienvenida cualquier aportación.

Una vez nos pongamos al día de los pagos, la idea es seguir con la rehabilitación de la casa para intentar terminar los lavabos, la cocina, los suelos, los tejados, las puertas, las ventanas… Sin prisas pero sin pausa, con el afán de que esta casa de todos sea cada día más cómoda.

La difícil tarea de crear una comunidad en España


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Durante casi diez años he tenido el privilegio de visitar y convivir en algunas comunidades utópicas de varios países diferentes. No es un fenómeno nuevo pero sí es algo que se está reactualizando en un mundo que está pasando del paradigma del materialismo al posmaterialismo, un marco diferente con valores diferentes, más solidarios y de mayor calado en las experiencias humanas, y no en las cosas. Dada la compleja situación ecológica en la que nos encontramos, y dado que el sistema actual de las cosas no podrá soportar en pocos años todo este declive de autodestrucción de los recursos y de la convivencia, están naciendo por todas partes proyectos que intentan menguar de alguna manera la huella humana.

En España existen algunas comunidades, no muchas, cada una cargada de particularidad. Dada la peculiaridad de nuestro país, se podría decir que ninguna de ellas se parece en nada a las otras, y la mayoría no supera la docena de miembros. Es probable que la mitad de ellas desaparezcan en los próximos años y las siguientes en las próximas décadas. Esto se debe a que en nuestro país aún seguimos siendo particularmente individualistas y particularistas, es decir, aún no somos capaces de vivir en comunidad con todo lo que eso conlleva. Fundamentalmente porque todos y cada uno de nosotros queremos vivir en una comunidad creada a nuestra imagen y semejanza. Es decir, en el fondo queremos seguir viviendo nuestra propia individualidad.

Este detalle resulta anecdótico y complejo. ¿Cómo encontrar una comunidad que sea fiel reflejo de nuestra psique y nuestro sentir? Hay algo que en España no sabemos aún hacer: ceder. No cedemos en política, no cedemos en economía, no cedemos en la pareja, ni en orgullo, y no cedemos en esa manía nuestra de ver al otro como un enemigo. La envidia, el egoísmo y la vanidad hacen el resto.

Todo esto lo experimentamos constantemente en nuestro pequeño proyecto. En este hermoso lugar hemos acordado tan solo tres acuerdos de convivencia, y esas tres normas básicas pueden resultar algo incómodas. Tener una dieta vegetariana, no ingerir ningún tipo de alcohol ni droga y no practicar nudismo por respeto a nuestros vecinos para nosotros siempre resultó algo motivante. Una forma de cambiar los hábitos, las costumbres y todo aquello que hemos heredado sin ser cuestionado.

Se trata solo de cambiar hábitos que en todo caso benefician a nuestra salud física y mental. No es algo que impongamos a nadie, ni se trata de un mantra que repetimos todos los días. Es simplemente una filosofía, una forma de ver y entender la vida. Si alguien necesita una ingesta de alcohol o carne o algún tipo de droga siempre podrá hacerlo de forma libre en el pueblo de al lado. Aquí el decorado es diferente. Tratamos de profundizar en la idea de la paz y la no-violencia, empezando con nuestro particular laboratorio: nuestro cuerpo.

A veces vienen personas y desean cambiar esos acuerdos. Es como si fuéramos a casa de un amigo y en vez de disfrutar de una charla distendida y amena estuviéramos obcecados en cambiar las cortinas de su casa porque el color de las mismas no nos gusta. A veces ocurre que vienen personas con toda la buena voluntad del mundo y desean cambiarlo todo desde el primer día, perdiendo el respeto por el lugar, por sus gentes y por sus formas de vida o sus normas absurdas, como nos han llegado a decir. Desean convertir la comunidad a la que llegan a su imagen y semejanza.

En estos años hemos aprendido algunas cosas. Para crear una comunidad hay que ser tolerantes con las idiosincrasias particulares del resto de los miembros. Pero también hay que ser escrupulosos con el lugar que nos acoge, con sus acuerdos y costumbres. Especialmente respetuosos con lo que veamos sin intentar cambiarlo todo desde el minuto cero. La difícil tarea de crear una comunidad en España tiene que ver con nuestra propia singularidad nativa. Por ello disfrutamos de estos retos e intentamos acoplarlos a la ya compleja tarea de crear un mundo diferente, más tolerante y con una visión diferente de las cosas. Bienvenida la diferencia y la diversidad. Bienvenida acompañada de respeto y tolerancia.

 

Semana utópica en O Couso


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Estimada familia,

Estamos trabajando duro para que este verano sea igual de mágico que el anterior. Aún recordamos con añoranza toda la gente bonita que nos visitó y todas las experiencias que pudimos compartir juntos.

Este verano se prepara lleno de sorpresas. Ya somos cuatro las personas viviendo continuamente en O Couso y eso nos permite avanzar en ideas y proyectos de forma hermosa. La primera cabaña que empezamos a construir a finales del pasado verano está muy avanzada. También la traída de aguas a falta de conectarlas a una fosa séptica. Nueva cocina, nuevo salón con esa majestuosa vista y un nuevo gallinero para nuestras amigas que está a punto de ser terminado.

Si además alguien quiere algún lindo gatito, nuestra querida Meiga está criando a cinco hermosos gatos que esperan ser adoptados. No os podéis imaginar lo bonitos que son.
Para este verano tenemos algunos retos importantes. Nos encantaría poder terminar los lavabos y las duchas para que todos pudierais disfrutar de esta pequeña comodidad (por favor cualquier apoyo será bienvenido). También seguiremos con las cabañas, la huerta, el cuidado de los animales y muchas tareas que disfrutaremos juntos con la filosofía de trabajar desde la consciencia, el apoyo mutuo y la cooperación de forma divertida para una casa de todos.

Tenemos puestas grandes ilusiones para terminar la casa de acogida y empezar con el proyecto madre de la Escuela de Dones y Talentos, el verdadero corazón de todo lo que estamos haciendo y cuya tímida labor algunos ya hemos experimentado con la “Semana de Experiencia” o los “21 días de Experiencia”.

Un grupo de más de siete personas ya han probado la emocionante vida en comunidad con periodos superiores a tres y seis meses o dos años. Todos estáis invitados.

Os recordamos las fechas de este verano para que podáis ajustar vuestras agendas. Os esperamos con el cariño de siempre y con la alegría del servicio compartido.

FECHAS 2016

INVIERNO: En invierno os recibimos la primera y tercera semana de cada mes.
VERANO 2016:

JULIO:
4 DE JULIO A 10 DE JULIO
18 DE JULIO A 24 DE JULIO (semana de experiencia para familias)

AGOSTO:
1 DE AGOSTO AL 7 DE AGOSTO
15 DE AGOSTO AL 21 DE AGOSTO

Recordaros también que cualquier ayuda económica será bienvenida para poder atender las comidas y la rehabilitación de la casa de acogida. Apóyanos desde un euro al mes. Cada gota compartida está haciendo posible el sueño común.

a) Haciendo una aportación directa en la siguiente cuenta:

TRIODOS BANK (BANCA ÉTICA): ES54 1491 0001 2121 2237 2325

b) Mediante una donación directamente aquí (Paypal):

donar

c) Mediante una aportación mensual:

Opciones mensuales
Aportacion 30€ : €30,00 EUR – mensualmente
Aportacion 50€ : €50,00 EUR – mensualmente
Aportacion 100€ : €100,00 EUR – mensualmente
Aportacion 200€ : €200,00 EUR – mensualmente

d) Aportando un euro al mes en nuestra cuenta de Teaming:

https://www.teaming.net/proyectoocouso

Gracias de corazón por estar ahí.

(Foto: paseo ocousero este fin de semana)

 

 

 

Una herencia colectiva


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Estamos recién llegados del mar Egeo. Allí hemos vivido en primera persona todo ese caos mundial que sacude al planeta con un sufrimiento humano indecible. Las causas de las guerras todos las conocemos. Es algo que está inserto en nuestro interior, en nuestra herencia colectiva como seres que aún no han conseguido llegar a un estadio y razonamiento de paz. Es una herencia que requiere urgencia, sanación, cambio. Admitimos que todo lo que hemos visto nos ha sobrepasado. Hemos tenido nuestra propia crisis interior al percatarnos de que existen sesenta millones de desplazados y refugiados por las guerras y el hambre, por el terror y la sinrazón. Nosotros solo hemos podido abrazar a un par de miles de esas personas de carne y hueso que han sobrevivido al horror y que buscan desesperadamente un lugar en la tierra.

Cuando hemos llegado a nuestro pequeño rincón de seguridad, a nuestro humilde paraíso cargado de primavera nos hemos puesto a trabajar duro. En la huerta, en el futuro gallinero, en las cabañas, en la acogida de nueva gente bonita que viene a echarnos una mano. Nos hemos dado cuenta que la mejor manera de hacer posible ese estadio de paz mundial tan necesario es simplemente cumpliendo con nuestra parte en esta herencia colectiva. Trabajando en silencio, sin mucho ruido, en aquello que creemos que pueda ser útil para el conjunto de la humanidad. Todo ello mientras no podemos olvidar los rostros de esos humanos desvalidos y abandonados a su suerte.

Nuestra aportación es minúscula. Estamos creando un lugar que sirva de inspiración y cooperación entre los seres humanos de buena voluntad. Un lugar de esfuerzo y servicio desinteresado donde se profundice sobre las causas del bien y podamos juntos, en paz y armonía, fomentarlo. Sólo de esta manera se nos ocurre atajar el temor y la desdicha de esos millones de refugiados que deambulan sin un futuro esperanzador. Nuestra casa de acogida será humilde y pequeña, pero será y estará abierta para todos. Para cada uno de aquellos que necesite un lugar tranquilo, un reposo, un trozo de cariño.

Este mes dos personas más están empezando el programa de tres meses. Eso para nosotros es una buena noticia pues tras dos años de trabajo duro nos damos cuenta de la necesidad de ser cada día más almas bonitas con capacidad de entrega para que juntos podamos llevar más luz y cariño al mundo. En este proceso de gestación de la comunidad, deseamos que cada día seamos más gente, más personas trabajando en consonancia, desde el buen humor mañanero hasta las tardes más recogidas. Si somos más manos podemos ofrecer más cariño y amor. La construcción material de la casa de acogida, de la comunidad y de la futura escuela de dones y talentos es necesario, pero también la construcción interior de todos los que pasamos por este lugar.

Las tragedias colectivas, la herencia que hemos adquirido en estas últimas generaciones deben ser reemplazadas, deben ser sustituidas por valores más humanos y más llenos de consciencia. Nuestro afán sigue siendo el mismo: hacer de un mundo bueno, un mundo mejor. Y para ello, estaremos empeñados en cumplir con nuestra parte. Cueste lo que cueste.

La hermosura de vivir en una casa a la que se entra por un gran telón de teatro


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La eternidad está enamorada de las cosas del tiempo” William Blake

Ya sé quien eres”, me dijo. “Eres Peter Pan. O Couso es el maravilloso país de Nunca Jamás y tu cometido es acoger a los niños perdidos que se acercan a ti”. Me encantó el comentario y solo hoy, cuando María hizo la observación sobre nuestra particular entrada a la casa, con su gran telón escarlata de teatro como puerta, me di cuenta de que realmente Carmen tenía razón. Se abre el telón, entramos en la casa y empieza la función mágica de Nunca Jamás. Encendemos la chimenea, nos miramos a los ojos, rozamos nuestras manos para calentar los corazones, nos abrazamos, cantamos, reímos, nos olvidamos del tiempo y nos enamoramos de la eternidad de estar juntos. Los corazones vibran, se abren, se apoderan del espacio. Las máscaras quedan lejos, allí, en la ciudad, y las almas empiezan a hablar, a respirar, a reconocerse entre montañas, lluvia y prados.

Es así como empieza todo. Luego damos un paseo por el bosque mágico, observando a cada instante los rincones por si por casualidad algún duende pasara por ahí. Salta la rana, nos sobrecoge el canto de la abubilla, crujen las ramas a cada paso y atravesamos los prados hasta llegar al bosque de los ancianos. Allí es parada obligada para poder abrazar a esos centenarios castaños con mil caras en su corteza que observan alegres nuestra llegada. Hacemos un círculo, cantamos alguna canción y seguimos la ruta hasta que nuestros pies están cansados. A veces llegamos hasta los castros celtas. Otras deambulamos por prados verdes para fotografiar las florecillas. Si estamos observantes, algún cervatillo, zorro o comadreja atraviesa veloz los campos. El sonido del bosque, con sus ríos, con sus vientos que vienen desde muy lejos, con sus árboles que explotan de belleza todos los días, atraviesas nuestras entrañas para hacernos danzar suaves.

Cuando cae la noche empieza el concierto. Nos sentimos vivos y agradecidos por la jornada tan cargada de magia. Ahora sé que no podría vivir muy lejos de aquí. Me sería imposible volver al gris de la ciudad cuando he descubierto por fin que existe un mundo de magia multicolor, que todo cuanto nos rodea puede llenar nuestros vacíos sin hacer nada aquí en la naturaleza. Que la única ambición posible es la de respirar, dar gracias y compartir todo lo que tenemos con el otro. Amar al semejante es nuestra bandera, y de alguna forma, como decía la canción, es mirar de frente a Dios.

Apoya la restauración de la Casa de Acogida


 

Piedra sobre piedra. Tablas que caen, rostros húmedos, barro anclado entre las paredes. Cientos de años sosteniendo vidas, siglos soportando la lluvia cayendo, también el granizo y la nieve y los vientos. Proteger una «casa grande» del siglo XVI con su ermita y sus bosques es toda una responsabilidad. Sobre todo cuando ves como por afán del tiempo y la dejadez las paredes caen y todo se derrumba.

Por eso este mes hemos decidido aventurarnos e intentar recuperar las paredes más degradadas. Una a una, restituyendo cada pieza de pizarra que los años ha transformado en piedra viva. Mirando de no entorpecer el hecho de que esas paredes deberán albergar más vidas, más promesas, más esperanza. Deberán proteger a todos aquellos que en círculo deseen cumplir con la promesa de un mundo mejor. Es como un canto, como un mantra que nos repetimos. Es posible, claro que es posible. ¿Cómo podríamos hacerlo de otra manera? ¿De qué forma podríamos llegar a la excelencia si no es empezando por alguna piedra? ¿Cómo podríamos transformar el mundo si no lo hacemos intentando construir algo nuevo, fuerte, sostenible? Siempre desde la humildad. Siempre desde un primer paso.

Desde la nada surgen las respuestas. Contemplamos el valle verde, sus montañas, pero nos ponemos el traje de faena y alcanzamos la plenitud del trabajo, ya no como instrumento de tortura, sino como un don, como una talento que nace del arraigamiento de la tierra, del sostén de la vida, de la plenitud y expansión de cada mota de ser.

También conocemos de nuestras limitaciones, de nuestro poder reducido, instruido en la paciencia y la humildad de sabernos apoyados por todos los que pretenden reconstruir los valores y la moral de nuestro tiempo. No todos pueden venir a la montaña, pero sí todos, de alguna forma, pueden apoyar con un gesto.

Por eso siguen las obras de restauración de la Casa de Acogida. Parece un milagro. Pero en un futuro será un milagro compartido, para todos. Incluso cuando nosotros no estemos, otras generaciones podrán disfrutar de nuestro grano de cariño, de este hermoso halo de misterio.

Como algunos nos preguntan como pueden ayudar, relatamos lo que nos está costando la nueva obra por si queréis colaborar de alguna forma:

– Rehabilitación de las paredes: 7.400 €

– Rehabilitación de parte del tejado: 4.800 €

– Rehabilitación de suelos del futuro lavabo y cocina: 2.600 €

De momento, esto es lo que tenemos en mente y en el corazón para seguir con la casa. Cualquier aportación será bienvenida, aunque sea un euro con nuestro programa de Teaming:

a) Haciendo una aportación directa en la siguiente cuenta:

TRIODOS BANK (BANCA ÉTICA): ES54 1491 0001 2121 2237 2325

b) Mediante una donación directamente aquí:

donar

c) Mediante una aportación mensual:

Opciones mensuales
Aportacion 30€ : €30,00 EUR – mensualmente
Aportacion 50€ : €50,00 EUR – mensualmente
Aportacion 100€ : €100,00 EUR – mensualmente
Aportacion 200€ : €200,00 EUR – mensualmente

d) Aportando un euro al mes en nuestra cuenta de Teaming:

https://www.teaming.net/proyectoocouso

 

Pronto la casa de Acogida estará terminada y el próximo reto será la Escuela de Dones y Talentos. Pronto el talento y el don podrán manifestarse de forma libre y gratuita para que esos ángeles que todos los días se encarnan tengan la oportunidad de explorar y potenciar sus habilidades, su potencial, su belleza plena. Pronto, muy pronto, habremos sembrado una gran semilla de paz en el mundo.

Primavera en O Couso


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Para quien sabe amarlo, el mundo se quita su careta de infinito; se hace tan pequeño como una canción, como un beso de lo eterno” (Tagore).

Dicen que el estado de ánimo configura nuestro destino. Sin duda, aquí el estado de ánimo que respiramos es de alegría y cariño. Tras el largo invierno, llegó la primavera con ese abanico de verde, de pájaros cantando, de prados y veredas, de montañas expectantes y cielos multicolor. Pero sobre todo, llegó la gente bonita, la gente que amamos, esos seres que vienen una y otra vez o que lo hacen por primera vez y ya no quieren marcharse. También aquellos que llegan y se van corriendo o esos otros que por distancia prefieren campear a sus anchas por este bosquecillo encantado. A todos los abrazamos igual, sin distinción, sin rodeos, cantando esa manida canción cada vez que se van, tan cargada de felicidad y también recibiéndolos con una sonrisa, un abrazo sentido y un paseo por la finquita para que sepan que aquí el único límite es la propia inspiración.

Esta semana ha sido sin duda especial. Hemos reído y llorado de emoción, hemos sentido y hemos trabajado juntos para hacer de esta casa un lugar para todos. Cada uno aportaba no sólo su esfuerzo pequeño o grande, sino también su presencia, esa que nos llena y amplia nuestros horizontes, esa que se comparte con una mirada oceánica o una sonrisa estrellada.

Qué felicidad cuando improvisábamos un pequeño ritual para consagrar el futuro gallinero de piedra. Y cuando hablábamos sobre el azúcar o el chocolate o la comida de los perros o cualquier cosa que pudiera hacernos reflexionar sobre tantas y tantas cosas que luego se enlazaban con otras muchas. Y qué rica la comida, y qué rico todo lo que traían para llenar la despensa. Y qué hermoso el cariño expresado a cada instante, rozando nuestras manos, mirando con complicidad el mundo, vaciando de tristeza nuestros corazones para colmarlos de belleza y paz.

En el salón ya tenemos por fin chimenea que casa a la perfección con las vistas inagotables del nuevo ventanal. También hemos hecho un gran esfuerzo para levantar los muros que se estaban cayendo. Ahora tendremos que buscar más recursos para poder seguir la obra y así embellecer aún más todo. Será un esfuerzo grato porque hemos aprendido a pensar más allá de nosotros mismos. Cada cosa que hacemos, cada piedra que movemos o recolocamos sabemos que es para beneficio de todos, de algo más grande que aquello que somos.

Por eso nos sentimos de alguna forma dichosos. Y también porque ha llegado la primavera y dan ganas de enamorarse de cada instante, de cada halo de vida. Y pronto llegará el verano y mucha gente bonita volverá a esta su casa, su hogar, ese lugar donde no hace falta dar explicaciones, donde nadie va a recriminarte si tienes un mal día o no te apetece hablar o compartir. Pero con la seguridad de que cualquiera, si lo necesitas, podrá abrazarte con frescura y amor, con dicha y transparencia, con luz, con lucidez, con sentido amplio.

Queremos enamorarnos y queremos que te enamores de este proyecto. Quizás así podamos volver siempre a nuestras casas con una sonrisa interior, con una cómplice emoción, con un secreto: la esperanza de un mundo bueno, mejor, reside en todos nosotros. Sólo debemos comprender la grandeza del compartir, la grandeza de dar todo aquello por lo que suspiramos, todo aquello que anhelamos desde lo más profundo de nosotros.

Ahora toca preparar el verano. Estás invitado a venir cuando quieras. Aquí está tu casa, tu hogar. No hay cerrojos ni llaves ni claves extrañas, y casi no hay puertas, así que puedes venir y coger lo que necesites. Si es amor, habrá a raudales, tanto como ese manto de flores silvestres que ya está naciendo en los prados. Coge lo que necesites, deja una parte de ti, lo que puedas. Nos basta tu abrazo sincero, tu sonrisa, tu alegría inspiradora, tu ánimo configurando un destino común.

Gracias de corazón a todos y todas los que habéis hecho de esta semana algo único y verdadero. Gracias por enamorarnos de nuevo. Gracias por vuestra música, por vuestro beso eterno.

Segundo aniversario de O Couso


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Mañana doce de marzo hará dos años que la fundación Dharana adquirió la finca de O Couso. Cada vez que lo pensamos o lo decimos en voz alta algo muy dentro se mueve porque esos dos años han pasado a la velocidad de la luz. Aún recordamos aquellos primeros días en los que nuestros vecinos nos advertían de que no aguantaríamos el primer invierno. Y resulta que la sensación que tenemos es que cada mes es mucho mejor que el anterior, que cada día es tan distinto y tan especial que nada podría hacernos que abandonáramos este proyecto.

Dos años es mucho tiempo y aún así vemos que todo está en pañales. Quizás porque elegimos el camino largo, la carrera de fondo, y no las prisas o lo inmediato. Sentimos que ese es el recorrido más seguro, hacer las cosas despacio, enraizar profundamente las energías en lo más hondo para que luego, de aquí a diez o veinte años se despliegue con todo su esplendor algo hermoso y verdadero.

En dos años hemos convertido una ruina en un pequeño hogar. Es verdad que es humilde y carece de casi todo, pero es tanto el calor que ha impregnado la gente que viene y nos acompaña que ya podemos llamarlo así, hogar. Es el fuego de todos, es el calor humano lo que hace posible que podamos tener un pequeño salón con vistas maravillosas al bosque, a las montañas, a los prados, a los castros celtas que nos acompañan. Ha sido la ayuda incondicional de muchos lo que ha hecho posible que tengamos un tejado, una cocina, una chimenea, algunas habitaciones.

Nos damos cuenta de que hemos hecho mucho, pero que aún falta mucho por hacer. La idea original, y es la que se mantiene, era hacer una casa entre todos. No queríamos que nadie liderara en solitario el proyecto sino que entre todos pusiéramos un poco de esfuerzo para decir al mundo que sí que es posible, que entre todos podemos hacer muchas cosas. Nos sentimos satisfechos porque lo hemos conseguido. Se ha creado una familia, un núcleo hermoso de personas que vienen una y otra vez y que nos alegra los corazones. Una familia extensa que nos envía ánimos en los momentos difíciles y que nos protege con gestos que nacen desde lo más hondo.

¿Qué haremos en el próximo año? En cuanto a lo material, queremos rescatar las grandes columnas de la casa y la parte que aún está en ruinas. Vamos a necesitar de grandes esfuerzos para recuperar toda esa parte antes de que termine cayendo. También tenemos la buena noticia de que una nueva pareja quiere construir su nido entre nosotros y estamos preparando ya la acogida y el espacio suficiente para que puedan materializar sus sueños. Dos nuevas personas han solicitado realizar la experiencia de tres meses, que es como una confirmación para estar en vías de pertenecer a la futura comunidad. Y seguimos trabajando en silencio con la escuela de dones y talentos. Un trabajo ingente que algún día se desplegará para mayor beneficio de todos.

Sí, ya han pasado dos años, y seguimos fuertes, llenos de energía, compromiso, responsabilidad y ganas de seguir compartiendo. Queremos seguir apostando por hacer de este mundo bueno, un mundo mejor. Sabemos que esta idea es una tarea de todos. Cumplamos nuestra parte.

Gracias de corazón a los que lo hacéis posible.

Hacia la simplicidad voluntaria


 

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La cuestión es simple: el planeta no puede sostener por mucho tiempo nuestro crecimiento económico, nuestros niveles de consumo y nuestros cada vez mayores desechos. Es como si de seguir así, en pocas décadas, quizás años, el colapso sea irremediable.

Durante diez años, mientras trabajaba en la tesis doctoral pensé que tan solo se trataba de una simple teoría, de un nuevo movimiento milenarista maquillado de ecología subversiva e ideales trasnochados. Cuando me tocó bucear en los datos, ver las estadísticas de crecimiento demográfico y las necesidades culturales presentes algún tipo de alarma resonó en mí.

Cuando te das de golpe con la evidencia, con la idea, aunque pueda parecer fantasiosa, de que algo no va bien, tienes varias opciones. La primera es dejar el trabajo de investigación a medias, buscar algo que pueda gustar a la academia y seguir adelante con tu vida normal en un mundo normal. La segunda es dejarte arrastrar por esa sensación de rebeldía cósmica, como la llamó algún poeta, y buscar cierta salida coherente a lo que estás viendo.

Admito que mi caso fue claro y drástico. Me marché a las montañas. Llegué a la conclusión de que la única manera de poder vivir al menos con la conciencia algo más tranquila era haciendo algo, actuando ante los hechos con los que me topaba. Vivir en la montaña, reconstruir alguna ruina para que el impacto fuera el menor e intentar vivir de una forma cuya huella fuera la mínima era el ideal a alcanzar. Eso requería dos cosas: algunos sacrificios personales y vivir en comunidad.

Nunca habíamos vivido una vida salvaje, así que no sabíamos a qué nos enfrentábamos. Llegamos a las montañas y nos topamos con las inclemencias del tiempo, con el frío infernal del invierno, con las lluvias torrenciales durante días enteros, con el feroz viento huracanado que hacía tambalear nuestras humildes caravanas. Sentíamos que todo podría desmoronarse en cualquier momento. Pero también sentíamos la necesidad de seguir fortalecidos con la experiencia y caminar siempre hacia adelante.

Esta tarde, mientras no paraba de nevar y mientras andaba leyendo algún libro para cerrar la tesis me di cuenta de algo impresionante. Estaba feliz y satisfecho con el tipo de vida que había elegido. No necesitaba nada, me bastaba con la pequeña caravana y algo de comida. El frío ya no era tan horrible y la nieve se había convertido en una comunicadora excelente de mensajes interiores. En dos años de aventura empezábamos a rozar la vida sencilla, la simplicidad voluntaria. Al estar juntos y compartir recursos nuestra huella era mucho menor. Al reconstruir una casa de piedra y vivir en caravanas el impacto en el paisaje era reducido. Al no consumir agua ni recursos energéticos fuera de la finca ni estar conectados a una red exterior nos permitía vivir dignamente sin ser cómplices de la compleja red de autodestrucción imperante. Es cierto que los pioneros hemos tenido que hipotecar algo de nuestra vida para ello. Pero los que vengan, los que aterricen a partir de ahora, podrán disfrutar de todo esto sin mayor esfuerzo.

Es evidente que la nuestra es una postura radical, pero de alguna forma quiere ejemplarizar algo que puede hacerse desde cualquier lugar del mundo, inclusive la ciudad. Solo hace falta tener fuerzas y valor para organizar la lucha contra el cambio climático, contra el consumo desmedido, contra todo aquello que nos puede avocar a un irremediable caos.

La simplicidad voluntaria, el vivir una vida más sencilla, nos ha hecho felices. Al no llenar nuestros vacíos con cosas sino con experiencias como una hermosa nevada o un impresionante atardecer vivimos en una felicidad constante. Al no necesitar nada hemos dejado de experimentar esa sensación de angustia y frustración. Hemos renunciado a una vida superflua y a cambio hemos experimentado el testimonio de la sencillez. Es solo una opción, no una imposición. Pero también forma parte de la necesaria y obligada reflexión global.

(Foto: esta misma tarde, momento de inspiración lectora mientras veía nevar ahí fuera)

Ecoaldeando


 

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El movimiento de ecoaldeas está extendido por todo el mundo

 

Nos encontramos en alguna parte cerca de Granada, en una comunidad celebrando el encuentro de invierno de la Red Ibérica de Ecoaldeas. Este es un lugar propicio para compartir experiencias, para conocer grupos y personas que han entregado parte de su vida a la experiencia de vivir un modelo alternativo de convivencia. Son la prueba física y palpable de que otro mundo es posible. Algo que pasa de la teoría a la praxis, algo real que se está haciendo aquí y ahora.

Son personas normales, de carne y hueso, con sus contradicciones, con sus conflictos, con sus tristezas y alegrías. Con la característica de que alguna vez en sus vidas fueron valientes y dieron un paso firme hacia otro lugar, hacia otra dimensión de la existencia humana. No hay nada extraordinario en ese hecho en sí, pero sí hay mucho de extraordinario en cada una de sus vidas.

Llegar hasta aquí y compartir estas experiencias es un escenario único para conocer la dimensión humana en toda su visión amplia, en toda su perspectiva futura, en toda su carga llena de esperanza y fe. Dan ese paso firme porque tienen confianza, porque tienen el anhelo de soñar, pensar y actuar para que todo cambie.

De alguna forma inspiran un mundo diferente, más amable, más reconciliado con la naturaleza, con la tierra, los ríos, las montañas. Su dimensión ecológica a veces también alcanza sus vidas personales. Sus emociones, sus acciones individuales, sus creencias y pensamientos son matizados por esa observación en la convivencia estrecha, en los espejos que constantemente reflejan el rostro de lo que somos.

Son auténticos privilegiados que se reúnen en círculo alrededor del fuego conciliador. Cuentan historias y desahogan sus miedos. Se abrazan y conservan el tesoro de la proximidad, de lo cercano. El individuo cobra de nuevo el sentido del abrazo comunal, y se comulga en la esperanza del mundo nuevo bajo la mirada atenta de los cielos descubiertos entre montañas, en los valles húmedos con sus ríos vaporosos, en las entrañas de tierras incógnitas que soportan el timbrar de sus tambores. En estos lugares, las ecoaldeas, las comunidades, el ser humano cobra una dimensión diferente.

Nos sentimos reconciliados con esta llamada universal por ser más humanos, más cargados de emociones sinceras, de esperanza compartida. Nos sentimos privilegiados, en un mundo abocado a las máquinas y su soledad, por sentir el tambor de nuestros corazones. Están cerca. Bombeando la vida. Surcando los reflejos del gran espíritu, paseando entre valles rociados de belleza inmanente, volando libres como el ave Simorg.

Reviure Solanell


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El viernes estuve paseando durante cuatro horas con una buena amiga por la playa mediterránea. A las dos de la mañana me di cuenta de que tenía que salir dirección Pirineos si quería ser puntual a mi cita con Solanell, un pueblo abandonado que un grupo de amigos están rehabilitando. A las cinco de la madrugada caí dormido en mitad de las montañas y a las ocho ya estaba de nuevo en camino.

Llegué puntual, tras unos kilómetros de pista forestal y muy cerca con las fronteras de Andorra y Francia al lugar de encuentro. Solanell, un pueblo que data del siglo IX, está anclado en una exuberante sierra de la vall de Castellbò, en el Alt d’Urgell, vigilado por las cimas de Mongetes y Roca Castellana. Posible refugio del catarismo que huyó de Francia en siglos pasados, Solanell está siendo recuperado gracias a la iniciativa del amigo Saül Garreta, arquitecto tarraconense, impulsor de la cooperativa que intenta recuperar todo el pueblo y compuesta por personas de diferente origen que trabajan duro para que el proyecto sea una realidad.

Por la mañana, nada más llegar, nos pusimos manos a la obra para echar una mano en la rehabilitación del lugar. Me tocó trabajar en la fosa séptica, montando tuberías y ayudando con ello que los sanitarios del nuevo albergue que pronto se inaugurará estuviera preparado.

Por la tarde me invitaron a que diera una breve charla sobre la experiencia utópica que he podido vivir en estos diez últimos años gracias a la tesis doctoral. Fue una bonita oportunidad para compartir todo el conocimiento que durante estos años hemos ido acumulando, y sobre todo, para hablar de cómo esa experiencia la estamos desarrollando en el proyecto O Couso.

Quise hacer una charla teórico-práctica, así que para sorpresa de algunos, nos cogimos todos de las manos, guardamos unos minutos de silencio y empezamos a trabajar en la pieza más importante de todo proyecto: el ser humano. Intenté explicar a base de círculos de consciencia y herramientas prácticas la necesidad de cuidar la parte humana de todo proyecto, eje fundamental desde donde se articulará el futuro éxito de lo que allí estaba ocurriendo.

Hablamos, como conclusión, de que no importa lo que hagamos, no importa incluso el cómo lo hagamos, pero sí importa mucho el cuidado de las relaciones, del cariño, de la amistad que puede salir o crecer de un proyecto cualquiera.

Espero que la charla sirviera de inspiración y espero que puedan cooperar como hasta ahora en un clima de apoyo mutuo, de amistad y cuidado. La sociedad necesita nuevos modelos de actuación, y eso solo es posible cambiando nuestro modelo interior de visión hacia los demás. Ese fue el núcleo central de todo lo expuesto. Nada de fuera puede cambiar si nada de dentro cambia.

Gracias Saüll por la invitación y gracias a los amigos de Solanell por el proyecto tan bonito que estáis haciendo.

Más información sobre el proyecto:

http://www.reviuresolanell.com/

(Foto: Saül explicando el sistema cooperativo de Solanell)

 

Construyendo la «máquina viva»


a

No sabemos de casi nada pero aprendemos de casi todo. La curiosidad y las ganas de aprender y superarnos hacen milagros. A veces nos vemos limitados por mil cosas, pero nunca nos falta talento y ganas para emprender cualquier trabajo, por difícil que resulte. Estos días ha tocado hacer de fontaneros. La letrina seca ha sido durante estos años un hecho romántico y hermoso, pero al mismo tiempo, especialmente por la noche o en invierno, resulta engorroso hacer nuestras necesidades en el bosque, con lluvia, viento o nieve. Seguirá existiendo porque para los que vivimos en las caravanas resulta cercano en un momento de apuro, pero estos días nos hemos aventurado a ir más allá. Gracias a que Iván nos ha donado un WC y dinero suficiente para comprar veinte tuberías de «ciento diez» para el desagüe, hemos empezado con nuestras manos toda la instalación del mismo. También gracias a la siempre infinita generosidad de Marcos, nuestro vecino, que siempre está dispuesto a echarnos una mano y que hoy nos ha abierto la zanja para entubar toda la canalización.

Durante estos días hemos aprendido el oficio de fontanería. Nos habían dado un presupuesto de diez mil euros para hacer el lavabo completo, algo excesivamente elevado para poderlo afrontar. Así que decidimos enfrentarnos al reto de intentarlo nosotros mismos. Fuimos al almacén de materiales donde siempre nos tratan con mucho cariño y empezamos a preguntar qué nos hacía falta para desempeñar tan loable labor. Compramos los materiales y nos pusimos a cavar, a cortar, a perfilar, a hacer agujeros a martillazo limpio, en fin, todo lo necesario para realizar un trabajo lo más pulido posible. Gracias a Luije, Iván y Roberto y con la inestimable ayuda de Marcos hemos conseguido afrontar el primer paso: toda la canalización desde la casa a la que será la futura “máquina viva”.

La “máquina viva” será un sistema de reciclaje de residuos fecales a base de pequeños embalses llenos de algas y plantas acuáticas que irán depurando todo el agua que vayamos utilizando. Esto es algo que ya se está haciendo en muchas comunidades y resulta totalmente efectivo. Esta agua se reutilizará para reglar los futuros jardines y las huertas, y para mantener el sistema híbrido de canales, pequeños arroyos y embalses que iremos construyendo en el futuro de forma eficiente y ecológica. El agua es vida, y a la vida hay que tratarla siempre con el sumo respeto, cariño y amor.

Una vez hecha la canalización, que estará terminada mañana, nos quedará comprar la fosa séptica para cerrar este primer paso. De los ochocientos euros que vale ya tenemos casi la mitad gracias a los amigos que nos ayudan desde Teaming (aportando un euros al mes), así que habrá que esperar a que lleguen los recursos suficientes para comprar la fosa y luego todo lo necesario para que el baño quede completo: losas para el suelo, maderas para las paredes, lavabo, duchas… Poco a poco.

El hecho es que nos sentimos felices de todo lo que estamos aprendiendo y avanzando con ingenio, voluntad y compartir. Seguimos demostrando que el apoyo mutuo y la cooperación compartida genera más felicidad a todos que un camino solitario y egoísta. Al menos esa es la impresión que tenemos todos los que aquí disfrutamos del compartir diario y de esa vocación de servicio. Así que gracias de corazón a los que lo hacéis posible.

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Nuestro regalo de reyes, nuestra visión futura de O Couso


 

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Estos días han sido mágicos en O Couso. Quince personas han llenado de amor el tránsito del año, compartiendo la inocencia y magia de personitas como Nora y Nadia, dos preciosas niñas que sin importarles el frío y las condiciones, han venido desde Barcelona para pasar aquí estas fiestas con su madre y amiga. Nos sentimos afortunados por todo lo que recibimos cada día, y hoy, un día tan especial, queríamos compartir nuestra «visión» sobre lo que queremos hacer en O Couso. Aquí os dejamos un resumen, una pincelada de todo lo que tenemos por delante. Alguien decía que si de todo lo proyectado solo conseguimos lo que ya hemos conseguido, será suficiente. Realmente es así, por eso nuestra ilusión no está en el mañana, sino en el ahora, que ya es mágico, inspirador y transformador para todos. Aún así, seguimos trabajando con amor y entrega para hacer cada día un mundo más bello y pacífico. Gracias a todos los que lo hacéis posible. Gracias de corazón por vuestro apoyo incondicional.

  1. PROYECTO O COUSO. CASA DE ACOGIDA

a) Acogida.

– Casa.

– Comedor.

– Aseos y duchas.

– Zona de acampada.

– Caseta de intercambios.

– Ermita.

– Biblioteca.

– Sala de estar.

– Salas de reuniones.

– Salas multiusos.

– Oficina.

– Almacén.

– Templo mayor.

b) Autosuficiencia energética.

– Parque solar

– Parque eólico.

– Biomasa.

– Reciclado.

c) Autosuficiencia en agua.

– Pozo de agua potable

– Estanques y acumuladores.

– Reciclado de agua.

 

d) Autosuficiencia en movilidad.

– Parque de bicicletas.

– Parque de coches eléctricos.

e) Autosuficiencia alimentaria.

– Huertas.

– Invernadero de invierno.

– Invernadero de plantas medicinales.

f) El Jardín.

– Zonas ajardinadas.

– Bosques.

– Zona de animales.

– Cocreación con la naturaleza.

 

  1. PROYECTO ESCUELA DE DONES Y TALENTOS

 

a) Programas de experiencia de vida interior y transpersonal.

– Semana de experiencia.

– 21 días de experiencia.

– 3, 6, 24 meses de experiencia.

– Voluntariados, 3, 6, 12 meses.

b) Programa de estancias de larga duración para desarrollar dones y talentos, 3, 6, 12 meses.

c) Escuela internacional para niños becados sin recursos (niños sin hogar, niños sin recursos, niños sin familia).

d) Edificio de escuela.

e) Cabañas de retiro en el bosque.

f) Escuela de verano.

 

  1. PROYECTO COMUNIDAD

 

a) Doce casas.

b) Trabajo exterior.

c) Trabajo interior.

d) Departamentos.

e) Programa de vida y muerte digna.

f) Organización.

g) Proyectos y programas de la fundación.

h) Proyectos de formación, comunicación y difusión.

 

Aquello que somos, aquello que hacemos


A

Cuando este fin de semana limpiábamos el futuro saloncito junto con L. algo hermoso estaba ocurriendo. L. es la misma joven que nos donó hace poco mil euros fruto de sus ahorros. Decía mientras limpiábamos sin parar que desde que vino a O Couso algo cambió. Tan joven y vegetariana desde hace algunos años, sensible, curiosa e inteligente, para nosotros ha sido una revelación el haberla conocido. Casi llegamos tarde al tren esta mañana porque no se quería marchar. Cuando le hemos preguntado porqué deseaba volver ha dicho: “por lo que hacéis, por cómo sois, por todo…

Cuando ocurren estos testimonios, que casi son diarios en este hermoso valle del Mao, entendemos de alguna forma por qué estamos aquí. No es por satisfacer nuestro eguito ni por disfrutar a solas de un retiro de oro. Es precisamente para eso, para compartir, para inspirar, para crecer con el otro, junto al otro, por el otro.

Cuando hoy disfrutábamos del hermoso y humilde saloncito solo podíamos pensar en una chimenea rodeada de gente compartiendo esperanza y tejiendo amor para el mundo. Este lugar solo puede cobrar sentido cuando nos comprometemos realmente hacia un cambio interior, de paradigma, de visión de las cosas. Cuando nos inspiramos unos a otros y empezamos a cambiar nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestros hábitos. Cuando nos miramos en el espejo del otro y por fin podemos ver tan solo sus cosas buenas, su cara amable, su sonrisa iluminada.

Es cierto que en un año el esfuerzo ha sido ingente y que han habido muchos cambios en este pequeño proyecto. Mientras hoy hacíamos de fontaneros e intentábamos instalar un fregadero en la futura nueva cocina nos dábamos cuenta de todo lo que hemos avanzado en un año, pero sobre todo, nos dábamos cuenta de todo lo que nos queda por delante.

O Couso es un lugar de transformación y de inspiración. Eso ya lo estamos viendo. Pero también estamos viendo con cierto nerviosismo que será algo mucho más impresionante en nuestros corazones. Presentimos que todo lo que ha ocurrido en este tiempo no ha sido nada casual. Sabemos interiormente que estamos aquí por algo. Como aquellos caballeros que compartían orgullosos la protección de los lugares santos, de los caminos y de los peregrinos.

Hoy nos sentimos satisfechos. Hemos descubierto que la magia existe, que la transformación es posible si abrazamos de nuevo la fe en el espíritu humano. A pesar de las tragedias que sacuden el mundo (no podemos más que pensar en todo lo sucedido estos días), la esperanza está germinando en los semilleros del futuro.

Y cada día son más esos hortelanos y jardineros que cuidan la tierra común, que riegan con su sudor cada poro labrando con sus manos cada surco con la ilusión de un mañana mejor.

Sí, nos sentimos satisfechos por nuestro pequeño granito de arena. Es poco, es humilde, pero Es. Y ese Es, ese siendo en gerundio ya es motivo de esperanza y fe en el mañana. Aquello que somos, aquello que hacemos será lo que marque el futuro de todos. Cumplamos nuestra parte. Aquí, ahora.

Gestos


a

Cuando uno cumple la mayoría de edad no suele tener mucho dinero ahorrado. De tenerlo, siempre piensa en cosas. Me puedo comprar esto, puedo hacer aquello. Pero casi nunca se piensa en gestos. Son pocas las personas que llegan a esa sutileza, a esa generosidad extrema. Aquí en O Couso recibimos lecciones de humildad constantes. Nos creemos ingenuamente que damos algo. Un trozo de calma, de paz, de sosiego, de pan, de hermosas vistas al bosque, de sonrisas y paseos. Creemos que con eso podemos colmar un trozo de alma. Pero realmente, lo que aquí ocurre es que no paramos de recibir.

Los gestos son múltiples y variados. Vienen de mil lugares distintos, de mucha gente diversa. De acciones a veces inimaginables. Tener un gesto con el otro es algo complejo. Uno siempre piensa qué va a ocurrir, cómo se va a valorar, en qué va a repercutir. A veces los gestos son pequeños en grandeza o inmensos en sencillez. Pero todos valen lo mismo, todos aportan ese grano de arena que suma al proyecto común, a la esperanza de un mundo mejor y más alegre.

O Couso es de todos. Eso ya lo sabemos. Lo ponemos en practica y todos cuando llegan se sienten como en casa. Entran y salen una y otra vez hasta el punto de que los más veteranos vienen a esta su segunda residencia. Esta ya es su casa aunque no dispongan de una habitación para ellos y a veces ni siquiera de una cama. No necesitan mucho. Es su pequeño paraíso y todo está bien.

Este fin de semana, siguiendo con la historia que nos ha conmovido, vino una madre con su hija para compartir unos días con nosotros. Paseamos, charlamos, reímos y nos pusimos al día de nuestras vidas interiores y exteriores. La madre era la tercera vez que venía y nos ha ayudado siempre desde la distancia en cientos de cosas. Sus gestos siempre estuvieron presentes hasta el punto de que el agua brota en O Couso gracias a su generosidad. Pero estos días nos sorprendió la hija cuando sin decir nada a nadie cogió sus ahorros de toda la vida y los ingresó en la cuenta de la fundación.

Nos preguntamos qué pudo en ella, qué se llevó de este lugar para que la impresión le causara esa reacción tan generosa. Nos sentimos humildemente afortunados no sólo por el gesto, sino porque el mismo proviniera de una persona joven y llena de inquietudes. No es el dinero ni la cantidad del mismo, es el gesto. El levantarse hoy por la mañana y pensar en cómo ayudar a un proyecto que solo conoció en un fin de semana de experiencia compartida.

¿Qué es eso que nos mueve a este tipo de cosas? ¿Qué ejemplo vital ha recibido esta joven amiga para gestionar sus emociones de forma tan desapegada y generosa? Siempre nos preguntamos qué sería de este mundo si todos tuviéramos la capacidad de tener un gesto diario con alguien o con algo. Un pequeño gesto, no importa de qué tamaño. Lo único que importa es sabernos poseedores de esa inmensa energía transformadora. De ese precepto que nos hace ver al otro como a una parte imprescindible del nosotros. Son esos gestos los que nos llenan el alma de testimonio y vida. Así que gracias querida L. por tu gesto. Para nosotros ha sido toda una lección de humildad y amor. Gracias de corazón.

Dibujando mundos


a

Después del periplo, descanso en la tierra prometida. Árboles, senderos, otoño en los caminos plagados de páginas que cayeron suaves del libro de la vida. No podemos más que maravillarnos de la belleza contemplativa. Los matices de los atardeceres, sus luces, las nubes plagadas de encanto, la suave brisa otoñal. Nos preguntamos cuantas y cuantas cosas se nos escapan al día por estar mirando a una pantalla, a una idea, a una emoción enquistada, a un trozo de cosa inerte que nos aproxima a la ilusión de poseer algo. Cuando miramos la hierba y los árboles observamos que hay algo más dentro de ellos. Algo que les da vida y color. Algo que los transporta a una dimensión diferente.

Estos días el agua ha llegado a O Couso. Ha sido casi milagroso ver brotar de las profundidades de la tierra el líquido vital. Nos veíamos a nosotros mismos jugando como aquel niño que se reencuentra con la magia de la vida. Agua, agua, por fin agua que brota para lavarnos, para limpiar, para beber, para alimentar la huerta y para construir pequeñas cabañas. Agua para compartir. Agua donde no hay que pagar ningún impuesto. Es curioso ver como ahora estamos alimentando estos aparatos con la luz del sol que sale de la nueva y más potente placa solar. En unos años este lugar será totalmente autosuficiente en cuanto a energía. Nadie podrá cobrarnos por el agua que sale de las entrañas o por el sol que iluminará nuestras casas en las frías noches de invierno. Tampoco habrá barreras ni aranceles en las patatas que recojamos de la huerta ni en las castañas que caigan de los árboles. Es como si aquí llegara cierto halo de libertad. Como si algo se diluyera en una frontera invisible de esta pequeña república donde no hay monarcas ni líderes ni jefes ni gurús ni patriarcas ni amos ni dueños ni propietarios ni guías ni directores ni presidentes ni cabecillas ni magistrados. Hemos liberado en este experimento algo del ser humano que andaba atado a cláusulas que no le convenían.

Hemos hecho un nuevo pacto con la naturaleza. Intentamos ser lo más respetuosos con ella. La dejamos crecer a su antojo, apoyando la iniciativa de cualquier joven roble por brotar hacia el cielo o fomentando que la vida crezca por todas partes. Nos gusta esa misión de ser cocreadores. No solo en la huerta, sino también en los planos de la arquitectura cósmica, allí donde se diseñan los nuevos ciclos, las nuevas tendencias, las nuevas formas. No es raro vernos sentados en silencio dibujando mundos. Retomar la esperanza y la fe en todo cuanto somos y hacemos es reconectar de alguna forma con lo más sublime de nosotros mismos. Sólo debemos aprender a callar, a divagar en el silencio sobre los misterios de la propia naturaleza que nos anima.

Cuando salimos a pasear, solo debemos arrodillarnos ante la majestuosidad del misterio y pedir para que muchos puedan disfrutarlo. Por eso nuestro afán por albergar a cuantas más almas mejor. Por eso nuestro ademán firme por arriesgar un poco más cada día a cambio de ver tejer una sonrisa entre cacerolas o bosques, entre juegos y noches de insomnio. Aquí, en el silencio, eso es posible.

Sentimos que hay mucho por crear. Creaciones bonitas, amables, llenas de fuerza y hermosura. Pensamos que cuando callamos algo se abre en nosotros. Una estrecha corriente de aire, una brisa cargada de rumor y susurro, un momento de lucidez, de luz, de luminiscencia. Somos soporte continuo del milagro de la vida. Y a veces, ante un atardecer como el de hoy, nos inclinamos humildes y respetuosos alabando la grandeza cósmica. Nuestro mayor deseo, poder compartir una y otra vez estas luminiscencias.

El precio de hacer algo realmente revolucionario


a

Antiguamente participar en alguna revolución estaba acompañado de sangre y vísceras. No había revolución que se mereciera que no tuviera por dentro un grado importante de violencia.

Ahora vivimos en el tiempo de las revoluciones silenciosas, aquellas que se tejen desde un formato más etérico, pero de igual o mayor valor que las de antaño. Nuestra revolución particular, en la que andamos metidos hasta el tuétano en este tiempo es una revolución de la consciencia. Tiene que ver con un nuevo encaje, con un nuevo modelo y aspiración que pretende la sedición entre las viejas estructuras de convivencia y un nuevo paradigma en las relaciones humanas.

Para ello estamos creando un tiempo y un espacio compartido, sin propietarios, sin amos, ni gurús, ni líderes, donde todos apostamos por un mismo fin: hacer de un mundo bueno un mundo mejor. El valor de toda esta revolución es el intercambio libre, la cooperación y el apoyo mutuo, el amor y el cariño hacia las cosas sencillas y las personas de cualquier origen o condición.

Somos conscientes de que no todo el mundo puede venir aquí a la montaña, al bosque, a participar activamente en este proyecto. Muchos nos dicen de qué manera pueden ayudar desde sus casas y nosotros nos dejamos asesorar por aquellos que entienden en estas cuestiones. Por eso nuestro amigo Rafa ha ideado otra nueva campaña de apoyo al proyecto, la cual consiste en estar de forma cómplice y voluntaria apoyando todas las actividades con un euro al mes. La cantidad no es mucha, es más bien una aportación simbólica, pero sentimos que el apoyo incondicional de todos vosotros puede hacer que la finca sea cada día más cómoda para los cientos y cientos de personas que todos los meses nos acompañáis.

Nosotros seguimos en nuestro rol de voluntarios entregados a la causa. Seguimos trabajando para dar lo mejor de nosotros al proyecto y seguimos ilusionados esperando que el invierno nos llene de calor y luz. Vosotros podéis colaborar de forma sencilla en esta revolución, compartiendo de paso la nueva buena con el resto. Ahora es posible. Ahora podemos.

La campaña se llama Teaming y este es el enlace donde podéis colaborar con un euro al mes. El primer objetivo es llegar a cien amigos. El segundo objetivo es llegar a quinientos amigos. Vamos a por ello.

https://www.teaming.net/proyectoocouso

Ese lugar pequeño y diferente


a

Realmente me sentí un poco desplazado, un poco extraño, con falta de sintonía. Demasiado ruido. Demasiadas ganas de hablar sobre cosas y hacerlo desde la misma dimensión de la que venimos. También me sentí orgulloso por nuestro proyecto, que es humilde, donde estamos muy poquitos, y deseo que así siga siendo.

Algo pequeñito, acogedor, íntimo, donde podamos hablar y entendernos, abrazarnos y perforar al ser humano con suavidad, dejando que sus fuentes fluyan a través nuestro. Sin atosigarlo. Sin aburrirlo. Sin abrumarlo. Dejándolo libre como esa alondra que se posa suave en cualquier reguero esperando el paso del tiempo. Como esa poesía que place mecer los instantes aquietados de la existencia.  

Allí ciertamente había mucho ruido, muchas ganas de crecer, de ser más, de buscar liderazgos que terminan confundiéndose con egos extraviados y perdidos. Había mucho énfasis en las cuatro dimensiones, pero olvidaban la quinta, la más importante, la transpersonal, la que nos une en una dimensión más amplia y verdadera. 

En la propia asamblea me sentí estúpido. Como si de repente me encontrara en una de esas reuniones profanas de la vida cotidiana donde los egos, las envidias y los celos salpicaban toda la relación. También los egoísmos y los intereses. ¿Y qué hacía O Couso allí, tan pequeñito y tan invisible? Supongo que para lo mismo que estamos aquí. Para seguir inspirando, para seguir protegiendo y guardando lo sagrado de la vida a expensas de ninguna recompensa, de ningún mérito, de ningún propósito que no sea ese de salir a pescar almas humanas. 

Oficialmente ya somos miembros. No sé realmente qué significa eso porque nadie nos hizo una debida acogida. Nadie nos dio instrucciones ni nadie nos indicó qué pasos seguir, qué poder hacer, qué poder demandar o en qué poder servir o ayudar. Así que sí, que ya somos miembros de un cuerpo al que habrá que acostumbrarse pero sin perder nuestro mágico horizonte, que es eso, mágico, intangible, inexplicable, y además, provoca cambio o sonrisas o esperanza. 

Somos una comunidad pequeñita, pero algo me dice que estamos sembrando algo hermoso, positivo. Su grandeza se refiere a la sencillez, a la entrega sin esperar nada a cambio, al modelo de servicio silencioso e invisible que tan pocos entienden. 

Hace falta un bautizo en las profundidades del entendimiento o una iniciación en fuego bajo la resplandeciente llama flamígera para poder apreciar la sutileza total de lo que está ocurriendo en O Couso. Nosotros, meros ciegos, andamos palpando la realidad sumergidos en esta incesante belleza y compartir. Con eso nos basta. Ya tendremos tiempo de alcanzar cierta luz. Pero de momento, seguiremos guardando los Caminos. Seguiremos siendo protectores de peregrinos y buscadores del Santo Grial que nace en nuestros corazones sencillos y dóciles. Seguiremos siendo guardianes de lo incognoscible. 

Me siento satisfecho y orgulloso de lo que aquí está ocurriendo. 

Es tan diferente a todo. Es tan sencillamente emocionante…

El sentido de la vida es ser útil a los demás


a

Esta última semana de experiencia está siendo totalmente impresionante. Se ha cargado de luz, de luminiscencia, de vida propia, diríamos que de amor. Es como si los acontecimientos que dan sentido a todo se posaran cómodamente en su lugar. Es como si hubiera algún tipo de premio a todo aquello por lo que hemos creído y luchado en este último tiempo y la vida nos colmara con algún tipo de recompensa.

Hoy hacíamos dos círculos de sabiduría plagados de enseñanza. El primero tenía que ver con la danza, el segundo con la salud y la alimentación consciente. María, la doctora que nos ha deleitado en la segunda charla nos ha dicho algo muy importante. La correcta salud nace de las relaciones con los otros. Si tenemos una buena relación con nuestro entorno no importa lo que hagamos o comamos en nuestra vida. La salud brillará si somos capaces de conectar con nuestro ser y somos capaces de tener unas correctas relaciones con el prójimo. Es tan sencillo como eso.

Profundizando con sabiduría en todo, María iba más lejos: la vida toma sentido cuando somos útiles a los demás. Ser útiles significa estar en concordancia con nosotros mismos como primer nivel de experimentación vital, pero también con nuestra pareja, con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestro barrio o entorno más inmediato y con el resto de los seres sintientes. Es una escala que empieza por nosotros pero que inevitablemente se esparce por el resto de dimensiones sociales posibles.

Esto resulta muy complejo porque siempre tendemos a ver al otro como algo hostil. No ocurre lo mismo aquí en O Couso, donde vemos al otro como una oportunidad de aprendizaje, de amor, de fe y reconciliación con el ser humano. Las alegrías, los llantos y la intensidad de cada momento único e irrepetible que aquí vivimos nos hacen volar a dimensiones humanas imposibles en otros contextos. Entramos en una especie de dimensión sagrada, a una profundidad que roza lo mágico, lo profundo, lo hermoso en su más apasionada expresión.

El vigor que nos rodea nos hace entender eso mismo. No hay mayor propósito que el de servir a los demás, entregarse a una causa noble: la del ser humano. Aquí lo experimentamos todos los días y por eso cada segundo de nuestras vidas son plenos y cargados de felicidad. Respiramos y sentimos la vida que nos recorre. Por eso de cada instante, comprendemos y abrazamos su grandeza. Por eso todos los que hasta aquí llegan forman parte de un profundo acto de amor.

¿Es posible desconectar del sistema?


a

Los que van de avanzado y pioneros en la desconexión del sistema deberían darse una vuelta por estas tierras rurales. Resulta que nosotros presumimos de hippies vestidos de modernidad cuando te enteras que hay jóvenes de por aquí que ni siquiera tienen una tarjeta o una cuenta en el banco.

Los que venimos de la ciudad estamos haciendo malabares adaptativos para intentar volver a los orígenes más puristas en cuanto a la reconexión con la naturaleza. Es una forma de reivindicación, puesto que lo que realmente deseamos no es maldecir al sistema que nos parió, sino transformarlo en un modelo mejor, en algo que no sea autodestructivo para el alma humana, y de paso, para el planeta.

Así que llegamos aquí, al bosque, y presumimos a todos de que es posible vivir en una pequeña caravana con una diminuta placa solar y una estufa para el invierno. Nos hemos liberado de esa pesadilla esclava que es la hipoteca. Sin embargo, a hurtadillas, seguimos teniendo cosas que nos tienen conectados al otro lado y deudas que saldar antes de encontrarnos de frente con la emancipación total.

El otro día fuimos a cenar con unas chicas de nuestra edad con las que hemos entablado amistad. Su visión de la vida nos chocó grandemente. Aman la vida en el campo, tienen sus trabajos pero mantienen ese modelo tradicional de vivir en la casa familiar, ayudando con las vacas en sus ratos libres y en las tareas propias de la vida en la montaña. Realmente, muchas de las cosas a las que nosotros aspirábamos, ellas ya lo habían conseguido de forma natural. La ausencia de hipoteca (¿para qué más casas si en la casa familiar hay espacio suficiente para todos?), la ausencia de Facebook (¿para qué estar conectados todo el santo día a las redes sociales si interactuar con el mundo real es mucho más intenso y maravilloso?) y la ausencia de tarjetas de crédito o cuenta en el banco (¿Para qué tener el dinero en el banco o tarjeta si puedes pagar directamente?) son tres cosas que nos sorprendieron de su modo de vida.

Otro ejemplo hermoso de emancipación pacífica del sistema lo dan las monjitas de la zona con las que tenemos muy buena relación. Solemos ir a visitarlas y las ayudamos en lo que podemos. Su forma de vida es fascinante y para nosotros un gran ejemplo de cómo el monacato ha sobrevivido durante siglos siendo prácticamente autosuficientes.

Para nosotros el reto de la autosuficiencia está muy presente. ¿Seríamos capaces, animales de ciudad, poder sobrevivir sin tantas y tantas cosas de las que venimos? Durante los últimos años he presumido de haber sobrevivido sin tarjeta de crédito. Pero, ¿qué pasa con la de débito? ¿Y qué ocurre con las cuentas en el banco? Vale que es un banco online, prácticamente sin oficinas y con una consciencia ética de trabajo, pero… ¿sería posible vivir sin ellas? ¿Y vivir sin dinero?

Realmente hay cosas que nos facilitan la vida y sería absurdo a estas alturas del curso prescindir de ellas. Pero hemos creado sin darnos cuenta tal cúmulo de necesidades absurdas que llega un momento que no podemos sobrevivir sin ellas.

La complejidad actual, al menos la que para nosotros ahora representa un reto, es la alimentación. ¿De qué modo podríamos ser autosuficientes alimentariamente? Resuelta esa paradoja, dominados los secretos de la huerta, capacitados para componer nuestros propios productos, quizás podamos ir más allá de nuestra reflexión utópica.

Estos días estamos rehabilitando el horno gracias a la infatigable y abnegada ayuda de Luis “el Polaco”. Nos está preparando un nuevo crisol y nos va a enseñar a hacer pan. Quizás en poco tiempo podamos dar un paso más allá para avanzar en este sueño. Quizás algún día incluso no tengamos cuenta en los bancos porque el trueque, el apoyo mutuo y la colaboración hayan sido suficientes para vivir dignamente. Estamos avanzando a base de esas pequeñas contradicciones diarias, pero sentimos que estamos avanzando. Y esa sensación de emancipación nos hace sentir verdaderamente libres y felices.

Un claro en el bosque


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Hoy hemos pasado todo el día desbrozando una parte minúscula de nuestro particular bosque. En el futuro es posible que allí existan tres pequeñas cabañas, de no más de veinte metros cuadrados, quizás con forma pentagonal, donde puedan retirarse aquellos que emprendan los programas de experiencia de más de tres semanas. Limpiar el lugar adecuado para albergar en un futuro esas pequeñas cabañas ha sido una tarea hermosa. Allí se podrá meditar, estudiar y amar en absoluto silencio y retiro, rodeados de la magia ancestral de los árboles y sus criaturas invisibles.

La magnitud atávica del deseo que nos mueve a hacer estas y no otras cosas es compleja de calibrar. Nadie se puede imaginar que lo que realmente nos empuja es el anhelo de crear ese claro en el bosque. Uno podría sentarse allí durante meses y no ver nada. Pero nosotros vemos un sentido que nos mueve y nos conmueve profundamente. Una fuerza irracional. Una voluntad osada.

Ver esa otra dimensión profunda nos llena de fuerza y energías. Estamos dispuestos a sacrificar cosas que ya nos resultan inútiles, pero que para la mayoría de la gente son imprescindibles. Somos conscientes de lo difícil que resulta entender esta situación. Habría que remitirse a textos profundos, de calado místico o casi revolucionario para comprender en profundidad nuestras acciones. ¿Un claro en el bosque? ¿Qué clase de locura es esa?

Llegar a la conclusión de que hemos basado la mitad de nuestras vidas en un absurdo ya ha sido un gran paso. Prescindir de ese absurdo, sacrificarlo, eliminarlo está siendo una transición ardua y compleja. Primero un paso, luego otro, y más tarde el siguiente. Los que contemplan la situación desde la ceguera o la ignorancia pueden llegar a pensar que esos pasos están plagados de contradicciones constantes. Pero realmente hay un orden casi milimetrado en todo cuanto hacemos. Quizás todo obedece a esa claridad que durante años se ha ido manifestando en nuestro interior. En esa constante profunda de ir desbrozando nuestras zonas más burdas y oscuras para buscar nuestra propia claridad.

La búsqueda silenciosa y desprendida, las continuas quijotadas y abnegaciones pasadas y todos aquellos errores que nos sirvieron para valorar lo realmente verdadero en nosotros han servido para construir un escenario ideal para materializar aquello en lo que creemos. No se trata tan solo de una aparente actividad física donde podemos hacer de este un lugar habitable y bonito. Todo este esfuerzo responde a una llamada, a un propósito interior que fortalece cada acto, cada trabajo, por pesado que sea.

No estamos cansados, estamos entusiasmados y llenos de amor. Hoy hemos conseguido ese pequeño claro en el bosque, y al hacerlo, hemos sentido una gran claridad interior, una luz renovada y fuerte que nos empuja a seguir adelante.

Caravana, dulce caravana


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Sigo pensando que dentro de mí hay algo que se siente egoísta. Me refiero al privilegio de tener tanto mientras otros tienen tan poco. Vivir en una caravana es todo un privilegio. Lo sabemos apreciar especialmente cuando volvemos de la gran ciudad y dejamos allí todas sus “comodidades”. El privilegio es complejo de entender. Aquí no tenemos agua corriente, ni habitaciones, ni lavabos, ni uno ni dos (siempre quejándonos cuando los pisos tenían tan sólo un lavabo). No hay luz eléctrica ni televisión ni calefacción central ni armarios amplios ni camas con buenos somieres ni electrodomésticos ninguno. Es cierto que no disponemos de todo eso. Pero cuando entras en la caravana cuyo espacio puede llegar a ser la mitad de una pequeña habitación de cualquier apartamento medio de ciudad, descubres la grandeza del lugar.

Aquí no hay ruidos de coches. Estos días hemos observado algo de lo que antes nunca nos habíamos dado cuenta: en las ciudades hay un griterío constante, un ruido ensordecedor de motores, de combustión, de contaminación incesante. Hemos vivido toda la vida en la ciudad y no nos habíamos dado cuenta. De alguna forma estábamos inmunizados a ese machacante murmullo incesante. Pero esta vez ha sido algo insoportable. Nos preguntábamos una y otra vez: ¿pero es que nadie se da cuenta?

Aquí en el bosque el único ruido es el de los pajarillos, el de las copas de los árboles cuando se rozan unas a otras por la acción del viento. Los grillos, el balbuceo de algún animalillo que no reconocemos, el bramido de algún tímido bovino.

Las vistas también son importantes. Cuando te asomas a la ventana de cualquier apartamento de la gran ciudad solo ves bloques y más bloques de pisos. Asfalto por todas partes, grises torres que intentan alcanzar un cielo que no se ve. Y siempre esa nube gris que todo lo cubre y asfixia.

Desde la caravana vemos los valles y las montañas, los bosques con sus árboles corpulentos vestidos de roble o castaño, las ramas nacientes de la retama florida de amarillo o esos impresionantes atardeceres decorados con zarzamoras y yedras, madreselvas y helechos que florecen por todas partes. A veces cuesta creer que todo este decorado florido y verdoso sea realmente cierto.

Me siento egoísta cuando al volver de la ciudad me doy cuenta que la vida es compleja, y que no está en todas partes. Es difícil que se manifieste en las prisas del metro, en las colas del autobús, en los envites de los transeúntes que asfixiados por el tiempo llegan siempre tarde a todas partes. Resulta difícil descubrir vida en el ajetreo de la comida rápida, la llamada rápida, el contacto rápido. Todo ha sido sustituido por las telepantallas que permiten adecuar el contacto a lo mínimo, sin profundizar más que en lo banal del día a día. El saludo pausado, el diálogo tranquilo o la calma han desaparecido.

En las caravanas no hay más remedio que conversar con la familia holandesa que estará unos días o con cualquier que las habite, con los vecinos de las aldeas que nos ayudan con mil cosas, con los animales que hay que atender, con las plantas y especialmente la huerta que nos da ya sus primeros frutos. Aquí el diálogo es continuo y directo, sin intermediarios, sin telepantallas que desvíen nuestra mirada, nuestra alma, hacia un sinsentido incauto. Es un diálogo exterior pero también profundamente interior. Aprendemos a escuchar y a escucharnos.

Aquí no hay más remedio que ser humanos y comportarnos como humanos. No digo que esto sea mejor o peor que lo que ocurre en la ciudad. Sólo digo que me siento egoísta por disfrutar de estas maravillas sin poder llevar hasta allí este trozo de cielo. Es cierto que la caravana es pequeña y carece de casi todo. Pero aquí está nuestro reino, nuestro tesoro de libertad, nuestro trozo de vida magnificado por la fortuna de sentirnos constantemente vivos y despiertos.

Pocas manos


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Mucha gente nos visita entusiasmada deseando colaborar en este proyecto transformador y positivo. Todos pretenden llenar el espacio de ideas, de sinceras estimaciones de cómo deberían mejorarse las cosas. Realmente nosotros lo agradecemos porque es un hermoso estímulo que nos guía sobre aquello que habrá que pulir en el futuro.

Ayer, cerca de la media noche, tras una jornada agotadora, los tres nos mirábamos cansados pero felices. Uno de nosotros esgrimió una sincera súplica: “¿creéis que alguien más vendrá pronto a ayudarnos?” La pregunta no se refería a todo el ingente ejército de personas de buena voluntad que viene unos días a apoyar el proyecto, sino a esa escasez de vocaciones que deseen asumir un grado mayor de compromiso y responsabilidad.

Coger el pico y la pala, atender al peregrino o al visitante, pasar horas y horas con unos y con otros y todos los cientos de trabajos que diariamente surgen en esta incipiente comunidad realmente no nos agota. Pero sí la idea de vernos solos, inmersos en algo que está creciendo desmesuradamente para tan pocas manos.

Sentir la llamada y la vocación de vivir una vida plena en comunidad no es algo tan fácil. Mirando el panorama global, nos damos cuenta de que a veces hay más comunidades que personas viviendo en ellas. Las razones son obvias. En un mundo que ha crecido en el egoísmo individualista, todos deseamos crear nuestro propio modelo de comunidad, nuestro propio ideal, sin renunciar a nada. Este es un gran error porque comunidad significa personas que tarde o temprano deberán ponerse de acuerdo. Eso significa también renunciar en parte a nuestros ideales para buscar puntos en común, lugares donde podamos entendernos y desarrollar algo juntos. La acción grupal significa inevitablemente renunciar siempre a algo propio, algo mejorable y revisable, algo tendiente a la perfeccionalidad pero cargado de errores y aprendizajes.

Desde hace unos meses decidimos aflojar el ritmo de todo. No agobiarnos sobre las mil cosas que siempre hay que hacer. De alguna forma ha funcionado. Nos hemos quitado el estrés y la angustia de los primeros meses y hemos buscado herramientas y fórmulas para que el trabajo sea llevadero. No somos perfectos y cometemos errores, pero también disfrutamos de ese valioso aprendizaje.

Hemos sido sensatos con nuestros acuerdos y principios y no hemos abusado nunca de la tierra común. Hay un hermoso y entusiasta equilibrio en todo lo que ocurre. Algo milagroso se teje todos los días. Pero a pesar de ello, seguimos pensando en la dificultad que conlleva encontrar nuevas manos, nuevos corazones capaces de entregar parte de su vida en un proyecto de esta envergadura.

Tal y como reza el antiguo comentario: “Vivimos, descansamos y observamos. Tal es nuestra vida y tal es el servicio que rendimos al mundo de los hombres”. Este es el regalo que deseamos compartir. Estás invitado a ello.

Buscadores


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Hoy hemos despedido por la mañana a una hermosa familia que ha pasado unos días con nosotros y por la tarde a Marc, un peregrino de la vida que viaja con su perrita y su autocaravana buscando su lugar en el mundo. Hizo un buen tándem con Luis, un joven que está experimentando el vivir en comunidad durante veintiún días, en ese programa especial que hemos diseñado para practicar el silencio y la escucha activa con la naturaleza.

O Couso es un foco de atención, de curiosidad, de reposo, de aprendizaje, de experimentación. También es un lugar para dar cobijo a ese enjambre incansable de buscadores que hormiguean de un lado a otro anhelando algo. Los acogemos siempre con cariño y respeto observando que a veces ese algo es una carencia, una necesidad, un sueño, una ilusión, una esperanza, un anhelo o un sentido profundo enfrentado a la propia existencia. En el fondo el ser humano siempre ha sido un buscador, un conquistador de nuevos horizontes, de nuevas alturas. Resulta difícil, no importa si es en el plano material o en el espiritual, permanecer quieto sin anhelar esa búsqueda.

En el fondo de todo buscamos un sentido, una respuesta. Sin saberlo, intuimos que todo puede estar dentro de algún orden que desconocemos, que de alguna forma, participamos de un propósito mayor difícilmente entendible. La búsqueda pretende aproximar nuestra mirada hacia ese más allá de nosotros y participar del festín de la vida en su máximo esplendor.

Los buscadores salen fuera de su colmena interior y van de flor en flor con el deseo de traer algo a casa. En esa búsqueda incansable, laboriosa, encuentran todo tipo de estímulos para seguir avanzando. Siempre avanzando hacia todas partes.

Hoy Marc nos decía que si no encontraba su comunidad ideal montaría una propia. Nosotros, que ya vivimos en un experimento de comunidad, nos damos cuenta de lo dificultoso que resulta encontrar en su pureza ese ideal que llevamos dentro, y de paso hacerlo atrayente al visitante. Somos humanos, torbellinos fluctuantes que no descansamos ante ningún tipo de descubrimiento. Siempre queremos más. Quizás por eso resulte curioso todos los experimentos comunitarios que brotan como flores en primavera para luego darse cuenta de que están solos. ¿Dónde está la gente? ¿Dónde la comunidad? Todos llegaron pero se fueron. Siguen buscando.

A veces esa incansable búsqueda también encierra una huida hacia delante que pretende evitar el gran reto del compromiso y la responsabilidad. Vivir en comunidad no deja de ser una obligación seria que nos obliga a adaptar muchas cosas de nosotros mismos para el bien común. El colectivo humano está atravesando uno de los momentos más egoístas e individualistas que se conocen de la historia, y resulta complejo desapegarse de ese estructura. ¿Cómo entonces vivir en comunidad sin asumir retos, compromisos, responsabilidad y esfuerzo? ¿Cómo hacerlo además renunciando a buena parte de nuestro ideal comunitario?

Vivir en comunidad no es ninguna panacea. Cuando se presenta realmente la oportunidad muchos huyen o tiran la toalla porque cuesta mucho sacrificar un ego domeñado a las vicisitudes de nuestros caprichos interiores. Para vivir en un nuevo paradigma debemos convertirnos primero en ese paradigma. No podemos crear un mundo nuevo si antes no hemos participado del mismo desde nuestra más sincera entrega. Podremos hablar una y otra vez sobre el nuevo mundo, podremos imaginarlo, añorarlo, buscarlo. Pero si no damos un paso, si no somos capaces de abrazar el ideal y marcar con nuestras manos las tierras en el barro, nada será real.

Mientras entendemos todo esto, el tiempo pasa y nosotros seguimos buscando. Algún día descubriremos, bajo el mando cálido de una primavera cualquiera, que aquel anhelo siempre estuvo ahí, dentro de nosotros, y que sólo bastaba con un pequeño paso hacia el nosotros para descubrir lo verdadero de su estímulo. Valor, confianza, fortaleza. Ese tipo de cosas nos poseen y entonces dejamos de buscar para enfrentarnos a la construcción de una vida nueva, de un mundo nuevo, de un sentido más profundo y duradero. Sigamos buscando dentro y fuera. Está bien. Pero labremos con surcos y sudor el futuro anhelado.

Retornos


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Estimados amigos,

Por fin llegó la primavera a O Couso y con ella el movimiento, la actividad y el trabajo de acondicionamiento de la finca que empieza a recobrar esa vida necesaria para poder acoger cada día a más gente bonita. El campo, el valle, el bosque, está todo radiante y las piedras de la casa, las cuales limpiamos una a una, están recobrando el brillo esperado para esta nueva realidad.

Aprovechamos que las obras en el tejado están empezando para poder realizar los retornos de la campaña de cofinanciación que hicimos con Goteo gracias al incansable y generoso apoyo y trabajo de nuestro querido amigo Rafael.

Al final, en toda la campaña, recibimos las siguientes cantidades:

a) 11.628,66 € de la campaña de Goteo.

b)   5.500 € de transferencias directas a nuestra cuenta.

En total han sido 17.128,66 € que de momento hemos empleado de la siguiente manera:

a) 13.220 € en la cara norte del tejado.

b) 1.230 € en el suelo de la segunda habitación que estamos rehabilitando.

c) 786,50 € en la rehabilitación del suelo de piedra de la ermita.

d) 660 € en dos ventanas que pusimos en la primera habitación.

e) 1232,16 € en otros como la gestoría, la acogida, gastos corrientes, etc.

Aunque ya lo hemos hecho de diferentes maneras, queremos aprovechar este hermoso tiempo para daros de nuevo las gracias por hacer posible este trabajo de compartir e inspirar. Estamos demostrando que un mundo nuevo es posible trabajando desde la generosidad, el compartir, el silencio constructivo y la regeneración del espíritu de la buena voluntad. Estamos recibiendo testimonios de las personas que nos visitan que realmente nos conmueve y nos anima a seguir adelante. Gracias de corazón por vuestras letras de apoyo y ánimo y por vuestros mensajes de aliento. Cualquier gesto, por pequeño que sea, es siempre recibido como un hermoso regalo.

Pasó el rígido invierno, sobrevivimos a las condiciones más duras y ahora en primavera no paramos de trabajar en todo el trabajo ingente que requiere el proyecto. Unos vienen y otros se van, pero siempre queda un trozo de luz y llama ardiente que iluminan algo más este lugar. Ya hay valientes que están experimentando los veintiún días de experiencia, el voluntariado, los tres meses de experiencia e incluso los dos años. Algo hermoso se está moviendo.

Gracias a vosotros hemos podido condicionar una parte importante del tejado, la parte norte que estaba llena de goteras. Ahora queda la parte sur y levantar toda la parte que durante estos siglos se ha caído, lo cual supondrá un gran esfuerzo económico. Para este verano esperamos tener habilitadas tres habitaciones, por lo que habrá mucha gente que podrá dormir a cubierto en las experiencias estivales. Seguimos sin tener agua corriente ni luz eléctrica ni lavabos ni duchas. Es algo que iremos resolviendo poco a poco y lo sorprendente es que esto no ha sido impedimento para que familias enteras pasaran con nosotros unas semanas inolvidables. .

Por supuesto, estás invitado a visitarnos o convivir con nosotros el tiempo que necesites con nuestra máxima agradecida: “deja lo que puedas, coge lo que necesites”. Siempre eres bienvenido, siempre formas parte del nosotros.

Los próximos retos serán poder comprar unas placas solares y una bomba para el pozo para poder disponer de agua corriente y algo de electricidad. También seguir adecuando habitaciones a medida que vamos arreglando el tejado. Todo poco a poco, todo para ofrecer la mejor de las acogidas.

En amoroso servicio y agradecidos,

Los Amigos de O Couso

Pd.- Algunos nos habéis preguntado de qué forma se puede seguir colaborando económicamente. Recordad que podéis hacerlo en nuestra cuenta de paypal: info@dharana.org o desde la cuenta bancaria de la fundación:

Triodos Bank: TRIODOS BANK (BANCA ÉTICA): ES54 1491 0001 21 2122372325

A modo de confesión


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«¡Huye de todo esto! ¡Agigántate! ¡Pásate a un reino más extenso!» (Fausto)

Leyendo las palabras de Fausto me he sentido cautivado por una fuerza extraña. De repente me acordé de dos acontecimiento importantes que impactaron nuestra visión de las cosas en este último año mientras mi corazón se conmovía arrastrado por una consciencia diferente, por una luz especial:

1) El cartel que advierte al visitante que pretenda comprar algo en la ferretería de Triacastela. No recuerdo bien su frase pero era algo así como: “abrimos cuando estamos y cerramos cuando nos vamos”. 

2) Aquella noche en la caravana donde llegamos a contar más de cincuenta absurdos acuerdos que terminamos sabiamente por rebajar a tres. 

Tres acuerdos mínimos en un mundo de bestias es una buena cifra. En las comunidades antiguas no existían leyes. Bastaban los lazos de amor y cercanía. Fue el sistema el que necesitó, nacido al fuego de la fábrica (la codicia y el egoísmo), regular precisamente eso: la codicia y el egoísmo. 

Trabajando a fondo este fin de semana en la tesis y repasando la historia de tantos y tantos proyectos comunitarios que han fracasado me preguntaba porqué. Y la respuesta no podía ser otra: por miedo, y por lo tanto, por la ausencia de amor. 

Mientras estos días hacía los cuadernos para el voluntariado me daba cuenta de que el miedo había invadido nuestros corazones. De que, por alguna razón extraña, estábamos imitando los modelos que desde pequeños nos han delimitado. Horarios, rituales, proyecciones…

Me preguntaba realmente como me gustaría vivir en comunidad y se me ocurría esto:

 Horarios

     Meditaciones: cuando amanece y anochece. 

   Comidas y desayunos y cenas: cuando tengamos hambre. 

   Trabajo:

       Por las mañanas, entre que amanece y nos entra el hambre y hasta donde nuestra fuerza y consciencia nos permita. 

    Temporalización de las Semanas de experiencia:

        Ven cuando puedas y vete cuando lo necesites. 

     Condición para estar en la comunidad:

         Ser feliz y hacer felices a los otros. 

      Acuerdos

          Amarás al prójimo (y especialmente a la prójima) por encima de todas las cosas. Añadiría además, amarás a los animales y a tu cuerpo (vamos, los tres acuerdos mínimos que ya tenemos). 

Creo que si nos vamos a la enseñanza primigenia de Jesús, ahí está todo el meollo de la cuestión muy bien explicado. No necesitamos más, excepto sencillez, esperanza, valor y amor. El amor debería ser nuestro único acuerdo, nuestro mayor principio. Amarnos tan libremente que fuéramos capaces de perdonar y aceptar, especialmente aceptar todo aquello que la vida nos trae: drogadictos, prostitutas, leprosos… “Dejad que los niños se acerquen a mí”. ¿A qué tenemos miedo?

Al imponer tantas y tantas cosas que sin darnos cuenta viene de la estructura del antiguo sistema (véase el librito “Creando Utopías”), estamos reproduciendo, de forma disfrazada, esa metodología del miedo y alejándonos de lo que verdaderamente nos conmueve: el amor.

Al no guiarnos por el amor, no dejamos que la vida se exprese. Simplemente la limitamos, le ponemos corsés sin dejar espacio a la improvisación, al milagro de cada instante. Encapsulamos la vida en nuestros miedos sin darle oportunidad a la expresión. 

“Deja lo que puedas y coge lo que necesites”… ¿pero es esto posible hacerlo sin límites? ¿Está el ser humano preparado para ello? ¿Lo estamos nosotros?

Desearía dedicar los próximos años a poder intentarlo. Con sencillez, con amor, con cierto grado de locura.

Roundhouse, un sueño inevitable


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Desde hacía años soñábamos con ellas sin saber exactamente el motivo. Cuando aquella tarde quedamos para tomar un café, María nos contó su sueño. Para nuestra sorpresa, era el mismo con el que nosotros habíamos soñado: una comunidad construida alrededor de unas hermosas casas redondas. Por aquel entonces ninguno de nosotros sabíamos que ese modelo de casas, las Roundhouse en inglés, era algo que se iba a poner de moda en el mundo de las comunidades y la bioconstrucción. De alguna forma, volver a ese tipo de construcción era volver a nuestros orígenes más ancestrales, al sentido de comunidad más primitivo. Algo que ya había existido en medio mundo, y que en España está representado por los antiguos castros celtas y las pallozas que se alzan en la zona de los Ancares, en Galicia.

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Una de las paradojas de toda esta historia sobre las casas redondas es que al final, de forma casi milagrosa, conseguimos adquirir una hermosa finca que está justo en la zona donde existen dichas pallozas, las Roundhouse españolas. O Couso, la materialización del sueño, está en ese lugar del norte de España. Otra paradoja: en los estatutos de la fundación aparece esta frase: trabajar por la cultura de la paz.

Cada día estoy más convencido de que las utopías son posibles, de que ya hay mucha gente trabajando en ellas y de que poco a poco se van plasmando en la mente y la vida de las personas. Cuando empiezas a enlazar historias del pasado y del presente te das cuenta de que todo gira en torno a una lógica misteriosa. Hay una conexión, un flujo en la mente universal, una idea que está naciendo y se proyecta en la vida diaria.

Gracias al amigo Javier Rodríguez, hoy he tenido la suerte de conocer a Graham Brown, uno de los inspiradores del tejado recíproco, desarrollado por él mismo en 1987 de forma independiente. Es una técnica que está siendo muy utilizada para construcción de tejados en casas de autoconstrucción ecológicas, y muy particularmente en las modernas “Roundhouses”.

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Graham nos explicó con mucho entusiasmo el significado profundo de la geometría sagrada, de cómo el universo convierte sus estructuras en filamentos sutiles cargados de sentido. Las estructuras recíprocas se sostienen unas a otras, comparten el peso de la existencia y también forman un vacío interior desde el cual divisar una dimensión diferente. Apoyo mutuo y cooperación, como la filosofía de nuestro proyecto. En unos segundo construyó una estructura recíproca con nueve pequeños trozos de madera. Su estructura es tan resistente que pude subirme a ella sin que se partiera ni se dañara. Quedé fascinado. Su filosofía de fondo: la búsqueda de la paz. Una paz que nace del individuo y se traslada a su entorno, a su comunidad. La arquitectura, su proyecto de casas de la paz (http://peacebuildings.org), pretende ayudar a reencontrarnos con ese principio universal.

De alguna forma, mientras subía a esa estructura me daba cuenta de que estaba sobre el sueño original. La casa de Graham está construida con forma de espiral. Mientras él explicaba con entusiasmo su proyecto de vida desde el centro de la casa algo hermoso se estaba construyendo en los planos sutiles. El sueño de María, nuestro lejano sueño, las pallozas de los Ancares, O Couso, las Roundhouses, Graham y su casa espiral, la cultura de la paz de la que tanto hablamos en el proyecto editorial y en la fundación… Todo estaba concentrado en ese momento multidimensional difícil de explicar. Todo en un solo instante de levedad, intentando explorar el significado profundo de algo que inevitablemente se precipita.

Gracias Javier por hacer de maestro de ceremonias. Gracias Graham por mostrarnos el sueño, la paz.

Pd. El proyecto de That Roundhouse (http://thatroundhouse.info/) consistió en la construcción clandestina de una casa totalmente integrada en el ecosistema, con un casi nulo impacto visual en el entorno. Esta experiencia es muy interesante de cara al futuro en una vida en el campo o en los bosques con un mínimo impacto, integrándose la vida humana en la vida natural.

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(Foto: Visita al estudio y su casa con forma de espiral del arquitecto escocés Graham Brown, padre del tejado recíproco, el cual explicó con mucho entusiasmo su proyecto de casas para la paz. Una buena dosis de inspiración para O Couso… (www.peacebuildings.org)… Impresionante su trabajo por medio mundo… Y todo un honor conocerle).

¿Quieres vivir una semana de inspiración? Semana de experiencia en O Couso, verano 2015


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¿Quieres vivir una semana de inspiración? Todos estamos impacientes porque llegue este momento. Muchos amigos nos escriben por adelantado para indicar que se están preparando para venir y disfrutar un año más de esta experiencia inolvidable. Por segundo año consecutivo queremos ofrecer desde la ilusión y la alegría la fórmula apropiada para poder compartir la experiencia de vivir unos días con nosotros. Por ello, y dado el éxito de las últimas convivencias en O Couso, queremos invitaros a visitar, vivir y explorar una intensa semana a nuestro lado. Estas semanas quieren ser el marco de referencia de nuestra búsqueda individual y colectiva y también una aproximación para consagrar toda la vida cotidiana desde el respeto, la cocreación y el compartir.

Además, gracias a lo bien que los niños se lo han pasado con nosotros y siempre nos guardan un grato recuerdo, este años tenemos la novedad de ofrecerles una semana especial para ellos y sus familias donde habrá juegos y actividades especiales que no olvidarán en mucho tiempo. Esta semana será del 13 DE JULIO A 19 DE JULIO.

¿Qué haremos? Tras levantarnos acogidos por la naturaleza, realizaremos una pequeña meditación y paseo silencioso por el bosque, desayunaremos, haremos el círculo de consciencia para dividir las tareas y trabajos de la mañana y durante unas cuatro horas bucearemos en las actividades asignadas: coger leña, trabajar en la huerta, cuidar el jardín y las gallinas… Luego comida comunitaria y tarde de actividades y tiempo libre. Daremos paseos por los bosques y visitaremos los castros y tumbas celtas que tenemos alrededor, leeremos bajo los castaños o haremos círculos de sabiduría para compartir nuestros conocimientos, nuestros dones y talentos expresando cada uno libremente lo que desee.

¿Qué necesitas para venir? Si puedes traer una tienda de campaña, caravana o similar será de agradecer ya que tenemos plazas limitadas en nuestras caravanas y tiendas. También muchas ganas de pasarlo bien y compartir. No ponemos ninguna tarifa, excepto nuestra filosofía: “deja lo que puedas y coge lo que necesites”. Todas las actividades que realizamos son siempre voluntarias y no se obliga a nadie a participar en las mismas. La propia dinámica de la convivencia ajusta nuestras necesidades personales y grupales creando un bonito ambiente de convivencia y compañerismo.

Con vuestra presencia nos ayudaréis a profundizar en el lugar y en las relaciones que se han de tejer en el mismo, y además de pasar unos días diferentes y bonitos, seréis partícipes de todo este proceso de reconstrucción y construcción de la casa de acogida, de la escuela de dones y talentos y de la comunidad.

¡¡¡¡Os esperamos!!!!

FECHAS 2015

     INVIERNO: En invierno os recibimos la primera y tercera semana de cada mes.

     VERANO 2015: 

          JULIO:       29 DE JUNIO A 5 DE JULIO

13 DE JULIO A 19 DE JULIO ( semana de experiencia para familias)

27 DE JULIO A 2 DE AGOSTO

          AGOSTO:   10 DE AGOSTO AL 17 DE AGOSTO

24 DE AGOSTO AL 30 DE AGOSTO

 

Por favor, si quieres participar escríbenos un mail explicando vuestras motivaciones, y así preparar con tiempo la acogida:  info@dharana.org

Gracias y que disfrutéis un año más de esta oportunidad.

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