Segunda semana de experiencia en O Couso


a

Cada semana es diferente, cargada de emociones, de silencios, de risas, de alguna lágrima, de esperanzas, de bienvenidas y últimas de adiós. La segunda semana de experiencia ha sido un éxito en lo humano. Se unen lazos que hasta hace pocos días no existían los unos para los otros. Se crean vínculos hermosos y nace un egregor especial y diferente que tiñe de colores infinitos un mundo nuevo, diferente y amoroso que germina a cada instante.

Luis, Carolina, Xosé, Sara, Chus, Patricia, Sergio, Mercedes, Luije, María, Roberto, María José, Elvira, Eduardo, Alex, Laura, … No son solo nombres, tras ellos existen infinidad de cosmos, infinitos avistamientos del sempiterno mundo. También nos hicieron compañía los perros, gatos, cobayas, conejos y gallinas que han participado activamente en la semana. Sin ellos la semana hubiera sido diferente, sin duda.

En lo material hemos consumado muchas cosas. Ya tenemos un hermoso leñero, también un lugar para el compost, algunas habitaciones limpias del todo, una estupenda cocina y comedor de verano, una parte del tejado totalmente rehabilitado y listo para soportar el duro invierno, unos muros cada vez más claros y un prototipo de jardín y huerta que cada día va tomando forma. Los avances se ven cada vez más y al final del verano se habrá consumado parte del primer propósito imaginado hace unos meses.

Si la anterior semana de experiencia predominó la cultura andaluza, en esta ha sido la gallega la que se ha reunido en torno a una mesa que cada día se hacía más pequeña. Los corazones iban encontrándose con el misterio de la vida ordinaria, por descubrir en el trabajo diario, con consciencia, momentos de lucidez, de profundidad, que compartidos con el grupo, crean esa magia necesaria para poder transformar las cosas desde uno mismo. El trabajo diario y compartido bajo las premisas del apoyo mutuo y la cooperación son en sí mismos auténticos talleres didácticos, profundas escuelas de entrenamiento y aprendizaje. No necesitamos dogmas, ni gurús, ni enseñanzas, talleres o disciplinas especiales. La propia vida profundiza en nuestra psique liberando aquello que necesitamos a cada instante.

Aquí aprendemos que la solidaridad es más productiva que la competencia, que la paciencia produce milagrosas obras que antes parecían imposibles. La naturaleza nos enseña que todo está compuesto de ciclos y de calma, que cada cosa tiene su tiempo y que hay que sembrar y ver madurar el fruto para luego poder recolectarlo. También nos enseña la complejidad de las cosas, y lo fácil que resulta desenredar toda cuestión con la mera observación. El trabajo consciente es una auténtica universidad de concentración, ese arma poderosa que puede con todo y crea cuanto se desee. Estar concentrados y atentos en la vida provoca que podamos vivir más intensamente cada acontecimiento, cada contacto humano, cada abrazo, cada sentimiento.

Eso hemos hecho, abrazar el instante, tocar el corazón del otro pecho a pecho, beso a beso, susurro a susurro. Sin prisas, mirando de frente la felicidad, aquí y ahora, sin nada más que hacer que seguir el estremecedor camino de la vida.

Lo demás simplemente ocurre


a

Todos coinciden, algunos ya con ojos húmedos, en que no se quieren marchar. Parece incomprensible. Trabajan cuatro horas bajo un sol de justicia sin cobrar nada, pasan frío por las noches, no tienen agua corriente ni luz eléctrica. Los lavabos son unos agujeros en el suelo adornados con algo de tinte mágico en mitad de un bosque. Las comidas son lo que son, sin carnes ni pescados, sin alcohol, ni siquiera un triste vino para amenizar. Duermen los más privilegiados en unas caravanas donde traspasa el frío y el calor y el resto en tiendas de acampada al ras del suelo. Se levantan temprano para meditar en una ermita que carece de todas las comodidades. Las tardes quedan agotados entre paseos y emociones, entre compartires e improvisaciones de todo tipo. Y aún así no se quieren ir. Y algunos aún repiten no una o dos o tres veces, sino muchas.

No nos cansamos de decir que aquí no se ofrece nada excepto nuestra compañía. Incluso cuando reclaman conversaciones profundas les invitamos a que miren al sol o paseen por el bosque porque allí, en su contemplación, están todas las respuestas. No hacemos talleres ni prácticas extrañas que nos ayuden a conseguir un mayor grado de satisfacción personal. Sólo ponemos el escenario para que cada uno de los actores cree esa magia que nace en el grupo, en ese egregor que se forma cada vez que más de dos se juntan. Un bosque, un hermoso prado, las montañas y nuestras sonrisas. Eso es todo. Lo demás simplemente ocurre.

Es cierto. Todos los grupos tienen vida propia. Cada grupo tiene una especie de nota clave, de ritmo, de sintonía interior que provoca situaciones y experiencias diferentes ante una misma rutina. Todo es bien fácil aquí: levantarse, una corta meditación de veinte minutos, cuatro horas de trabajo, comer algo, un paseo por la tarde, cenar y dormir. Sin embargo algo pasa con todos. Algo sucede que los transforman y se van con otro sentir, con otra luz interior. Algo acontece aquí en este bosque encantado que todos quieren volver para compartir, para demostrar que el apoyo mutuo y la cooperación es posible, que el dar sin esperar nada a cambio puede realizarse, que la utopía se crea en pequeños pasos, cooperando en la cocina, ayudando a levantar un leñero entre todos, convirtiendo un trozo de bosque abandonado en algo armonioso y sublime. Algo debe ocurrir cuando la armonía se instala de forma extraña, cuando los conflictos, de haberlos, se resuelven con amor y paz, cuando todos nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida y nos contamos profundas historias tras dos horas de convivencia.

Las semanas de experiencia están resultando todo un éxito a pesar de que aún no tenemos capacidad para casi nada. Pero algo se está haciendo bien entre todos los que estamos aquí, los que vienen y se van, los que nos quedamos un poquito más para saborear cada momento. Algo hermoso se está tejiendo para que todos, algún día, podáis disfrutar de esta magia y este lugar. Gracias de corazón por apoyarnos de todas las maneras. Gracias de corazón por crear la magia que hace posible que el ser humano se pueda mirar a los ojos, arrincone sus diferencias y bese la palma de la generosidad en su extremo más sublime. Es cierto, lo demás simplemente ocurre.

El reto de vivir seis meses de experiencia


 e

Estimadas,

Me veo en la obligación y la necesidad de expresar algunas consideraciones sobre este ciclo de 21 días en el que me encuentro y que en unos días finalizará dado mi deseo profundo de seguir experimentando en esta experiencia comunitaria.

En primer lugar, mi agradecimiento sincero por haberme hecho partícipe de este sueño ahora convertido en realidad. Esto no hubiera sido posible si no hubiéramos unido el deseo de todos en algo mayor a la suma de nuestras partes. Cada vez que miro por la ventana de la caravana y observo el paisaje majestuoso algo dentro de mí se remueve. Es sincera felicidad y regocijo interior al comprobar que nada es casual y que todo obedece a ese misterio que no somos capaces de sondear en toda su complejidad.

Como nosotros mismos nos hemos autoimpuesto el seguir las pautas que hemos marcado para otros, ruego tengáis en consideración mi deseo de continuar con el ciclo propuesto, y poder así afrontar los seis meses de experiencia. Tras vivir algún tiempo inmerso en la acogida y en la primera semana de experiencia y tras convivir más de tres semanas seguidas en este lugar me siento fortalecido en mi deseo de continuar, aportando todo cuanto sea posible para que la obra continúe.

Dicho esto, me he dado de plazo dos meses para ordenar mi vida personal y poder adecuarla al nuevo reto. Seis meses es una cifra considerable viendo el cansancio acumulado de estos días, pero entiendo que también será cifra necesaria para encontrar las herramientas oportunas para adecuar mi fortaleza a los requisitos del lugar.

Dado que en el apartado de “Programa de Acogida y Experiencia” se especifica lo siguiente en el apartado cuatro:

 4)        PROGRAMA DE SEIS MESES. Este programa sólo estará disponible para aquellos que hayan podido experimentar el resto de programas y sólo será posible bajo petición del interesado y bajo invitación y aceptación de la comunidad.

os ruego tengáis en consideración mi petición abierta de continuidad con el programa de seis meses de experiencia. Espero ser útil a la comunidad y al bien común y espero que mi estancia en O Couso sea siempre provechosa, servicial y sólida.

Gracias de corazón por vuestra consideración.

En amoroso servicio,

Javier

La peligrosa vida de los bosques


c

Sólo cuando vives en tus propias carnes la falta de estímulos que tienen que ver con el consumo y te entregas a la vida abundante del campo te das cuenta de lo innecesario de tantas y tantas cosas y del peligro que conlleva vivir esta experiencia donde poco o casi nada se necesita. Mientras esta mañana intentábamos construir un leñero para el invierno con algunas maderas que encontramos dentro de la casa observaba con detalle todo lo que pasaba alrededor. El perro Geo jugueteaba en el prado con las mariposillas, la gata Gaia cazaba moscas en la caravana, las gallinas buscaban algún rincón entre la maleza para depositar algún huevo. Llegó la cartera para entregarnos las primeras cartas y de repente tuve esa sensación extraña de recordar que ahí fuera hay algo de vida más allá de la imagen bucólica de la vida en los bosques.

Vivir aquí tiene sus peligros de cara al sistema. No necesitamos estar conectados a la red eléctrica, tenemos un pozo con agua abundante y pronto tendremos una huerta y algún sistema eficaz para producir alimentos todo el año. Nos rodean más de tres hectáreas de bosque con abundante leña para pasar el frío invierno. Podríamos decir que las necesidades básicas de alimento y cobijo las tenemos más o menos resueltas. Lo que en nuestras ciudades hemos dado por llamar comodidad y progreso aquí se traduce en aventura. Ducharte o ir  a la letrina seca puede ser todo un estímulo para empezar el día de forma diferente. Comer en la antigua era de trigo rodeado de bosques y prados es un privilegio diario.

¿Cómo suplimos las necesidades sociales y de relación? Vivir cerca del Camino de Santiago es como vivir en un aeropuerto internacional. Todos los días llegan riadas de peregrinos procedentes de todas partes. Algunos escuchan la existencia de este lugar y se dejan arrastrar por la curiosidad. Si queremos conocer gente nueva e interesante solo tenemos que bajar a comprar arroz y entonces puede ocurrir de todo. Las semanas de experiencia y los días de acogida nos enriquecen diariamente. Personas interesadas en el proyecto vienen, aportan sus dones y talentos, su sonrisa y su generosidad y se van dejando un halo de magia y bienestar en todos.

Los conflictos son escasos, y de haberlos se resuelven siempre de forma amorosa. Los principios de ayuda mutua y cooperación supera con creces el individualismo o el egoísmo primario. No hay tiempo para discusiones y si mucho tiempo para compartir ideas y emociones. La mayoría de los que participamos en el proyecto hemos tenido una rica vida profesional, por lo que nuestro interés en este lugar no deriva de una ambición personal hacia metas económicas o de poder. Por suerte superamos esa necesidad y lo único que perseguimos es una vida sencilla y de valores. Este punto es importante porque difiere un poco de otros planteamientos. Los valores y los principios forman parte de nuestra tierra común. No deseamos acumular poder o dinero, propiedades o estatus ni tampoco vivir una vida endogámica. Ese tipo de cosas quedaron atrás. Ahora nos interesa enriquecer esa parte trascendente de la vida, penetrar en la comprensión de ese misterio que nos rodea y poder compartirlo con el resto. Por eso dedicamos cuatro horas al trabajo y el resto a enriquecernos en todos los aspectos. Es el ideal utópico de todos los tiempos, y aquí estamos empezando a trabajar para poder alcanzarlo. Los retos siguen floreciendo. La riqueza de los mismos fortalecen nuestra alma.

La experiencia de comprenderse, de buscarse, de amarse


b

«Pienso que desde mi juventud nunca me ha abandonado la intuición que una vida de comunidad pudiese ser el signo de que Dios es amor y solamente amor. Poco a poco surgió en mí la convicción que era esencial crear una comunidad con hombres decididos a dar toda su vida y que buscasen comprenderse y reconciliarse siempre: una comunidad donde la bondad del corazón y la simplicidad estuviesen al centro de todo» (Hermano Roger, Dios sólo puede amar).

No sabemos realmente el significado profundo de la palabra Dios tal y como desea expresarlo el hermano Roger, fundador de la comunidad de Taizé en la que tuve la suerte de visitar en más de media docena de ocasiones. Cuando paseaba por sus calles en el sur de Francia, cerca de Clunny, o cuando escuchaba sus canciones en Escocia o Alemania en las frías noches de invierno en cualquier iglesia recóndita siempre sentía ese amor incomprensible y misterioso que nace de la común unión de seres que anhelan la reconciliación.

Estos días, en la primera semana de experiencia oficial en O Couso sentía ese anhelo. Ruth hablaba de la unión de todos los pueblos y el derrumbe de los estados con ese deseo ardiente de aquellos que anhelan la ciudadanía universal en contra de tanta frontera. Agustina sentía ese amor abrazando a unos y otros y especialmente a todos los animales que cada día son más. Soledad se emocionaba desde el minuto cero, cuando contemplaba la belleza del verdor y los bosques, compartiendo esa sensibilidad por todo lo existente. Miguel, siempre incansable, facilitaba la vida ayudándonos en todo lo que podía, ideando nuevas soluciones a los retos diarios. La decoración del retrete o la construcción de una ducha de agua caliente han sido uno de sus hitos, además de las lecciones sobre alimentación crudivegana. Marga sentía dentro de sí la generosidad del lugar, sus energías emocionada ante la potencia de las mismas mientras que su pareja Ángel revivía en sus carnes la experiencia comunitaria. Sergio amenizaba las tardes junto a Luije, incansables en humor y trabajo, en cooperación y ejemplo de alegría y bien estar. Francis llegó y no tuvo más remedio que quedarse atrapada en los abrazos, devolviéndolos con esa suavidad propia de ángeles que desean permanecer alados. El pequeño Pedro siempre nos sorprendía con sus cosas, a veces profundamente incomprensibles para mentes simples como las nuestras y a veces sorprendentes por su ocurrencia. Su hermana, la princesa Jimena, se ha convertido sin querer en la sacerdotisa de este pequeño reino angelical. Y la abuela María con esa sabiduría que nos deja a todos boquiabiertos con ejemplos claros y conocimientos de otro tiempo que cultiva en nosotros la semilla del saber. Y su hija María y Laura empeñadas en profundizar de igual forma en esa triada necesaria para manifestar la fe y la esperanza en ese mundo nuevo que ya llevamos dentro de nosotros y que anhela renacer.

Todos tienen sus virtudes y sus talentos, pero todos están dispuestos a prestar atención a la simplicidad de una vida sencilla y austera, al acercamiento donde la bondad humana nace. Todos tenemos ese anhelo palpitante de sentirnos más cerca de ese misterio que nos lleva a unir nuestros corazones en silencio en las meditaciones mañaneras, a abrazarnos pecho contra pecho de forma sincera en los círculos de consciencia, a sentir el palpitar y el aliento del otro mientras trabajábamos en cualquier tarea. El anhelo se ha hecho real, lo hemos sentido, lo hemos tocado y lo hemos atrapado por instantes. Así hemos aprendido de la experiencia de buscarnos, de encontrarnos, reconocernos y amarnos.

He aprendido mucho de esta primera semana de experiencia. Ya casi sin tiempo de recuperarnos andamos preparando la segunda. Almas bonitas acuden a nuestro encuentro de compartir. No pedimos nada a cambio. Sólo esa alegría de sentirnos vivos, de sentirnos palpitantes ante la nueva buena. Hemos dejado la pesada carga de la red de peces y ahora nos hemos convertido en pescadores de almas. Nuestro anhelo es tan sólo el de dar aliento a todos aquellos que andan en el Camino. Somos afortunados por poder verter algo de agua en sus copas sedientas. Y privilegiados por compartir en la mesa común el pan de la comunión.

Ya se echan de menos a todas esas almas que permanecen vivas en nuestro corazón cada vez más grande y ancho. Ya esperamos el regreso de la esperanza y la fe en un mundo más sano, más real, más vivo. Gracias de corazón almas bellas. Vuestro aliento ahora es nuestro aliento. Ya conspiramos juntos en un mismo sentir.

Primera semana de experiencia


a

La semana de experiencia ha empezado en O Couso y no hemos parado de reír y compartir buenos momentos. En este constante goteo de dar y recibir van llegando gente bonita, muy bonita desde todas partes de España. Incluso hoy hemos tenido la bonita presencia de Peter, un peregrino checo que se ha quedado a ayudarnos toda la mañana a cargar piedras y ha comido con nosotros. El grupo sevillano ha aportado alegría y buen humor a la primera jornada. Dejaron la antigua era de trigo como nueva. Ruth, Soledad, Agustina y Miguel están como en casa, como si llevaran aquí toda la vida. Nosotros nos sentimos igual, como si los conociéramos de toda la vida.

El tiempo pasa tan deprisa que no tenemos tiempo de asimilar tantas experiencias, tanto compartir, tanta gente bonita que nos visita. Otro peregrino nos llegó en el coche de Sergio esta tarde. Pensaba empezar en Sarria pero al final ha terminado con nosotros. Al parecer ha sido un futbolista de primera división ahora reconvertido en otras profesiones, y, en su pensar, de forma surrealista se ve envuelto en esta especie de celebración continua, de alegría y paz serena.

La naturaleza ofrece al ser humano esa especie de sensibilidad especial, de hermandad entre todos, de belleza cristalina. Peter, el peregrino checo, llegó sin nada a O Couso tras tres años de caminar sin parar y se ha ido cargado de muchas cosas. Un saco nuevo, algo de dinero, regalos y presentes y sobre todo, una mañana llega de amor y cariño. Muchos peregrinos a veces sienten esa soledad humana. Aquí no tienen tiempo. Son tantas emociones, tantas experiencias juntas en tan reducido instante que no hay tregua para suspirar.

Aún no puedo entender como hemos conseguido todo esto con tan pocos recursos. Nadie se queja de que no exista luz corriente, ni agua, ni duchas, ni letrinas, ni camas ni ningún tipo de comodidad. No importa si son niños o jóvenes o adolescentes o mayores. Nadie se queja de nada de eso. Al contrario, experimentan la vida desde otra singular mirada. Cuando además tengamos esas comodidades y todo sea más sencillo, la magia aún se multiplicará mucho más.

Estamos felices y satisfechos por afrontar esta primera semana de experiencia a la cual todos estáis invitados. No hay ninguna exigencia. Deja lo que puedas y coge lo que necesites es nuestro lema y nuestra convicción más profunda. Lo demás vendrá por añadidura.

Gracias a todos por esta oportunidad única. Gracias a todos los que hacéis posible una vida más humana, más cercana, más próxima.

La revolución energética


a

Dios manda a sus peores batallas a sus mejores guerreros. Lo decía hoy Luije mientras cenábamos unas judías verdes con zanahorias y patatas de la huerta del Alquimista, que hoy nos visitó con ricas viandas junto a la bella María.

Esa frase me hizo pensar sobre la cuestión que hoy me ha embargado. Hace unas semanas compramos por sesenta euros una placa solar. Con el inversor y la batería el precio subía algo más, pero la placa en sí costaba eso. Con sesenta euros somos capaces de alimentar los móviles, los ordenadores, alguna bombilla, la batidora y otras cosas que vamos utilizando a medida que surgen necesidades básicas. Si necesitas conectar algo más como una lavadora o un frigorífico hay que aumentar la capacidad de las placas, su número, así como las baterías y el inversor. Si no hay sol puedes tener un molina de aire y llevo días pensando que si no hay sol ni aire, podríamos idear algún tipo de sistema con imanes o simplemente conectar alguna bicicleta estática a algún generador, haciendo deporte al mismo tiempo que generas energía.

Lo fascinante de todo es que con una mini batería de doce voltios y una placa solar puedas conectar este ordenador desde el que escribo ahora mismo, de noche, con toda la independencia y emancipación posible. Cada vez que lo pienso me surge de dentro una especie de emoción, de ver que realmente es posible esa revolución energética donde todos podamos emanciparnos energéticamente al mismo tiempo que contribuimos a mantener un planeta más limpio y seguro.

Cuando veo las noticias de que están regulando el sector energético para perjudicar a las energías renovables y el autoconsumo energético mientras que de forma paralela los ex gobernantes pasan a integrar los consejos de las grandes compañías de energía una leve sonrisa me surge en el rostro. Los de siempre podrán hacer lo de siempre, pero esta revolución es imparable, como lo fue la revolución eléctrica en detrimento de la contaminante industria del carbón y como lo será próximamente en el mundo del automóvil en detrimento del obsoleto negocio del petróleo.

Cada vez que enchufo este ordenador a la placa solar en mitad de este hermoso bosque perdido en alguna parte recóndita y aislada de casi todo siento cierta felicidad y cierta tranquilidad interior. Es posible vivir con los avances tecnológicos en comunión con la naturaleza. En los próximos meses se presentarán retos importantes pero estoy convencido de que se puede vivir de forma generosa en una vida rebosante de abundancia. En los próximos meses resolveremos algunas cuestiones imprescindibles, como llegar poco a poco a la emancipación alimentaria, y cuando esto esté resuelto, tendremos la posibilidad y la necesidad de compartir esta maravillosa experiencia con el mundo. La revolución ya está en marcha. Esta es una batalla difícil, pero estamos preparados para afrontarla con valentía y decisión. Estamos convencidos, estamos deseosos.

She’s like a Rainbow. Ahora es posible volver al bosque


ocouso-guay

Marcos vive en una pequeña aldea aledaña a nuestra finca en el valle que está rodeado por la sierra de Édramo y la entrada del O Courel. Tan sólo son tres vecinos con sus tres huertas y sus tres ganaderías. Nos explica paciente lo difícil que resultaba antaño vivir en las montañas y bosques. Sus abuelos vivían prácticamente aislados en un entorno hostil, lleno de lluvia y frío donde las cosechas siempre eran escasas y se dependía mucho de lo inmediato. No había electricidad, ni televisión ni internet. La cría de animales podía ser una buena fuente de proteínas para aguantar el duro invierno. Al no haber carreteras las aldeas estaban totalmente aisladas. Los médicos tardaban días en llegar a cualquier lugar. Los accidentes graves, como el que le ocurrió a su pequeña hermanita podían terminar en tragedia por la ausencia de medios. Esas duras condiciones hicieron que en siglos pasados existiera un gran éxodo hacia las ciudades, abandonando aldeas y pueblos que quedaron aislados en la soledad del tiempo perdido.

Ahora estamos y vivimos en una sociedad líquida. Todo es más cercano, más inmediato, más próximo, más fluido. No importa tanto donde vives porque de alguna forma todos tenemos acceso al mundo. Internet ha revolucionado el concepto y la necesidad de comunicación y contacto con el otro. Las tecnologías están permitiendo que la vida primaria, es decir, aquella que depende de forma inmediata del consumo de alimentos para la pura supervivencia haya pasado a un tercer plano. Ya no es tan crítico el tener que trabajar para poder producir alimentos. En las sociedades actuales el trabajo nace para cubrir otro tipo de necesidades como el pago de una hipoteca, el estar a la moda de cualquier tipo de cosa o penetrar en el tradicional consumismo de todo tipo de productos y servicios.

Pero la tecnología también sirve para cambiar las tendencias. Las ciencias sociales observan como el individuo está transformando sus valores gracias al mayor acceso a la información, al conocimiento y a la tecnología que lo produce. Una generación mejor formada también se traduce en mayor emancipación de tendencias, modas y consumismos. Cultivar la alegría, la plenitud o la consciencia son cada vez motivos de mayor interés por grupos de personas que ven otro tipo de salidas a otro tipo de necesidades más existenciales que vitales. Sin duda hay un cambio de tendencia. Lo pude ver en los viajes, en las vivencias y convivencias que hice durante algunos años siguiendo el rastro de comunidades utópicas para la tesis. Desde la antropología se puede observar y analizar ese rasgo, esa tendencia y cambio de conducta cultural.

El otro día, mientras paseábamos por la aldea saludamos a los vecinos. Uno de ellos, Pepe, nos decía mientras cultivaba su huerta: “lo ideal sería que no hubieran tres huertas, sino una, y que entre los tres vecinos la cuidáramos. Sería menos trabajo y la tierra rendiría más”. Esa frase que salía de una lógica aplastante es el fundamento de esa nueva cultura ética, de colaboración y apoyo mutuo que está surgiendo en este momento. Ya no se le da tanta importancia a la propiedad, sino al uso de la misma. La economía colaborativa se va instalando poco a poco en nuestra psique colectiva como una forma diferente de hacer las cosas. Y esto permite que podamos marcharnos a vivir de nuevo a los bosques para tener un mayor contacto con la existencia. Con las nuevas tecnologías ya no estamos aislados y cultivar la tierra para alimentarnos carece de la dureza de antaño. Ahora en el campo, en los bosques, es posible el ideal ilustrado de trabajar cuatro horas para disfrutar del resto con nuestros dones y talentos. Ese alto ideal lo estamos experimentando en estos momento, creando la utopía posible, creando un modelo cultural y social diferente.

En estas cosas pienso mientras escucho el “She’s Like a Rainbow” de los Rolling Stones en la mágica sierra cordobesa, sintiendo “la fresca” en estas casas blancas y trabajando, gracias a las nuevas tecnologías, en la última prueba de impresión del libro “Amor es relación”, escrito junto al amigo Ramiro Calle. Ahora sí es posible volver al bosque y disfrutar de la existencia plena.

Geo


a

Cuando después de trepar por las paredes y tejados de O Couso nos sentábamos para contemplar las imponentes piedras que otros habían colocado durante generaciones desde el lejano siglo XVI ambos sentimos esa sensación: nuestro deber es cuidar y proteger el legado. Tanto el material como el espiritual. Somos realmente el relevo, los testigos vivos de este tiempo, y es nuestro deber convertirnos en los nuevos Guardianes del Camino. Por eso el día del solsticio disfrutamos arreglando la vieja ermita. Con su nuevo suelo y sus paredes algo más cuidadas, la sensación era embriagadora. Tras el ritual de consagración y ya con el nuevo suelo de castaño donado por unos anónimos testigos de nuestro tiempo nos sentimos satisfechos por el legado que ahora muchos podremos disfrutar. Sentimos tanto agradecimiento por ese hermoso y anónimo presente.

Los hurones y los corzos, las abubillas y los mirlos deambularon estos días por la finca. Pudimos ver algunos y otros se deslizaron fugazmente cerca de las caravanas. Nos sentimos vivos cada vez que la vida animal atraviesa o pervive con nosotros. Tanto que cuando el vecino Marcos apareció buscando sus vacas en nuestra finca, nos informó de que alguien había dejado dos hermosos cachorros de perro en la puerta de su casa. Fuimos a verlos con esa curiosidad de niño y no pudimos con la tentación de quedarnos con uno para que hiciera compañía a la gata Gaia y también a nosotros en las frías y lluviosas noches celtas.

El cachorro es tremendamente grande y hermoso. Lo bautizamos con el nombre de Geo, para que hiciera juego con el nombre de la gata. Ambos nombres significan lo mismo: Tierra. Ambos nombres ejemplarizan ese testimonio y deseo de recuperar la naturaleza en este entorno privilegiado.

La tierra y las piedras y los cuarzos, las flores y la hierba y los árboles con sus frutos, los animales que van llegando, quizás pronto vengan gallinas, alguna oveja que nos ayude con los pastos, algún caballo que nos ayude con las cargas… Y el humano, que tímidamente, desde otra perspectiva, desde otra consciencia, desea formar parte de ese plan de luz y de amor. El equilibrio es posible. La coexistencia es necesaria. Estamos felices de poder avanzar positivamente en ambas direcciones. Pronto vendrán más almas libres a las que habrá que inculcar esta pedagogía de lo posible, del equilibrio, del amor a la naturaleza y el respeto a esta tierra que no nos pertenece pero a la que pertenecemos. Por eso en O Couso no hay propiedad privada, solo uso temporal de la misma. Tanto de nosotros como de los que vengan en adelante. Aquí estaremos con las manos abiertas para seguir trabajando en la senda del respeto y el progreso interior consciente.

(Foto: Con Geo y Gaia paseando por los prados de O Couso).

Déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos


a

Nada más llegar a Madrid tras unos intensos días en los bosques intenté cruzar el Paseo de la Castellana. A medio camino unos policías me empujaron gritando de forma brusca. Algunos caímos literalmente al otro lado. Miré desconcertado e indignado. Habían parado media Madrid porque alguien importante pasaba a toda velocidad escoltado por patrullas de policía. Había coches con matrícula diplomática y otros grandes vehículos de gama alta con cristales opacos que impedía ver quien iba en ellos. Me sentí ciertamente estúpido mientras veía como circulaban a toda velocidad irrumpiendo la vida de todos.

Esos coches, esos policías y esos privilegios de que unos pasen por encima de los otros lo hemos pagado nosotros con nuestros impuestos. El atropello me recordó cuando en la edad media el señor feudal llegaba a un pueblo y arrasaba con todo: comida, mujeres, caballos. El vasallaje actual no dista mucho del medieval, pero es más cercano al de servidumbre y al de la esclavitud encubierta. Los siervos eran, a diferencia de los esclavos, «hombres libres», es decir, no podían venderse por separado de la tierra, más o menos como nosotros ahora que no podemos ser “vendidos” separados de nuestra “patria”, nuestra “nación” o nuestra, en el peor de los casos, “hipoteca”.

El sistema ha sofisticado los términos, ha agudizado las técnicas y el ingenio, pero el señorío, el feudalismo y la aristocracia siguen instalados en nuestras culturas y en nuestros estados cada vez más controladores y expoliadores de la riqueza de todos. No es algo nuevo. Es algo que se repite en la historia una y otra vez, con diferentes formas de sofisticación.

Ocurrió también a finales del Imperio Romano, especialmente en la época de Diocleciano y Constantino. En aquellos tiempos creció enormemente la carga pecuniaria impuesta a los habitantes de las ciudades, lo que fomentó la migración desde las mismas hacia zonas rurales. Con ello se desarrollaron formas de eludir la explotación del Estado y buscar cierta libertad lejos del poder central.

Algo así está ocurriendo en nuestros tiempos. La crisis que estamos viviendo está desvelando ese vasallaje, esas relaciones clientelares con el Estado y la nueva aristocracia instalada en el poder. Mucha gente se está lanzando de nuevo a los caminos para habitar los bosques y los prados en un movimiento neorural que pretende librarnos de las mentiras del sistema. Existe una llamada global a seguir los pasos de antaño y volver a lo sencillo, lejos de esa esclavitud encubierta y heredada basada en los lazos de sangre, de patria o de hipoteca.

Como decía el poeta chileno Roberto Bolaño en su primer manifiesto infrarrealista, “déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos”. Ese es el camino que muchos ya buscamos, el camino de dejarlo todo, patrias, naciones, hipotecas, vasallaje, servidumbre y esclavitud para lanzarnos a la conquista del ser, al abrazo del misterio en ese inevitable retorno a la naturaleza. No es huída, es conquista del hombre nuevo.

 

 

Hacia la experimentación de lo humano


IMG-20140610-WA0006

Alguien me ha preguntado esta mañana porqué estamos haciendo lo del Proyecto O Couso. La respuesta ha sido esta: «la política ha fracasado, la economía ha fracasado, el sistema ha fracasado. Es hora de hacer una nueva política en la acción diaria, una nueva economía del don basada en el apoyo mutuo y la cooperación y un nuevo sistema que nace del grupo y la comunidad, y no de ningún poder. ¿Qué es O Couso? Un grupo de personas que se organizan en comunidad donde se practica una nueva economía y una nueva política basada en la fraternidad, la igualdad y la libertad»…

Sin duda, O Couso es un reto, porque el sistema, la antigua política y la antigua economía la tenemos insertadas en nuestros genes. Algo expliqué en el librito “Creando Utopías”. La estructura, inevitablemente está dentro de nosotros. Por eso uno de los requisitos imprescindibles dentro de la comunidad es la de desestructurar esa psique añeja que llevamos implantada. ¿Cómo hacerlo? Para empezar dando la misma importancia a lo interior como a lo exterior. Ambas cosas no podrían existir por sí solas. Tan importante es ir al riachuelo a por agua para poder ducharnos o lavar los platos como la meditación que hacemos por las mañanas y los círculos de consciencia donde calibramos el estado de ánimo con el que vamos a empezar los trabajos.

El ritual interior es tan importante como la ritualización de lo exterior. Eso provoca ir cambiando viejas estructuras por unas nuevas, más saneadas y más adecuadas a los tiempos que corren. También significa transformarnos en algo nuevo, en algo diferente, en algo mejor.

¿Será posible el cambio? Realmente no lo sabemos. O Couso no deja de ser un experimento basado en unos ideales ambiciosos. La fraternidad verdadera, la igualdad y la libertad individual son retos que llegan en un momento convulso. Nadie hasta ahora se había planteado la necesidad de profundizar especialmente en la fuerza y la energía del apoyo mutuo y la cooperación como herramienta imprescindible en el nuevo mundo que todos queremos. Pero esto debe estar en total consonancia con la libertad individual para que el grupo no se vuelva un sistema cerrado y endogámico que anule la personalidad del individuo. El reto es poder estar en la alternativa pero sin olvidar nuestras vidas personales. Y el otro reto es estar creando algo nuevo pero sin olvidar lo viejo.

Como digo, un auténtico experimento humano, antropológico y cultural que merece la pena apoyar y experimentar. Si deseas hacerlo y comprobar en primera persona todo lo que allí estamos compartiendo no dudes en apuntarte a alguna de las semanas de experiencia que haremos este verano. La experiencia merece la pena.

 

Haciendo posible lo que parecía imposible…


a  c d e f

O Couso avanza a marchas gigantes. Lo que antes parecía una casa en ruinas ahora va cogiendo cada día más forma y va pareciendo cada vez más a un hogar. Los amigos y voluntarios que están haciendo posible el sueño trabajan con amor y alegría para transformar este lugar en un sitio especial. Todos los que allí estamos volvemos transformados y felices, con muchas ganas de volver y seguir apoyando el proyecto. Sin duda, los avances demuestran que el apoyo mutuo y la cooperación funcionan y son un modelo de convivencia posible desde las bases del respeto a la naturaleza y el amor a la existencia y su misterio. En estos primeros días de experiencia dentro de la casa hemos conseguido limpiarla toda de piedras, tierra y enormes troncos de castaño que entre todos hemos podido sacar. La casa ahora parece otra, incluso acogió a los primeros moradores que no tuvieron reparo en pasar allí alguna noche. Todas las mañanas hacemos una hermosa meditación. Después desayunamos juntos y tras hacer el círculo de consciencia, nos vamos a trabajar cuatro horas. Comemos, descansamos un poco y las tardes las tenemos libres para dar paseos por los bosques o ir a ver a amigos de la zona.

Muchos de vosotros nos estáis escribiendo para que digamos qué más hace falta y cómo podéis ayudar a hacer posible este reto. Si queréis conocer el lugar podéis veniros este verano a experimentar una semana de trabajo y experiencia. Si queréis algo de comodidad hay hoteles y albergues a cuatro kilómetros del lugar. También podéis ayudar donando herramientas o cosas que creáis puedan ser de utilidad. Si podéis aportar un compromiso mayor, no dudéis en haceros socios de la fundación o colaborad con donativos o aportaciones de dinero que puedan proveer de materiales las próximas necesidades. Como habéis preguntado qué más hace falta, os ponemos una relación de cosas:

Bomba de agua solar: 1300 €

Tierra y gravilla para la obra: 900 €

Madera de castaño para la ermita: 400 €

Ventanas y puerta de la ermita: 1200 €

Reparaciones de tejado y paredes de la ermita: 900 €

Reparaciones de tejado de la casa: 2500 €

Madera de pino para los suelos de la casa: 2000 €

Ventanas para la casa: 8000 €

Puertas para la casa: 3000 €

Placas solares para generación de energía: 7000 €

 

Gracias de corazón por vuestra apoyo y ayuda y no dudéis en venir a visitar todo lo que estamos haciendo. Gracias, gracias, gracias.
Puedes apoyarnos en la siguiente cuenta:

LA CAIXA:  ES78 2100 1651 0802 0024 0825

 

O haciendo una donación con tarjeta de crédito en el siguiente enlace:

 

donar

 

 

Más info:

www.dharana.org

www.proyectocouso.org

 

¿Qué harías si no tuvieras miedo?


a

Esta pregunta ha salido hoy en la meditación que hemos hecho en Madrid. Hay una distinción clara entre lo que nos dicta el corazón y las circunstancias que rodea a la cosa en sí. Nos cuesta muchos años de discernimiento continuo el saber diferenciar esas emociones e ideas que nacen de lo más profundo de nosotros de aquellas que nacen del miedo o la ignorancia. El noventa por ciento de las cosas que hacemos en un día y en una vida entera nacen del miedo, y por lo tanto, confunden nuestra marcha por el devenir.

A veces la vida nos da algún tipo de oportunidad para regular nuestra existencia, para retomar el sentido de la misma. Nos ofrece dos caminos muy claros y determinados y tenemos que elegir uno de ellos. ¿Cuál elegir? ¿Hacia donde dirigir los pasos? El corazón nos dice una cosa, pero ahí están los miedos, los prejuicios, la inopia para arrastrarnos al otro camino, al que nos hará infeliz de por vida. ¿Estás triste? Señal de que ese no es el camino. ¿Estás feliz? Indicador de que estás haciendo lo que debes, lo que nace de la pureza interior.

Estos días hemos trabajado muy duro en la finca que estamos rehabilitando. Apostar una vida entera por un proyecto tan ambicioso crea miedos. Pero también crea esperanza, alegría, felicidad, ternura. Allí vamos como voluntarios a un lugar que no es nuestro, donde no existe la propiedad privada y donde no se puede mercantilizar nada de lo que allí se haga. Ponemos nuestro dinero, nuestros esfuerzos, nuestro tiempo y toda nuestra responsabilidad y alegría para que todos los que lo deseen o necesiten puedan disfrutar de un lugar diferente y esperamos que transformador. Y a veces ante la magnitud de la responsabilidad nacen miedos. Pero cuando tenemos un ratito en las meditaciones de la mañana o en los círculos de la tarde y entramos ahí dentro, en lo más profundo de nosotros mismos, la llamada y la voz siempre es clara.

¿Qué haría si no tuviera miedo? Exactamente lo que estoy haciendo ahora. Apostar por una utopía posible, ayudar a crear desde el silencio y la humildad un rincón donde se rinda culto a la alegría del vivir, a la esperanza de un mundo nuevo, a la bella razón de existir. Ayudar a instaurar la magia suficiente para recordarnos quienes somos y para agudizar los sentidos que nos ayuden a discernir, a escuchar esa clara voz interior que está deseando manifestarse desterrando el miedo que nos posee.

No es nada importante restaurar una antigua finca anclada en mitad de la nada. Lo importante es que las personas que lo están haciendo posible lo hacen desde el amor, desde el sentido y profundo compromiso de responsabilidad y entrega. Lo hacen porque han desterrado el miedo y están comprobando que se pueden hacer cientos de cosas de forma muy diferente.

Buscadores


a

b

Hay personas que despiertan a una sensibilidad especial. Lo he notado hoy cuando nos ha visitado un peregrino que sabía del proyecto y ha subido los tres kilómetros de montaña que distancian el Camino de este hermoso bosque. Lluís tiene setenta años y estaba cargado de curiosidad. La búsqueda continua te hace subir montañas y atravesar valles. La vida está llena de interrogantes, la mayoría de ellos se basan en respuestas imposibles para nuestra limitada concepción vital.

Nada más llegar, a pesar del cansancio, se puso a trabajar con nosotros. Nuestras espaldas ya están algo cargadas de tanto subir y bajar piedras, así que su ayuda sirvió de alivio y nuestro agradecimiento se multiplicó considerablemente. Como la casa ya está prácticamente limpia de piedras y maderas de castaño abandonadas, empezamos nuestras cuatro horas de trabajo en el gran patio que antiguamente era la entrada principal, cuando desde hace siglos la casa conectaba con la aldea más cercana.

El ser humano ha nacido, como casi toda criatura viviente, con ganas de hacer, con ganas de crear, ya sea vida, ya sea poesía, ya sea arte… Creamos y creamos constantemente. Los pajarillos construyen nidos entre las ramas de los abedules para albergar vida, los topillos crean túneles entre la maleza con sabrosas raíces. Nosotros creamos y buscamos. Algunos buscan en la fe, otros en la ciencia, otros en la filosofía. Pero buscamos constantemente respuestas a los interrogantes imprescindibles.

Me daba cuenta que aquí no podemos ofrecer muchas respuestas. Quizás éste no sea un lugar para buscadores. Tal vez para aquellos que ya desean encontrar un reguero de paz, o para aquellos que deseen saciar un tipo de propósito o impulso creador. Pero, ¿qué respuestas se pueden ofrecer a aquel que busca en su veloz mente datos y más datos sobre el mundo fenomenológico? Aquí las únicas energías que se mueven son las de la esperanza, y el único espíritu que nos conmueve es el de la vida. No hay dioses a los que adorar, ni maestros a los que seguir, ni dogmas que consuelen nuestra alma. Sólo hay un silencio matutino, un paseo diario, un trabajo físico necesario y un trabajo interior, sigiloso, personal, que en alguna ocasión podemos compartir. Pero ninguna respuesta, ningún pozo donde poder sacar el agua que sacie ese millón de preguntas.

Buscadores, aquí hay mucho trabajo, alguna azada, alguna pala, rastrillos, picos y guantes para proteger las manos y algún humilde plato de comida para saciar el hambre. También acogida para el reposo y habrá libros para el estudio y lugares para la meditación y mucho tiempo para el servicio desinteresado. Buscadores, hay mucho por hacer para bien del orden universal. Y poco tiempo para bucear en los interrogantes eternos. Construyamos con nuestras manos y dejemos que nuestros espíritus se encuentren con sus propias respuestas en el trabajo diario. ¡Hay tanto por hacer! ¡Y tanta urgencia! Aquí siempre seréis bien recibidos. Gracias LLuís por tu incondicional ayuda.

El espíritu de la naturaleza


IMG-20140529-WA0005

Leyendo el inspirador libro de Emerson subo la cabeza y me encuentro ante el paisaje exuberante, ante la arboleda, los bosques, los verdes prados cargados de florecillas silvestres. Los pájaros están felices contemplando el cielo azul y surcándolo en cortos viajes de aquí para allá. Las fincas que circundan nuestro bosquecillo tienen títulos de propiedad, pero nadie puede poseer, por más que se empeñe, el paisaje. Emerson lo decía así. Hay una cualidad en el horizonte del que nadie puede adueñarse. Sólo podría aquel cuya visión puede integrar todas las partes, es decir, el poeta.

Realmente cuando hoy hemos ido a dar un paseo por los prados con la gata Gaia y nos tumbábamos en la hierba uno se sentía, inevitablemente poeta. Y la tendencia es fantasear a sabiendas de que pocos adultos son capaces de ver y observar la naturaleza. Los sentidos interiores y exteriores se multiplican cuando te dejas envilecer por la belleza sublime de un árbol o del aleteo de una mariposilla. Cuando estamos agolpados en nuestras grandes colmenas, rodeados de esos estímulos artificiosos, no hay tiempo para contemplar la existencia del sol o el ciclo de los astros. No tenemos un segundo de instante para comprender que nada cuanto existe permanece, excepto el continuo cambio.

Hoy nos bañábamos desnudos en un deleite salvaje. El agua fría recorría nuestra piel despojada de pudor mientras escuchábamos el mecido de los árboles, mientras el sol iluminaba todos nuestros poros. Tres litros de agua han sido suficientes para que dos personas pudieran bañarse tranquilamente. Algo impensable en ese mundo de opulencia en el que vivimos.

Mientras escribo estas letras bajo el cielo crepuscular observo la necesidad de volver a la sencillez extrema. Por las mañanas nos levantamos, meditamos juntos un rato, compartimos el desayuno, trabajamos cuatro horas en la restauración de la casa, realizamos círculos al entrar y al salir del trabajo para ver como ha ido la jornada y observar nuestro estado de ánimo ante los retos del mismo, comemos algún manjar para reanimar los cuerpos y pasamos la tarde cada uno haciendo lo que realmente quiere. Esta rutina tan sencilla es reparadora, pero también ejerce una importante influencia transformadora.

Decía Emerson que en el bosque uno se desprende de sus años y en cualquier etapa de nuestra vida aquí uno siempre se siente como un niño. En los bosques está la perpetua juventud. En los bosques, nos dice, retornamos a la razón y a la fe. Es cierto. Esto es lo que todos los que por aquí pasan experimentan. Por eso es urgente que rehabilitemos pronto la casa de acogida. Es necesario que un millar de almas vengan cuanto antes para experimentar ese renacer, esa transformación grupal y regresen a sus casas con un nuevo aliento, con una nueva esperanza, con un nuevo propósito cargado de razón y fe. Vivir en los bosques es una utopía alcanzable. Cada día estoy más seguro de ello y cada día sentimos más el deseo de poder compartir este tesoro con el resto.

(Foto: O Couso con la luz mañanera).

Tengo el corazón lleno de amor


IMG-20140518-WA0001

 

Es cierto que no resulta fácil amar a los grillos, al atardecer, al bosque, al abrazo, al tímido alarido de ese suspiro que quiere expresar tantas y tantas cosas. Pero estamos aprendiendo a hacerlo desde la calma, desde la tranquilidad que nos brinda ese fuego compartido o ese néctar que llamamos cielo estrellado y que estos días parecía esculpir la silueta de héroes y mitológicas figuras.

Cinco niños, tres perros y una cuadrilla de adultos concentrados en sus cuidados, en su felicidad y bienestar, en su alimentación, en su transformación. Nos estamos dando cuenta, tal y como intuíamos desde el principio, de que el lugar es transformador. O quizás la combinación de lugar e intención. De belleza, amor y filosofía práctica. Porque realmente nada tiene de especial dar un paseo meditativo de casi una hora entre bosques y prados saludando al sol. Tampoco tiene nada de particular el empezar cada actividad cogidos de la mano, en círculo, tomando consciencia de nuestro estado de ánimo o de nuestras ganas de hacer cosas. Tampoco tiene nada especial hacer en conjunto una comida, o fregar platos mientras reímos, o cantar a media tarde o dejarnos embrujar por las sabias palabras humeantes que salen del fuego nocturno. Sin embargo, algo ocurre cuando todo eso se mezcla con esa entrega, con ese interés por mejorar, por esa manía nuestra de albergar la esperanza hacia un mundo nuevo.

Nuestra tercera experiencia de acogida en O Couso ha sido francamente emotiva. Todas lo son, pero el ver a niños y perros danzando juntos en esos bosques ha sido un placer inmenso. Tantas y tantas maravillas contenidas en un mismo suspiro, en esa conspiración de poder creer en esas generaciones futuras. Nos han faltado horas para cantar todas las canciones, para abrazar todas las almas, para compartir con generosidad todas esas muestras de entusiasmo.

Thelma, la niña más pequeña, apenas siete años pero con esa sabiduría que ahora traen los niños cristal, se empeñaba en hacer los círculos conscientes una y otra vez. Incluso se atrevió a dirigir uno de ellos. Nos mandó cerrar los ojos, respirar tres veces y compartir nuestro estado de ánimo. Cuando le tocó hablar y compartir lo que sentía, profunda y sincera lo expresó de forma hermosa a la vez que increíble: “tengo el corazón lleno de amor”. De alguna forma enunciaba desde su tierna y admirable infancia todo lo que nosotros sentíamos. Todos de alguna forma habíamos conseguido abrir nuestro corazón a ese lugar, a ese momento único e irrepetible, a esas personas bellas que nos rodeaban y cuidaban. Y todos, agradecidos, cada uno a su manera, lo expresábamos de alguna forma.

Gracias de corazón por haber sido partícipes de esta experiencia única. Especialmente a los niños Thelma, Pedro, Sofía, Malena y Jimena, seres únicos y llenos de vida , seres especiales que se han juntado para celebrar el amor por la vida. También a los perritos, al bebecito Toby, Wanda y Pelu, que nos llenaron de calor, protección y alegría con sus juegos. Y a los padres Mamen, Jose y María, que disfrutaron con intensidad y emoción. Y a las visitas siempre bienvenidas de Joaquin, Leo y Mari, de Bea, María y Jose, de Mercedes. Y Antonio el Alquimista que siempre nos recibe en su casa. Y el vecino Marcos que nos guarda con sus guiños y a su mujer que por primera vez abrió su corazón a nosotros y nos llenó de alegría. Y a la abuela María que con su profunda sabiduría ha hecho de estos días una auténtica casa de Misterios. Gracias a todos por tanta magia y vida.

(Foto: El niño Pedro nos invitó a saludar al sol, y eso hicimos en O Couso).

 LLAMAMIENTO A LOS HOGARES, CENTROS Y COMUNIDADES INTEGRALES


b

Con este llamamiento se busca la conexión entre los centros del mundo para que la solidaridad, el apoyo mutuo y la cooperación se extiendan hasta su último rincón. Desde hace ya tiempo se están construyendo centros y comunidades por todo el mundo. Hay muchas personas que sienten la necesidad de crear espacios con vocación social, donde lo colectivo encuentre el modo de desarrollarse, a ser posible, junto a la Naturaleza. El impulso a fundar estos lugares es muy fuerte y viene cargado de mucho idealismo e ilusión por parte de los implicados, y no es de extrañar, pues de alguna forma están creando la base sobre la que se asentará la nueva sociedad futura.

Fundar un Hogar

Pretender fundar un Hogar común, un Centro o Comunidad hoy día no es fácil. Son muchos los obstáculos que hay que superar, de hecho hasta ahora ha sido más realista que individuos aislados lleven a cabo estas fundaciones, que asambleas más amplias promuevan la creación de estos espacios, que sería lo deseable. Pero aun hay mucho que aprender. La cuestión es que las personas llamadas a construir estos centros se den cuenta y favorezcan el paso de ofrecer su proyecto a lo social y servir como guardianes de los ideales que representan.

Es importante mantener la pureza del intento y no convertir estos espacios en puros negocios, ni en lugares de entretenimiento para pasar el rato, ni en sitios donde ganar adeptos, ni dogmatizar. Los Hogares sirven al despertar de la conciencia, y aunque la desesperación por el dinero sea grande, podemos aprender a compartir. Por eso debemos apoyar a estas personas. Para que su intención no se desvíe y pueda salir a la luz la forma propicia de lo que quiere materializarse.

El dinero es una simple herramienta, útil cuando se sabe qué hacer con él, y llega cuando tiene que llegar. No podemos colocarlo en el punto de mira porque allí están los ideales y es imposible pretender caminar a la vez hacia dos direcciones contrarias.

Necesitamos estos espacios activos, las experiencias que se dan en ellos son fundamentales para nuestro crecimiento personal y grupal. Confiemos en que la vida nos hará llegar lo necesario para cumplir esta tarea.

Conectar la red

Este llamamiento va dirigido a los responsables de estos centros y a las personas que quieren colaborar en ellos, para recordar la importancia de conectarnos en red, comenzando en lo local para llegar a lo mundial, de generar nuevas relaciones  basadas en la generosidad que planteen nuevas formas de relación e intercambio entre todos, y lleguemos a formar una extensa red solidaria que sea capaz de acoger al desconocido a cambio de su colaboración.

Se acercan tiempos nuevos y el apoyo mutuo será el eje del cambio. Necesitamos recuperar las habilidades sociales que un día tuvimos para saber, por ejemplo, tomar decisiones colectivas o resolver nuestros propios conflictos, y de este modo poder superar los retos que ya se nos están presentando.

La hermandad de centros

La hermandad que se pretende tiene un planteamiento sencillo y a la vez esencial. Propone pocas cosas pero muy claras y pretende llegar al mayor número de personas posible.

¿Qué es un Hogar, Centro o Comunidad Integral?

Básicamente, es un lugar donde aprender a compartir.

¿Cómo aprender a compartir?

Abriendo las puertas del lugar, acogiendo al desconocido a cambio de su colaboración.

¿Cómo fiarnos unos de otros?

Necesitamos reconocernos, confirmar que tenemos el mismo objetivo y para ello recordarnos que el Compromiso que nos mueve es con el Misterio de este Universo.

El día que todos convirtamos nuestra casa en un Centro, y nos demos cuenta que todos somos peregrinos en la Tierra, se habrá conseguido el objetivo final.

Centros integrales

Son espacios al servicio desinteresado de la Totalidad, lugares en los que prima el nivel de compromiso adquirido libremente por cada uno consigo mismo, con el colectivo, con la humanidad y con la vida.

Un Centro Integral reúne diversos centros especializados en los que cualquiera puede encontrar su sitio y cuyos miembros tratan de aliviar las necesidades colectivas.

La toma de decisiones se produce en base al tipo de compromiso personal expresado, siendo los de mayor compromiso quienes aprueban o no el proyecto a los diferentes grupos de trabajo, que son libres para gestionar su labor.

Centros especializados

Un centro integral es a la vez un refugio en el que se aporta pan y abrigo al necesitado, un centro de estudios en el que hallar soluciones claras y reales, es una escuela en la que poner luz en la oscuridad de la ignorancia, un sanatorio para que aquel que lo necesite restablezca su orden natural, un centro de arte donde estimular la inspiración creadora, una oficina de gestión en la que organizar la generosidad, un templo para conectar con el Misterio.

El plan general

No es casual que se estén abriendo tantos centros en el mundo. Obedece a un planteamiento que tiene un origen profundo y por tanto desconocido. Nuestra misión es tratar de comprender sus pasos para materializar en esta tierra el equilibrio con el Universo y alcanzar los ideales de la humanidad.

La convivencia en paz, el Amor universal y la Libertad son posibles.

(Texto: fuente desconocida)

 

Transparencia y compromiso


DSC01929

A veces se acercan personas con dudas e incluso cierta desconfianza con respecto a proyectos que surgen de forma peculiar como el que estamos realizando en O Couso. La desconfianza y el temor son emociones normales en un mundo como el nuestro, el cual nos ha educado a pensar mal del otro y competir constantemente para ser mejores que el resto.

Para aclarar estas dudas hemos contestado a algunos interrogantes desde la fundación que ahora queremos compartir con todos vosotros, con el ánimo de que si verdaderamente pensáis que hay algo bueno en todo esto, no dudéis en decirlo en voz alta, en compartirlo sinceramente y en ayudarnos a hacer de este proyecto de transformación también un referente en vuestras vidas.

Es por ello que hemos abierto un apartado llamado “Transparencia y compromiso” donde hablamos del compromiso responsable, el cual consiste para nosotros en informar antes de realizar cualquier tipo de ayuda, ofrecimiento o donación y posteriormente para comprobar nuestro trabajo y el impacto de esa ayuda, sea del tipo que sea. Todas las ayudas que recibimos en la fundación es bajo el principio “deja lo que puedas y coge lo que necesites”. Y eso vale para todo, inclusive la donación monetaria.

El tema del dinero siempre ha sido algo peliagudo, es por ello que siempre invitamos a la transparencia y cualquiera que lo desee puede venir a O Couso a comprobar lo que estamos haciendo y como lo estamos haciendo.

A la hora de donar surgen muchas preguntas que es bueno mantener claras desde un principio. Informarse para donar no es fácil, sin embargo, desde la Fundación Dharana queremos ofrecer información de todos nuestros movimientos para mantener el valor del compromiso, la transparencia y la lealtad a nuestros principios.

¿Qué hacemos con el dinero recibido? Todo el dinero donado es para cumplir con el proyecto de construcción de la Casa de Acogida, de la Escuela de Dones y Talentos y de la Comunidad Integral, así como para su correcto mantenimiento y funcionamiento futuro.

¿Las donaciones son utilizadas para gastos del voluntariado o patronos? Los voluntarios y patronos de la fundación no reciben ningún tipo de estímulo económico. Los viajes, las dietas, las comidas y cualquier otro gasto que suponga su actividad y compromiso con la fundación sale de nuestros bolsillos personales.

¿Hay sueldos y salarios en la fundación? La fundación se sostiene bajo la responsabilidad y el compromiso de los amigos de la fundación. Por lo tanto, no existe ningún tipo de salario o remuneración monetaria a ninguno de sus miembros, ni tampoco pagos en especias o prebendas de ningún tipo.

¿Se construirán viviendas particulares para patronos, amigos o voluntarios? En la fundación no existe ni existirá, como principio básico de la misma, la propiedad privada, por lo tanto, cualquier casa que se construya en el proyecto de la comunidad será para acogida y uso de la misma, no para apropiación o especulación. La fundación no promueve un lugar de vacaciones o retiro, sino un lugar de transformación y trabajo con diferentes grados de compromiso.

¿Cómo se mantiene la infraestructura del Centro Dharana en Madrid? Tanto el alquiler como los gastos de mantenimiento es pagado por la empresa Dharana Press, la cual a cambio hace uso de parte de su espacio. Todos los beneficios de la venta de libros, talleres y donativos va íntegramente a la cuenta de la Fundación Dharana.

De los donativos recibidos, ¿qué otros gastos soporta la Fundación? Ninguno. Todo lo recibido es invertido en la construcción del Proyecto Dharana.

La construcción de este proyecto es algo para todos aquellos que sientan algún tipo de afinidad con los principios de la generosidad, del apoyo mutuo, de la cooperación y la cocreación de la Naturaleza desde un punto de vista transformador, ya sea interior o exteriormente. Y creemos en esa posibilidad de cambio y apostamos con todas nuestras fuerzas y energías para poder compartirlo con todos aquellos que nos acompañen en este hermoso proceso.

Algunos de nosotros trabajamos veinticuatro horas para la causa sin pedir nada a cambio y sin exigir nada a cambio. La vida de entrega, de renuncia personal por un alto ideal es motivación suficiente para seguir adelante. Y no lo vemos como una carga ni como una hipoteca solidaria. Lo hacemos libremente, por gusto y con gusto, a sabiendas de que pueda ser útil para pocos o para muchos. Por eso aceptamos gustosamente cualquier granito de arena que pueda ayudarnos en este trabajo. Nosotros no somos el proyecto, solo meros voluntarios con un grado de compromiso y entrega. Nada más. Nada menos.

 

(Foto: presentando el proyecto O Couso a nuestros primeros visitantes).

Semana de Experiencia en O Couso


a

 

Queremos ofrecer desde la ilusión y la alegría la fórmula apropiada para poder compartir la experiencia de vivir unos días en comunidad. Por ello, y dado el éxito de las últimas convivencias en O Couso, queremos invitaros a visitar, vivir y explorar una intensa semana a nuestro lado. Estas semanas quieren ser el marco de referencia de nuestra búsqueda individual y colectiva y también una aproximación para consagrar toda la vida cotidiana desde el respeto, la cocreación y el compartir.

Ya tenemos tres fechas diferentes para nuestras primeras semanas de experiencia en verano. Son las siguientes:

 

1ª semana: del 7 al 13 de julio

2ª semana: del 21 al 27 de julio

3ª semana: del 18 al 24 de agosto

 

¿Qué haremos? Tras levantarnos acogidos por la naturaleza, realizaremos una pequeña meditación y paseo silencioso por el bosque, desayunaremos, haremos el círculo de consciencia para dividir las tareas y trabajos de la mañana y durante tres o cuatro horas bucearemos en las actividades asignadas: coger leña, trabajar en la huerta, cuidar el jardín… Luego comida comunitaria y tarde de actividades y tiempo libre. Iremos a las fuentes a por agua, daremos paseos por los bosques y visitaremos los castros y tumbas celtas que tenemos alrededor.

¿Qué necesitas para venir? Si puedes traer una tienda de campaña, caravana o similar será de agradecer ya que tenemos plazas limitadas en nuestras caravanas y tiendas. También muchas ganas de pasarlo bien y compartir. No ponemos ninguna tarifa, excepto nuestra filosofía: “deja lo que puedas y coge lo que necesites”.

Con vuestra presencia nos ayudaréis a profundizar en el lugar y en las relaciones que se han de tejer en el mismo, y además de pasar unos días diferentes y bonitos, seréis partícipes de todo este proceso de reconstrucción y construcción de la casa de acogida, de la escuela de dones y talentos y de la comunidad.

¡¡¡¡Os esperamos!!!!

 

Para participar en una de las semanas de experiencia podéis hacerlo escribiendo un mail a nuestra dirección e indicando cuantas personas sois.

info@dharana.org

Si no podéis venir y queréis apoyarnos desde cualquier parte vuestra ayuda siempre será agradecida.

El tesoro escondido


IMG-20140506-WA0002

Es también semejante el Reino de los Cielos a un tesoro escondido en el campo que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mateo 13,44)

 

Interiormente sentimos que eso es lo que ha pasado. Especialmente hoy cuando tras la meditación que hacemos todos los martes, los tres amigos que nos han acompañado en estos días de experiencia en O Couso parecían transformados, como flotando en una nube de hermosa ternura y amor. Ana, Rosana y Sergio parecían haber encontrado un tesoro en la tierra común. En el ágape que hacemos tras las meditaciones compartían con brillo y emoción su experiencia en O Couso. Daba gusto escucharles, verles el viso de luz que salía de sus miradas, el entusiasmo con el que contaban cada anécdota, cada paseo, cada abrazo a esos árboles que ya añoramos. Y el entusiasmo es compartido y contagioso y ya somos casi quince los que nos vamos de nuevo a trabajar en la finca construyendo letrinas secas y empezando la rehabilitación de la pequeña ermita en la próxima semana. Es hermoso como se está precipitando todo, como sentimos la llamada de ese tesoro que estamos descubriendo en ese campo cargado de robles y castaños y cerezos y abedules y amor, mucho amor.

Son tantas las ganas que tenemos de poder compartir ese tesoro. Son tantas las ganas que tenemos de que la casa de acogida esté lista para que todos puedan ir a desenterrar la fortuna que ese trozo de campo y bosque esconde. Hoy además nos ha visitado gente bonita, personas que desean compartir en comunidad, en armonía, en paz, todo aquello que pueda ser compartido. Había una especie de baile interior hermoso. La meditación de hoy, como todas, ha sido diferente y especial e invitaba a esa fraternidad ardiente que nace desde el lazo místico. Aún me sigue sorprendiendo que martes tras martes podamos mantener el lazo que nos une y que nazca y se avive la llama del compartir, del expresar, del querer formar parte de este proyecto de personas para personas, de peregrinos del alma que entienden y comprenden, claro que sí, que otro mundo es posible.

Estamos felices y contentos y estamos deseosos de poder abrir aún más nuestras manos y nuestros corazones para poder compartir todo aquello que podamos. “Deja lo que puedas y coge lo que necesites”. Sin duda hay una gran fuerza en ese mantra poderoso. El verde intenso de las colinas, el baile de los árboles, el bosque, los animalillos, hoy todo estaba muy presente, incluso la hoguera añorada. Era como si pudiéramos sentir aún su calor. Pronto volvemos para reconstruir el espíritu de los tiempos, para ser partícipes de este proyecto común. Gracias de corazón a todos aquellos que nos apoyáis de mil formas, y gracias por ser partícipes y actores principales en esta hermosa obra.

(Foto: Preparando la comida en O Couso con Pelu, la mascota de la comunidad).

Los sueños que nacen de la tierra


a

No penséis que está agotado el tesoro. La luz brilla con esa intensidad infinita, y cuando termina su ciclo renace en el reflejo de otros que la admiran desde la distancia perenne. Hay sensaciones múltiples que despejan la mente y se entrelaza con el Misterio. Si la vida fluye dentro de uno no importa la circunstancia. La felicidad no es remota, se alcanza en el mismo instante en el que uno renace al flujo vital. Cuando respiras y sientes la oxigenación, cuando vuelves la cabeza alta a su lecho humilde, cuando pueblas de mares los océanos de existencia.

Tras la soledad de siete días llegamos a ser siete luminarias que compartieron en la intensidad del momento lugares para meditar, para trabajar, para compartir, para crear. Los paseos por las mañanas en silencio alrededor del bosque y por los prados se alternaban con la recogida de leña, con la limpieza de los lugares con la plantación de algún ciprés. El crujir del fuego nocturno que calentaba patatas asadas y tostaba panes de la tierra era precedido al canto y la alegría. Las bromas y el correr tras las vacas por la pradera, los aldeanos contándonos historias del lugar y las vicisitudes propias de los sitios donde no hay tiempo más que ese eterno ahora de posibilidades se entremezclaban con las mil tareas por hacer.

Ha sido una convivencia hermosa donde el trabajo se alternaba con la facilidad de obrar improvisación. Todos aprendíamos de todos y todo se hacía más fácil cuando la armonía era tejida desde la sabiduría de la propia tierra. Cuando hacía frío, nos abrigábamos. Cuando teníamos hambre, comíamos. La vida en comunidad es hermosa si sabemos olvidarnos del frío individual y aprendemos a compartir la manta. Si sabemos que sumando tres y tres patatas tenemos una buena cena donde comer todos y si aceptamos que si uno tiene sueño puede dormir cuanto le plazca con tal de que recupere así su ánimo y salud. Nada nos impedía ser flexibles como aquellos abedules que se mecían con nosotros. Nada nos evocaba mayor fortaleza que aquellos robles que dotaban de buena sombra el manto salvaje.

Estar allí compartiendo era como estar en una especie de comunidad terapéutica donde nos formábamos para la vida, donde la mente plena esparcía sus secretos tejiendo el necesario antakarana, produciendo una vida en forma creativa. Cuando el grupo se junta se crea algo nuevo, una especie de sutratma que nos conecta con algo superior a nosotros, con algo capaz de crear.

A veces nos gustaba sentarnos en silencio junto a la entrada de la pequeña ermita o bajo la sombra de algún castaño. Mirábamos la casa en ruinas pero veíamos un palacio, un albergue de peregrinos del alma ya hecho y construido. Realmente estábamos creando con substancia mental aquello que se ha de precipitar en un futuro que ya es presente. Los sueños primero nacen de la tierra, luego se esparcen por el aire hasta alcanzar los cielos. Y allí retornan, se precipitan en la próxima estación en forma de lluvia y deseo. El deseo empuja y sopla y aviva el fuego del alma y de esas brasas nace la realidad que llamamos materia. La mayor garantía de éxito, de que eso ocurrirá tal y como lo hemos sentido es saber que ese palpitar es verdadero y que ese sueño nace de nuestro sendero iluminado y de nuestra negativa a aceptar cualquier derrota o tentación de ser desviados del mismo. Este es nuestro mayor estímulo y esta es nuestra garantía de éxito. Por eso sabemos que esas ruinas algún día cobrarán vida propia y se trasformarán inevitablemente en una fonda para almas libres, en un alcázar para caballeros del templo interior, en una comunidad de acogida en medio del esplendoroso Camino de la vida.

Día 7. La gnosis oculta


DSC_0559

Es delicioso el día cuando el cuerpo se transforma todo él en un solo sentido, en una antena que absorbe todos los estímulos que la naturaleza ofrece en primavera. Cuando a veces me tumbo en la hierba me quedo absorto observando ese otro mundo que yace ahí abajo. Cientos y cientos de animalillos recorren bajo nuestros pies construyendo sus vidas y sus quehaceres ignorando nuestra presencia. Hoy observaba a una pareja de impresionantes grillos como se cortejaban mientras comían y vigilaban la entrada de sus grutas. Sin duda eran macho y hembra, pero debían ser pareja de hecho porque a pesar de que vivían cerca, cada cual mantenía su propia madriguera. Voy y vengo de un lado a otro intentando asimilar tanta belleza, con esa extraña sensación de libertad que la vida en las montañas y los bosques ofrece. Miro las nubes pasar aceleradas. A veces descargan algunas gotas y siguen su camino. Luego intentando limpiar cada árbol, mimarlos como si fueran mis amantes. Cuando me acerco a los bosques colindantes y veo que algún vecino ha talado alguno se me rompe el alma. Admito que mi pasión por los árboles sólo es superado por el amor que siento hacia el ser humano. Por eso sufro cuando un árbol centenario queda postrado en la tierra, cortado en mil pedazos que serán absorbidos en menos de un par de días por alguna estufa de leña.

Hoy es mi último día de ermitaño. Mañana viene el resto de la comunidad precursora. No temo a la compañía al igual que no temo a la soledad. La soledad también puede ser una llama, una caricia capaz de engullir el tiempo ondulante que atraviesa las aguas de la vida. Sí temo volver al mundo que llaman civilizado. Si no fuera por algunas responsabilidades que aún debo atender, haría de esta caravana mi casa perpetua. Necesito poco y de lo poco que necesito, necesito poco, decía el de Asís. Ahora lo comprendo. Creo que sería un bonito y agradable ejercicio que todos pudieran, al menos una vez en la vida, vivir siete días en los bosques, a solas con la naturaleza creadora, engullidos por el espeso manto del mundo que se teje a expensas de la “civilización”. Cambiaría mucho el concepto de la existencia. La tersa superficie de nuestro sentir se volvería amplia como los prados y sublime como el amanecer. No habría astillas del pasado ni preocupaciones sobre el futuro. Uno podría pasarse todo el día contando los cerezos, los abedules, los robles y los castaños. Podría amontonar ramitas y luego colocarlas al antojo del momento y seguidamente podría ir a por agua al arroyuelo y fingir que los cántaros de plástico son como los del aguador de acuario, plenos de sabiduría y consciencia, colmados de transformadora lucidez.

Hay una gnosis oculta en toda la malla que se teje con el canto del ave y las madreselvas que todo lo cubren. El verdor intenso, el silencio melancólico, el abejorro dorado que va y viene buscando manjares para cubrir la jornada. Todo parece armónico, sencillo, amoroso, poesía. Es imposible sentirse solo ante este desglose de olores. El viento te traslada por toda la Vía Láctea, por nuestro minúsculo e insignificante mundo a la vez que te hace regresar a la majestuosidad de cada partícula, de cada átomo que reina en la etérea indura. Hay un verso poderoso en toda esta lucidez vasta y profunda. Aquí los dilatados poderes del cielo y de la tierra alcanzan su plenitud. Aquí es fácil sentirse heroico y fuerte ante la abundante vida. Espero que esta tierra generosa pueda seguir soportando las manos enterradas en su heredad húmeda y cálida. Espero que seamos capaces de hacer llegar a muchos este mensaje de fortaleza, de esperanza, de amor.

Día 6. Los fundamentos de la vida sencilla


DSC_0547

Las noches cada vez son más placenteras. Es normal cierto nerviosismo al verte sólo ante la oscuridad. Cuando se va la luz del sol y puedes comprobar como las tinieblas se esparcen por toda la faz de la tierra visible, cierto temor ancestral se cierne entre los huesos. Al principio era casi de pesadilla, pero a medida que pasan los días te acostumbras a la soledad de la noche. Como me gusta dormir mirando las estrellas cuando el tiempo del norte lo permite, no hay cortinas ni artilugios en todo el recinto que amague la trémula negrura. Cuando escuchas algún sonido el corazón se encoje y la imaginación se dispara y empiezas a imaginar escenas propias de un thriller de terror. Supongo que es normal. Son nuestros demonios interiores que nos avisan de nuestra fragilidad ante la intemperie y ante los peligros que antaño nos sujetaban a la manada protectora.

Ahora que las noches son más livianas y casi duermo de un tirón, no despertándome más de dos o tres veces, me levanto al alba, hago alguna pequeña meditación y me pongo a la tarea de trabajar en pro de la comunidad. Limpiar de matojos y zarzas el campo, los prados y los bosques es lo que más tiempo me resta. También adecuar y limpiar las caravanas, así como mantener el que las goteras no vayan a más. El pacto que hemos prescrito en los principios internos de la comunidad es dedicar un tiempo a la meditación, unas cuatro horas al trabajo comunitario, otras cuatro horas a nuestro trabajo personal y un tiempo prudencial al estudio. En esa matriz de meditación, estudio y servicio se encierra toda la base de lo que aquí pretendemos.

La disciplina es importante en esta soledad circunstancial. Hay que atender a la higiene personal aunque no sean muchos los que vayan a disfrutarla exceptuándome a mí mismo y los animalillos del bosque. También la alimentación y lo básico para tener el cuerpo físico activo y con fuerza para arrastrar matojos de un lado para otro. Esta mañana desayuné plátanos y zanahorias. La meditación es prioritaria para fortalecer el espíritu, el ánimo y el alma que transita entre un lado y el otro de la realidad. Buscar un lugar adecuado para alcanzar el necesario punto de quietud y convertirnos con ello en cocreadores y arquitectos es imprescindible para mantener un proyecto de tal envergadura.  Y el estudio es una práctica imprescindible que alimenta el alma. Como dijo el poeta Uddin Mast, hay que estar sentados para recorrer las regiones del mundo espiritual y los libros nos conceden esa ventaja. Sin duda, los libros nos acercan a las doctrinas secretas, estimulan nuestra parte creativa y nos acercan a los secretos del universo y de los dioses. El leer bien, el saber aferrarse a los clásicos de la sabiduría y a esos filósofos de la antigüedad que sentaron las bases de nuestra cultura y mentalidad supone un notable ejercicio para mantener en forma nuestra curiosidad por la vida y nuestro espíritu aventurero. Ni siquiera los oráculos de Delfos o Dodona podrían competir con la sabia lectura de los clásicos.

Ayer mi buen vecino Marcos me hablaba de lo fácil que es vivir aquí. Siembras algunas patatas que duran todo el año, algunas lechugas y alguna otra verdura, mantienes bien alimentado el ganado y las gallinas y nunca te falta de nada. Hay leña para calentar el fuego y agua suficiente para mantener el flujo de la vida. Si a eso le añadimos libros, muchos libros, y alguna forma de poder compartir todas estas experiencias con el mundo, sin duda habremos hallado un trozo de paraíso.

Día 5. Revolución solar en el bosque


DSC_0527

Justo hoy hace un año celebraba mi cuarenta aniversario caminando durante cuarenta días como un peregrino más en el Camino de Santiago. Pasé la noche de mi cumpleaños tumbado en el suelo de la iglesia de Grañón, en un lugar especialmente hermoso y lleno de esa magia que uno desea encontrarse en el verdadero caminar. Ese día ni siquiera podía imaginar que un año más tarde se iba a cumplir uno de mis más anhelados sueños. Para celebrar la transición solar adecué un lugar especial en el bosquecillo más cercano, creando un círculo alrededor de un gran abedul de nueve largos troncos que albergaba en su seno un pequeño nido. Me pareció hermoso y simbólico, así que despejé la zona creando un gran círculo alrededor. Lo decoré con abundante cuarzo blanco que en esta zona abunda he hice un improvisado asiento con una piedra de pizarra. Dos mañanas me llevó adecuar el lugar y traer los cuarzos y la pizarra. Pero el resultado mereció la pena.

Ahora este bosquecillo que tengo justo en frente de las caravanas tiene un punto consagrado al hogar, al nido, a la morada que dará refugio y calor al resto de peregrinos. Tras hacer un pequeño ritual pasé un día agradable y tranquilo, saboreando mi nueva edad y el nuevo reto que se presenta por delante. Dos años consecutivos he pasado mi noche de cumpleaños en el Camino. Todo apunta a que serán muchas más si todo va bien y la constancia lo permite. Todo anota a que el reto de construir un punto de luz en la mente del Arquitecto será la misión de aquellos que albergan la esperanza de diseñar y edificar las bases del nuevo mundo. Construir ese nuevo mundo es servir al alto ideal de la nueva ética, de la nueva moral que debemos levantar entre todos. Es tomar responsabilidad y parte del reto que nos viene encima como individuos y humanidad.

A partir de ahora nace una nueva coordenada experiencial diferente, responsable e inquieta. Aquí hay una especie de punto de quietud desde donde se puede observar la impermanencia. Mientras veía atardecer tras las montañas que rodean este lugar también montañoso, observaba como el viejo roble mecía sus hojas ya verdes, como los pájaros danzaban de una rama a otra alegres, despidiendo el viejo día, como las nubes surcaban de un lado para otro viajando quién sabe hacia donde y quién sabe porqué. Los rayos se colaban entre los surcos de la verde hierba y cristalizaban en el agua del arroyo. Veía la perfección en todas esas cosas y sentía el deseo interno de pertenecer a la misma. La creación misma no merece más que abracemos sus regazos y nos fundamos con sus partituras.

Dice el vecino que por aquí hay ardillas, jabalíes, ciervos, lobos, zorros… Podía ver las vacas y alguna yegua pero sin rastro del resto, quizás porque prefieran vivir lejos de nosotros o porque nos observan también desde lejos. Me gustaba mirar mientras se iba el sol, a dos luces, en la frondosidad de los bosques cercanos por si podía ver el rastro de alguno de esos animales. Quizás por las noches alguno se acerque curioso y visite las caravanas. Quizás también lo hagan duendes, gnomos, hadas y elfos. Quizás como son seres que trabajan en otra dimensión les ocurra como al lobo y la cierva, deambulan en lugares alejados de los humanos continuando en silencio su magna tarea. Me gustaría ser uno con ellos y formar parte de ese baile salvaje hacia la creación.

Día 4. Alimento, Ropa y Refugio


DSC_0515

Observando la vida en el bosque veo que hay tres elementos que son necesarios para nuestra supervivencia más básica: alimento, ropa y refugio. Ya lo había indicado Thoreau siglos antes, y resumía todo a la necesidad de calor. Leyendo sus palabras y viendo mi propio discurrir diario entiendo que realmente todo se resume a eso, a la producción de calor. El alimento es como el combustible que almacenamos en nuestros cuerpos y que lo dotan de cierta temperatura, a la vez que la ropa y el refugio, la casa, son meros protectores de ese calor. Reduciendo la vida a esa mínima expresión, me pregunto porqué hemos liado tantas cosas para llegar a esa conclusión. Me refiero, por ejemplo, a la necesidad de hacer de la ropa, mero instrumento para proteger nuestros cuerpos, una locura de modas y complementos que, como en la época medieval, pretende distinguir y diferenciar a unos de otros. Lo mismo ocurre con el cobijo, con la casa, cuya función sería preservar al ser humano del frío y la intemperie. Sin embargo, en nuestros días, esta preservación puede costarnos media vida de trabajo para poder alcanzar a pagar hipotecas interminables. Esto nos hace pensar que algo está mal o que algo debería cambiarse, perfeccionarse, mejorarse. Sólo un dato: Thoreau consiguió hacerse una casa en tres meses y por menos de treinta dólares de la época, o lo que es lo mismo, el equivalente a doce meses de alquiler de una habitación de estudiante según sus propias palabras.

No sé cuantos metros debe tener esta caravana. No más de diez metros cuadrados. Y la experiencia de estos días me demuestra que son suficientes, que en verdad el ser humano puede vivir perfectamente en un lugar así. No me siento hacinado. Al salir de este minúsculo pero suficiente espacio tengo todo el bosque, todos los prados que desee para ensanchar mi alma y enarbolar mi espíritu a cuotas suficientes de libertad. Aquí tengo mi cama y mi mesa donde dormir y trabajar, es decir, aquí tengo mi trono y mi reino. Quizás en el futuro el ser humano pueda vivir en pequeñas casas redondas con todas las comodidades que el progreso nos ha legado y sin necesidad de ostentación ninguna. Realmente nos pasamos media vida intentando postergar esa pompa social donde el lujo y el alarde conforman nuestras vidas cuando realmente todo resulta más fácil. Desdeñamos las riquezas espirituales en pro de las materiales. Vendemos nuestra parcela de cielo por un trozo de tierra ostentosa.

Mientras pensaba en estas cosas ayer corría divertido detrás de una joven ternera del vecino que se había perdido por prados y bosques. Se coló en nuestra finca y la encontré tumbada debajo de unos árboles. Le hablé con dulzura mientras le miraba a los ojos y contemplaba su vida pasar. Intenté convencerla de que era mejor volver con el rebaño, pero sentía cierta contradicción en mis palabras a sabiendas de su pronto destino final. Pero había en toda esta cuestión un sentido de libertad al ver que cualquier animal podía vagar libremente de una finca a otra, sin alambres o altos muros que protejan o dividan el campo. Hoy a primera hora trabajaba en una zona del bosque, limpiándola y preparándola para hacer mañana un pequeño ritual de revolución solar. Mientras lo hacía contemplaba las zonas donde deseamos poner las doce casas de la comunidad. Y recordaba de nuevo las palabras de Thoreau sobre la necesidad de calor como último recurso. De calor corporal, pero también de calor humano y espiritual. Tres llamas que habrá que alimentar cuando la gente empiece a llegar.

Día 3. Bautismo salvaje


DSC_0517

Una nueva noche de gran tormenta, lluvia y mucho viento. Por suerte no ha hecho nada de frío, quizás porque ingenié un sistema térmico natural que consiste en quitarme los calcetines dentro del saco y taparme con el mismo la cabeza. Con ello se consigue que el calor no escape por la cabeza, sino por los pies, y genere una especie de cámara de aire caliente dentro del saco.

Cuando desperté veía que no paraba de llover así que tras pensarlo un rato me desnudé y salí al prado para ducharme aprovechando la lluvia. La sensación fue salvaje y venía acompañada de cierto grado de entusiasmo y locura. Saltaba y me frotaba fuerte para vencer al frío mientras me acordaba de mi vida en la granja alemana donde todo el día estaba lloviendo o nevando y tras la jornada entre animales y pajares nos íbamos a una sauna al aire libre donde te bañabas en agua helada. Lo de esta mañana ha sido una sensación parecida. Una sauna natural donde poder bañarte desnudo, inocente, atrevido, libre.

Al rato de la gesta se despejó el día y aproveché para ir a por agua al arroyo para hacer la primera colada, dar un pequeño paseo por los alrededores y seguir podando el gran muro de piedra que rodea la casa del siglo XVI. No hago más que mirarla desde la ventana de la caravana, con muchas ganas de empezar a trabajar en ella para que luzca de nuevo su esplendor y se convierta en una casa de acogida que permita que mucha más gente pueda disfrutar de este bosque. La belleza de este lugar no puede ser consumida sólo por unos cuantos privilegiados. Nuestra intención es poder compartir todo esto, crear aquí una antorcha de esperanza donde se reconcilie el espíritu humano con el espíritu de la Naturaleza.

Cuando esta mañana me ponía las botas de agua y jugaba como un niño chico con todos los charcos y arroyuelos que me encontraba entre árboles y sendas, sentía esa necesidad explosiva de poder hacer de este lugar un sitio de encuentro y compartir. La vida en los bosques no es tan dura, sólo debemos adaptarnos a él, dejarnos sumergir por su baile, por los elementos que la dominan y ser uno más entre sus ramas, entre sus alaridos salvajes, entre su belleza primordial. En este silencio, alejado del ruido de la ciudad, de la televisión, de los centros comerciales, de los estímulos pasajeros, de las adormideras del espíritu y de lo superfluo uno se siente más cerca de la creación, más cerca de lo esencial de la existencia.

Hoy he sufrido un bautismo salvaje, una especie de reconciliación natural con la naturaleza. He tocado el barro con mis manos y he sumergido toda mi alma en el agua de lluvia. Me he dado cuenta que para vivir no hacen falta muchas cosas. Quizás un poco de voluntad e imaginación, algo que la humanidad siempre ha tenido a raudales. Tal vez eso haga falta para que el mundo pueda remontar esa reconciliación necesaria con la naturaleza. Acaso los avances tecnológicos ayuden a volver a ser uno con la lluvia y con el canto del pájaro, a volvernos a retorcer de amor y libertad en los prados verdes y los bosques salvajes. Algo dentro de nosotros resuma esa necesidad de volver a lo irracional, de retornar nuestras vidas a los senderos de la magia, del bautismo, de las cuestiones primordiales. De aparecer desnudos ante el bosque y dejar que lluvia lave nuestras almas.

Día 2. La danza del bosque.


DSC_0505

Es hermoso observar el balanceo de los árboles que tengo justo en frente. Es como una especie de danza donde las ramas se rozan unas a otras, donde el palpitar de sus hojas crean esa especie de concierto en La mayor. Ese balanceo me recuerda la sutilidad de todo, y la necesidad de ser flexibles ante la vida, de adaptarnos a aquello cuanto nos imponga, sea bueno o sea necesario para esas cuestiones que nunca entenderemos. Flexibilidad significa también rozarnos y apoyarnos en los otros. Quizás de ahí que los árboles deseen nacer en un bosque donde poder protegerse unos a otros y donde poder apoyar sus ramas como si estuvieran danzando juntos cuando el viento sopla excesivamente fuerte. Es como si todo el bosque se moviera balanceándose abrazado en el espesor de la vida.

Esta noche no pasé miedo. La intensa lluvia no me dejaba escuchar los pasos de los animales nocturnos ni los gemidos de las bestias que renacen en la oscuridad. Hacía frío a pesar del aluvión de mantas, sacos y ropa que llevaba encima. Quizás sea porque el rapado de pelo que me he hecho hace que el calor se escape por arriba. Buscaré un gorro para las noches. Eso me hará bien.

A las siete ya estaba despierto. El día amaneció nublado pero sin lluvia. Hice algunos estiramientos y una pequeña meditación. Desayuné leche en polvo con ricas galletas. Luego cogí algunas herramientas e intenté abrir dos caminos por el bosque y el prado. Uno que facilite el acceso al riachuelo para coger agua y el otro hasta el que será mi nuevo retrete, una pequeña explanada cubierta por árboles y grandes matorrales. Aunque esta observación es curiosa. ¿Para qué quiero este tipo de intimidad en un lugar donde no hay nadie? No necesito ni los altos matorrales ni los árboles para que cuiden mi pudor. Aquí sólo habita mi alma y pocos podrán sorprenderme en mi intimidad.

Pocos excepto Marcos, el vecino de la aldea cercana. Esta mañana vino para saludarme porque debió ver movimientos en la finca. Aprovechamos la visita para acercarnos a su casa, subir al gran tractor que posee y remolcar con el mismo la tercera caravana que se había quedado encallada en mitad del camino. La pudimos subir y descubrí que había goteras. Me pasé media tarde intentando taparlas para que no inundara el recinto interior. Seguidamente fui a por agua a la fuente y comí una de esas alubias rojas con arroz enlatadas que me supo a gloria. Realmente tenía mucha hambre, quizás por el frío o por no parar en todo el día.

Me puse de nuevo a trabajar en la empresa y cuando vi que la batería del ordenador se iba agotando irremediablemente intenté buscar alguna solución. Y la encontré en la civilización. A mi pesar tuve que viajar hasta Lugo para comprar una especie de máquina que se enchufa al coche y hace como de transformador para dispositivos móviles. Sin duda todo un invento que me permitirá poder seguir trabajando todos estos días.

La verdad es que la vida en los bosques no tiene desperdicio. Hay tanto trabajo por hacer aquí con nuestras propias manos que uno siente el espectro de la existencia desde otra perspectiva diferente. Me siento feliz. La soledad no me abruma. Los inconvenientes son retos. La danza del bosque anima el alma y la engrandece.

Mi vida en los bosques. Día 1.


DSC_0493

Thoreau era, como diría Lawrence, un aristócrata del espíritu, es decir, lo más raro de encontrar sobre la faz de la Tierra. Retirarse a los bosques es una especie de examen de consciencia. Venimos a este mundo y nunca somos capaces de sentarnos a solas con nosotros mismos. Nos resulta extraño estar en mitad de la nada, bajo el manto de una lluvia helada escuchando los ruidos y alaridos de la noche, perdidos, miedosos, asustados. Comulgar con las bestias, con las plantas y los árboles, con las estrellas y el sigiloso rumor es algo que nos acerca a la llama de lo vital, algo que nos aleja de la futilidad y la absurdidad de la vida y nos aproxima al encuentro mágico y sagrado con la Naturaleza, que es de donde venimos. Pero también es algo que nos aterra y nos incomoda. ¿Se puede vivir sin tanto ruido? ¿Se puede vivir tranquilo y en paz gracias al fruto de nuestras manos?

Decía Henry Miller con acierto que la verdadera jungla no estaba en los bosques, sino en la ciudad. Tenemos que abrirnos camino con el hacha, nos decía, para poder salir de este lugar que nos oprime, nos limita, nos estorba y termina inhibiendo a los espíritus libres. Los sabios, decía, siempre vuelven a la tierra, a la naturaleza, como una necesidad inherente a su creatividad y su necesidad de emancipación.

Cuando esta mañana me disponía a marcharme y compraba algunas cosas para poder sobrevivir los primeros siete días en el bosque no pensaba en estas cosas. Tras viajar durante más de cinco horas por el placer de perderme entre bosques y caminos poco transitados, terminé en O Couso. Aquí llovía, e incluso cuando estaba subiendo la montaña cayó algo de granizo. Al llegar se abrió un hermoso círculo en el cielo que me permitió meter las cosas en la caravana, la que será mi nuevo hogar durante un tiempo prudencial e indeterminado. Pude dar un paseo para saludar a vacas y caballos, a pájaros y árboles. A diferencia de la última vez, hoy es un día de frío, muy frío.

Siempre había soñado experimentar esta soledad en el bosque, cumplir con la promesa de hollar la senda de Thoreau y comprobar si la utopía es posible alejados de la maraña metropolitana. Hoy es el primer tímido paso hacia esa promesa. Enfrentarme a la noche, al frío, al silencio asfixiante, a los ruidos nocturnos, al bosque. Habrá muchas incomodidades que sortear, pero habrá mucho tiempo para desgarrar al ser interno y dejarlo fluir hasta donde pueda. Aquí no hay agua ni luz ni ningún tipo de comodidad. Si tengo ganas de ir al lavabo tendré que abrirme paso en la maleza. Si deseo ducharme tendré que buscar el arroyo. Comer será un ritual al que habrá que dedicar tiempo. Podré escribir mientras me quede batería y tendré algo de luz por las noches si consigo que las pilas de la lamparita aguanten suficiente. Lo demás es incertidumbre, arrojo, osadía.

Como todos los años en estas fechas, llega el momento de explorar al ser. El año pasado fue el Camino. Este año será el Bosque.

La última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra


a

La frase es de Abraham Lincoln, uno de los defensores del conocido “Destino manifiesto”, esa especie de misión nacional que pretendía expandir territorialmente las virtudes del pueblo americano. En la Alemania nazi se llamó a ese deseo “lebensraum”, pero más que virtudes era una necesidad biológica de crecimiento y expansión. Una necesidad vital del pueblo alemán para adecuar su espacio vital a sus necesidades de crecimiento.

El “Destino Manifiesto” americano se llevó por delante a millones de indios norteamericanos y el rapto y sometimiento de esclavos negros secuestrados en África para poder sostener la compleja “misión” americana. En Europa, el “lebensraum” se llevó a más de cincuenta millones de seres humanos por delante.

Esta reflexión viene dada por lo que aún sigue ocurriendo en el mundo. En Ucrania, sin ir más lejos, o con los sentimientos nacionalistas o patrióticos de uno u otro lado que no pueden más que acarrear más problemas en la débil organización geopolítica actual.

Cuando el otro día paseaba por las tierras que desde la fundación pudimos comprar, sentía cierto alivio interior al identificar las mismas con un principio poderoso: la no propiedad privada de esos bosques, de esos prados, de esa casa de piedra del siglo XVI. Era una sensación nueva y extraña. El poder transitar por un lugar que no era de nadie, que había sido liberado del yugo del egoísmo visceral del ser humano. Una tierra de uso y disfrute de todos, pero no de apropiación, no de uso mercantilista.

Y de alguna forma sentí también la necesidad de un destino manifiesto, de un lebensraum interior crecedero hacia la expansión de ese ideal para seguir liberando tierras y territorios del yugo carcelero, esclavizante y tirano al que estamos sometidos. Sentí la necesidad de arrebatar de esa tierra banderas, naciones, patrias e instituciones que quisieran abducir su verde esplendor o su tierna coraza de alamedas y bosques. De alguna forma sentí que la última y mejor esperanza sobre la faz de la Tierra era seguir liberando todos los bosques y los ríos y las montañas que fueran posible. Porque de alguna forma, la nueva virtud, el nuevo anhelo de libertad debe pasar inevitablemente por la emancipación de ese alto ideal. Una tierra sin banderas, sin propietarios, sin esclavos del trabajo o la hipoteca o la nación o el estado. Una tierra adulta y libre capaz de ser compartida desde la fraternidad y la asunción de un nuevo mundo. Esa es mi mejor esperanza, y sobre ella versaré el resto de mis días.

(Foto: Tierras libres de O Couso).

 

Deslizándonos por las brasas


O Couso

Esta mañana estábamos recogiendo las últimas brasas del campamento improvisado en O Couso. A pesar de la chispeante lluvia matutina, las llamas aún ardían tras toda una noche en ascuas y unos días espléndidos de luz y vida. La luna roja, llena, nos acogió con su fuerza. Esta misma noche, aún recién llegados de Galicia, lo celebrábamos en el Centro Dharana con la que ha sido nuestra primera meditación conjunta y abierta. Así será todos los martes a partir de las ocho. Una meditación sencilla acompañada de un compartir sincero y un alegre ágape donde expresar lo que nos venga en gana.

Lo cierto es que las emociones se han ido acumulando estos días. No digamos las experiencias. Tras la maravillosa inauguración del Centro Dharana en la calle Minas no hemos tenido tiempo de digerir todo lo ocurrido. Gente bonita, amigos, personas que pasaban por allí, todos participaron desde la emoción contenida en el círculo, en el lazo místico, en la respiración conjunta, en el canto, en la ceremonia de consagración, en la meditación, en el compartir, en los abrazos, en la intensidad, en el amor de cada instante. Nadie quería marcharse y allí estuvimos hasta más tarde de la media noche.

Tras este acontecimiento nos fuimos a vivir nuestros primeros “tres días de experiencia” en O Couso. A la aventura se nos sumó Carmencita y luego nos acompañó Chari, la cual nos trajo un montón de herramientas para que estos días no estuviéramos parados. Tuvimos tiempo de trabajar en el jardín y en los muros de piedra y tuvimos tiempo de recibir a Sergio, nuestro primer peregrino que tuvo la osadía de caminar desde O Cebreiro hasta O Couso sin parar y compartir con nosotros una noche en las caravanas. Para nosotros fue como una especie de confirmación, de regalo, de ánimo interior. Nuestra primera asentada en las caravanas y nos llegan estas muestras de cariño y confianza. Ver a Sergio junto al fuego nocturno, allí con nosotros, con su mochila cargada de esperanza y vida ha sido todo un presente del universo.

Por eso cuando esta mañana nos despedíamos del lugar, sentíamos una sensación de fortaleza y ánimo, de fuerzas para seguir adelante y cumplir con nuestra parte a sabiendas de que todo esto no es más que una muestra, un grano de arena en la gran tarea. Y también nos sentimos afortunados y agradecidos cuando hoy, de nuevo, tras el viaje desde Galicia y tras la meditación de luna llena en el Centro Dharana fuimos arropados de nuevo por gente bonita con la que hemos compartido una tarde intensa.

Toda esta magia nos hace pensar que existe un mundo nuevo y diferente más allá de nuestras propias preocupaciones diarias. Y que ese mundo ya se está materializando, aquí y ahora, en cientos de lugares que vibran con esa necesidad de cambio. Así que Gracias a todos aquellos que de alguna forma estáis siendo partícipes de esa transformación. Nos vemos en la próxima cita. Nos abrazamos de nuevo de forma sentida y amable.

(Foto: ayer paseando por los increíbles alrededores de O Couso).