La Sociedad Armónica


Una revolución se acerca… no tiene nombre… es silenciosa… es imparable… seamos partícipes de la misma…

Durante algunos años, primero desde la cárcel y más tarde desde el ámbito de la libertad, hemos discutido hasta la saciedad cuan necesaria es una revolución a todos los niveles. El Sistema del que habla Mario y la Estructura que esbocé en mi segundo ensayo necesitan de una revisión profunda y particularmente urgente para poder mirar al futuro con cierto optimismo. Pero haciendo una revisión seria del pasado nos damos de bruces con una realidad sorprendente: esta necesidad de cambio hacia una posición mejor siempre la hemos perseguido. La imaginación utópica resurgió con fuerza en momentos de la humanidad que requerían una particular trascendencia hacia un estadio superior, entendiendo esta superioridad como algo mejor a lo conocido hasta ese momento. Desde los monacatos primitivos hasta las ideas platónicas o pitagóricas, el socialismo utópico, las comunas o las comunidades intencionales de nuestros días, son muchos, a lo largo de los siglos, los que han sentido y proyectado en la realidad experimentos encaminados a una mejora de la convivencia y la vida humana.

Pero todos esos experimentos no han solucionado la gran paradoja en la que vivimos y nos movemos especialmente desde hace unos cien años y se muestran ante la historia como fracasos incipientes y continuados. La técnica y la tecnología han mejorado en muchos aspectos la producción en masa y la convivencia entre las naciones, pero ha creado, a su vez, peligros reales de destrucción y auto extinción. En muchos aspectos hemos mejorado sin duda, pero en otros hemos retrocedido quizás por una falta de control o una inevitable pérdida de sentido de quienes somos y cual es nuestro lugar en el universo conocido. La desconexión entre el campo emocional y el campo mental ha sido tal que resulta difícil reconciliar dos aspectos imprescindibles para reencontrarnos con el equilibrio necesario.

Cada especie administra sus propias fuerzas para sucumbir irremediablemente al equilibrio natural necesario. Eso no ha ocurrido con lo humano, rescatando de la arbitrariedad y el orgullo una necesidad de conquista y expansión que no conoce límites. Su falta de control y desconexión con el mundo natural ha hecho de nosotros una plaga peligrosa capaz de destruir todo cuanto alcanza.

Pero no todo tiene porqué percibirse desde un arrojadizo pensamiento catastrófico. Dicen que las mejores ideas nacen de las peores crisis. También las revoluciones y los cambios profundos que han de procurar una vida mejor para la raza humana. Y esta crisis vivida en nuestros días debería servir a los teóricos y pensadores sociales para tejer la visión de un mundo nuevo basado en unos valores profundos y unos cambios revolucionarios a la hora de entender y conjugar nuestra existencia y convivencia entre nosotros y el medio. La imaginación especulativa resuelve la carencia de ideas, el miedo y la aversión hacia todo lo que resulte nuevo y novedoso.

Los ingenieros de la nueva sociedad no deben cometer el error que utópicos del pasado como Fourier cometieron. Durante más de diez largos años, este socialista utópico esperó todos los días de doce a una de la mañana a que algún rico acudiese a la cita que venía anunciando públicamente desde 1826 para iniciar la comunidad perfecta. Esta larga y estéril espera no es viable en un mundo de continuos cambios y avances, y sería más lógico pensar que la revolución puede hacerse desde abajo hacia arriba, desde lo más pequeño y singular hasta lo más grande y complejo, que es desde el individuo a la sociedad y su estructura. Ese hombre rico que esperaba Fourier para hacer realidad su proyecto utópico nunca apareció, dándonos un ejemplo histórico de que la consciencia no necesariamente va emparejada con la riqueza y de que en muchas ocasiones, la una necesita de la otra para construir el nuevo modelo.

Sin embargo, en los nuevos tiempos el paradigma profesa con fuerza lo que Mario llama constantemente el Camino del Medio, filosofía budista que pretende conjugar el mundo de la materia con el mundo del espíritu. Detractores existen en contra y a favor de esta tesis, pero parece que la realidad futura promueve este acierto caminar en el que las Cosas del Camino pueden y deben servir para un Propósito mayor y verdadero.

La moral contemporánea y las costumbres son los mayores obstáculos para un progreso mayor. La moral condiciona nuestras ideas y la costumbre moldea de forma rígida toda nuestra capacidad de movimiento y cambio. Nuestra sociedad sufre de estreñimiento precisamente por esa anquilosada estructura difícil de modificar, y es ahí donde el camino del medio pretende penetrar para purificar con sus aguas los residuos del pasado.

Las discusiones de estos últimos años han ido encaminadas a buscar soluciones que pasaran inevitablemente por encima de El Sistema pero a su vez, utilizando sus cosas buenas para mejorarlo o transformarlo. La base filosófica profunda que Mario promulga tiene que ver con El Silencio, al que añadiría con su permiso lo de Absoluto, en el que hombres y mujeres libres trabajan sigilosamente para mejorar y transformar el mundo. El sueño de La Montaña tenía que despejar esa duda y proveer de Silencios un mundo excesivamente ruidoso. De ahí la necesidad de un ejército de personas invisibles, anónimas, que trabajen y sirvan para transformar desde sus pequeñas parcelas una realidad que requiere la urgencia de actuar.

Los utópicos pasados hablaban de la crisis de nuestra sociedad y suponían que el siguiente estadio en la evolución humana sería entrar en la sociedad armónica. Nuestra sociedad actual, llamada ya por entonces como sociedad civilizada, corrompida por innumerables vicios económicos, políticos y de toda índole, supone un obstáculo para el avance hacia el nuevo mundo. La abundancia universal y la paz social, sin dejar atrás un justo equilibrio entre los miembros humanos y el medio circundante serían requisitos imprescindibles para ingresar en ese nuevo estadio. Para que esto fuera posible, Fourier avanzó en su día que harían falta 2.985.984 falansterios, ni uno más ni uno menos, conquistando con ellos el sueño utópico de una vida mejor. En nuestros días, quizás haga falta esa suma de personas capaces de influir en la sociedad y hacerla libre: libre de sí misma, libre de su pasado, su presente y su futuro, libre para decidir qué camino es el más indicado para disfrutar de una vida plena. No es necesario, por lo tanto, la organización de la vida social, si no la transformación radical de la misma. Y esa transformación revolucionaria será conocida por la Revolución Silenciosa.

Ahora toca proyectar el futuro, imaginarlo, mejorarlo, y a continuación, como arquitectos de una gran obra inacabada, ponernos a trabajar con la dureza que haga falta para que la nueva visión sea materializada cuanto antes. Ese es nuestro destino irremediable antes de que la raza humana acabe en un recuerdo cósmico sin importancia.

3 respuestas a «La Sociedad Armónica»

  1. ""La moral condiciona nuestras ideas y la costumbre moldea de forma rígida toda nuestra capacidad de movimiento y cambio.""Esta frase tuya, Javier, que acabo de reproducir del post echa mucha luz a lo que está ocurriendo actualmente. Haz dado en el clavo.Hay que buscar los puentes para que la revolución silenciosa, pero con muchas palabras, empiece a caminar.¿ Y por qué no puede iniciarse este movimiento en La Montaña, tantos años olvidada ¿ ¿ Os da miedo compañeros ? ¿ O son muchos los intereses creados ?El paseante solitario

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