Carta a MP.


Desde que me hice “editor” de tu hermano, como a él le gusta llamarme de forma cariñosa, lo veo más a él que a ti… hay que ver las sincronías extrañas que tiene la vida, ¿no te parece? Nos conocemos en un lugar perdido, casi de casualidad, en mitad de la nada jienense, frustramos aquel sueño común de marcharnos a Madrid y por cosas del destino, la familia M. une y refuerza sus lazos con el que suscribe a base de libros y poesía… A veces uno se pregunta qué fuerzas extrañas son los que nos unen a las personas… fuerzas que a veces rozan lo mistérico… ¿acaso no es un misterio que el otro día estuviera comiendo en casa de E. una ensalada vegetariana hablando sobre cosas de las que hablaba contigo diez años antes? Es como si aquel egregor que creamos a base de Leolos y Oliverios fuera tomando vida en el curso de nuestras vidas y de vez en cuando se encarnara para recordarnos aquella frase que se hizo nuestra de la urgencia del vivir… Pasa el tiempo, claro que pasa, pero ahí estamos, permaneciendo en ese lazo místico…
Curiosamente, el sentimiento es inamovible. Siempre presumíamos de que éramos muy buenos amigos, de lo mejorcito que hemos encontrado en nuestros caminos. Y a pesar de los silencios y las distancias, sigo pensando lo mismo. La razón es simple: la influencia ejercida perdura. Y de vez en cuando está bien dar rienda suelta a ese egregor y despachar a gusto cuatro palabras que merecen ser oídas.

Por cierto, de nuevo dejé escapar a la que sabe volar… creo que soy un caso sin remedio. Antes me empeñaba en buscar a la que sabe volar, y ahora, tal y como tú muy bien dijiste aquella tarde en Linares, me empeño en dejarlas marchar. Y a veces pienso que es por pereza o simplemente por cobardía. Para volar es necesario suprimir de nuestro impás todo aquello que nos lastra. Y esa es una tarea difícil… Con los años vamos acumulando manías, cosas inútiles, empeñamos nuestras vidas viendo como el tiempo se desliza por entre las manos… Y esa acumulación de talentos infructuosos nos alejan del verdadero propósito del vivir…

En fin, te quiero imaginar viva y feliz, recordando viejos aleph pero creando otros nuevos, quizás bajo una farola que ilumina momentos únicos y que, partiendo de esa proximidad que nos da la certeza, te hace volar hacia universos paralelos, mundos increíbles y promesas de hace tiempo… Te imagino, te quiero imaginar, tremendamente libre…
Tu siempre amigo,

J.

Deja un comentario