De lo público y lo privado


Estimada M.,

En el libro Creando Utopías hablaba de la importancia del cotilleo en la cohesión social. Es una teoría sociológica que esboza muy bien Nicholas Humphrey en su libro “La mirada interior”. Hay una frase muy bonita que dice: “la historia de la sociedad humana en los últimos miles de años es la historia de lo que las personas se han dicho unas a otras, de lo que han pensado unas de otras…” Luego habla de la función social del chisme y todo eso. El problema del chisme, al menos del chisme con el que me he topado aquí en estos lugares, es que como tú bien dices, se hace con cierta malicia y normalmente para derrotar al otro, temiendo que de no hacerlo, él nos va a derrotar a nosotros. Los apodos sirven para eso, para ningunear a unos y a otros y sentirse uno mismo a salvo de toda malicia. A mi me han puesto a parir, por ejemplo en política, pero lo gracioso es que eran por delitos que no había cometido, igual que Anibal en el Equipo A. Por eso ahora tengo un diálogo irónico, diría que de risa, con la política. A la pobre M. la traigo loca y hace un poco de madre conmigo, como ella dice. Le agradezco el gesto pero me resulta difícil conjugar algo macabramente absurdo si no tiene el aliciente de la broma o el chiste. Es decir, que si me encuentro con tipos de cincuenta años con actitudes de niños adolescentes, lo menos que puedo hacer es reírme. Si me lo tomo en serio, como hace M., acabaré desquiciado. Por eso me tomo a broma todo lo que dicen de mí, que no es poco. Forma parte del juego de las máscaras, y todo lo que hay detrás de ellas…
En fin, son cosas graciosas que ya no me hacen daño, sí reconozco que siento cierta curiosidad por “el qué dirán”, pero única y exclusivamente por haber elegido un ámbito de actuación, el “público”, que requiere de ese juego. En mi vida privada, te aseguro que no pasan estas cosas. De hecho, creo que nadie conoce ni una décima parte de mi vida privada. Incluso lo que escribo en el blog es sólo una parte de esa décima parte. Podría explicar muchas más cosas que callo, pero entonces seguramente tendría que irme del pueblo y quién sabe si del país… Lo malo o lo bueno de mi oficio, si me permites la vacilada, es que conoces realidades y cosas que espantarían a cualquiera. Por eso estas cosas que pasan en el día a día suenan a cachondeo… No las puedo tomar en serio porque realmente no son serias… Serias son otras cosas, como los niños que se mueren diariamente de hambre en el tercer mundo mientras que aquí nos peleamos por idioteces… En fin… para qué ponerse dramático…
De ahí que aunque para algunos no lo parezca, realmente soy un ser muy discreto… y a veces excesivamente silencioso y celoso de su intimidad…
Gracias por tus letras y si me lo permites, editaré esta carta en el blog como forma de cohesión social… como no relevo ningún secreto de estado (de momento) ni nada que afecte a la vida de los demás, no creo que haga daño a nadie… Y lo privado se vuelve público siempre y cuando sirva para algo, aunque ese algo sea el sentirnos más libres…

(Ilustración: La masonería, la cual estudié en la licenciatura y sobre la cual escribí mi primer libro «Entrevista a un masón, Perspectiva antropológica de una realidad ignorada», presume de ser una sociedad discreta. Sin duda lo es, mal llamada antiguamente secreta. Los secretos masones existen, pero nada tienen que ver con esos que se imaginan en el imaginario colectivo. Su discreción es envidiable, de ahí que me haga gracia esta caricatura masónica sobre lo que pasaría si hicieran una «tenida» al aire libre).

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