Anfitrión


Los que me conocen un poco saben que soy un desastre como anfitrión. Siempre suelo dejar las llaves del coche, de la casa y de todo lo que haga falta con tal de que se sientan a gusto. Pero luego están los pequeños detalles. Lo he pasado muy bien con A. La verdad es que su visita ha servido para darme cuenta de muchas cosas hermosas que la vida nos ofrece en cuanto abrimos las puertas de nuestra vida. A ella no le ha importado que pudiéramos cenar cosas francamente sencillas como pan con aceite o un mix5 de frutos secos, como pasó ayer en un hermoso paseo por Córdoba. Y quizás, analizando lo bien que ha ido todo, podría pensar que fue gracias a la naturalidad de ambos en cada momento. Las anécdotas se multiplicaban por el dejarnos fluir. Lo mismo daba desnudar nuestras vidas ante un helado río o perpetuar el recuerdo bajo la atenta mirada de Júpiter o Venus, tanto monta. Lo hermoso de todo es que fuimos francos, y de ahí que el trueque mínimo fuera una excelente excusa para sentirnos humanamente afortunados. Doy gracias por su visita y su generosa existencia. Si todos fuéramos un poquito como A. las cosas del mundo irían mejor… En la sencillez de las cosas están los grandes aciertos… Aún queda más pan y aceite… todos estáis invitados al festín…

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