Los pormenores de la consciencia cósmica


Algún científico nos recordó amablemente que éramos polvos de estrella. Tan sutil descripción nos hizo pensar que si mirábamos constantemente al firmamento y nos dejábamos fluir por su inmensidad sentiríamos cierta añoranza cósmica nacida de nuestros orígenes estelares. Sin duda la añoranza existe. Miramos constantemente a las estrellas, nos interrogamos sobre los misterios que encierran todo ese cúmulo de astros brillantes que giran y giran constantemente sobre otros ejes mayores sin que aparentemente sepamos el motivo de tan desdichado, repetitivo y continuo viaje. A muchos nos gusta eso de tumbarnos boca arriba en la hierba primaveral y contemplar al infinito. Dicen que así nacieron los filósofos, y que de esa manera se fue fraguando escuelas como las pitagóricas, las platónicas, las socráticas, los escépticos, los gnósticos, los mistéricos, los sofistas, los estoicos, los escolásticos, los neoplatónicos, los humanistas, los existencialistas, los idealistas, los irracionalistas… y así hasta casi el infinito… Tantas escuelas, tantas tendencias casi como tantas estrellas existen en el cielo. Y todos interrogándose al mismo tiempo sobre tres básicas preguntas que hemos intentado contestar con difíciles y complicados argumentos. Un exceso de racionalidad para algo tan simple como tumbarse y maravillarse ante el infinito, descubriendo, a su vez, lo increíble que resulta ser partícipe del mismo.

Deja un comentario