Los reyes se han vestido con sus mejores galas, cargados de regalos comprados a base de Visa y además, justicieros de niños: para ti una playstation y para ti carbón. ¿Te has portado bien, niño? Pues eso… Y es que los reyes nacidos en la modernidad han olvidado que todos los niños son inocentes, incluso aquellos que hoy no recibirán ni siquiera un trozo de carbón para alimentar los fuegos de las pobres cocinas de sus madres. Y es que los reyes modernos están cansados. Los valores del consumismo les han alejado de su verdadero propósito: adorar al niño mediante un sencillo y humilde gesto de generosidad. Por suerte, los príncipes, hijos de las tres realezas, han vuelto a ver la luz en el cielo, la estela que los guiará hasta el pesebre. Y allí, en un tiempo no muy lejano, encontrarán a un niño desnudo al cual ofrecerán regalos nacidos del corazón. La simbología de esta noche es tan hermosa y profunda que muchos olvidaron la importancia del relato mitológico para centrarse en lo puramente epidérmico. Si algo tiene de bueno la tradición es que aún estamos a tiempo de recuperar sus esencias y expresarlas generación tras generación con el único propósito de no olvidarnos de nosotros mismos. Las historias, los mitos, las leyendas, están ahí para recordarnos nuestra mágica y maravillosa existencia… Ojalá esta noche los príncipes herederos sepan recordar a esos niños desnudos la importancia de la economía del don, del regalo, de la generosidad en su más extensa plenitud. Feliz noche de… príncipes…
