Carnaval Político


Me encantan los ritos de carnaval. Son rituales nacidos popularmente para transgredir las normas establecidas y ridiculizar la realidad, a los gobernantes y todo cuanto tenga que ver con las instituciones serias y respetables. Ayer asistí a un nuevo carnaval político donde como siempre faltó seriedad y respeto. Eso ocurre cuando no se sabe muy bien qué es eso de hacer política, qué significa ser político, estar, o mejor dicho, saber estar en política. Es triste ver como el noventa por ciento de la ciudadanía entiende a la política como un circo mediático donde gana el que más idioteces dice en una fórmula que sería algo así como: idiotez por segundo más grito al cuadrado.

Cuando muy joven empecé a participar en política, mis buenos mentores, aquellos románticos que aún creían en el ideal de luchar por un mundo más justo, me dijeron eso de: la política se hace en la calle, con hechos, con buenas acciones. Era de mandado cumplimiento que todo el que estuviera en política activa lo hiciera participando en asociaciones vecinales, en organizaciones sin ánimo de lucro, implicados en la cultura, en los medios sociales, en movimientos solidarios… Así que esos políticos de base cogíamos nuestras mochilas llenas de esperanza y nos íbamos a luchar no desde los púlpitos sino desde la base misma, desde la calle, aportando ideas, trabajando duro y sin pedir nunca nada a cambio.

Pero ahora resulta que los nuevos políticos basan su única labor social en ir a las monterías o los bares para poner verdes a todo el que ose mover un dedo. Y como eso no es suficiente, luego van de vez en cuando a las asambleas para criticar lo que otros hacen, o simplemente para boicotear unas ideas que no tienen que ver con eso de ir a las monterías o los bares. Es entonces cuando el asco, la náusea y la repugnancia se hacen amigos de lo insoportable. ¿Dónde están los activistas? ¿Dónde están los verdaderos políticos?

Así que con vuestro permiso, me voy a disfrazar de nuevo, recogiendo de mi armario toda chaqueta que se ajuste a lo más irreverente y entonando un fuerte saludo cara al sol, puedo decir y digo:

  1. A los políticos de salón: iros a vuestra casa. Dejad de alimentar vuestros egos y vuestros sillones manchados de excremento de sapo baboso. Si no tenéis nada más que aportar, dejad paso al resto, a los que aún creen en algo. Como diría ese excelso presidente: iros al carajo.
  2. A los políticos sin dientes: ¿de donde habéis salido? ¿Cuáles son vuestras aspiraciones e ideales, si acaso sabéis lo que esa palabra significa? ¿Acaso vais a la política para sacar “partido”? ¿Para colocaros a vosotros en algún puesto y vivir de la sopa boba? ¿O para colocar a un tío, sobrino, hermano, cuñado, amigo, hijo o familiar cercano en primera, segunda o tercera línea de afiliación?
  3. A los políticos sin vergüenza: ¿Alguien os explicó alguna vez que era eso de la convivencia, el respecto, la dignidad, el apoyo mutuo, la fraternidad, la igualdad, la libertad, la educación, la cultura, la seriedad, el trabajo? Si no tenéis nada bueno que aportar, hablad de milenarismo, cojones ya.
  4. A los políticos ladrones: A estos directamente a la cárcel. A todos los que chupan, los que roban, los que malversan fondos, ya sea un euro o mil millones, si eres un ladrón, devuelve lo que has robado con dignidad y si no lo haces deja que el peso de la justicia caiga sobre ti.
  5. A los políticos de nuevo cuño: profesionales del chantaje, la distorsión, la agresión, el odio, el sibilismo, la podredumbre. Llegáis salidos de la nada, dais cuatro voces y pensáis que por gritar más tenéis más razón. Ya lo dijo Unamuno: venceréis pero no convenceréis.
  6. A los políticos desencantados: Pobres, como os entiendo. No es para menos. Pero no está el tiempo para desencanto. La única forma de acabar con la tiranía impuesta por el orden y la costumbre es con trabajo, trabajo, trabajo.
  7. A los políticos que no son políticos: A esos el tiempo y la historia los juzgará.
  8. Y a los políticos que si lo son: esos que están en política porque su única ambición es ver una humanidad más justa y libre, más plena y satisfecha, ver como sus conciudadanos disfrutan de mayores bienes y como la felicidad se instala entre los suyos. A ese, ánimo… hay mucho por hacer…

Una respuesta a «»

  1. Para los buenos, los honrados, los que quieren una sociedad más justa y digna, no hay sitio en la pólitica. A éstos los deplazan y los relegan porque, los que no son así, saben que los descubren.

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