Berreando de lugares comunes


Esta mañana me marché a Sevilla con Salvador, que así es como he bautizado a este pajarito que no quiere morir. No quería dejarlo solo así que estuvo conmigo en la universidad de Sevilla y en el Ikea, donde fui a comprar algunas cosas difíciles de conseguir por estos lares y que me hacen falta para preparar ese aluvión de personas (más de treinta) que estarán en casa a final de mes. En la universidad me pasó algo curioso. Fui a la biblioteca a por un libro que no encuentro por ninguna parte, de Victor Turner, y que está allí. El bibliotecario, o mejor dicho, el becario que atiende el lugar, me miró extraño por lo inusual de que un usuario fuera a la misma en pleno junio. Me acerqué a él y le pedí el libro de Victor Turner. Me miró con cara de hola y adiós y me dijo que mirase en la base de datos informática si estaba disponible. La base de datos iba muy lenta y cuando por fin, después de más de quince minutos de eterna paciencia la ficha de Turner apareció, la red se colgó y se perdieron todos los datos. Le dije al bibliotecario-becario que la base de datos no funcionaba, y que si era tan amable de buscar el libro en las estanterías interiores, restringidas, sin acceso al público por falta de espacio. Me dijo que eso no era posible si antes no lo miraba en la base de datos, y que si la base de datos no funcionaba buscara otro ordenador en las otras bibliotecas de la universidad para mirarlo. Fue en ese momento cuando entendí la importancia de la meditación porque lo primero que se me pasó por la cabeza fue levantarlo de su sillón y darle un golpetazo con el pequeño Larousse que tenía al lado. Pero respiré, a pesar de la indignación y el coraje, y me marché estúpidamente. Luego, sentado junto al pajarillo, me di cuenta de que había obrado mal, y mientras le daba un chusco de pan mojado en agua sentí que el haberme marchado sin aclarar esa situación incómoda no fue buena cosa. Y entonces fue cuando caí en la cuenta de que nos han educado a soportarlo todo, a tragar con las injusticias y mirar a otro lado cuando alguien nos suplanta la dignidad. El becario entendía que el sobre esfuerzo de levantarse para mirar en la estantería correspondiente no estaba contemplado en su beca. Y menos aún una mañana de junio acalorada. Pero me pareció tan increíble la situación que ni siquiera tuve tiempo de reacción… excepto la de insistir por dos veces y decir que había hecho doscientos kilómetros sólo para encontrarme con ese libro. Respuesta: silencio. Silencio indignante, como esta sociedad que prefiere callar y aceptar cualquier cosa con tal de no ser molestada. Y como usuario, pues queja al canto y poco más. A ver si cuando le tiren de las orejas a este ser la próxima vez atienda con mejor asertividad al prójimo. Menos mal que Salvador, el pájaro loco, me entiende.

3 respuestas a «Berreando de lugares comunes»

  1. Tienes toda la razón, callamos, nos vamos con el cabreo padre, pero no hacemos nada, como decían Martes 13 » somos de somoscalla»
    Es como cuando vas a urgencias y te das cuenta que la palabreja no le va, que debería llamarse lentencias…Yo siempre digo que tenemos que perder nuestro tiempo en las hojas de reclamaciones disponibles en todos estos lugares, pues si todos callamos no se solventa nada.
    En fin, que me alegro de que por lo menos Salvador y el salvado esten bien. Por cierto, parece una cria de Jilguero y le puedes mezclar huevo cocido con bizcocho, magdalena o galleta, que cuando son pequeños el agua con el pan les suelta mucho su digestión. He tenido la suerte de criar jilgueros y otros pajarillos y preparate que va a ser inolvidable 🙂 Cuidaros mucho

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  2. Practico una técnica… que funciona muy bien… no es efectiva al 100%, pero ayuda a que uno se quede tranquilo y no llevarse el mal rollo…

    Cuando una cosa así me sucede y empatizo con la sensación de dejadez, pesadez, desamino, descortesía… o simplemente mala educación; en primer lugar Sonrío ampliamente, miro a los ojos directamente y por último utilizo las palabras… pero me aseguro de que mi aptitud transmita una comunicación positiva…

    En alguna ocasión cargada de paciencia y de sentido del humor, he cortado el momento, me he dado la vuelta me he marchado 5 min… y he vuelto…
    Entonces con una amplia sonrisa, digo, vamos a empezar de nuevo, necesito que me escuches, necesito que me ayudes y estoy segura de que puedes hacerlo, por eso he vuelto…

    Si esto ya no funciona, hay que buscar a otra persona, otro momento, otra biblioteca… otro libro… otro método para conseguirlo…

    Si te puedo ayudar a encontrarlo, dímelo y te ayudare a buscarlo.

    Un abrazo

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