Naciones y Estados: la ilusión de un destino


Leía con atención un texto sobre crítica antropológica que trataba sobre el uso, o mejor dicho, el mal uso de la palabra cultura. Coincidía con la idea de que la cultura no se puede unificar en un campo ideológico o territorial como algo sólido e inamovible. Conceptos como “cultura europea”, “cultura española” o “cultura catalana” son estereotipos de algo que realmente no existe más que en la ideología política de algunos.

Se habla desde siempre de los peligros que comporta la idea de una identidad única, casi elitista en contraposición con el resto, de un concepto claro de poder absoluto en nombre de la cultura, la lengua, el territorio… Este tipo de ambigüedades fueron las primeras argumentaciones que se utilizaron políticamente para conseguir réditos electorales. En Cataluña había funcionado hasta cierto punto. El batacazo del tripartito ha supuesto un cambio epidérmico en el electorado que premia más al discurso identitario-económico –véase el vertiginoso ascenso de Laporta y su Solidaridad Catalana o la victoria de CIU- que al identitario-cultural con PSC, ERC y IC a la cabeza. Ciudadanos por Cataluña, la plataforma que nació desde la crítica intelectual, ha quedado igual, quizás porque la crítica intelectual no puede existir en un país donde el pensamiento único –nacionalismo o catalanismo- supone el magma mayoritario y sociológico de Cataluña.

Los analistas quizás conciban que la sociedad está madura para entender que no es un problema cultural lo que separa a Cataluña de España, sino un problema económico. Dicho así, muchos no entienden porqué desvincularse de España como proyecto político pero no de Europa. ¿Por qué la necesidad de un nuevo Estado dentro de una región supranacional como lo es Europa? El problema no es ni mucho menos económico. No se trata del expolio español hacia el territorio catalán. Se trata de ciudadanos que viven en España, y por suerte o desgracia, la España de nuestros días tiene ciudadanos con más recursos en unos que en otros territorios. Lo mismo ocurre en el proyecto Europeo. No creo que los alemanes o franceses piensen que España, Portugal o Grecia estén expoliando a Europa o viceversa, no creo que piensen que Europa los estén expoliando a ellos… ¿o sí? De nuevo un problema de interpretación, de semántica, o quizás de egoísmo humano extrapolado a territorios y sociedades. De nuevo el egoísmo, de nuevo la visceral manía animal de pensar en territorios, y no en personas. De nuevo los animales políticos meando en las esquinas para señalar su espacio y mostrar ante el resto donde empieza y acaba sus dominios. Absurdo, totalmente absurdo.

La buena vida colectiva no tiene porqué matizarse en la posesión, en nombre de la cultura o la economía, de más o menos poder, de más o menos Estado, de más o menos autodeterminación, de más o menos territorio. La convivencia entre los pueblos, una convivencia social y cultural, pero también económica y política,  debe pasar por el buen entendimiento de unos con otros. La polaridad del Estado-nación no tiene porqué ser el objetivo a seguir de los políticos que pretenden una mejor calidad de vida de sus conciudadanos.

La autodeterminación es necesaria, no dudo de ello. Pero debe empezar de abajo a arriba. Es decir, la esencia de la misma debe partir del ciudadano, de ahí a su barrio, a su pueblo o ciudad, a su comarca, a su región, a su país… No al revés. La tutela absolutista de los políticos con respecto a la gobernabilidad de sus ciudadanos pasa por ese matiz que subraya la incapacidad del ciudadano a dirigir su destino, necesitando de una determinación política que arremeta sobre decisiones importantes para la organización de la vida privada.

No hay que crear más estados-naciones, sino reducir, adelgazar los que existen. Eliminar la máquina burocrática y reembolsar la soberanía al ciudadano, al individuo libre que presta parte de su vida a la convivencia pacífica y solidaria. O quizás, para ser más certeros, lo más conveniente sería reorganizar la convivencia política. Pensar en los territorios no como organismos petrificados en un mapa geopolítico, sino como entidades vivas capaces de decisión sobre su presente y futuro. Organismos vivos, habitados, en todo caso, por hombres y mujeres de carne y hueso, capaces de pensar y capaces de dirigir libremente sus destinos.

4 respuestas a «Naciones y Estados: la ilusión de un destino»

  1. Desde hace casi un siglo en Usa aparecieron fuertes dos polos, bipartidismo, desplazando de hecho a un tercero, camino que se copia en Europa, si no en partido en bloques. La soberanía será del ciudadano (como ente social, solidario, civil, participativo….) y no al estilo Usa-Thacher donde lo identifican como individuo frente al estado, self mademan. La autodeterminación sera de base o será una chapuza sin vida propia. Al igual que la democracia será participativa de abajo-arriba, y no lo actual que es delegativa. El individuo, delega su posición de ciudadano en favor de un intermediario, delega sus responsabilidades, no las ejerce, las relega, una dejadez en favor de otros individuos eregidos en representantes, y que como tal no miran al estado como cúspide de una pirámide solidaria, arriba, sino al individuo como un número un consumidor, un elector anónimo, y al estado como una maquinaria que a veces entorpece sus fines.

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  2. C’s como último reducto de racionalidad en una Cataluña narcotizada y sometida al Gran Hermano nacionalista… O estás opositando para tertuliano de Intereconomía o tanto estudio de las utopías ha afectado seriamente tu percepción de la realidad.

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  3. En tiempos de crisis cambian hasta las ideologías políticas a la hora de ir a votar, y es lícito desde el momento en el que se hace necesario abrir de forma espléndida el abanico de prioridades.

    Hablando con mi cuñado antes de las elecciones le dije que creía que ganaría CIU, también creía que iría a votar mucha menos gente de la que fue.

    El PSC no ha hecho bien su trabajo, ha querido contentar a nacionalistas y ha dejado de lado a los que se sienten realmente socialistas, por tanto, los nacionalistas han seguido su curso votando a CIU y los socialistas, posiblemente, también se han ido cerca del partido que puede tener más interés en que Cataluña funcione mejor y que hoy por hoy parece ser CIU. ERC no tiene el poder suficiente para arrastrar una crisis económica y ser capaz de salir de ella, pues no tendría apoyo mayoritario de ningún otro partido con empaque, menos del resto de España.

    Un poco más preocupante es la señal hacia arriba de los partidos que quieren «machacar» al inmigrante. También debemos entender que el ser humano tiende a echar la culpa siempre a alguien y ese alguien, en estos momentos, podrían ser, equivocadamente, los inmigrantes.

    A todo esto ha ayudado, sin duda alguna, la penosa campaña electoral y sus degradantes vídeos.

    Todo se mueve en base a prioridades sobre las necesidades básicas cubiertas, a partir de ahí se podrá seguir jugando bien o mal, depende de lo que vayamos aprendiendo de esta situación.

    Por eso veo tan difícil la idea de no crear más murallas, de no crear más nacionalismos, de ser todos un Uno.

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