Cinco meses de Destino…


Una noche como hoy de hace cinco meses la vida cambió radicalmente. Sonaba la Forza del Destino y parecía que esa música estaba obligada a proporcionar las claves de un nuevo forcejeo con la vida. La magia quiso que esa noche de equinoccio llenara cada rincón de pureza y brillantez. La orquesta celestial gemía ante lo que parecía inevitable. En alguna parte debió estar escrito, quizás con tinta dorada, el hilo que conduciría inevitablemente al centro de ese laberinto. Y allí estaba, en su plenitud, aquellos intensos ojos azules que brillaban como dos luceros del alba en plena penumbra. Aún recuerdo aquella mirada interminable, tan llena de magnificencia y fortaleza que comunicaba con su leve silbido melodías profundas. Y han pasado cinco meses de aquel momento, y los cinco meses han sido como cinco colinas inmensas que había que escalar, como cinco estrellas que había que sujetar con manos siderales, como cinco caminos que conducían a los cinco continentes, entre valles y montañas, ríos y océanos. Y de aquel equinoccio hemos sobrevivido al siguiente. Cinco meses han separado uno del otro. Otoño y primavera que se dan la mano en una extraña conjetura. Estoy feliz por el viaje, por las pruebas superadas, por el aleteo que aún recorre las entrañas cuando recuerdo todo el viraje de babor a estribor. Los mares que nos conducen a la plenitud del alma siempre son inescrutables. Nada ansío de nada, sino seguir explorando sus confines… Gracias Tormenta por todo cuanto me has enseñado… Gracias por todo cuanto has compartido… Los cielos se siguen abriendo ante la promesa del mañana… Las grietas de los abismos que hemos sorteado siguen pareciendo solamente lo que son: pruebas del laberinto. Habrá más vuelos… habrá más cielo… habrá más esperanza… Porque la Forza del Destino marca siempre el compás de nuestras vidas… Y así debe ser…

 

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