“Dios me concedió la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar…
Valor para cambiar las cosas que puedo…
Y sabiduría para saber la diferencia…”
Ese es el sonido que me acompaña estos días… Cada hora reclamando su segundo, cada instante una eternidad de despropósitos… Un anhelo inmemorial, agotado, con su profundo regreso a la oscuridad errante. Ahora entiendo todo lo que se desplegó ante mí… Entiendo como el universo es capaz de ofrecernos los mayores regalos jamás imaginados y como nosotros nos encargamos de mancillarlos, de aborrecerlos, de enterrarlos en nuestros dolores y partos. Sobre lo verdadero y lo falso no sabemos nada. Hoy terminará un nuevo día y no sabremos nada sobre el mundo y sus sueños.
Por suerte la esencia está intacta, por lo que de nuevo se abre el vasto dominio de la experiencia. Por eso no abandono las ansias de que cada día sea extraordinario. La poderosa obra continua. Emitiré los alaridos por el techo de este mundo porque deseo seguir soñando. Alejado de la mediocridad, del ruido infernal del no hacer nada, de no pensar nada, de no sentir nada. La vida por delante grita con su clamor para que estemos alertas, atentos a todos los regalos que han de llegar.
Los náufragos esperan su norte mientras el océano, tan misterioso, los acoge dócilmente. Me he atrevido a abrir la boca aunque el eco solo salpique la inmensidad que mece los tableros o un puñado de arena. Mi yo real está de pie, inmerso en su profunda meditación, contemplando el horizonte a la búsqueda de la sabiduría del mañana. Impasible, ileso, apartado de todo decoro. Plantado en su vertical perfecta, vigilante y expectante ante el imperio de la calma.
Serenidad, valor y sabiduría. La triada perfecta para contemplar el mañana y seguir adelante… ¿Quién anda por ahí anhelante?

Javier, hay que seguir.
No queda otra.
Quizás nos podamos «liar» la manta la cabeza e irnos a vivir a la montaña para siempre, con las cabras, sólo con ellas… y pensar que eso es todo.
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Pienso, complaciente, que tu texto demuestra una actitud muy edificante y un mensaje muy positivo, y ello es muy relevante para discurrir por el rio existencial, de nuestra vida de forma placentera, plena y abierta de mente.
Creo, al igual que tú, que en tanto en cuanto sigamos teniendo ilusión por la vida y por lo que nos depara, estamos en buen camino para enmendar o enderezar una situación, una tribulación de nuestro camino existencial que, por causas diversas, no ha devenido como nosotros deseábamos y nos ha causado un sentimiento de dolor, abatimiento, estupefacción, desolación, oquedad …
Yo siempre digo que nuestro destino es activo, ya que somos arte y parte de él y lo vamos, de alguna manera, fraguando, moldeando, según nuestra idiosincrasia y circunstancias y tenemos la decisión para tomar una senda u otra, generalmente.
Asimismo, al igual que tú, pienso que la vida nos ofrece tanto, tantas cosas, la mayoría de las veces y a la mayoría de las personas, que es increiblemente magnífico.
Pero es también cierto que debemos saberlas ver e interpretar porque hay signos que están allí o que aparecen repentinamente que deben de ser observados y descifrados por nosotros y darles la importancia que corresponde, a mi juicio. Para mí, hay que ser receptivos de lo que sucede tanto a nuestro alrededor y más importantemente, en nuestro interior, sin duda alguna. La vida es un maravilloso regalo, inesperado, en ocasiones y que solo sabemos que hay en él, cuando desvelamos su interior después de capas de envoltorios y, en ocasiones, incluso tiene un precioso lazo … ¡Cuán afortunados somos, a veces!
Al mismo tiempo pienso que a la persona que tiene paz interior, se conoce a sí mismo y se conduce con calma, prontamente o, de otra forma, tardíamente, siempre resuelve sus tribulaciones y dudas y acaba viendo la luz ó la luz sale de su interior, después de haber estado oculta por la momentánea sombra. Y se hizo la Luz …
Me viene a la mente y permíteme que la repita, de nuevo, la frase de S. Ignacio de Loyola:»en tiempos de tribulación no hacer mudanzas …».
Ojala que la Luz venza siempre a la Sombra …
Muchas gracias, Javier, por tu sensible y luminoso texto.
Un abrazo sereno para todos.
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