La propuesta es clara y simple: reducción del Estado a partir del exceso de cargos públicos y políticos. Reducción, por tanto, de organismos que duplican competencias, como por el ejemplo las Diputaciones y el Senado.
¿Por qué? Porque estamos en crisis y hay que recortar. ¿Dónde? ¿En educación y sanidad? No, en cargos públicos y políticos, en embajadas, en diputaciones, en senados, en estructuras políticas, en ese exceso de instituciones que durante años de bonanza hemos creado y mantenido y que ahora resultan ser innecesarias.
La casta política se está convirtiendo en un estamento social con un exceso de privilegios insostenibles. Esos excesos los pagamos todos con nuestros impuestos. Es hora de recortar esos privilegios y es hora de que los políticos se conviertan en servidores de lo público. Y si no, si desean seguir en sus posturas absolutistas, pues habrá que montarles otra revolución francesa, como se les hizo a los absolutistas del antiguo régimen.

Tengo familiares que trabajan en sanidad y en educación y el mal ambiente que están consiguiendo crear estos políticos y sus recortes es bestial.
No es justo, nada justo que excelentes profesionales estén pasando por todo esto y menos justo aun que los enfermos (sanidad) y los niños (educación) salgan perjudicados.
Realmente tenemos una clase política que merece ir toda entera a la papelera por su prepotencia, su insolidaridad, su mal trabajar, su poca profesionalidad, su poca capacidad y mucha incompetencia y su desvergüenza.
Todo esto debería estar tipificado en el código penal, al menos en casos reincidentes.
Me gustaMe gusta