De nuevo viaje hacia el norte… Lleida, para celebrar el solsticio de forma ritual, Navarra, para ensayar algunos acordes para nuestro próximo viaje en febrero, y Barcelona para terminar pasando las fiestas en familia.
Extraño, todo muy extraño porque siempre pienso que cuando uno piensa a cierta edad sobre la familia intenta buscar señales horizontales que nos acerquen a “nuestra” familia. Si miramos hacia arriba está la familia de nuestros padres a la cual pertenecemos por filiación. Si miramos hacia abajo está la familia de nuestros hijos. Pero muchos de nuestra generación aún no pueden mirar hacia abajo, ni siquiera tienen la capacidad de mirar hacia los lados, buscando el abrazo de tu pareja y de los tuyos porque muchos, perdidos en esta generación de absurdos, aún no han encontrado ese vínculo sagrado.
Por eso este año será una fiesta de disimulo. De intentar mirar a otra parte cuando te pregunten por tu pareja, por tu familia. De intentar no bucear en exceso en las circunstancias que te han llevado a estar de nuevo solo, insípidamente y absolutamente solo. Y los recuerdos del año pasado se agolparán irremediablemente y habrá llanto y lágrima y deseo de al menos, permanecer lo más invisible que uno pueda.
Habrá muchos solitarios que esos días brindarán y se preguntarán porqué terminaron eligiendo ese destino. O porqué el destino terminó eligiendo ese camino tan alejado de las esencias y lo consagrado. Mi brindis, que será con agua, va para ellos. Ese día espero estar arropado por la tormenta, por el trueno y por la sabia concepción del nuevo amanecer.

…. seguiremos sonriendo. Un besazo 🙂
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