Semos campeones, la mejor versión de nosotros mismos


En Tailandia se acaba de descubrir la mosca más pequeña del mundo con apenas 0,4 mm de longitud. Pertenece a la familia de las Phoridae, las cuales se caracterizan por poner sus huevos en los cuerpos de las hormigas, haciendo que sus larvas se alimenten de sus cabezas causando finalmente la decapitación.

Ayer veía entusiasmado el fútbol. Me sentía grande y dichoso, feliz por la victoria y orgulloso por pertenecer a algo tan grande. España, ese país de conquistadores (aunque fuera a base de botijos y burros como despectivamente afirmaban nuestros eternos enemigos los ingleses), por fin había recuperado su confianza.

Pero mientras veía el futbol me rascaba nervioso la cabeza. No hacía más que acordarme de esas increíbles moscas que se alimentan de las cabezas de las hormigas hasta decapitarlas y por un momento sentía como si cientos de ellas estuvieran arrancando de cuajo un trozo de mi cuero cabelludo.

Luego veía al príncipe y al presidente del gobierno como se estrujaban en el palco presidencial de alegría y dicha cada vez que uno de los nuestros metía un gol entre maderámenes. Estaban radiantes por la hazaña roja, recordando los gloriosos tiempos en los que celebrábamos eventos de mayor envergadura.

Y a cada gol, más me picaba la cabeza sin entender qué me estaba sucediendo. Pero imaginaba cientos de moscas parásitas degollando mis neuronas, arrebatándome ese tiempo preciado, inyectando larvas sanguijuelas que provocarían en un futuro próximo mi propia decapitación. Me imaginaba, a cual horrible obra kafkiana, a esas moscas con cabezas de príncipes, de diputados, de gobernadores, de presidentes, de generales, de embaucadores financieros que pretendían chuparme hasta el último átomo de mi sangre. Sentía como si ese espectáculo formara parte de alguna macabra obra que aún no hemos llegado a entender.

Cuando terminó el partido sentí cierta angustia. Escuché en otro canal los lamentos de las personas que habían perdido su casa con el fuego abrasador valenciano. Sentía pena por los presos de consciencia y por sus familias, por los sirios y su terror, por el África que se muere y sentí pena y cierta aberración por el espectáculo de ver a millones de personas saltando en la fiesta del espectáculo rojo mientras todo eso pasaba.

Y sentí angustia y dolor, incluso me dieron pena las moscas, las reales y las arquetípicas, las obreras y las esclavas. Sentí ganas de morir al mundo mentiroso y buscar, aunque fuera lo último que hiciera, un trozo de luz, de verdad, de lucidez que apartara de mí la imagen viva de la escena.

Pero luego vi la belleza de la marea roja, sus mujeres saltando, los héroes abrazando a niños y mayores, la noche radiante por la victoria pagana, y me dije consolado: la sarna con gusto pica menos.

4 respuestas a «Semos campeones, la mejor versión de nosotros mismos»

  1. ¿Pero tu no detestabas el nacionalismo? Ay perdón, que eso es de catalanes, lo tuyo es sano patriotismo. Y olé. Triste consuelo ganar en fútbol mientras se pierde en todo lo demás…

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  2. En cualquier fiesta se apartan por un momento las penas; de no ser así no habría celebración.
    El enemigo no es el futbol ni sus actores sino quien lo utiliza para manipular. Esos que dejan con precisión los huevos de sus larvas sobre nuestras cabezas… ¡desde siempre! Los que conocen la alquimia del gatopardismo y usan máscaras venecianas a la medida.
    … Otra cosa es que, cualquiera de nosotros convenientemente alimentados, podamos convertirnos en reinonas. Ésta semilla no sé cómo se mata.
    Un abrazo.

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