Redescubriendo al verdadero Morador


«Existe un fascismo que se halla dentro de todos nosotros, que acosa nuestras mentes y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, desear aquello mismo que nos domina y explota». Michel Foucault

En el mundo de la Gran Ilusión, ¿quién es el verdadero Morador?

Cuando haces una tesis doctoral, el ministerio de Cultura te facilita un carné de investigador con el que tienes acceso a lugares que para un editor se consideran auténticos templos de la arquitectura vital y cultural de una sociedad como lo es la Biblioteca Nacional de Madrid. El mío estaba caducado y no traía ningún documento que acreditara que fuera investigador. Por suerte, cuando escribes algún tipo de ensayo, el ministerio te considera una «autoridad», así que la amable secretaria me ha buscado como «autoridad» y allí estaba mi nombre y ciertos registros de mi curriculum académico que desconocía pudiera llegar a manos del ministerio.

Es curioso como el principio de clasificación humana hace que estés registrado en ciertas estadísticas y que, depende de lo que anden buscando sobre ti, seas tal o cual cosa. Así que como ahora sé que soy una autoridad para ellos, cada vez que venga a la Biblioteca Nacional, en vez de ponerme la camisa blanca del H&M que compré ayer en las rebajas por 4,95€ y con la que hoy circulo panchamente por sus salas cargada de académicos ilustres, quizás deba rebuscar en mi armario algún tipo más adecuado a mi nuevo estatus.

Aunque pensándolo bien, y los que me conocéis un poco podéis dar testimonio cierto, lo bueno o lo malo de ser libre, o al menos, sentirte un poquito libre en tu fuero interno, es que por la mañana puedo ser capaz de desayunar con un rey, almorzar con un príncipe, merendar con un acaudalado burgués y cenar horas más tarde con un paria de la calle.

Cuando miro a un ser humano me gusta hacerlo mirándolo a los ojos, que siempre reflejan realmente su verdadero estatus en la jerarquía cósmica. Y es ahí donde veo auténticos príncipes donde otros ven mendigos y codiciosos rateros donde otros ven a ilustrísimas señorías. Así que seguiré de momento investigando los quehaceres de esta sociedad que nos ha tocado vivir, intentando descubrir en la mirada del otro su auténtica nobleza y siendo en todo momento complaciente con su proyecto vital. Estaré atento, porque en cualquier esquina puede haber un verdadero príncipe de la luz, y su homólogo de las tinieblas…

Hay que saber mirar y reconocer al Morador que habita en el otro y en nosotros mismos, y señalar con el dedo de la prudencia y la humildad su verdadera condición de poder.

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