Hacia rutas salvajes


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No sabemos cuanto puede durar esta aventura. Hay mucha gente, especialmente familiares y amigos cercanos que sienten cierta preocupación cuando nos ven viviendo en una pequeña caravana donde apenas tenemos espacio para movernos. A veces recibimos mails, llamadas o comentarios de inquietud y desvelo sobre nuestra precaria situación.

Pero nosotros lo vemos desde una perspectiva totalmente diferente. El frío ya casi no nos afecta. El descubrimiento de las estufas de butano ha sido toda una suerte. Y casi no aguantan encendidas ni cinco minutos porque esto, al ser pequeñito, se caliente enseguida. Además, el vivir en los bosques, en mitad de las montañas, requiere de mucha actividad, de mucho trabajo que hace que siempre estemos diligentes, felices por todo lo que trae cada día.

No echamos de menos las comodidades de la ciudad, ni sus estímulos, ni la suerte de ventajas que tiene el vivir arropado por la manada. Aquí vivimos una vida ciertamente salvaje, a expensas de lo que cada día traiga. Ayer, por ejemplo, mientras escribía algunas cosas y trabajaba en el ordenador una manada de jabalíes invadía el espacio de la finca. Se acercaron a las caravanas y la verdad es que de noche y en plena soledad la sensación de desventura era casi emocionante. El perro Geo empezó a ladrar y aún tuvimos valor para salir fuera y curiosear a la manada, la cual, enfurecida, aún tuvo valor de vacilar antes de huir.

Todos los días son diferentes, especialmente ahora que estamos preparando la acogida para las treinta personas que quieren acompañarnos en estas fiestas. Ahora somos tres colonos y en enero seremos cuatro los habitantes de estos prados. Empieza ya a formarse cierto espíritu comunitario lo cual abriga esperanza y color a todo lo que aquí se experimenta. Nadie diría, sentados frente al televisor de una gran ciudad que la vida salvaje fuera positiva y plena. El ir al lavabo a cero grados o con lluvia es toda una aventura, sobre todo cuando el lavabo es un agujero excavado en el suelo sin mayor techumbre que las frágiles ramas de unos delgados abedules. El hacer la comida cuando hace frío o el fregar los platos con agua helada recién sacada del pozo es toda una aventura. La niebla, siempre abundante por aquí, es fiel compañera, dibujando preciosas escenas de puro misterio.

Hoy alguien nos preguntaba sobre las aspiraciones futuras, sobre qué más podría hacer una persona que ha experimentado esta libertad. Y la verdad es que lo único a lo que se puede aspirar después de esto es a compartir cada instante, cada momento con todo aquel que desee encontrar otro tipo de valores y sensaciones vitales.

Mientras trabajamos por todos esos valores que deseamos compartir, a veces también queda tiempo para la lectura, para la escritura, para la ensoñación. Nos gusta recrearnos al final del día en el silencio de la noche, en la frescura que atraviesa las delgadas ventanas de la caravana. A veces los ruidos de la noche nos intrigan y nos llenan la imaginación de cientos de aventuras. Otras, cuando llega el amanecer, la vida se convierte en una realidad impresionante, en una majestuosa belleza indescriptible. Entonces ya no necesitamos imaginar nada, solo pellizcarnos para sabernos protagonistas de esta hermosa e intrigante aventura. Vivir en los bosques es vivir completo dentro y fuera de ti.

3 respuestas a «Hacia rutas salvajes»

  1. La verdad es que nunca me he sentido preocupado por vuestra seguridad, y creo entender bastante bien vuestro proyecto. Quizá, es difícil comprender en estos tiempos que alguien pueda reunir el valor y las fuerzas necesarias para tomar según qué tipo de decisiones, las cuales os privan de ciertas comodidades impensables para muchos.
    Lo que tengo claro es que formáis un grupo humano envidiable, fascinante, seguís a vuestro corazón y vivís para sentir. Disfrutáis de un amanecer en el silencio del bosque, rodeados de un entorno idílico, y lo hacéis juntos, de la mano, con una filosofía de vida al alcance de unos pocos; más allá de convicciones convencionales que se asumen como ver la tele o ir al cine los domingos.
    La vida es mucho más, y vosotros, pese a quien le pese, la estáis viviendo a tope. Pobre de aquel que no lo entienda.
    Efectivamente no sabéis hasta donde llegará esta aventura por un mundo mejor, pero siempre podréis estar satisfechos y orgullosos de haberlo intentado; pues habéis hecho felices a decenas de personas, cuyas vidas nunca volverán a ser las mismas.
    Un atardecer, un paseo con Geo o Galia, una meditación grupal, el trabajo en el huerto, la gran familia que formáis cada fin de semana, no tiene precio. Mucho ánimo, aunque sé que os sobra. Se os quiere mucho.
    Ojalá podamos vernos pronto.

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    1. Gracias querido por tus sentidas palabras y por la inspiración del libro. Aquí siempre tendrás tu casa y tu utopía para practicar sus caminos. Como tú bien dices, al menos lo estamos intentando, que no es poco… un abrazo sentido y seguimos…

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