Encuentros angélicos


Esta tarde cerca de Olot…

No sé como llegué a ella, pero su música a base de mantras me ayudó. Durante días escuchaba sus sonidos y era como si la conociera de toda la vida. Sanaba mis heridas con su delicada vibración, con esa luz que viene de arriba y que llega a nosotros mediante melodías que nos transforman y nos elevan. Nunca pensé que unas semanas más tarde estaría abrazando a esa hermosa mujer en algún rincón de Barcelona. Tras su concierto, al día siguiente nos pasamos la mañana danzando y cantando. Fue sanador y un regalo. Mientras miraba sus ojos oceánicos con delicada atención, sentía cierta reminiscencia. Quizás nos cruzamos alguna vez en Mount Abu, en la India. Ella estuvo allí en varias ocasiones y yo también. O quizás fue solo un recuerdo futuro. Sea como sea, me encantó su alegría, su buen humor, su forma de bromear con la realidad. Me di cuenta de que era un ángel disimuladamente convertido en persona. Y me alegró cruzarme con su alada vida. Sin más.

En otro escenario estaba paseando por el mar, en la costa Brava. La excusa era vernos y dar un paseo, pero surgieron muchas más cosas. De nuevo el mundo angélico. De nuevo saberme afortunado por rodearme de personas que comprenden el verdadero significado de la vida, que no lo cuestionan, sino que aplican sus leyes. Unos con la música, otros con la sanación. Mirando el cielo como preñaba al mar, me daba cuenta de que los ángeles encarnados viven a medias entre dos mundos. Ella posaba todo su amor sobre mi alma calimera y yo revivía, volvía de entre los muertos para sobrevolar las circunstancias. Sentía renacer, sentía como podía volver a mí mismo por la mágica acción de la amistad, del amor, del compartir. El roce de ese amor es inmortal. No requiere nada. No espera nada. Solo se da, sin más y todo lo demás ocurre.

Tras el mar vino la montaña. Entre cientos de volcanes se alzaba un pequeño punto de luz que pretende servir de referencia e inspiración. Me alegra saber de estos lugares. Me alegra compartir,a pesar de mi timidez, momentos con desconocidos que de repente se convierten casi en familia. Una chimenea, una guitarra, algo de comida y buena compañía para sentir que estamos vivos. La maga me llevó hasta allí y desplegó toda su belleza para compartir ese espacio. Disfruté durante horas descubriendo parte de su vida, de sus recuerdos. Los elementos me querían atrapar para que no me marchara. El fuego, el agua, la tierra y el aire conspiraron para alargar la jornada. Pero los vientos soplan fuertes y tenía que regresar ante el nuevo reto que representa que el caballero se vuelva a quedar, por motivos del nuevo guion, sin caballo. Qué le vamos a hacer.

Es evidente que debo descansar, dejar de viajar de un lado para otro y regocijarme en el recuerdo,durante un tiempo, de esos abrazos angélicos. Toca reposar, ahorrar energías,mirar los balances con detalle para que todo cuadre, deshacerme una a una de todas las deudas pasadas hasta que pueda volver a encontrar cierto equilibrio. Toca pérdida,mucha pérdida, para en un futuro volver a remontar. Así que toca de nuevo desapego, deshacerme de todo aquello que más quiero para poder, bajo mínimos,seguir adelante. Toca respirar profundamente y llenarme de calma. En los próximos días, recordaré los momentos vividos aquí en mi querida Barcelona. Me servirá de aliciente para seguir adelante, para recordar la importancia de esta broma cósmica y hacer como hacen sus ángeles: cantar, bromear, abrazar. Eso ya me provoca una hermosa sonrisa. Guardaré todos los secretos de estos días para que me llenen de fuerza y valor. Cerraré los ojos y agradecido, invocaré al mundo angélico. 

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