Responsabilidad afectiva


«Tengo mucho miedo.» Y yo le pregunté: «¿Por qué?», y ella respondió: «Porque soy profundamente feliz. Una felicidad así asusta.» Le pregunté por qué y dijo: «Solo te permiten ser así de feliz cuando están preparándose para llevarse algo de ti». «Cometas en el cielo», Khaled Hosseine

 

Dicen los expertos que la responsabilidad afectiva es poder comunicar nuestras expectativas y sentimientos sobre una relación de forma clara y transparente. Es tener como pilar básico una buena comunicación, sobre todo cuando se tocan puntos álgidos o delicados, especialmente al inicio de cualquier tipo de relación donde es importante que las partes se conozcan, se aprecien y se tengan en consideración para ver si es posible algún tipo de compatibilidad afectiva. Para ello hay que colocar delante siempre el respeto y la comunicación clara y transparente basada en la verdad y la sinceridad.

Cuidarse mutuamente y comprender que todas nuestras acciones tienen repercusiones sobre el otro es fundamental. A veces, tan egoístas que somos, decimos cosas y actuamos sin tener en cuenta al otro, sin hacer o decir las cosas de forma delicada y amable para no dañar la sensibilidad ajena.

En definitiva, es tener en cuenta a la otra persona. Es decir, empatizar con el otro, tenerlo presente en nuestras decisiones, incluirlo en nuestra vida y fortalecer con ello nuestros lazos y vínculos. Crear espacios de seguridad, de confianza, quizás sea lo más complejo en toda relación. Ser conscientes del impacto que generamos en los demás o incluir al otro en nuestras decisiones son cosas que muchas veces las pasamos por alto.

El cuidado que pones en transmitir las decisiones que tomas a las personas que tienes en tu vida es importante para que el otro no se sienta aplastado por un tractor. A veces hay relaciones donde una de las partes se empeña en podar al otro, en dejar de regarlo, en dejar de cuidarlo, hasta que dicha relación se marchita por falta de tacto, cuidado, atención.

Sentirte seguro, tranquilo, participe, cuidado, no es algo baladí en cualquier tipo de relación. El equilibrio siempre es complejo, porque los seres humanos somos altamente complejos. Pero con un poco de esfuerzo y tacto, es posible mantener relaciones saludables, sanas, consensuadas, amplias, conscientes.

Debemos en todo momento ser capaces de expresar nuestras necesidades y emociones siendo respetuosos con las emociones del otro. Esto requiere claridad, no enredar al otro, no confundirlo a cada instante con cambios en el relato, en la narración de nuestras vidas. Eso crea inseguridad, decepción y apatía. El amor no se puede organizar, no tiene plazos, ni fechas en el calendario. Es pura entrega. O se ama, o no se ama, pero si uno ama, se entrega. Y esa entrega, siempre sincera y amorosa, requiere de afectividad y cuidado, inevitablemente.

Debemos ser responsables con las relaciones que establecemos. Tener mucho cuidado de no jugar nunca con los sentimientos y expectativas del otro. Una relación siempre va más allá de uno mismo. El egoísmo es antagónico de cualquier relación. La empatía, el pensar en el otro, el comprender al otro, forma parte necesaria de cualquier tipo de acercamiento. Uno se puede casar consigo mismo y hacer como hacía Woody Allen, estar en continua búsqueda de sí mismo, en continuo conflicto con uno mismo. Pero si queremos crecer más allá de nosotros mismos, ahí tenemos las relaciones y al otro. Y al asumir ese crecimiento, debemos asumir un gran compromiso y una gran responsabilidad. Simpleza y objetividad. Amor y cariño siempre. Cuidado, tacto, amabilidad, respeto, entrega.

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