Suerte con el examen de mañana…


 

Nunca. Más. Nos dice el miedo. Vale, dice el amor resignado. Y entre medias, ahí está la existencia para recordarnos algunas cosas. Dicen que en el devenir nada se conquista definitivamente. A veces tenemos la sensación de que estamos en una continua lucha como Sísifo, arrastrando la vida hacia arriba en una desesperante e inútil tarea cuesta arriba. Otros días nos sentimos agotados en esos infinitos trabajos herculianos o viajando hacia ninguna parte en una odisea donde, día sí y día no, nos convertimos en un heroico Ulises. Lo cierto es que todo son pruebas, exámenes, ensayos, intentos, tentativas, experiencias, aprendizajes.  No tan solo doce trabajos como los de Hércules, sino infinitas pruebas día y noche que pretenden hacer de personas buenas, personas mejores.

Mañana tendrás un examen importante. No lo dudes. Es importante porque este día marca una decisión que lleva consigo algunos sacrificios, algunas prioridades, algún discernir entre lo prioritario y lo secundario. La vida toma buena nota de todo. No es un examen formal, donde alguien te hace unas preguntas a cambio de unas respuestas. Te examina la vida porque ante ese hecho, tuviste que elegir unas cosas y sacrificar otras.

La vida siempre es así. Nos hace elegir constantemente para poner a prueba nuestra capacidad de discernimiento, de complejidad, de acierto, de visión en espiral, circular o lineal. La vida nos mira con lupa para luego cobrarse sus deudas. Una a una. Siempre. De ahí que cada examen vital tenga sus propias trampas, sus recovecos, sus ilusorias salidas. Todo un laberinto donde aprendemos y desaprendemos.

Por eso, en verdad, cada día es un examen. Un examen que nos ata o nos libera, una prueba en la que, al amanecer, damos gracias por seguir respirando, y al anochecer, nos inclinamos humildes por seguir vivos. Cada día es un bendito acontecimiento, un milagroso advenimiento que nos recuerda la urgencia de vivir.

¿Qué hemos elegido hoy sembrar para recolectar en el mañana? ¿Hemos sembrado amor o discordia? ¿Hemos sembrado generosidad o egoísmo? ¿Hemos sembrado empatía o narcisismo? ¿Hemos sembrado dolor o sanación? ¿Alegría o tristeza? ¿Coraje o temor? ¿Verdades o mentiras? He ahí el examen al que nos enfrentamos hoy, y mañana, y todos los días.

Pero el de mañana es especial, porque hoy ya estamos cansados, aturdidos, melancólicos. ¿Pero qué pasa con mañana? ¿Qué peculiaridad especial tiene el acontecimiento de despertar de nuevo como si hubiéramos vuelto a nacer? Cada día trae su afán, y es una buena oportunidad para enfrentarnos a una evaluación completa, atenta, generosa. ¿Obraremos el bien en esta nueva jornada? ¿Seremos dóciles pero justos? ¿Obedeceremos los mandatos de nuestra alma y su mediadora, el corazón, o nos dejaremos llevar por los ridículos análisis de nuestra mente, siempre divisora y excesivamente precavida, cobarde, mentirosa?

Mañana es un gran día. La vida te pone a prueba, te evalúa. Mucha suerte en tu examen. Mucha suerte en la vida. Que seas siempre feliz y abundante, generosa, real, auténtica, leal a tus sueños y a los tuyos, y siempre empática y cándida con el resto. Buena suerte, feliz vida.

Gracias de corazón por apoyar esta escritura…

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