
«El sentido de responsabilidad fulgura con llamas vacilantes en toda alma que ha buscado y encontrado el alineamiento. Procure que estas llamas se conviertan en un fuego constante en cada alma que encuentre». (DK. El Discipulado en la Nueva Era).
La responsabilidad es un síntoma de que el discípulo está inmerso en el mundo del servicio, y por tanto, en el mundo de la consciencia y la espiritualidad. Es una de las primeras evidencias del contacto con nuestra alma o con nuestra parte más esencial. Cada vez que un ser se eleva hacia el reino divino, su carga es mayor, su responsabilidad es mayor, su necesidad de servicio es mayor.
Tal y como dice el maestro Tibetano DK, la nota clave básica del cuarto reino de la naturaleza es servicio y, por lo tanto, la respuesta a un creciente y profundo sentido de responsabilidad. Ambos constituyen la historia del Sendero de Iniciación. Más adelante nos habla sobre el desarrollo del creciente sentido de responsabilidad a medida que la luz revela la necesidad del todo y también el servicio que el aspirante puede prestar. A mayor luz, a mayor visión y por lo tanto mayor visualización, a mayor conocimiento e intuición sobre lo que hay más allá de todo velo, mayor se acrecienta el sentido de responsabilidad hacia el servicio.
La responsabilidad, sin duda, es un síntoma de desarrollo espiritual, y debe siempre venir acompañada de un justo sentido de equilibrio, inteligencia y amor fraternal. La responsabilidad siempre debe empezar por uno mismo, por el cumplimiento de cierto deber, de cierta actitud ante la vida, de cierta consciencia hacia los acontecimientos mundiales. Debemos ser responsables con nuestros cuerpos, cuidar nuestro físico, nuestro ánimo, nuestras emociones y nuestros pensamientos hasta encontrar un justo equilibrio en todo. Los extremos nos separan, la aceptación nos ayuda, el poder de sentirnos útiles comporta estar dotados para ello.
Esta primera responsabilidad es importante para luego acercarnos a la responsabilidad de interactuar con nuestro medio ambiente, y más adelante, con el mundo espiritual. Si no tenemos pulida nuestra piedra bruta, tal y como nos señalan las tradiciones iniciáticas, no podremos alcanzar una buena posición en la arquitectura espiritual. Por eso todas las escuelas espirituales responden a este principio de responsabilidad con uno mismo. Responsabilidad con uno mismo como principio activo para más tarde responsabilizarse de los demás, de la humanidad en su conjunto y de su propio destino en la fraternal unión a la que estamos llamados.
En nuestra vida personal, hemos intentado durante muchos años atender a ese principio de responsabilidad individual, tratando de tener un cuerpo físico sano, inofensivo y equilibrado, un cuerpo etérico transparente y flexible a los cambios, unos deseos acordes con el anhelo interior y una mente activa y constructiva. También hemos intentado ser útiles a la Gran Obra, atendiendo la necesidad de renovación espiritual que nuestro tiempo demanda, ya fuera con la creación de libros que pudieran servir de inspiración o de proyectos que trataran estos valores universales aunque fuera desde una perspectiva utópica. Ahora, desde la responsabilidad silenciosa, intentamos desentrañar los siguientes pasos desde una visión práctica y equilibrada, diseñando desde la fe y la esperanza un nuevo punto de luz, una nueva forma de obrar, una nueva forma de servir.
Tratar de ayudar a la humanidad siendo creativos o inspiradores es una forma de emprender una aventura necesaria, que debería sumarse a la aventura que ya muchas personas están realizando desde sus rincones y parcelas. El servicio a la humanidad requiere de responsabilidad y compromiso, y ambas siempre vienen de la mano. No basta con ser únicamente responsables con uno mismo, esa responsabilidad tiene luego que expandirse gracias a la fuerza del compromiso y la implicación, en los asuntos mundiales. Cuánto mayor sea nuestro magnetismo, mayor será nuestro alcance. Cuánto mayor sea nuestro alcance, mayor será la inspiración compartida.
¿Cuál es nuestro deber y responsabilidad para con nosotros, nuestro entorno y la propia humanidad? Reflexionar sobre ello es acercarnos a ese punto de fuego interior, a esa consciencia que reclama avivar la llama de lo esencial.