Nos contamos historias para poder vivir


Aquí es donde vivo ahora, en mi nueva Montaña de los Ángeles

Hoy hace justamente un año que cerramos la utopía. Hace unos días me preguntaba si al hacerlo me había quedado sin sueños, o si la propia humanidad entera había perdido un pequeño hilo de esperanza. En este último año se cerraron muchas cosas, entre ellas este pequeño blog del cual necesitaba descansar. Pero estos días, ante la insistencia de unos y de otros y viendo los acontecimientos mundiales, decidí abrirlo de nuevo, no pensando en aportar algo nuevo o decir algo inspirador o ingenioso, sino más bien, sin esperar nada a cambio, solo escribir para cumplir, como decía aquel, con nuestra parte.

Me inspiró una conversación que tuve con Javier en la calle Serrano, en esa hermosa casa de estilo helvético que tanto me gusta. En el salón de reuniones, tras caernos encima un chapuzón inesperado, hablamos distendidamente sobre de qué manera podríamos contribuir a la difusión del mensaje de paz y amor que tanto se necesita en estos tiempos. Tener una editorial es una buena herramienta de difusión, de influencia, de contagio. Poder utilizarla, como hemos hecho hasta ahora, debería aportar una pequeña estrofa en esta historia humana. En esa conversación sentí la necesidad de volver al barro, de volver a la insistencia, de volver a la necesidad de servir al plan de amor y de luz.

Este primer texto promete ser desordenado. He perdido el hilo de la conversación y ya no recuerdo qué nos contábamos en la pasada primavera, o qué contaba desde esta ventana abierta y libre. Digamos que me he aburguesado en esta nueva realidad en la que ahora vivo y había olvidado cosas esenciales de mi propia vida. “Nos contamos historias para poder vivir”, decía Joan Didion. Aquí había contado muchas historias desde el ya lejano 2008. Ese año, tras un hermoso e intenso viaje a Mongolia, empezó la andadura de este blog. Ahora la retomo, con la ilusión de siempre, y con el afanoso deber de seguir inspirando y buscar inspiración.

Hablemos, contemos, vivamos, intentando aprender de los beneficios del diálogo socrático, siendo conscientes de que todo lo que hacemos, y sobre todo, de aquello que no hacemos, como decía Bauman, repercute significativamente en este mundo global. Y ahora siento la necesidad de contribuir, de aportar, de inspirar, porque solo la inspiración de los otros nos puede llevar a vivir una vida mejor y más hermosa, más bella, más equilibrada. Eres hermoso, eres bello, como me dicen todos los días desde hace un año. ¿Por qué no creernos esa inmensa verdad y compartir belleza y hermosura con el mundo?

Y hoy es el cumpleaños de una buena amiga que seguía este blog desde el principio, así que sirva esto como regalo. Así, con los pequeños gestos, nos adentramos en la nueva ética del cuidado, del detalle, del arrumaco.

Y también hoy seguimos estremecidos por la situación mundial, por cómo se está complicando todo y de qué manera las puertas que sellaban el mal se abren una y otra vez en esta desesperante situación mundial. Debemos construir bloques de paz, o mejor aún, bosques y montañas de paz. Lugares seguros, lugares amables, lugares bellos y hermosos. Las guerras son desesperantes. Estamos ya en el siglo XXI. Deberíamos vivir en un milenio de paz y reconciliación humana.

Y hoy hay amor y esperanza al mismo tiempo, incubando una promesa, acompañado felizmente, viviendo en cierta armonía y paz e intentando compartir de alguna manera el progreso que pueda sentir de forma particular. Porque el Reino está entre nosotros, y a ese Reino nos debemos. Todo lo demás es provisional, temporal, anecdótico. Y ese reino crece ahora como una semilla de siete milímetros que desea expandirse y progresar en el vasto mundo de la experiencia espiritual.

Así que, con vuestro permiso, nos contaremos historias para poder vivir. Una vez más. Inevitablemente.

9 respuestas a «Nos contamos historias para poder vivir»

  1. ¡Qué alegría volver a disfrutar de tu pluma! Coincido contigo en que son momentos en los que hace mucha falta la paz y la belleza que tu derrochas. Muchas gracias por volver. Un abrazo

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