Hoy paseábamos por el embalse de la Jarosa y la sierra de Guadarrama. Hacía muchos años que no nos veíamos ni sabíamos el uno del otro. Fue uno de los primeros y valientes pioneros que decidió instalarse en la utopía gallega y uno de los primeros que se marchó con el corazón roto, por la dificultad del lugar, de la convivencia, de las condiciones. O Couso fue un lugar de encuentro y aprendizaje, de dura enseñanza, y también un lugar que nos puso excesivamente a prueba. Sentí mucha pena cuando se marchó, y nunca llegué a pensar que más tarde serían muchos los que llegarían y se marcharían de igual manera.
Demasiados corazones rotos que se compensaban con tantas y tantas alegrías que por allí ocurrieron. Tras casi tres horas de paseo me dijo que en el fondo aquello fue como un trabajo, y que nunca nos deberíamos haber tomado las cosas de forma tan personal. La verdad es que el anhelo de convivencia fraterna en un escenario excesivamente complejo y difícil fue toda una prueba en todos los ámbitos, tanto en el personal como en el profesional.
Nunca se lo llegué a reconocer, y tampoco lo hice hoy por falta de tiempo y por el emotivo paseo en el que queríamos ponernos al día de tantas cosas, pero en el fondo, muchos de los postulados por los que llegamos a discutir, pasado el tiempo, le hubiera dado la razón en la mayoría. Yo me aferré a la idea de que para que ese lugar tuviera sentido tenía que postular alto y rozar la utopía. Él era mucho más pragmático y puso los acentos en muchas partes que adolecíamos. Nunca encontramos un punto de equilibrio, ni siquiera años más tarde cuando todos los que por allí pasaban ponían el acento en los mismos errores una y otra vez.
Por un lado, conseguimos parte de la utopía, pero el precio que pagamos, visto con la distancia, fue excesivamente alto. Ahora, con cierto temor, me pregunto si mereció la pena, si todo aquello que hicimos, más allá de los lazos que se tejieron y las relaciones humanas que de allí nacieron, estuvo a la altura de nuestras aspiraciones. El tiempo y las personas que por allí pasaron lo juzgarán. A mí siempre me quedará el consuelo de que al menos lo intentamos.
Lo cierto es que habían pasado diez años desde nuestros primeros encuentros allí en Malasaña y desde que empezamos con ilusión a tejer el sueño.
Queríamos un proyecto en el que todos fuéramos iguales, pero en el fondo no era así. Algunos aportaban más, otros arriesgaban más, otros trabajan más y otros se comprometían más. Él tenía razón en que deberíamos haber partido desde una base más cooperativista y menos enclaustrada en una fundación. La fundación tenía como cometido que no se desvirtuara la idea original, función que ejerció con sus pros y sus contras hasta el final. Pero al no existir un sistema cooperativista, no partíamos desde una igualdad absoluta.
Lo cierto es que desde las cartas que envié en el día de Todos los Santos, este paseo de hoy ha sido la primera muestra real de verdadera reconciliación con el pasado. Corazones rotos que se unen años después con risas y anécdotas e historias, olvidando lo malo y recordando con emoción lo bueno. Los caminos de hoy se nos han hecho cortos, pero la reconciliación ha merecido la pena. Espero y confío que existan más excursiones como esta, con él y con todos aquellos que se fueron heridos, con todos aquellos que se encallaron en el camino y con los que no logré atenuar el bache, el agravio o la desilusión.
Directa o indirectamente hice mucho daño a mucha gente de buena voluntad que quiso echar una mano. Es cierto que se hizo mucho bien, pero también es cierto que por el camino quedaron muchos cadáveres, como decía una y otra vez un amigo amenazando con ese: «te quedarás solo». A todos ellos un sincero “lo siento”, y también una mano abierta para pasear una tarde cualquiera por cualquier bosque encantado.
Es verdad que al final me quedé solo en aquel lugar, pero también es verdad que ya no habrá más corazones rotos en ninguna otra utopía soñada.
Gracias Iván por el paseo de hoy. Gracias por tantas y tantas cosas bellas.

No te conozco, pero puedo imaginar vuestro paseo en mi querida Jarosa, acompañados por los colores otoñales. Me ha emocionado tu honestidad, aunque no conozco vuestro proyecto. Imagino que los que hayan compartido parte del trayecto y lean tus palabras sanarán un fragmento de ese corazón roto. A veces solo eso es necesario, unas palabras sinceras reconociendo que uno se equivocó en algunos aspectos, que lo intentó con todas sus fuerzas y que a pesar de ello no estaba listo aún para ver, que se agradecen los aprendizajes y los momentos compartidos y que se puso todo el Amor que uno era capaz de poner en aquel momento. Y ahora también, en esos agradecimientos. Nada es en vano. Todo lo que se intenta, aporta. Aunque a veces se pague un precio muy alto. En ocasiones las cosas no funcionan porque se espera que todos seamos iguales, y es precisamente esa la premisa errónea. No lo somos. Aunque queramos una comunidad igualitaria, a veces eso mismo obliga a uno a no ser uno mismo. Y en otros momentos fracasa porque no nos permite ser iguales. Es una paradoja difícil de reconciliar. Ser iguales sin serlo. Os deseo mucha suerte en vuestra utopía. Yo también sigo buscando la mía. Gracias por tus palabras tan sinceras. Aunque solo sea para llegar a este momento de cruda indagación y reconciliación, estoy segura de que valió la pena.
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Gracias de corazón por tus sentidas palabras… Para seguir adelante es mejor hacerlo reconciliándote con el pasado. Los errores los cometeremos siempre, el aprendizaje servirá para enmendar todo aquello que pueda ser curado… un abrazo grande
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