Tener visión. Naced a medida que fallecéis


Hace unas décadas pensé que había tirado todo por la borda. Diez años de trabajo para nada. Fue una gran crisis para muchas personas gracias a las preferentes, la especulación y la avaricia sin control (decía Weber que lo fundamental del capitalismo era regular de alguna manera esa ambición humana). Hoy, observando no sin cierta melancolía una foto del tejado en ruinas, tenía una sensación parecida. ¡Qué manera de tirar una década de tu vida con ilusas esperanzas! Mirando la contabilidad de la empresa, observaba que justamente, cuando mejor me iba, cuando más dinero estaba ganando, decidí embarcarme en la utopía. Abandonarlo todo con la esperanza de que ciertos valores gobernaran la vida de un puñado de soñadores, arriesgados emprendedores y buscadores de eso que llaman la verdad.

Lo paradójico de todo, y haciendo memoria profunda, es que tuve esas visiones en plena pubertad. Siempre soñé con la utopía, y con los libros, y con la docencia, y con hacerlo todo a la vez. Incluso soñé con tener una librería y abrí una en pleno centro de Madrid. La tenacidad, la constancia y la perseverancia hizo, con el paso del tiempo, que todas esas visiones que aparecían desde el ego o el alma, a saber, se fueran manifestando.

El poder creador de la emoción y el coraje es infinito. Si uno cree profundamente en aquello que es capaz de ver, de visionar, (casi) todo es posible. Los límites siempre los ponemos nosotros, desde la propia visión, pasando por la planificación de la misma y a su propia ejecución. En aquellos viajes infinitos hasta Montserrat, soñábamos con crear algún día, en alguna montaña lejana, una utopía. Pensándolo bien, tardé veinte años en lograrlo. Más tarde, un año de planificación, diez años de ejecución y un segundo en ponerle fin. Ese segundo es primordial. Igual que fue primordial aquel segundo en el que lo perdí todo en plena crisis. Todo el esfuerzo de décadas puede verse fulminado en un segundo. ¿No os recuerda esto a la muerte? Tanto esfuerzo, y de repente, la parca, te espera en cualquier esquina y te lleva, sin más.  

Tan importante es la visión y su poder creador como eso que llaman la divina indiferencia. Poder tener indiferencia hacia cosas que alguna vez fueron profundamente importantes, es algo necesario para la supervivencia psicológica. La cuestión es que el desapego debe desempeñar un papel importante, tanto en el fracaso como en cualquier aparente victoria. Si uno se desapega de los resultados, sean los que sean, es capaz de volver a empezar de nuevo. Una y otra vez.

La naturaleza de la visión es importante. Tan importante como la visión compartida, la visión que podamos tener para el futuro de nuestro planeta. Ahí podemos jugar un papel importante, aun pareciendo que nuestra pequeña huella nada puede cambiar. Sin embargo, ahí estamos, construyendo o destruyendo mundos, aportando posibilidades, visiones, anhelos, deseos, pensamientos. Nuestro empeño se forja en aquello que somos capaces de imaginar, pues es ahí, en ese poder creador, donde nace todo. La imaginación creadora es mental, pero viene impulsada por el deseo y guiada por la inteligencia o la consciencia. Su poder radica en compaginar sabiamente esos aspectos de fuerza, sabiduría y amor, ese amor que algunos traducen como belleza.

¿Cuál es la visión para la próxima década? En esas andamos, trabajando silenciosamente, intentando que nuestra huella sea positiva para el mundo, no tan solo para nosotros mismos. ¿Y si no hubiera próxima década, ni visión, ni nada de nada? Pues entonces, divina indiferencia.

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