
Cuando construí mi primera casa, toda de diseño, recuerdo que le pedí al arquitecto y al constructor que desplazaran la casa unos metros hacia arriba para evitar la tala de un árbol que estaba justo donde iba la casa. El árbol sufrió todo lo indebido, pero al final sobrevivió. Me sentía orgulloso cuando mis invitados venían a ver esa extraña casa y yo, en vez de fijarme en sus líneas sinuosas o en la simbología del número phi que envolvía a toda la construcción, hablaba de ese superviviente. La proporción áurea no era tan importante como el salvar a un solo árbol, aunque para eso hubiera que mover de sitio una casa de quinientos metros.
Cuando adquirimos la finca en Galicia, con sus casi cuatro hectáreas con sus pequeños bosques y prados, uno de los tratos a los que llegamos era que respetaríamos la vida de cada uno de los árboles que allí había, para disgusto de los paisanos, que siempre nos incitaban a convertir los bosques en prados, o de los visitantes, que siempre nos aconsejaban y decían que teníamos que “aclarar” el bosque talando árboles a mansalva. Plantamos muchos más árboles de los que habían, y jamás cortamos un solo árbol para leña, recogiendo de las nevadas aquellas ramas que caían inevitablemente al suelo y que luego nos daban fuego y calor.
En el lugar donde estamos ahora, mucho más modesto y recogido, estamos haciendo un esfuerzo para seguir plantando árboles como forma de colaborar con la regeneración de la naturaleza. También pusimos placas solares no hace mucho y hoy por fin nos ha llegado la primera factura de la luz a cero, sin pagar absolutamente nada, y contribuyendo con nuestro excedente a la descarbonización del planeta. Sé que esto son pequeños gestos, pero cada árbol que plantamos, cada árbol que salvamos, es también un gesto para salvarnos a nosotros mismos. Lo mismo ocurre con aquellos que entablan de frente y con esfuerzo, más allá de las modas, su manera de descarbonizar sus vidas.
Cambiar un coche de combustión por una bicicleta, por el transporte público, por una moto o coche eléctrico son pequeños gestos. Pero esos pequeños gestos son radicalmente necesarios. Especialmente para los que se lo pueden permitir. Si tienes un garaje o una casa donde puedes hacer esa pequeña (y casi diría que burguesa) revolución, pues bienvenida sea. Si tus medios son escasos, se puede buscar fórmulas alternativas para sostener el planeta con pequeños gestos. Durante estos años hemos sido muy activista con estos temas, hasta el punto de ejemplarizarlos con proyectos pioneros.
Creo que es importante que tomemos consciencia. En el poco tiempo que llevamos en este lugar, hemos inculcado en vecinos y familiares la necesidad de poner placas solares, de conducir coches más ecológicos y de tener una visión más global y menos egoísta sobre nuestras vidas. Y son los gestos de cada uno de nosotros los que requieren que el mundo avance más allá de la urgencia que estamos viviendo.
Con esta factura a cero de electricidad, con nuestros vehículos eléctricos que consumen electricidad solar y no más petróleo, estamos colaborando en esa pequeña revolución silenciosa. Hemos hecho un esfuerzo y una inversión, pero también hemos colaborado activamente con el cambio necesario. Este es un primer paso en esta nueva utopía. Esperemos poder hacer más cosas para colectivizar todo lo aprendido en este tiempo. Queremos seguir soñando en que otro mundo es posible. Y queremos ser agentes colaboradores para ese cambio necesario.
Pd. Algunos datos sobre la factura.
- Invertimos unos siete mil euros en placas solares y uno de los mejores inversores del mercado, instalados por la cooperativa de unos amigos a los cuales siempre recomiendo: https://www.vation.es/.
- De esos siete mil euros, hay unas subvenciones que pueden llegar hasta los tres mil euros.
- Calculamos que las placas que utilizamos podemos amortizarlas solo en electricidad en unos tres años.
- Teniendo en cuenta que con esas placas calentamos la casa y conectamos nuestros vehículos eléctricos, calculamos que el ahorro mensual puede llegar a unos quinientos euros (electricidad, calefacción, gasolina, etc), por lo que podemos amortizar la compra de un coche eléctrico en unos cinco años.