Cuando los colonos despiertan


Si nos adscribimos al discurso puramente nacionalista, más de dos millones y medio de colonos o hijos de colonos han votado a partidos no nacionalistas, frente a los un millón trescientos mil nacionalistas, represaliados del régimen reaccionario españolista, que es así como ahora se le llama.

Esto pone en evidencia varias cosas. La primera es que muchos de los llamados colonos o reaccionarios españolistas se han quitado el complejo y han superado la humillación a la que estaban sometidos y han votado libremente lo que les ha dado la gana, y no lo que el discurso oficialista y xenófobo les imponía. Lo otro que ha demostrado es que la realidad catalana es etnográfica y antropológicamente muy compleja, y es hora de ir aceptándola. Y solo se puede aceptar cuando una parte de los catalanes (los autollamados represaliados del régimen) admita que conviven, quieran o no quieran, con otra gran parte de catalanes que no son nacionalistas, los llamados colonos, charnegos, hijos de emigrantes o ahora, más de moda, los reaccionarios españolistas, es decir, los “feixistes” del régimen.

Este, que es un discurso xenófobo y de puro odio a lo que es ajeno a uno mismo, ha empezado a subírsele los colores. No es normal que en pleno siglo XXI se normalicen estos discursos, y que la gente los acepte como lo normal, sintiendo cierto complejo por no pertenecer al mismo y votando confusamente, como hasta ahora se había hecho, a opciones que no les representan.

Así que, bienvenida realidad. Resulta que en Cataluña conviven realidades divergentes, culturas diferenciadas, y ninguna de ellas puede imponerse contra la otra. No existe una nación pura nacional-catalana, una grande (Països Catalans) y “lliure”, como unos creen. Existe un país, el catalán, que es multirracial, multicultural y plurinacional en el que conviven dos lenguas: la castellana y la catalana. Y la aculturación será difícil o imposible, por mucha prohibición y adoctrinamiento que una de las partes imponga a la otra, al igual que fue difícil e imposible cuando ocurrió al revés con el régimen del dictador. Si el fascista del régimen franquista no pudo eliminar la cultura catalana en el territorio catalán, tampoco el nuevo neo-fascismo nacionalista podrá eliminar el castellano en el territorio catalán. La cultura y la lengua, sea la que sea, es algo indestructible, forma parte del arraigo más íntimo y personal de cada ser, es la verdadera patria, más allá de banderas y territorios.

El discurso distorsionado de que el estado pretende españolizar Cataluña es tan erróneo como pensar que los catalanes pretenden catalanizar España. El castellano y el catalán han convivido desde que los reinos carolingios abordaron la marca hispánica. El occitano se extendió y evolucionó al igual que lo hizo el castellano por los principados y reinos de aquella época. Aceptar que la pureza racial o nacional jamás será posible, que el setenta por ciento de los catalanes son castellanoparlantes y el treinta por ciento son catalanoparlantes es aceptar que el discurso de confrontación no aportará nada en el presente y en el futuro.

Y dicho más contundentemente, hacer de la lengua y la cultura un instrumento politizado es un insulto a la inteligencia, al igual que lo era, en tiempos pasados, hacerlo en nombre de una religión o un Dios. La lengua y la cultura, al igual que las creencias y las religiones, deberían volver al ámbito de lo privado, dejando de ser instrumentalizados para garantizar un poder y unas políticas que, en vez de sumar, dividen y distorsionan. Que cada uno hable lo que le dé la gana y se exprese como le dé la gana, al igual que ya hemos aceptado que cada uno crea en el dios que quiera o sea del género que quiera. Normalicemos las lenguas y las culturas, y dejemos las políticas para progresar en el bienestar de todos.

Dicho todo esto, solo queda una vía, la de la reconciliación y la convivencia, sin que una cultura se imponga contra la otra en nombre de la historia pasada, y aceptando que, al igual que España es un país multicultural y plurinacional, lo mismo ocurre en Cataluña. Adeu Procés, bienvenida convivencia.

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