La fuente tiene sed de ser bebida


“La fuente tiene sed de ser bebida”, Gregorio de Nisa

La fuente anhela a los sedientos. Dispersa su susurro por el trémulo bosque, acompasando su brebaje fresco con múltiples derivas fluidas. De noche íbamos a la fuente, con miedo de no romper el cántaro. De noche, iremos de noche, cuando la sed nos alumbra, que decía la canción junto al árbol de la vida. Cuantas noches recorrimos el cándido sendero hasta llegar al hueco entre las rocas, al lecho del misterio que emana sed de vida.

La fuente emana y corre con su murmullo cercano, con su atrevido alarido nocturno. A veces es una fuente clara, otras se esconde en los bosques, como nos recordaba la sabia María. Ansia espiritual velada, nos dice, ansia de verdad y luz. Ya no nos basta con mirar al cielo, ahora necesitamos beber sus aguas. Refrescar nuestras almas, avivar el fuego de nuestros espíritus.

Hay una clara percepción errónea en el ser humano. Tanto pensar que solo somos cuerpo, tanto cuidarlo y amasarlo centrando todas nuestras fuerzas en el vehículo y no en el conductor que lo dirige. Y más allá del cuerpo aparece su conductor, su logos misterioso, el mentor que en algún momento del trayecto se pregunta quién es y a qué ha venido a este viaje. Quizás en una parada, quizás en un desvío, quizás en un atropellado accidente o en algún inevitable cruce de caminos. En ese recoveco que dirige nuestros anhelos hacia la sed de vida, yo soy.

El cuerpo, el vehículo, chirría de rabia, porque engorda, porque enferma, porque nos desconectamos una y otra vez del origen, de la fuente. Olvidamos el poder de la vida que nos circunda y dejamos para ese mañana incierto aquello que por obligado cumplimiento deberíamos hacer hoy. Soñar, en silencio. Callar, desesperadamente. Descubrir, inevitablemente. Ahí está la senda que se abre ante nosotros para hollemos sus ocultas veredas.

¿Por dónde sopla el espíritu? Es una pregunta inquietante en tiempos de oscuridad y flaqueza, de miedo y vueltas a las andadas. Se perdió la orientación necesaria para ser receptáculos de la Gracia, portadores del don, pasivos adoradores de la creación. La aceptación del misterio es lo que hace que ocurra todo lo demás. Pacientes, esperamos el don para ser portadores, para ser dadores, para ser guerreros y siervos de la luz. No es tan solo una metáfora, es una ley universal que recorre todos los reinos, incluido el nuestro, el reino de la mente, el reino de la luz. Aún a falta de espacios sagrados, de fuentes ocultas, buscamos sedientos.

Hay un océano dentro y fuera. Un océano que nació en un pequeño arroyo que nació en una pequeña fuente de una pequeña isla interior que nació en alguna parte de nosotros. Allí está todo, allí nacen nuestros anhelos y nuestras esperanzas. El agua nos recorre dentro, el agua que somos desde hace millones de años. Mientras tanto, la fuente tiene sed de ser bebida.

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