Suena música inspirada en Peter Deunov. Movimientos y variaciones de La Paneurythmie, o el hermoso Ether Bleu. Música adecuada para los que transitan, para los que se marcharon porque ya les llegó la hora. Una hora incierta, inquietante, misteriosa. Una hora que nos llega a todos, ricos y pobres, sin dejar a nadie atrás. Miro el cielo ahora azul, con el lento transitar de unas nubes blancas que se antojan caprichosas, sublimes en ese azar de formas y gaseosa existencia. Cada nube parece representar a alguien que quiso elevar su reino a otras alturas. Que dejó la densidad de la tierra para elevarse en espíritu a un mundo más celeste y brillante.
Solo hace unos días viajé a tierras de María santísima, al caluroso mediodía, para despedir a una de las matriarcas de la familia. Allí estaba el tanatorio con su cuerpo inerte, rodeado de los suyos, de toda la familia que por fin se reunía ante la fiesta de la muerte. Si para algo sirve la despedida de un ser querido es para avivar el fuego que late en la sangre de la manada. Es una llama invisible, pero real. La sangre guarda un misterioso lazo que nos une, a pesar de nuestras diferencias y nuestras dispares vidas. La sangre y su transmisión encierra un misterioso viaje grupal de dimensiones inexplicables.
Nos dimos cuenta en la iglesia, en la blanca y purísima ermita de Jesús. Todo el pueblo fue a la despedida de esta gran mujer, madre de todas las madres, Purificación para todos los que deseaban tener un abrazo sincero. El llanto y el recuerdo dio paso a la procesión hasta el cementerio. Una procesión lenta acompañada, ya a lo lejos, de las campanas de la iglesia que sonaban tristes y apagadas. Y allí quedaron los restos, mientras todos nos mirábamos con cierta incredulidad, como si aquello no hubiera pasado, como si la muerte realmente no existiera. El primero de la saga en caer fue mi padre, aún muy joven para abrazar a la extraña parca. Ella ha sido la segunda. Y el ciclo continua.
Sobre todo los ciclos sabía mucho Jaime, el cual acaba de trascender también a otro plano. Discípulo directo de Aïvanhov y director de la Fraternidad Blanca Universal en nuestro país, fue un gran conocedor y transmisor de las enseñanzas del espíritu. Fiel traductor de la biografía de Aïvanhov que editamos en nuestra editorial Nous, lo recordamos con esa sonrisa amiga, entrañable, traviesa, afable. Su partida deja un nuevo vacío en esa otra familia, la familia del alma, la familia amable que sugiere el abrazo y la complicidad, en esa otra sangre, la etérica, que también nos une.
Le decía hoy a un amigo que poco a poco nos vamos todos, los de una y otra familia. Los primeros, parece que abunda la sangre y que habrá relevo. La otra, la familia espiritual, se me antoja cada vez más reducida, cada vez más lejana y perdida y peleada, como si de repente todo se fuera muriendo y no hubiera relevo posible. Murieron los grandes, y los pequeños que quedamos, andábamos perdidos en luchas de ego, en dialécticas anticuadas, en búsqueda de glorias y reconocimiento.
Dicen que en el 2025 habrá un gran cónclave, y que allí toda la energía se renovará y todo volverá a resurgir con mayor fuerza. Nada de eso sabemos en nuestra pequeñez. Ahora solo pensamos en los que se fueron, y lo hacemos con cierta alegría porque ahora viven en nuestro recuerdo. En aquellos infinitos y apretados abrazos de la tita Puri cada vez que en verano íbamos a ver a la familia al pueblo. Y de esa picaresca y amable sonrisa de Jaime cuando quedábamos en cualquier parte para hablar de libros, traducciones o misterios. Larga vida para ellos en la sangre que compartimos y en el recuerdo que pervive. Como esas nubes blancas que ahora transitan en todo cielo.
