LA TEORIA DE LAS RUTAS. Arquitectos en la nube


Durante unas semanas estoy haciendo un curso de informática avanzada debido al descubrimiento inédito de hace unos meses en los que me tuve que enfrentar a una teoría sobre IA y me vi de repente obsoleto, caducado y fuera de tiempo en cuanto a conocimientos básicos de las nuevas tecnologías. Un mes y medio de curso me está abriendo los ojos sobre mi propia ignorancia, pero sobre todo, de cuánto ha avanzado el mundo en temas tecnológicos y de cuanta sofisticación y complejidad se requiere ahora para algo que antes podías hacer con un papel, un lápiz y un poco de organización mental.

Parte del tiempo me lo paso en la nube, literalmente. Me recordaba mis tiempos escolares en los que siempre andaba aburrido mirando las musarañas o por la ventana hasta que el borrador del profesor de turno aterrizaba en mi cabeza. Si el borrador caía en la parte de espuma solo era un susto, pero si caía por la parte de la madera, venía acompañado de dolor. Con los años veo que sigo aburriéndome como una ostra, pero ya no vuelan borradores. Eso hoy día casi sería motivo de cárcel. Cómo cambian los tiempos.

El caso es que como me aburro, no hago más que buscar analogías entre la informática avanzada y el mundo del espíritu. Por ejemplo, creemos que existen muchas rutas para acceder a la “nube”. Pero es importante entender que no podemos, por seguridad, acceder a la red con nuestra IP personal, la cual representaría a nuestro ego, nuestro yo personal y limitado. Necesitamos una IP pública, que la da el “puente”, el router, o lo que es lo mismo, el alma. Hay siete protocolos o siete capas para poder acceder a la nube, y esto representarían los siete rayos de los que habla la tradición oculta. La primera capa es el router, la parte física, y sobre el mismo se extienden seis capas más (si podéis leer el libro que escribí con Emilio Carrillo,  “La Gestión del Misterio”, entenderéis la analogía).

La información de la Nube está almacenada en regiones, y a su vez, en zonas de disponibilidad, que son tres por zonas (puntos de presencia-ubicaciones de borde). Esto es muy interesante a nivel interior. Porque la “nube”, lo espiritual, no se sitúa en una sola parte o lugar, sino que como ocurre en la tradición, se fracciona en lugares con sus respectivas triadas. El término de latencia también es muy interesante. Sería el tiempo de respuesta del ego con el alma. ¿Cuánto y cómo conectamos con nuestro ser esencial, con nuestra alma? ¿Lo hacemos o creemos que lo hacemos, fijándonos a lo mejor en una copia de mala calidad, un glamour, una ilusión?

El concepto de “capas” es muy interesante. Las capas serían como dimensiones o realidades paralelas. ¿A cuántas capas podemos acceder? Y el Gateway, la puerta hacia Internet, hacia la nube, representaría el puente, el antakarana, aquello que une lo material con lo divino, según la tradición. Para eso hace falta una clave o llave. Quizás por eso muchos de nosotros no podemos acceder a esos puertos, a esa nube, a esas realidades, porque por más que nos esforcemos, no tenemos la llave, la clave para acceder, pero tampoco conocemos las rutas. El balanceador de carga, como ocurre en internet, orienta el tráfico, nuestras llamadas a la nube, pero si no hay llave ni conocemos la ruta, no hay balanceador y no hay acceso.

Por lo tanto, ¿dónde está la llave, la clave, para entrar al Reino de los Cielos, a la Nube? Ahí juega un papel importante el Arquitecto de la Nube (así se llama el curso que estoy haciendo). El Arquitecto de la Nube conoce las Rutas, conoce las claves y conoce la forma de enrutar las llamadas. El Arquitecto tiene la llave para poder entrar en la nube, en el Reino de los Cielos, y conoce los Caminos, las rutas. Preciosa analogía.

(Pd. escrito en el descanso del curso, no me da la vida)

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