Ciclos de retiro, pero no de abstracción


Tras un gran ciclo de actividad que ha durado diez intensos años, ahora toca un ciclo de retiro. Toca coger fuerzas, trabajar en silencio y en el espectro invisible para bucear en la nueva necesidad y en las formas adecuadas de poder ser útiles a las mismas. Toca un ciclo de retiro, pero no de ensimismamiento. Hay que evaluar lo realizado, buscar sus fortalezas y recoger el elixir de todas sus enseñanzas. Ese elixir es puro y verdadero, y servirá de alimento en el invierno silencioso.

El florecimiento de la inteligencia y la consciencia añadida es algo inminente. Aun viviendo en el egoísmo emocional, toca subir un escalón más hacia el plano mental, hacia la inteligencia activa, hacia una mente completamente conectada con la Vida y la Consciencia. Trabajar para que eso ocurra forma parte de nuestra misión como humanidad. Los iniciados en esa verdad deben trabajar poderosamente en el plano mental para que la evolución humana se manifieste en todo su esplendor.

La Vida sustentadora eleva su frecuencia, alcanza nuestras mentes y activa nuestros centros más profundos. Eso que los antiguos llamaban la cualidad divina, no es más que una expresión elevada de nuestro potencial humano. La intención llamada por algunos “espiritual”, no es más que añadir un grado de compromiso y responsabilidad con los objetivos universales de nuestra existencia como patrimonio humano.

En los ciclos de retiro, una amplia actividad creadora se amplifica en nuestro interior, pudiendo con ello facilitar las acciones futuras de forma inteligente y con una voluntad más poderosa. Retirarse a descansar provoca un resurgimiento de la fuerza interior, un poderoso rayo de buena voluntad que deberá ayudar en nuestro pequeño ciclo individual, al gran ciclo compartido. Cada poso de nuestro ser beneficia profundamente a la Gran Obra de la existencia en la que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Estas tres palabras expresan la triplicidad de la manifestación, porque «Ser» significa el aspecto más profundo, el Espíritu que realmente somos, como decían los antiguos. «Nos movemos», se refiere al alma o aspecto consciencia, utilizando un término más actual. Y »vivimos” significa la apariencia en el plano físico, aquello que creemos que somos en esta manifestación. En este plano exterior de manifestación tenemos la fundamental síntesis de la vida encarnada. Esta idea enfatiza la dependencia absoluta de los seres humanos respecto a la idea de lo que los antiguos llamaban Dios, quien es la fuente de la vida, el movimiento de todos los ciclos y edades y la existencia misma.

En los ciclos de retiro, puede ocurrir que la aspiración llegue a su fin, y en su lugar aparezca la convicción más absoluta. Desde esa convicción que nace de las propias certezas interiores, podemos ser capaces de mantenernos firmes e inconmovibles, no importa lo que suceda o lo que ocurra a nuestro alrededor. Cualquier escenario es un campo de experiencia del cual se puede sacar un apropiado elixir. Mantenerse firme ante las más difíciles circunstancias es una característica de aquel que ha despertado a una realidad mayor.

Vivir como almas y no como meras y separadas personalidades es enfrentarse simultáneamente a cientos de experiencias y acontecimientos. No solo somos capaces de observar lo que ocurre en el plano de la materia, sino también en los planos sutiles, en las emociones y deseos del mundo y en el pensamiento de la Mente Una. Eso es enfrentarse a realidades que superan las que ocurren en un ciclo normal de una vida pequeña y egoísta. Más allá de su limitada vida personal, podemos llegar a ser capaces de vivir y sufrir en nuestras carnes todos los acontecimientos mundiales, porque, de alguna manera, hemos experimentado la visión de todo lo que ocurre más allá de nuestra propia vida limitada. Tratamos de comprender, y al mismo tiempo, de interpretar a los demás, pero también tratamos de ayudar y ser útiles a las causas que superan nuestra propia realidad.

Existen muchas crisis en la vida del alma, más allá de las importantes crisis de la oportunidad y la crisis de la expresión. Muchas de estas crisis pueden ser resueltas gracias a las fortalezas interiores, las cuales nacen de una constante meditación, una profunda reflexión y una acertada actitud, nacida de la alegría y el correcto actuar. Esas fortalezas están internamente relacionadas con la propia voluntad interior, una expresión sincera del aspecto amor y una unión verdadera con la inteligencia activa, la cual debe guiarnos por las sendas apropiadas, conectándonos con la Vida Abundante y enriquecedora. Esto nos ayuda a discernir en la comprensión plena de lo que significa la vida involutiva y evolutiva y nos ayuda a invocar el espíritu de servicio al que nos debemos.

En definitiva, que los ciclos de retiro nos ayuden a reflexionar sobre el cumplimiento de nuestra parte en el Trabajo Uno, en la Gran Obra a la que pertenecemos, en la Vida Una de la que somos partícipes. Seamos abundantes para servir abundantemente, enriqueciendo con ello el gran Propósito de la existencia, arrojando la mayor cantidad de luz de la que seamos capaces y ayudando siempre al otro en sus propias metas. Recordemos íntimamente quiénes somos, y cumplamos con nuestra parte.

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