Estimado C.,
Fíjate, si me permites la reflexión personal, durante años, y desde muy joven, siempre me consideré un reflexivo buscador. Me enamoré del gnosticismo de todas las tradiciones y abracé toda creencia, toda fe, como si se tratara de esa sustancia de las cosas invisibles aún por descubrir.
Siempre he abrazado esa búsqueda del todo. Hay un acontecimiento en mi vida personal donde, como en un Aleph, se encontraron todos los caminos, todas las búsquedas, toda la inquietante experiencia humana. Ocurrió hoy, justamente hace seis meses, con el nacimiento de mi hijo Noam, un 13 de enero a las 13 horas, con la luna llena del lobo.
Allí algo se paró, y las dudas desaparecieron, al menos temporalmente. Como si la biología, lo más puramente químico, hubiera creado una grieta de luz en lo más abstracto y espiritual de una vida de incansable interiorización.
Parece un razonamiento simple, pero al ver manifestada esa pequeña e inocente Vida que se abre paso ante la incertidumbre del tiempo, y ahora que veo cómo se despliega entre nosotros ese vínculo indestructible que torpemente llamamos Amor ante la inevitable explosión de la Consciencia que crece por momentos, nace un silencio, a veces incómodo, a veces amable, a veces cargado de sospecha, que invita a cierta paz interior.
Vida, Consciencia y Amor todo empaquetado en un hilo de existencia que nace de algo tan aparatoso como es la evolución biológica.
El ser humano, en síntesis, es ese mosaico del que hablas y del que voy a disfrutar en los próximos días con su atenta lectura. Un mosaico lleno de dudas, y por lo tanto, de infinita búsqueda en ese todo inalcanzable.
Con el tiempo invitaré a Noam a que mire al cielo y busque a ese Gran Arquitecto que todo lo creó, solo con la idea de que en esa búsqueda se halle a sí mismo.
un abrazo sentido,
Pd. Breve carta enviada hoy a una de las mentes más brillantes de nuestro país, al que le vamos a editar un libro ambicioso en los próximos meses. Un libro profundo de una persona que a todos nos ha adumbrado alguna vez con su inteligencia y generosidad. Verá la luz en septiembre. Todo un honor poder ser el maestro de ceremonias de tal acontecimiento.
Feliz mensuario querido hijo. Eres la puerta a esa felicidad que uno siempre añora en las oscuras noches de soledad humana, donde lo irremediable se abstrae de lo presumible.
