«Porque el recto camino del amor, tanto si lo seguimos por nosotros mismos como si somos guiados en él por otros, consiste en empezar con las bellezas de aquí abajo y en seguir elevándonos hasta la belleza suprema». Platón (El Banquete)
Nos levantamos con alegría, desayunamos dando gracias interiormente por la gracia de estar vivos y decidí no hacer nada, excepto leer algunos capítulos del libro escrito por Éloi Leclerc sobre la vida de San Francisco, “La Sabiduría de un Pobre”, regalado no hace mucho por una buena amiga. En algunas de sus páginas, describía la tristeza y cansancio que Francisco sentía ante las luchas internas de su orden franciscana. De cómo unos y otros querían alejarse de los principios de pobreza y humildad y de lo difícil que resultaba mantener la disciplina de la simplicidad. De alguna forma muy modesta y humilde, me veía reflejado cuando en el proyecto de los bosques ocurrían cosas parecidas. Aquella agotadora lucha por mantener la vida simple y la inofensividad hizo que terminara totalmente cansado y abatido, alejado de la alegría y el entusiasmo inicial y poderosamente convencido de que, si quería seguir con vida, debía descansar completamente, retirándome a un lugar tranquilo y apartado.
El año 2024 se cierra con ese sabor agridulce entre lo bueno que recibimos y lo angustioso del mundo exterior. Para mí ha sido el año del descanso, del reposo, de la reconstrucción interior. Un año en el que poner orden en cientos de asuntos y asentar la base para crear otra utopía humana: la creación de una familia tradicional en los tiempos que corren. Papá, mamá, y pronto nuestro primer hijo. No lo expreso como una reividicación, sino con extrañeza incluso para mí mismo.
Este gran acontecimiento en mi vida personal no me retrae de las obligaciones y compromisos interiores. De alguna forma, y paradójicamente, lo refuerzan. Sigo pensando que en el mundo en el que vivimos hacen falta muchas utopías, muchos proyectos que versen su existencia en la inofensividad, en el silencio, y en valores que pongan de manifiesto que un mundo en paz y armonía es posible. Me gustaría que nuestro hijo, sin ningún tipo de perspectiva futura, no solo creciera en esa creencia, sino que fuera corresponsable de ese compromiso con la vida, con la humanidad y con el planeta. Uno de nuestros esfuerzos, más allá de la construcción material, será la de su construcción interior, en valores, para que su vida sea rica exterior e interiormente.
Me gustaría decirle, hijo mío, es bueno que mantengas una vida ordenada y equilibrada, pero no olvides tu entorno y tu compromiso con la existencia. Haz lo que puedas para colaborar en la construcción de un mundo bueno, en llevarte bien con la comunidad donde residas, apoyándola en su bienestar, y en ser bueno para los demás, buscando en la belleza lo sublime de la vida.
Hace siglos hubo gente que luchó por abolir la esclavitud, otros que lucharon por el voto universal y otros que han dado su vida para crear un mundo mejor y más justo. Hijo, es bueno que disfrutes de la vida, que mantengas en alto rendimiento la alegría de vivir, pero no te olvides de los otros, y del mundo.
Este año hemos trabajado duro para, más allá del descanso merecido, poner orden en nuestras propias vidas. De alguna forma aún no perfecta lo hemos conseguido. Y tras el descanso y el orden, vuelve la necesidad de colaborar activamente en la creación de ese nuevo mundo. Ahora toca diseñar cómo hacerlo de forma inteligente, y no impulsivamente, como en años pasados. Toca buscar alianzas, fuerzas y recursos para que esa necesidad de hacer de un mundo bueno, un mundo mejor, se realice ordenadamente.
Este 2025 será un año de alegría, de recepción de la nueva vida, de muchos cuidados y atención. Pero también será un año donde se sembrará la semilla de lo que tiene que venir. El silencio será un tejido protector para que la semilla crezca en la tierra húmeda y oscura. Las utopías deben seguir existiendo, y los arquitectos de las mismas deben seguir soñando sus rectos caminos hacia el amor. El 2025 es el año del gran concilio de esos arquitectos. Ojalá que durante los cien siguientes años, hasta el siguiente concilio, podamos elevar las vibraciones de nuestras vidas, y acompañar al progreso humano desde la inofensividad y el amor hacia todos los seres sintientes. Cumplamos con nuestra parte y que así sea.





























