Sexualidad según Osho


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El otro día alguien me invitaba a dar una charla sobre asexualidad en Tailandia a raíz de la publicación de mi libro sobre el tema. La propuesta parecía surrealista, pero venía de una persona que sabía de lo que hablaba. Me preguntó abiertamente porqué era asexual. Le expliqué la conexión que había entre dedicar un tiempo enorme a satisfacer los impulsos y placeres de la carne o dedicar ese tiempo al poder creador. Esta mañana mientras comía con una amiga en el centro de Madrid me decía que de donde sacaba el tiempo para hacer tantas y tantas cosas. Quizás la respuesta esté en este texto de Osho que me permito compartir con vosotros.

«La vida te va llenado de energía. Y siempre que la energía acumulada es demasiada, el tercer ojo lo siente y empezarás a percibir que hay que hacer algo. A este tercer ojo los hindúes le han llamado el ajna chakra, el centro de mando, donde se dan las órdenes, la oficina desde donde el cuerpo recibe las órdenes… La Naturaleza ha construido un proceso: en cuanto acumulas demasiada energía, el tercer ojo presiona el centro del sexo, ambos se unen y empiezas a sentirte sexual. Se trata de un dispositivo automático creado por la Naturaleza en el cuerpo. Y a partir de ahí, existen dos caminos en la gestión de esa energía interior acumulada: descenderla o ascenderla.

Descenderla significa desahogarte. Así es como para la mayoría de la gente funciona el sexo: una medida de seguridad, porque se puede acumular tanta energía que puedes estallar. El sentimiento de sexualidad no es más que un dispositivo para evidenciar la acumulación de energía. Y una de las maneras de usar tu energía es sintiendo placer a través del desahogo.

La otra forma es decir: “No dos”. Yo soy uno con el Universo. ¿Dónde desahogarla?; ¿con quién hacer el amor?; ¿dónde echarla? No hay ningún lugar distinto a mí, yo soy uno con el Universo. Entonces, al no hacerla descender del tercer ojo, al no desahogarte, empieza a ascender. Y llega así al último chakra, el séptimo centro, situado en la cabeza por encima del tercer ojo y al que los hindúes llaman sahasrara: el loto de los mil pétalos.

Estos son los dos caminos posibles para usar tu energía interior acumulada. Cuando la haces descender, hay placer. Cuando no te desahogas y permites que ascienda desde la compresión consciente del “no dos”, la energía alcanza el sahasrara y hay bienaventuranza. Y ten en cuenta que el placer y el sentimiento de bienestar que el descender la energía provoca sólo puede ser momentáneos, pues el desahogo es pasajero y genera una sensación efímera. Sin embargo, la bienaventuranza puede ser eterna, porque la energía no se descarga sino que se reabsorbe. El centro de la descarga es el sexo, el primer centro o chakra; y el centro de la reabsorción es el séptimo, el último. Ambos son los extremos de un mismo fenómeno energético. Desde un extremo, al desahogarte, la energía se descarga; te sientes relajado porque ahora no hay energía para hacer nada y te duermes. Es por eso que el sexo ayuda a dormir. Y si te vas al otro extremo, en el que la energía se reabsorbe, el loto de los mil pétalos se abre y sigue abriéndose y abriéndose. No tiene fin, porque la energía vuelve hacia el interior, es reabsorbida.

Puedes llegar desde el sexo a la superconsciencia. Este loto de mil pétalos es el centro de la superconsciencia. Así que cuando vuelvas a sentirte sexual di “no dos” con comprensión, consciente, en alerta. Y de pronto sentirás que algo está pasando en la cabeza: la energía que solía caer hacia abajo se está moviendo hacia arriba. Y una vez que alcance el séptimo centro, será reabsorbida. Entonces te vas convirtiendo en más y más en energía; y la energía es deleite, éxtasis. Ya no hay necesidad de descargarla porque ahora eres el ser infinito… Puedes absorber el infinito, el todo, y aún quedará espacio… Este cuerpo es estrecho; tu consciencia, inmensa. Este cuerpo es una taza pequeña; un poco más de energía y se desborda. Tu práctica sexual es el desbordamiento de la taza, del cuerpo estrecho. Pero cuando el sahasrara se abre, un loto de mil pétalos se abre en tu cabeza; y va abriéndose y abriéndose sin fin. Aunque el todo se derrame sobre ti, todavía quedará un espacio infinito.

Se dice que un buda es más grande que el Universo. No su cuerpo físico, por supuesto, pero el Buda sí lo es porque el loto se ha abierto. Ahora este Universo no es nada; millones de Universos pueden caer en él y ser reabsorbidos. Puede seguir creciendo. Es perfecto y todavía sigue creciendo. Esta es la paradoja; porque nosotros pensamos que una perfección no puede crecer. La perfección también crece; crece hacia ser más perfecta y más perfecta. Sigue creciendo porque es infinita… Este es el vacío del que habla Buda: shunyata. Cuando tú estás vacío, todo el Universo puede caber en tu interior y todavía queda un espacio infinito, más Universos pueden caber en ti».

(Extracto del capítulo 9 de “El Libro de la Nada”, de Osho)

Salud y enfermedad


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Hoy me sentaba en la escalera de la casita familiar que tenemos en Córdoba junto a mi padre, el cual padece un alzhéimer avanzado. Él me miraba en silencio mientras gruñía con ese mal humor característico de la enfermedad y yo hacía lo mismo en silencio, contemplando con cierta tristeza como la merma de salud desemboca en algo tan atroz como la enfermedad.

Sentía pena por la situación. Especialmente pena por saber y observar que nadie nos educa para afrontar la enfermedad. Mi madre, consumida por el continuo cuidado de su pareja enferma afronta con sumisa paciencia la dureza de la situación.

También es evidente que nadie nos enseña a conservar la salud. Vemos diariamente como esos insalubres hábitos ordinarios, y ya no me refiero solo a los que afectan directamente a nuestro espacio físico, están ahí mermando de forma invisible nuestra fortaleza.

Es cierto que no podemos controlar al cien por cien nuestro vigor. Podemos evitar algunas cosas obviando en nuestra vida ordinaria hábitos como el tabaco, el alcohol, las drogas, el mal humor, el mal carácter, el stress, los malos pensamientos. Eso ayuda a mantener cierta higiene y salubridad. Los factores genéticos de familia y raza afectarán indudablemente, pero también los accidentes y los abusos. Realmente lo milagroso es estar absolutamente sanos. Especialmente a medida que avanza la edad, una tendencia forzada gracias a los avances médicos empeñados en alargar la vida a costa de casi todo.

La enfermedad de alzhéimer sin duda es terrible para el que la padece, pero especialmente para el conjunto de personas que están al cargo del enfermo. Son ellos los que terminan en un estado frágil y desamparado. El Estado, tan preocupado en pagar ejércitos, coches oficiales y cargos vitalicios, rescates bancarios e intereses deudores no tiene tiempo para encargarse de las familias que padecen este tipo de crisis en su ciclo vital.

¿Qué hacer ante estas situaciones? Sólo se me ocurre pensar en la tradición. Antiguamente era la comunidad la que cuidaba de los niños y los ancianos enfermos. Creo que la nueva comunidad, esa que esta resurgiendo de las cenizas de esta civilización deberá prever los mecanismos suficientes para poder atender de forma solidaria y amorosa todo tipo de situaciones. Mientras trabajamos por esa utopía, seamos conscientes poco a poco de nuestra salud y cuidemos todo lo que podamos de ella. Nos va la vida, la nuestra y la de los que nos rodean.

Cuidemos nuestros vehículos


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Esta mañana cuando hemos ido a por el coche para hacer unas compras tenía el retrovisor roto. El repararlo cuesta casi trescientos euros. Desde que vivo en el centro de Madrid, es raro el día en el que el coche no sufra algún tipo de accidente. Es casi imposible tener el coche en las céntricas calles sin que sufra de golpes, rasguños y porrazos varios.

Desde hace unos días voy a nadar a la piscina municipal que está a dos calles de aquí. La vida sedentaria que he llevado estos últimos meses me han pasado factura y me ha salido una pequeña hernia que entorpece de alguna forma con ese dolor o molestia lumbar que viene y se va a su antojo.

Cuando observaba el coche esta mañana sentía cierto cabreo inevitable. Sobre todo por el incivismo de cometer una tropelía y no dar señales de vida para indicar lo sucedido. Te rompen el retrovisor, te dan golpes continuos y nadie responde. Como si no pasara nada.

Al reflexionar todo esto en la meditación de plenilunio de hoy me daba cuenta de que ocurre lo mismo con nuestros cuerpos físicos. Nos pasamos toda la vida dándoles golpes, olvidando sus cuidados mínimos, y cuando se estropean, nos quejamos y nos cabreamos porque ya no son útiles o porque han perdido destreza.

Sin duda las dolencias de estos días me ayudan a comprender lo sagrado que resulta cuidar nuestros cuerpos, todos nuestros cuerpos. El físico por supuesto, pero también el energético, el emocional, el mental y el espiritual, para los que lo tengan, lo sientan o lo necesiten.

Cuidar el templo, el receptáculo de la vida, el cuerpo físico es una tarea compleja pero a la vez sencilla. Buenos alimentos, algo de ejercicio, abundante agua e higiene, luz solar… Un año de sedentarismo como el que llevo aquí dentro del zulito puede provocar lesiones estúpidas que a la larga pueden traer consecuencias. Así que tomo estas señales como aviso para navegantes. Cuidémonos para que podamos servir mejor a la vida y su propósito.

Sánate a ti mismo y sanarás al mundo


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El cuerpo es nuestro vehículo, pero también es nuestro templo. Tomar consciencia de esta realidad es encaminar nuestras vidas hacia otro sentido, hacia otro sentir, hacia otro escenario privilegiado.

La energía vital que recorre nuestro cuerpo nos conecta con la vida. Es una fuente de riqueza y de poder que nos hace ágiles, fuertes y hermosos. Cualquier gesto, cualquier tipo de acto responde a esta energía, a este arrojo de vida. Pero nunca somos conscientes de la calidad de la misma. ¿Qué tipo de energía nos recorre? ¿Qué tipo de vida nos anima?

Las emociones es la balsa que nos conduce por el vasto océano de la experiencia. Nos impulsa hacia uno u otro lugar, nos lleva a subir y a bajar o a voltear el mundo y sus caminos. Es nuestro motor, lo que nos impulsa, lo que atrae y repele, lo que nos conecta con el mundo sensible. También tiene su propia calidad dependiendo del dominio que ejerzamos sobre la misma. ¿Utilizamos el mundo emocional para dirigir nuestros pasos hacia la correcta consecución de nuestra vida y propósito o es el mundo emocional el que antoja nuestro devenir? ¿Quién domina a quien? ¿Hemos pensado alguna vez en ello? ¿Son las emociones las que dirigen nuestra vida o nos valemos de su fuerza y motor para alcanzar nuestras metas?

La mente es el faro de luz y la consciencia aquello capaz de penetrar toda tiniebla, todo velo, toda ilusión. La mente es el soporte de la consciencia, es el asiento donde descansa la sutileza, el arte y lo que nos conecta con el universo entero, con su infinitud. Pero muchas veces vivimos engañados por la ilusión mental, por el espejismo de sus propias creaciones, de sus miedos, de sus fantasías, de su criterio. Ocurre lo mismo que en los casos anteriores, ¿hemos pensado alguna vez en someter mediante el silencio y la meditación a ese poderoso foco de luz? ¿Hemos alguna vez pensado en como dirigir correctamente esa luz para caminar hacia nuestro destino o hemos dejado que la ilusión, la crítica, el espejismo, la ficción y la dualidad erren nuestros pasos? ¿Hemos sido alguna vez conscientes del poder creador de nuestra mente? ¿Hemos reflexionado sobre ello? ¿Y sobre la consciencia que nos gobierna? ¿Qué tipo de consciencia tenemos, y de qué calidad? ¿Con qué mundo nos conecta esa consciencia, con el de los sentidos, siempre tan limitados, o con el de la infinitud?

Enciende una vela blanca en tu templo y diseña sus paredes desde la sana intención de construir una luminosa catedral. Que cada piedra sea pulida para que encaje a la perfección en el edificio virtuoso, en el equilibrio y la rectitud. Observa tu cuerpo para que sea un vehículo perfecto que albergue la energía vital, la savia de la vida que debe ser limpia y pura, que debe alimentarse de cristalina agua, de pacíficos alimentos, de oxigenado aire y de luz, mucha luz. Su pureza hará que nuestras emociones sean nobles y estén calmadas, hará que no se dejen llevar por cualquier viento y serán firmes ante la adversidad. Un edificio fuerte y bien conservado soportará convenientemente los envites de la vida. Hará de nuestras emociones un campo equilibrado, ecuánime,  perfecto para que se aposente el jinete, el hacedor, el tejedor de mundos al que llamamos mente, la buena mente. Y ella será respetada y respetuosa con el mundo sensible, abrazando la unidad de todas las cosas sin juzgar, sin vacilar, sin caminar a ciegas, sin dudar.

Cuando todo esto ocurre, inevitablemente fortificamos el flujo de vida y la salubridad nos atraviesa, nos sanamos, somos partícipes de otro tipo de energía, de otro tipo de mecanismos que producen un halo de luz en el planeta que habitamos. Inevitablemente surge una simbiosis rítmica entre nosotros y el cuerpo mayor que moramos, ese navegante estelar al que llamamos Tierra. Si nos sanamos, sanaremos al mundo y la vida será bella, fuerte, sabia.

(Foto: © Наталья Ова)

Una experiencia diferente con Laura


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… Una vez instalada y descansada, Laura comienza a trabajar en Madrid siguiendo con su actividad de servicio y su incansable labor terapéutica.

A partir de la semana que viene, día 12 de Agosto, abre consulta en el domicilio de Malasaña, Madrid.

Se define como masajista-terapeuta, estudió quiromasaje y demás especialidades para ir ampliando su curriculum. Masaje Coreano Abdominal, diferentes estudios de Medicina Tradicional China, prácticas de Ayurveda, Naturopatía, entre otros.
Tras varios años de experiencia ha creado un estilo personalizado en sus sesiones.
Trabaja a nivel holístico (mente, cuerpo y espíritu). Usa diferentes técnicas , incluyendo técnicas energéticas.
A nivel físico trabaja la reflexología podal, digitopuntura, masaje terapéutico, cráneo-facial y cráneo-sacral, neuro-sedante y relajante. A nivel energético, equilibra los canales que puedan estar bloqueados o tengan una información que generen falta de armonía o falta de fluidez, intentando que vuelvan a su estado correcto evitando enfermedades o anomalías que puedan generar problemas en un futuro o estén produciéndose en el presente.

En general su trabajo es una fusión de diferentes técnicas a través de su larga y exitosa experiencia.

Su devoción por el trabajo le ha llevado a entregarse a un nuevo enfoque a la hora de cobrar sus sesiones: pide la voluntad, con el fin de ayudar al máximo de personas posible, con o sin recursos.
El único requisito que demanda es tener cierta formalidad y puntualidad para mantener en orden las sesiones y no crear retrasos con otras personas.
Quién necesite una sesión puede contactar con ella llamándola directamente a su número: 671.86.45.34.
Gracias!

Embelleciendo nuestro mundo


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Todos los días gastamos miles de millones en cosas y acciones que no añaden nada a nuestra evolución ni a nuestra felicidad. Miles de millones en drogas, en golosinas, en licores y tabaco, en joyas, en pieles, en placeres y violencia, en armamento, en guerras, en inútiles acciones diarias que nos complican la existencia en vez de mejorarla.

Gastamos mucho dinero en distracciones que nos alejan de nuestro principio esencial, de nuestro camino en la vida, de nuestra lección vital para mejorar como seres y como raza. Vivimos aún, a pesar de los avances, anclados en el individualismo más arrollador, donde lo importante es satisfacer nuestros pequeños placeres diarios, empezando por ese derroche violento que ejercemos en la comida y ese derroche constante en pequeños gestos que provocan que la suma de todos ellos se conviertan en una plaga aniquiladora de planetas enteros.

No somos conscientes del poder que todos esos gestos provocarían si reutilizáramos esas acciones en cosas y acciones que ayudaran a la humanidad en su búsqueda por un nuevo camino, un nuevo despertar, unos nuevos valores que propagar y compartir. La existencia de una nueva civilización siempre empieza por el cambio gestual de nuestras acciones individuales, de nuestros pequeños gestos diarios.

Paradójicamente, se necesitan miles de millones para vencer al egoísta y endogámico materialismo. Se necesitan miles de millones para reconstruir nuestros valores y reconducir nuestro camino, para embellecer nuestras casas, nuestros hogares, nuestras ciudades, nuestros países con una luz diferente, con una belleza indescriptible que haga de nuestra vidas algo con sentido.

¿Cómo podemos invertir nuestros recursos en embellecer nuestro mundo? Primero hay que tirar y reciclar todo lo viejo. Vaciar nuestras casas de objetos inútiles, de cosas y cosas que hemos ido acumulando durante tanto tiempo. Esa higiene de “cosas” provocará una higiene de “energías” acumuladas en esas cosas que enturbian nuestras vidas, que la embrutecen y la confunden. Es necesario dejar de estar atrapados a esa energía, a esas cosas, y es necesario deshacernos de lo añejo para que la nueva luz pueda entrar. Cuando las cosas y los hogares se iluminan con esa nueva luz, empieza un bonito trabajo que nos ayuda a caminar más ligeros por el camino de la nueva consciencia. ¿Qué significa eso? Significa que estamos más libres y abiertos para conectar con nosotros mismos, ya alejados de los hilos y cadenas que nos atan a la vida cotidiana, a sus objetos, a sus energías. Por eso la limpieza es tan necesaria. Nos estimula y nos rejuvenece exterior e interiormente. Por eso debemos limpiarnos física, energética, emocional y mentalmente alejando de nosotros lo añejo y la podrido.

Luego es bueno decorar nuestras vidas con tonos suaves, con esa belleza que vemos en la naturaleza. Una planta, una piedra en alguna esquina, un cuadro que describa un amanecer, una pared blanca o celeste como el cielo… Es tan fácil hacer esa limpieza y redecorar nuestras vidas con nuevas energías.

Lo segundo es tener consciencia de las cosas que volvemos a meter diariamente en nuestras vidas e interrogarnos si esas cosas van a mejorar nuestra felicidad, y si realmente las necesitamos. Empezando por la esclavitud que durante eones se ha establecido en lo que comemos, en lo que vestimos, en lo que adquirimos. Más allá de las modas impuestas y de los gustos externos, ¿realmente necesitamos esas cosas?

Lo tercero tendrá que ver mucho con lo segundo y lo primero. Ya hemos cambiando la consciencia sobre lo que no queremos, sobre el cambio necesario, y ahora, ¿qué hacer con todo ese ahorro de nueva energía y nueva consciencia? Compartirlo… ofrecerlo al mundo para que mejore, para que sea mejor. Salir a la calle y barrer nuestro portal si está sucio. Ayudar a aquellos que ayudan a mejorar el mundo. Donar nuestro tiempo y nuestro dinero sobrante a causas que pretendan embellecer la vida de los demás, o crear nuestras propias causas. Haciendo esto pasamos del individualismo egoísta al pensamiento y la acción comunal, a la consciencia de grupo, de pertenecer a algo mayor. Nos convertimos, como decíamos ayer, en soles radiantes, en luminarias de un cielo nuevo y una nueva tierra plagada, incesantemente, e inevitablemente, de nuevos amaneceres. Hagamos de este mundo bello, un mundo mejor. Cumplamos con nuestra parte.

Los Nodos de la Princesa de Éboli


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Hace un año, en un tiempo muy parecido al de hoy, estaba en el Hotel Princesa de Éboli. Pasaron cosas muy hermosas que abrieron una nueva etapa y un nuevo rumbo. Esa etapa, por alguna extraña razón que aún medito, no fue culminada. Hubo una especie de ruptura inesperada causada o provocada más por el despiste que por alguna intención rebuscada. Ni el comienzo de esa etapa ni su final fueron pensados desde mis entrañas. De repente, alguien entró en mi vida, revolucionó todo mi entorno y se marchó como había venido. A toro pasado admito que esa pequeña revolución personal fue necesaria y me aportó muchas experiencias y conocimientos positivos. La persona en sí, maravillosa y excelente en todo momento, decidió unilateralmente que ya era suficiente. Que el aprendizaje, el compartir, el navegar juntos se había terminado.

La conocí aquí, en la recepción del hotel donde ahora me encuentro gracias a la siempre generosidad del amigo JL, su propietario, el cual acoge a este pobre peregrino siempre que la vida me trae por estos lares. Eso significa que estoy ante un nodo. Un nodo es el punto en el que una curva se intersecta a sí misma. En el caso de las experiencias, es ese punto de la espiral donde regresamos desde la descendencia para coger un nuevo impulso ascendente. Es decir, estamos ante una puerta donde la vida nos brinda una nueva oportunidad para cerrar el capítulo definitivamente y volver a empezar de cero o continuar con la experiencia para profundizar en ella desde una visión más elevada e intensa. Las lecciones no aprendidas se repiten en el tiempo, y nosotros decidimos en cada momento como afrontarlas, de ahí que hay momentos, si tenemos cierta receptividad hacia el mundo abstracto y arquetípico, en el que tenemos la sensación de empezar de nuevo un proceso que nos suena o que ya hemos experimentado en otras ocasiones. Por supuesto aquí cada uno se enfrentará a la experiencia según sea su mundo interior. Hay personas que prefieren huir de la misma, encerrarse en casa leyendo un libro sin tener la valentía de afrontar todo lo que la vida nos tiene guardado, y hay otras que sin temor prefieren, a pesar de las condiciones y circunstancias, afrontarlo y seguir aprendiendo.

Siempre elegimos y siempre, dependiendo del impulso que nos lleve a hacer unas cosas u otras, huimos de la llamada o aprendemos ante la experiencia. De nosotros depende el relacionarnos con la vida o el apartarnos de ella para vivir nuestra propia y particular versión de la película. Visionarlo todo desde una pantalla que llamamos pensamiento, verdad o “mi” lo que sea o ser protagonistas de la obra en primera persona.

Expresemos tristeza cuando hay tristeza, y amor cuando hay amor


Foto del día 12-12-12 a la(s) 11.48 #5

«Sólo la serenidad del lago podrá mostrarte lo que le rodea». Sabiduría Zen

Siempre tendemos a disfrazar la tristeza, a ridiculizarla, a esconderla porque mucha gente se avergüenza de ella, sin apreciar su valía, sin valorar su enseñanza. Esta mañana me he levantado extraño, abrazado al perro Rastra, mirándolo a los ojos y viendo a un perro abandonado abrazado a otro perro abandonado. La estampa imposible en el mundo de los caninos. Y los dos sentíamos en la profundidad del alma esa tristeza por el abandono. El abandono es algo difícil de explicar. A veces te abandonan o a veces simplemente te sientes abandonado. No tan solo física o emocionalmente, a veces también espiritualmente, que es el peor de los abandonos.

Por eso entiendo bien esa mirada melancólica del perro Rastra. Un perro silencioso, a veces incapaz de expresar emociones porque nadie le enseñó la importancia de un abrazo, la dulzura de un beso, lo que es sentirse arropado por el calor humano o por aquellos que te quieren. Tiene lo que en psicología se llama aplanamiento afectivo, el cual le lleva, a veces, a dar una respuesta inapropiada ante las circunstancias.

Por eso decía más arriba que no había que esconder las emociones. Expresarlas libremente escribiendo o pintando o creando algo, hablando con amigos o terapeutas o realizando cualquier actividad que nos permita comprenderlas y abordarlas. Hay muchas formas de experimentar esas angustias que llevamos dentro y que pueden servir de catalizadores perfectos para poder entenderlas y superarlas.

La frialdad emocional engendra un conflicto mayor que termina manifestándose en enfermedades de todo tipo.  Y esa frialdad acompañada de orgullo mental nos aísla de la sociedad, nos ofusca en el trato con el grupo y la colectividad y termina creando un caldo de cultivo perfecto para que el fracaso en las relaciones humanas tenga más probabilidades. ¿Cómo salir de ese círculo vicioso? Expresándolo sin pudor, abrazando a todo aquel que te lo permita hacer y amando. Amando en relación, porque amor es relación.

EL CUERPO HABLA… LO QUE LA BOCA CALLA


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El resfriado aparece cuando el cuerpo no llora.
El dolor de garganta obstruye cuando no es posible comunicar las aflicciones.
El estómago arde cuando las rabias no consiguen salir.
La diabetes invade cuando la soledad duele y no sabes recibir amor.

El cuerpo engorda cuando la insatisfacción aprieta.
El dolor de cabeza deprime cuando las dudas aumentan.
El corazón desiste cuando el sentido de la vida parece terminar.
La alergia aparece cuando el perfeccionismo se vuelve intolerable.
Las uñas se quiebran cuando las defensas se ven amenazadas.
El pecho se comprime cuando el orgullo esclaviza.
El corazón se infarta cuando sobreviene la ingratitud.
Las neurosis paralizan cuando «el niño interno»tiraniza.
La fiebre quema cuando las defensas derriban las fronteras de la inmunidad.
La plantación es libre, la cosecha, obligatoria…
Presta atención a lo que estás plantando, porque eso mismo será lo que cosecharás.
¡Se Feliz!

(De autor desconocido)

A los que libran la dura batalla


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«Sé comprensivo, porque cada persona que encuentres en tu camino está librando una dura batalla» (Platón)

Ya he perdido la cuenta de los días que llevo aquí encerrado. Salí una tarde a comprar galletas para comer algo y hoy, cuando me disponía a tirar la basura, hacía tan buen tiempo, que no he podido con la tentación de dar un primer paseo en bici. Hacía un sol radiante del que ya ni recordaba su luz, así que el disfrute por dehesas y montes ha sido doble.

Cuando he vuelto a casa, un viejo amigo de la infancia del que no sabía nada desde el colegio me ha contactado. Me contaba que con diecisiete años le habían diagnosticado una de esas enfermedades raras que padecen pocas personas en el mundo y se había quedado sentado en silla de ruedas. Me sorprendió tanto el relato que casi no podía creerlo recordando a aquel niño tan jovial y alegre, siempre corriendo de un lado para otro.

Al poco rato me escribió otro amigo el cual se está medicando con un psiquiatra porque le fue mal con una anterior relación de pareja. Su relato pesimista me pareció arrollador, increíblemente doliente y sorprendente en una persona que también recuerdo con un rostro alegre y lleno de vida.

La cita de Platón me llevó a esa realidad que muchas veces ignoramos con respecto a los seres próximos que nos rodean. A veces no lo dicen, por timidez o por no dar pena, pero dentro de sí están librando una dura batalla. Le escribía esta mañana a alguien sobre la necesidad de empatía y compasión con el otro. Porque el otro es un ser frágil, a veces lastimoso, cargado de errores y fallos de fabricación. Pero precisamente la compasión nos ayuda a comprender que no podemos exigir constantemente del otro perfección, y menos aún, demandar que supla nuestras carencias y necesidades. La compasión tiende puentes donde otros prefieren dinamitar la fragilidad de las relaciones humanas. Compasión hacia el otro y hacia nosotros mismos, porque existe una verdadera sanación cuando nos reconciliamos con nuestros fracasos y nuestros errores, y cuando con ellos, sin cargar del todo nuestras mochilas con esas piedras del camino, centramos nuestra visión en la majestuosidad del paisaje.

Así, cuando alguien se acerque a nosotros, estemos atentos. Quizás tenga alguna historia que contarnos, quizás un suspiro, un abrazo oportuno o un simple guiño puede salvarle de su abismo y dura batalla. Especialmente para aquellos que están pasando un mal momento o que lo han pasado recientemente, un muy sentido abrazo.

En el desierto y sobre los mares


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Esta mañana, sobre las siete, leía las primeras cien páginas de un libro de casi mil, temas que se escapan a la mente común y del que resulta difícil descifrar atenta y correctamente todos sus significados y arquetipos. Había frases que desvelaban cierto conocimiento inusual y que devolvía mi curiosidad por las cosas de la vida.

Hay un clamor que se emite “sobre los mares”. Esta frase me hacía pensar que nuestro planeta está compuesto principalmente por agua, símbolo del mundo del deseo y las emociones. Sin duda, nuestra humanidad está combatiendo en ese plano, el astral, el emocional, y esa es su batalla. Estamos sumergidos en ese mundo emocional, en ese espejismo en el cual nos debatimos, malgastando tiempo y recursos en ordenar nuestras ambiciones y nuestras frustraciones. Nos ahogamos constantemente en ese océano de dudas y pérdidas, de fracasos y tensiones emocionales, obviando que más allá de esa marea y sus abismos existe un cielo calmo por el que poder sobrevolar.

En ese otro mundo aéreo, las cosas se ven desde otra perspectiva. Allí arriba no hay brumas, ni nieblas, ni espejismo, sino una luz “clara y fría”, refrescante, intuitiva, que nos aproxima más al concepto de “cielo”, de superación, de entrega a otro deber por encima del agua oceánico.

En ese lugar se disipa el espejismo y el sufrimiento deja paso a cierta alegría interior, liberado del reino de la ilusión y actuando “arriba en el aire y a plena luz del día”. Ya no se debate en las olas ni se hunde en las aguas profundas. Tal y como leía esta mañana, “se cierne sobre el mar, dentro del océano de luz, y vierte esa luz en las profundidades. Lleva así las aguas al desierto y la luz divina al mundo de las brumas”. A partir de ese momento todo lo hace en el desierto y sobre los mares, empleando el poder de la mente y el pensamiento.

El otro día le comentaba a una amiga que podríamos tirarnos toda una existencia profundizando en los oscuros abismos del océano. Analizar y medir el inconsciente y el subconsciente y destripar uno a uno todos nuestros conflictos. El agua de las emociones se moldea al antojo de las tempestades, por eso es preferible tener una mente sana, un pensamiento equilibrado para que así las aguas se asienten y sus abismos se iluminen con el sol espiritual. La sanación de nuestras emociones tiene que ver con ese vuelo desapegado por encima de las aguas de nuestro ser. De ahí la travesía por el desierto, un lugar donde no hay agua, donde no hay emociones descontroladas y sujetas al capricho del oleaje. De ahí la necesaria meditación diaria y la necesaria comprensión del ser como un todo mucho mayor y con un potencial infinito. Y toda esa comprensión se puede trasladar a la vida cotidiana, a las partes sencillas de nuestro devenir diario, trasladando esa paz interior en correctas palabras, en gestos armónicos, en alegría sublime en las tareas frecuentes. Se puede sanar nuestro interior, nuestra frustración, nuestro dolor, nuestro sufrimiento elevando nuestros pensamientos sobre nosotros mismos.

El ser insatisfecho


Vivir con déficit, ya sean carencias afectivas, emocionales, materiales, intelectuales o espirituales significa estar alejados de la vida plena. La plenitud no se alcanza desde fuera, con cosas externas, sino desde dentro, con una reflexión y un trabajo interior importante.

Una persona cargada de déficit siempre culpará al otro o a lo otro de esa carencia. No será capaz de realizar un trabajo interior de autocrítica, y siempre verá en el otro al culpable de sus carencias. “No me atiende lo suficiente”, “no me da lo que necesito”, “no cumple mis expectativas”, “no me comprende”… Estos serán algunos de los reproches más habituales en una persona carente.

La satisfacción y la felicidad plena es algo que nace de dentro y tiene que ver con la forma en que entendemos el mundo. Primero desde el necesario respeto. No podemos vivir en un mundo cargado de demandas, sino que debemos acercarnos al mismo cargado de propuestas, de alternativas, de hechos que nos acerquen más y mejor a la belleza del mismo. Podemos hacerlo. Podemos enfocar nuestra atención en aquellas cosas que de verdad nos satisfacen, y centrar nuestros esfuerzos más íntimos en la culminación de las mismas. Las personas autorrealizadas son aquellas que disfrutan con lo que hacen, con las personas que les rodean, sin exigir nada, sin reclamar nada, atendiendo a cada momento y a cada circunstancia con verdadera emoción. No les importa el tener muchas o pocas riquezas si realmente están realizando su propósito. En cambio, la persona deficitaria estará todo el rato quejándose de su vida y reclamando para sí misma el mayor de las atenciones, sin ser capaz de mantener una relación adulta e independiente con su entorno y con los que le rodean.

Materializar nuestro destino tiene que ver con esa realización. Es posible que algún día nos encontremos despistados o tristes. Es natural. Somos humanos. Pero si perseveramos en nuestro propósito, la alegría y la felicidad serán la señal inequívoca de que ese, y no otro, es el verdadero camino. Una persona insatisfecha jamás logrará encontrar esa calma y esa tranquilidad porque siempre demandará más, como ese niño insatisfecho que demanda el abrazo de una madre y el calor y la protección de un padre.

Estamos insatisfechos porque estamos divididos, porque no estamos integrados en nuestro ser verdadero. Esas constantes demandas y reproches a la vida es una clara señal de que algo no va bien, de que debemos sanar una parte que está dañada o mutilada por algún error pasado o algún abandono inconsciente. Actuar desde referentes erróneos, con pautas equivocadas o en relaciones disfuncionales nos aleja de nosotros mismos y de nuestro centro. Y tendemos a culpar al otro o a nuestras propias circunstancias pasadas o presentes de nuestra desdicha. No culpemos al otro de nuestras carencias. Seamos lo suficientemente grandes para dar y no esperar que nos den, para abrazar y no esperar que nos abracen, para ofrecer alegría, y no esperar que nos alegren. La generosidad es la pista que nos señala que estamos ante alguien autorrealizado. El egoísmo es aquello que nos indica que estamos ante alguien mutilado.

Algunas cosas que hay que hacer cuando la vida se derrumba


«La sociedad siempre perdona a un delincuente, pero jamás a un soñador«. Oscar Wilde

Lo primero es no perder la dignidad. Si perdemos la dignidad lo perdemos todo, salud, trabajo, amigos, familia. Así que siempre, en lo bueno y en lo malo, hay que seguir caminando de pie, erguido, sintiendo el peso de la vida en los hombros, pero fuertes para no doblegar nuestra alma al infortunio. Si somos capaces de mantener esa postura recta, desplegada desde nuestro centro interior, cualquier derrumbe será llevadero.

Lo segundo es no venderse por nada ni a nadie. No es cuestión de orgullo, sino de solidez. Si a la primera de cambio cambiamos nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestras formas y nuestro sentido por complacer a alguien o por comer un plato caliente durante unos pocos días, perdemos el sentido de todas las cosas.

Tercero. Sigue siempre tus sueños. A veces, cuando todo parece caótico e inconexo resulta difícil seguir empeñado en poner a prueba nuestros anhelos más profundos. No pasa nada si descansamos de la idea mientras hay una gran tempestad. En las mayores tormentas, así como en los mayores silencios, siempre surge algo nuevo.

Cuarto. Enfréntate al derrumbe con valentía, pero no rehúyas del miedo, que a veces es protector y nos guía hacia la prudencia.

Quinto. No temas a la soledad. Normalmente, cuando todo se derrumba a tu alrededor, muchos de aquellos que considerabas amigos o aliados tienden a desaparecer o huir. Afróntalo con calma. Eso hará una buena purga con respecto a quién está ahí cuando más se lo necesita y quién prefirió desaparecer.  Los que aguanten el derrumbe a tu lado, esos estarán toda la vida.

Sexto. No temas las pérdidas, ellas te harán vivir en la sencillez. Ese es el milagro de todo derrumbe. Cae un inmenso edificio y te percatas de lo hermoso que es vivir al raso, sin nada.

Séptimo. Tengamos esperanza. Es algo común en el ser humano y aunque no siempre funciona porque a veces el derrumbe es solo el preludio de algo peor, la esperanza nos mantiene alertas y despiertos para intentar hacer de lo malo, una oportunidad.

Octavo. Sé siempre generoso, y si sales erguido y fuerte de esta prueba, compártela sin tapujos. Tus palabras de ánimo y aliento servirán siempre de apoyo a todo aquel que lo esté perdiendo todo.

Noveno. ¿Quedó algo del derrumbe? Pues simplemente, compártelo. Eso te hará más grande ante la adversidad y más poderoso ante el infortunio.

Décimo: Sonríe, porque al final de todo túnel, la vida es bella y generosa y colma nuestras vidas con exquisita sencillez, que es lo mismo que decir con grandeza.

Decálogo para ser feliz


1. Danza, baila, escucha música o practica algún ejercicio.

2. Aliméntate ligera y sanamente. Cuida la alimentación y lo que comes.

3. Respira hondo todos los días y siente la vida que te recorre a cada instante dando gracias por todo lo bueno que ha de llegar.

4. Gasta el dinero en experiencias, no en cosas.

5. Enfrenta los retos, sin miedo. Afronta con valentía tus experiencias.

6. Relaciónate, no te aísles, la vida es relación.

7. Rodéate de personas y lugares hermosos, de pensamientos y emociones sanas.

8. Se amable con todos y honra la presencia del otro. Siempre tienen algo que enseñarte.

9. Piensa menos, no interpretes la vida, siéntela. Estudia y aprende que cada día es un milagro.

10. Comparte y sé generoso.

La Alegría como método curativo


Los pensamientos de un mundo sano no están enfocados desde la mañana hasta la noche en la curación de sí mismo. Los pensamientos de un mundo enfermo como el nuestro requiere dedicar gran parte de nuestros esfuerzos diarios en sanar nuestra maldad, nuestra ignorancia y nuestro orgullo. Por ello no debemos preconizar el autoconocimiento tan solo con fines curativos, sino también con fines de gozo y plenitud. Cualquier persona despierta al mundo del gozo y la alegría vital suele ser en nuestro mundo una rara florescencia de una generación de emprendedores del espíritu. Por ello su misión será la de hacer penetrar la alegría en todas las empresas y actividades humanas, no como sistema de autocuración o autoconocimiento, sino como herramienta imprescindible para alcanzar altas cuotas de paz y amor universal. ¿Qué técnicas, actitudes y capacidades serán necesarias para introducir la alegría en el mundo? ¿Qué clase de valor haremos brotar para estimular la vida de nuestros semejantes? ¿Qué clase de fuerza y poder pondremos al alcance de los nuestros para que la sanación global no sea un fin, sino una consecuencia inevitable de nuestro cambio de actitud y consciencia?

Croquetas vegetarianas, la disciplina de una dieta diferente


“Desde una edad temprana he rechazado el uso de la carne y llegará el día en que hombres como yo, verán el asesinato de animales como ven el asesinato de personas”.Leonardo Da Vinci ( 1452 -1519 )

La comida basura nos hace tener una vida basura. La comida rápida nos hace vivir en una vida rápida, sin fundamento. La comida basada en cadáveres nos hace vivir una vida muerta, sangrienta, alimentada a base de sufrimiento. Suena drástico pero a veces, la educación que hemos recibido durante milenios solo puede ser contemplada desde una visión drástica. Por eso es importante apostar por una nueva educación, por una nueva consciencia, por una nueva cultura que empiece desde lo más básico. ¿Por qué no nos educan a comer bien? Es difícil, pues en torno al negocio de la alimentación y sus consecuencias, las enfermedades, gira mucho dinero. ¿Quién iba entonces a fabricar fármacos para paliar nuestros excesos y nuestras enfermedades derivadas de la mala alimentación?

Y aún resulta más difícil terminar con los hábitos. A cuantos vegetarianos he escuchado quejarse de lo difícil que resulta ausentarse de un buen solomillo, o de una tapita de jamón, o de un buen vino. Nosotros no somos la generación cuya responsabilidad gira en radicalizar y anular de golpe todos esos hábitos. Somos la generación cuya responsabilidad estriba en generar nuevos hábitos. Eso no supone dejar de comer jamón y hacerse radicalmente vegetariano. Supone simplemente ir cambiando nuestros hábitos alimenticios poco a poco, sin prisas. Y con nuestro ejemplo, inspiraremos a nuevas generaciones que ya no vendrán con el sesgo cultural del imaginario colectivo donde una buena tapa de jamón debía venir acompañada de un cigarrito, una copa de vino y un buen partido de fútbol. Todo eso está cambiando en nuestras representaciones simbólicas, y poco a poco seguirá haciéndolo hasta que sepamos cultivar una forma diferente de relacionarnos con el mundo.

Os dejo aquí las reflexiones de algunos sabios que tiempos atrás ya hablaban de algo parecido:
“Mientras el hombre continúe siendo el destructor despiadado de seres inferiores no conocerá la salud ni la paz. Mientras el hombre masacre animales, se matarán unos a otros. Ciertamente aquél que siembra la semilla del asesinato y dolor no puede cosechar gozo y amor”. Pitágoras ( 585-500 A. C. ).

“Si alguien dijera que voy a morir si no como caldo de carne o carne de cordero incluso por consejo médico, preferiría morir. Esa es la base de mi vegetarianismo. Para mí ese fue un gran descubrimiento en mi búsqueda de la verdad”. Mohandas Gandhi.

“Mientras seamos las tumbas vivientes de bestias asesinadas, ¿cómo podemos esperar condiciones ideales sobre esta tierra?”. “El domingo oramos pidiendo que la luz ilumine nuestro camino. Estamos cansados de guerras, no queremos más combates, pero sin embargo, nos atiborramos de cuerpos muertos”. George Bernard Shaw.

“No extraño en absoluto ningún plato de carne, sí extraño el olor a tocino, pero no lo tocaría porque sé de donde viene. Cuando veo a un pedazo de tocino veo a un cerdo, veo un pequeño amigo y es por eso que no lo puedo comer”. “Creo que en el futuro Mc Donalds será vegetariano porque sé que será más económico para ellos. No tendrán que pagarles a todos esos granjeros para que críen a estos animales y los transporten al matadero, será un momento feliz”.
“Si alguien quiere salvar el planeta lo único que tiene que hacer es dejar de comer carne. Esa es la cosa más importante que puedes hacer. Cuando lo piensas es asombroso. El vegetarianismo se ocupa de muchas cosas a la vez: ecología, hambre, crueldad, y es algo espiritual para uno mismo ¡hagámoslo!” Paul McCartney .

“Nada beneficiará tanto la salud humana e incrementará las posibilidades de supervivencia de la vida sobre la Tierra, como la evolución hacia una dieta vegetariana”. Albert Einstein.

“La clasificación de las formas, funciones orgánicas, costumbres y dietas demuestran de un manera evidente que el alimento normal para el hombre es vegetal como los antropoides y los simios y que nuestro dientes caninos están mucho menos desarrollados que los suyos. No estamos destinados para competir con bestias salvajes o animales carnívoros.” Darwin.

¿Cómo sanar al ego?


Todos hemos sufrido alguna vez de alguna enfermedad, en mayor o menor medida, relacionada no con el cuerpo físico, vital o emocional, sino con uno de los cuerpos más complejos de todos: el mental. De todas las enfermedades posibles, una de las más complejas y difíciles de tratar es la enfermedad del ego, también conocida por los expertos de la medicina psiquiatra como enfermedad de narciso o narcisismo o “yoísmo”.

Es fácil describir los síntomas de la enfermedad del ego: arrogancia, orgullo, prepotencia, autosuficiencia, vanidad, jactancia, vanagloria… Normalmente uno enferma cuando ha creído poseer algún tipo de revelación, de don, o por tener alguna virtud o cualidad superior a la media, o por un golpe de suerte, o por un mal curado daño emocional –como defensa ante las agresiones exteriores-, o el peor de todos, el orgullo espiritual o la inseguridad oculta en uno mismo.

Para muchos expertos, estamos ante la era del narcisismo, la era de aquellos que se creen autosuficientes, que no creen en la importancia del apoyo mutuo, del equipo, de aquellos que rinden culto al egocentrismo y al individualismo. Lo vemos en los individuos y en las naciones, lo vemos como reacción a un mundo que se cree autosuficiente y que puede prescindir del resto sirviéndose de algo que han legitimado y normalizado como verdadero y necesario: el egoísmo.

Una persona enferma de ego no podrá atender a aquellas advertencias que perturben la propia imagen positiva que tienen de sí mismos. La realidad solo la acepta si tiene que ver con su propia realidad. Todo lo demás forma parte de una perturbación, de una incomprensión sobre ella misma o de un ataque frontal hacia su “perfección”. En definitiva, de un falso sentido de identidad.

En la enfermedad extrema, el narcisista vive en una continua exaltación hipermaniaca, en un constante delirio de grandeza donde dibuja la realidad a su antojo, viviendo aislado en sus fantasías, en su realidad modificada, en su seducción continua para conseguir todo aquello que refuerza su propia imagen de éxito, de poder, de gloria. Todo ello, por supuesto, sin contar con los demás, sino, más bien, rechazándolos (véase el apasionante síntoma narcisista de las naciones que desean y reclaman la independencia sin contar con el otro). Y por supuesto, todo aquello que critica su imagen, es producto de destrucción, de locura o de enemistad profunda.

La sanación de esta dolencia mental es compleja, porque un ególatra nunca reconocerá por sí mismo que lo es, al igual que una persona muy insegura que recurre al narcisismo o al egocentrismo nunca reconocerá su debilidad. El bálsamo para paliar todos estos síntomas siempre son grandes dosis de humildad, de compasión, de amor hacia lo extraño, de tolerancia, de perdón y autoperdón, de empatía hacia lo exterior y de sentimiento común ante los hechos objetivos y compartidos. Una buena forma de sanar un ego dañado es, como decía la madre Teresa de Calcuta, “amando hasta que duela”, o “dando hasta que duela”. Un viaje a la India o a África de voluntario, donar algo a lo que tenemos mucho aprecio, ofrecer al otro aquello que necesita, aceptar las críticas y observaciones de nuestros amigos y comprobar por nosotros mismos su certeza, saber aceptar regalos… Hay un infinito mundo de posibilidades para poder empezar a sanar, pero la más importante es la paciencia, la identificación del problema y la posibilidad de alguien que nos guíe por ese mundo desconocido al que llamamos generosidad. Una buena guía externa será una forma de cura, porque delegamos en otro nuestro poder y aceptamos con humildad y a veces incluso con obediencia aquello que no nos gusta.