Último día en Alemania


Mañana regreso a Barcelona. Ya siento cierta melancolía porque este lugar sin montañas al norte del país germano-gélido es un pequeño paraíso que inspira estampas y dibuja realidades ajenas a la vida común. Todos los paisajes me recuerdan a las fábulas que nos contaban de pequeños sobre gnomos, duendes y viajes imposibles. Vienen a mi memoria los cuentos de los hermanos Grimm, por ejemplo el de Hansel y Gretel, aquellos hijos de un pobre leñador que anduvieron perdidos en un bosque a la espera de la Dama Blanca. Alguien dijo alguna vez que en cualquier parte se puede esperar algo mejor que la muerte, y eso debieron pensar aquellos niños hambrientos.
Paisajes nevados, plagados de animales que deambulan de un lado para otro, grandes aves paseando por un cielo diferente… La vida de granja te transporta a la comunidad primitiva. El contacto directo con los animales, con la tierra, con los árboles, te transmite cierta esencia que olvidamos cuando vivimos en el salvaje asfalto. La vida tiene cierto sentido cuando retornamos a la esencia, que es lo mismo que decir cuando retornamos a lo esencial. Nos hacemos humanos cuando actuamos más allá de la propia naturaleza animal y servimos a nuestra familia, nuestro pueblo o nuestra humanidad.
Me voy a mirar las chimeneas por última vez… No debe faltar leña en el fuego para que no se pierda la esencial unidad del hogar… Aquí eso es importante… mantener vivo el fuego…
(Foto: Granja abandonada en Satemin, Baja Sajonia, febrero de 2009).

3 respuestas a «Último día en Alemania»

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