Luis cogió el primer Ave desde Madrid para pasar este día en Córdoba y trabajar sobre la editorial. Habíamos intentado quedar con Manuel Pimentel. Lo hemos llamado pero los horarios no han coincidido y nos hemos conformado esta vez con una breve charla telefónica. También habíamos intentado quedar con el Obispo para tratar asuntos sobre la futura fundación pero el tiempo se nos echó encima y no pudimos tampoco quedar con Oscar, con el cual queríamos tratar otros cientos de asuntos pendientes. Así que el tiempo empezó a correr y correr mientras hablábamos entusiasmados de miles de proyectos e ideas e intentábamos poner sobre la mesa soluciones y alternativas para seguir funcionando con entusiasmo en el mundo editorial. De repente nos dimos cuenta de que faltaban quince minutos para que Luis cogiera su Ave de regreso a Madrid. Ahí ocurrió un milagro, o algo sencillamente increíble. Había dos hombres sentados en una mesa a una distancia alejada de la estación de tren en la otra punta de Córdoba. Cuando nos dimos cuenta de la hora surgieron enseguida dos perspectivas diferentes ante la vida. La mía era algo despreocupada y pesimista al mismo tiempo: «Luis, no vas a llegar, es imposible». Mi mente empezó a buscar alternativas posibles asumiendo lo difícil de alcanzar el tren. Pero Luis reaccionó de otra manera. Salió tranquilo a la calle. Preguntó a un hombre cual era el camino correcto para llegar a la estación del tren. Empezamos a correr. Se me antojó exagerada e inútil la carrera, pero de repente, Luis se detuvo y dijo: «Espera, tenemos que hacernos primero una foto». Ahí lo di todo por imposible… «Este Luis está como una cabra… Va a perder el tren y aún le queda ánimo para una foto»… Paramos a un viandante que amablemente nos hizo la foto que adjunto más arriba. «Ahora sí que ya no llegamos»… Luis empezó de nuevo a correr y yo detrás de él… Llegamos a una avenida grande y empezó a mirar por todas partes… «Allí hay un taxi»… dijo… Cogimos el taxi, faltaban diez minutos. Explicó la situación al taxista que debió pensar como yo: «imposible». Pero de repente, todo empezó a moverse… El taxi, los semáforos todos en verde… No tardamos ni cuatro minutos en llegar a la estación, restando aún seis minutos para que saliera el tren… «Nos ha sobrado casi la mitad de tiempo», dijo Luis satisfecho… Y ahí reside el milagro, en la actitud que anteponemos a la vida. Una visión clara y despejada nos puede conducir al éxito seguro. Una visión pesimista, obtusa, ciega, nos llevará inevitablemente a la derrota. Existió una pequeña crisis de quince minutos. La carrera de taxi nos costó menos de tres euros. No hubiéramos llegado andando. El taxista quedó satisfecho porque nos ayudó y nosotros también porque llegamos a tiempo. Fue un pequeño milagro, no en lo exterior, sino en lo interior, por sentir y experimentar como puede cambiar una realidad con sólo tener la certeza de que PODEMOS… Quizás esta crisis mundial necesita de muchos pequeños «podemos» para alcanzar una nueva visión de las cosas, una visión optimista, de cambio y fortuna para todo el común de la humanidad… PODEMOS… ya lo dijo alguién… ¿verdad?
P.d.- Por cierto… en la estación de tren aún tuvimos tiempo de llamar a Carlos Oyague y de enviarle una foto del encuentro… Es todo tan increíble…
(Foto: Luis Valls-Taberner y Javier León, editores paracaidistas, antagónicos sociales pero hermanos del espíritu libre unidos en la búsqueda de lo milagroso…)

Muy bien Luis y Javier!
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Muchas gracias, por un momento estaba corriendo con vosotros para coger el tren…La predisposición positiva es algo que siempre suele funcionar…Por supuesto que PODEMOS…Buenos días a todos:)
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SI PODEMOSCLARO QUE PODEMOS ¡¡¡
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