Los secretos de un hombre rico…


Esta mañana, ante la inmovilidad de mi sucursal bancaria, salí enfadado dirección a la capital y me dirigí, ingenuamente,a la oficina central, especializada en empresas. Cuando llegué no me di cuenta de donde estaba. Venía del «pueblo» y creo que algo de allí se me había pegado porque cuando entré me miraron raro y solo faltó llamar a la guardia nacional para sacarme de allí. Noté una sonrisa en el entrecejo que quería decir algo. Quizás eran mis pelos desaliñados, o mi camiseta barata o mi pantalón surcado de arrugas. Antes de que pudiera decir nada, el amable agente se dirigió a mí con un gesto de hola y adiós diciéndome que aquella sucursal sólo era para empresas exclusivas. ¿Empresas exclusivas? Quise devolver la moneda chulesca y pregunté de qué tipo de facturación hablábamos. Me contestó fingiendo normalidad: diez millones de euros. Entonces fui yo quién sonrío, sintiendo el peso de la realidad en todo mi cuerpo… Diez millones de euros… ¿Quién puede facturar eso? Realmente sólo unos pocos… Salí a la calle aliviado… Diez millones de euros suponen diez millones de problemas parecidos a los míos, que ni siquiera ascienden a medio millón. Nwanda me contó una anécdota una vez sobre un rico que presumía de tener cien millones de deuda, pues en muchas ocasiones, la riqueza se mide no por lo que tienes sino por tu capacidad de deuda. Salí tan aliviado de la experiencia que cogí lo poco que me quedaba en el bolsillo y lo vacié en las manos de un hombre de color que, disfrazado graciosamente de sevillana, pedía limosna en el semáforo de la siguiente esquina. El hombre me miró alegre, agradecido, porque en ese momento se sentía, gracias a ese cúmulo de monedas, el ser más rico de la tierra. Y yo, ni rico ni pobre, sino más bien viviendo en la ambigüedad del limbo de la deuda asumida, me sentía medio millón de veces más pobre que mi nuevo amigo folclórico. Medio millón de excusas para saberme tan lejos del verdadero significado de la palabra riqueza, y sin embargo, algo feliz por saberme poseedor del secreto de la misma.

(Foto: sentado en la entrada de mi casa, viendo pasar a la gente que ante la apariencia, quizás piense que en esas cuatro paredes vive un hombre miserablemente rico).

8 respuestas a «Los secretos de un hombre rico…»

  1. Cuando faltan las palabras, aparece la violencia, bien física o verbal. Nuestra Lengua es muy rica y podemos emplear muchos vocablos antes de escribir lo más fácil, que es el insulto. Creo que todo esto ha sido una broma mal interpretada, y creo que los dos deberíais «darse la mano» y uno de vosotros pedir perdón.Creo que en este blog debemos seguir la discrepancia y no el «sí boana», pero nunca llegar al insulto. Si no es así, poco vamos a aprender.¡Haya paz! Un saludo a los dos rivales.

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  2. Jonamu, estoy de acuerdo en todo lo que dices, llevas toda la razón. ¿Crees que Javier se puede molestar porque yo le llamara «El Loco de la Montaña»? Javier es inteligente, culto y no carece de sentido del humor, tú que lo conoces sabes que es así. No necesita que nadie lo defienda y menos sin haber recibido ninguna ofensa. No pido perdón porque no creo haber ofendido, ni siquiera necesito que me lo pidan porque no me ofendió el fuerte insulto hacia la santa de mi madre.Un saludo.

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  3. No os peléis a no ser que sea para dar espectáculo… no me molestan los insultos, por eso no los censuro… la vida merece ser disfrutada al máximo, y eso requiere asumir que no todos puedan estar de acuerdo contigo… yo también cometo muchas fartas dortografía… y sino que le pregunten a Oscar o Joaquin… mis correctores oficiales…

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