Se acercó sigilosamente mi madre esta tarde, que anda de vacaciones por tierras del sur y me dijo que mi tía le había preguntado si andaba metido en una secta. Eso de ser vegetariano en un pueblo que presume de ser cinegético hasta la médula y donde es un orgullo pertenecer a la sociedad de caza debe ser cosa de sectario. Por cierto, un importante político de esta localidad, al mostrar su currículum político y exponer sus actividades en bien de la comunidad indica lo siguiente: miembro de la asociación de padres de alumnos y miembro de la sociedad de caza. Para tranquilizar a mi madre, curada de espanto desde que ya de pequeñito iba por las noches a ver si cazaba algún Ovni por el cielo estrellado, le he dicho que no pertenezco a una secta, sino a todas las que pueda, ya que forma parte de mi condición de antropólogo y que, allí donde se desarrolle lo exótico de la humanidad, allí andaré yo con mi cuaderno de campo explorando todo cuanto me resulte mínimamente curioso. El término secta no se utiliza de forma peyorativa en la antropología. Algunos lo sustituyen con nombres como Nuevos Movimientos Religiosos, Nuevos Movimientos Sociales, Nuevos Movimientos Globales, etc… Pero secta, secta es cualquier grupo de gente con un fin común, como la sociedad de cazadores de mi pueblo, un partido político o un equipo de fútbol. Por supuesto luego están las grandes sectas como la católica, los Testigos de Jehová o el islam. ¿Son dañinas las sectas? Mi madre, cuando me veía tan atrevido de pequeño y observaba con cierta desilusión que su hijo había salido rarito, siempre me advertía de que tuviera cuidado con las sectas. «Hijo mío, ten cuidado con lo que te echan en la bebida». Ciertamente he visitado muchas sectas a lo largo de mi vida y ninguna me ha parecido peligrosa excepto algunos partidos políticos cuyos miembros me han amenazado o algún partido de fútbol que ha acabado en puñetazos o la sociedad de cazadores de mi pueblo, donde utilizan armamento de todo tipo para aniquilar con orgullo cientos y miles de animales cuyo delito único y conocido es el de vivir. Sí, claro que he conocido sectas peligrosas, pero no precisamente las de calado religioso. Pero si nuestros políticos de izquierdas presumen de que son de la sociedad de cazadores (¿no era ese un deporte de los llamados de «derechas»?) y otros se enorgullecen a puñetazos de ser de uno u otro equipo es normal que a mí, que ni cazo ni veo el fútbol me llamen sectario… Ya lo decimos en antropología: el estigma del extraño. En la Alemania nazi, el sectario era el que no pertenecía al partido nacional-socialista, es decir, aquel que andaba contracorriente a riesgo incluso de su propia vida. En nuestra España cutre ocurre lo mismo, y así nos va, claro…
(Foto: En la India meditando con un grupo de «sectarios». Por si acaso, bebía de mi propia botella de agua, no fuera que tal y como me advertía mi madre, me echaran cosas en la bebida y me lavaran el cerebro a base de programas de manipulación mental…)

Buena entrada. Hay cosas con las que no coincido con tu opinión, pero sin duda ninguna defiendo tu derecho a expresarlas, sin que te insulten, por raro. Los que hemos sido tachados de pequeños con la etiqueta "rarito" sabemos lo que esto supone. ¡Si algunos fueran honrados intelectualmente!…los católicos fueron calificados de secta, y lo eran al principio, ya que se separaron del judaísmo, heréticamente…y ahora insultan a otros llamándoles así. Un saludo.
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Javier, deja la política a un lado. Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Tú no puedes hacer política porque eres demasiado honrado. Lo espiritual sigue viviendo. Lo material queda aquí, en la Tierra.No dediques tu tiempo y tus palabras a los que no te pueden entender.Un saludo.
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Javier, si creas alguna secta, seré el primer seguidor. Se me ocurre que podría llamarse "Los Raritos de la Montaña"
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Sé lo que se siente siendo un rarito, bueno más bien ser considerado eso , es la intolerancia a lo que es menos común, a lo que no es ni mejor ni peor, diferente, las personas tenemos la manía de clasificarlo todo, en vez de alejarnos y desde la distancia simplemente observar sin emitir juicio alguno.
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