Pensaba pasar el puente en casa, limpiando, arreglando el jardín, contestando mails, leyendo, escribiendo… MA. me envió un mensaje y al poco tiempo ya estaba de viaje para visitar por segunda vez La Montaña. A la altura de Jérez, cosas de la vida, se le averió el coche, así que invertimos la visita y a las pocas horas andaba por tierras gaditanas. Aterricé en Conil y paseamos por ese hermoso pueblo hasta bien entrada la noche. Al día siguiente, nuevos paseos por la hermosa costa, tumbados en la arena o charlando sobre cualquier cosa con tal de sentirnos vivos ante el gran espacio y vacío que transmite el océano. Hacía tiempo que no sentía esa sensación de no hacer absolutamente nada con tal de sentir el placer de eso mismo, de no hacer nada, de no pensar en nada, de disfrutar intensamente de la buena compañía y dejarte llevar por el sonido de las olas. Era como estar bocarriba, mirando el cielo y dejándote mecer por el oleaje suave. Fue hermoso, muy hermoso. A la vuelta me esperaba Koldo en Sevilla. Comimos en la casa de una hermosa mujer suiza que amablemente nos invitó a saborear un arroz y una buena charla. Volvimos juntos a la Montaña con la intención de preparar el viaje a Etiopia. Estos días serán intensos y de ausencia, precisamente por dejar todo el trabajo listo antes del viaje…
