El elefante no anda diciendo a todos lo grande que es, él solo camina


A veces queremos brillar con palabras como estrellas y nos convertimos con nuestras acciones en simple escarcha. Decimos que amamos el mundo, pero los hechos nos alejan del mismo. Queremos abrazar la vida, pero vemos cómo la vida se separa de nosotros al no poder acercar un ápice de nuestro ser. Fijaos que hoy dijimos que nos levantaríamos para brillar, y ayer aún dormíamos entre sombras. La inconsciencia animal nos fascina, porque siempre parece estar atada a un sentimiento de permanencia. El pájaro canta, la hiedra sigue trepando mientras que las nubes, en su función vital, flotan irremediable entre los cielos.

El ser humano vive en la complejidad de su sentir. El vellocino de oro se convirtió, gracias a Jasón y sus argonautas, en la constelación de Aries. Es esa estrecha idea de perseguir la realeza y la legitimidad de nuestros deseos, en constante prueba con la realidad en la que vivimos. Creemos unas cosas, navegamos hacia ellas, pero en el camino, la realidad siempre se impone ante la flaqueza de nuestras acciones.

Saturarnos de ser es encontrar ese equilibrio exacto y puntual entre lo que decimos, deseamos y hacemos. Cuando cerramos los ojos y vemos un paisaje que nos hace sonreír, deberíamos navegar hacia él. Coger nuestra nave Argos y surcar los océanos y los mares hasta poder alcanzar esa meta. El vellocino nos espera, a pesar de las múltiples pruebas hercúleas que encontraremos en el camino. La vida no es un azar, es un devenir.

Y ahí debemos caminar como un elefante que no necesita presumir de lo grande que es. Simplemente camina y en su andar, todos se apartan. Cuando interiormente tenemos fijado nuestro camino, nada ni nadie nos puede detener. Ni nada ni nadie nos puede distraer. La certeza interior es el mayor armazón con el que podemos atravesar la vida. Es ella la que nos anima a seguir adelante a pesar de los obstáculos.

La coherencia es compleja. La flor crece y se expande y se hace flor. Los pajarillos se afanan estos días en construir nidos. Los vemos de un lado para otro cogiendo ramitas y todo tipo de materiales para labrar el nuevo hogar. Nuestro afán muchas veces cae en una ficción, o en un entretenimiento constante que nos aleja cada vez más de lo esencial. Vemos pasar las horas y los días y vemos cómo la vida pasa. Si la flor crece para ser flor y los pajarillos del bosque se afanan para ser pajarillos… ¿qué hacemos nosotros para ser nosotros?

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