Kolo-Kolo


Antes de relatar algo sobre el viaje a Etiopía quería rendir homenaje al amigo Koldo, Kolo-Kolo en Etiopía, arquetipo encarnado del hombre bueno. Sin él no hubiera existido tampoco Kili-Kili, y el tándem hubiera sido otro. Pero los cielos, como él dice, quiso que Kolo-Kolo y Kili-Kili resonara en el corazón de cientos de niños, y quiero imaginar que en algunos de ellos aún palpitan sus ecos. Ha sido no sólo excepcional compañero de viaje sino además un hermano mayor que ha cuidado en todo momento de que las cosas funcionaran bien y que todo fuera justo y perfecto. Lo ha conseguido sin duda y hemos disfrutado de momentos únicos, cómplices, divertidos, hermosos. En algunas ocasiones, en las actuaciones, nos quedábamos mirando siendo conscientes de la responsabilidad de robar sonrisas a los niños. A veces en algún poblado en mitad de la sabana, o en algún orfanato o por la calle, de vuelta a cualquier sitio. Kolo-Kolo ha sido un misionero del alma y ha llegado más allá de donde nadie pueda imaginar. Y tanta ha sido la satisfacción y la gratitud, que nada más terminar el viaje imaginó haciendo lo mismo en otros países. Mencionó la India como próximo destino. Me apunto, sin duda, porque la experiencia ha sido francamente increíble y merece ser repetida…

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