Diario de un peregrino


Hoy es el quinto domingo del tiempo ordinario. Ayer hice una visita al mundo real y encontré que la imperfección pretendía imponerse al orden y la admiración por lo inteligente. Nadie supo hablarme de los diarios de Paul Léautaud, de Ernst Jünger o los de Sören Kierkegaard. Por cierto, este último hizo un auténtico análisis de su vida íntima en sus póstumos Diarios. En sus cuadernos anotaba no sólo los incidentes autobiográficos y las reflexiones íntimas, sino además todo lo concerniente a sus observaciones, comentarios o proyectos referentes a sus trabajos en curso. Los Diarios de antaño debían ser como los Blogs actuales, lugares donde vamos anotando nuestras impresiones sobre el mundo real. Por eso es normal que al ignorante de nuestros días le chirríen estas cosas y no pueda entender que la naturaleza principal de la escritura, ya sea esta en un diario íntimo o en un blog público no es otra que la del arte en la palabra, la expresión, la creación. De ahí que nadie supo hablarme de esos autores y sí de otras cosas que acaban cansando al peregrino que por naturaleza se sabe libre. Por eso descubro con cierta tristeza que la aportación de ideas sigue siendo perseguida hoy día. Ayer Z. me lo hizo saber. Me pidió que la llamara Z., o mejor aún, que no la nombrara, ni a ella ni a sus ideas, quizás por temor a la crítica fácil, ignorante y estúpida que nos rodea. Así que la llamaré Z. Nadie podrá descubrir quién es. Pero aprovecho para decirle a Z. y a todos los que piensen de igual forma de que ya es hora de terminar con esta amenaza. La valentía debe estar por encima del miedo y la verdad de cada cual debe ser expresada libremente. Por eso nadie me hará callar, ni el ignorante, ni el cínico ni el perverso que dedica sus horas a mancillar el honor de las personas con cotilleos y mentiras. Y es que ayer Z. me contó la saga de mentiras que van circulando por ahí con respecto a mi persona. Una saga de exageraciones infundadas probablemente nacidas del miedo, la ignorancia y la estupidez. ¿Quién si no iba a criticar a la persona, y no a sus ideas? ¿Quién si no iba a fundar su discurso en la crítica fácil, en la falta de sensibilidad y en la noción de no medida hacia lo que palabras sin fundamento pueden llegar a ocasionar? ¿Quién podría, sino el necio, malinterpretar los actos de generosidad? ¿Y acaso no es un acto generoso aportar cultura allí donde no la hay? ¿Acaso no es generoso cambiar el pensamiento sobre aquellas estructuras caducas y dañinas para la nueva humanidad? Pero eso siempre crea temor, duda y desconfianza. Un pueblo que no está acostumbrado a la generosidad, que solo es capaz de vivir de los réditos de la queja, que solo se expresa para pedir y no para dar, jamás podrá entender cuan equivocado está aquel que cierra su puño esperando con ello no perder nada, y sin embargo, evitando con ello que nadie pueda posar en su mano tendida muestras de amor. “Señor, abre mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza”, dice el Salmo… Un salmo que se tiñe de vacío en un mundo caduco… Seguiremos aguantando hasta que las fuerzas lo permitan… Los perros ladran, Señor, dijo Sancho… señal de que avanzamos… dijo el Ingenioso Hidalgo…

Una respuesta a «»

  1. Querido Javier, es de vergüenza que las personas utilicen la crítica fácil para arremeter contra la generesidad como la tuya o la de otras personas (que por desgracia son pocas). Pienso que ello es producido por envidia o quizá por que no tienen tales inicitivas, y la única manera de arrebatar la admiración de las personas, es difuminar tu generosidad. Pero compañero, hay un refrán que dice » haz el bien y no mires a quien». Que pudiera ser que algún día, ese «quien» al que le ayudas, pueda ser alguna de esas personas que te critica, y seguro que por tu parte, no habra rechazo, y despues tendrán que callar lo que menos deben de hablar. Un saludo

    Me gusta

Replica a J. Cancelar la respuesta