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Estaba manteniendo una videoconferencia con L. para tratar algunos asuntos sobre Séneca y su futuro, sobre nosotros y la amistad, sobre todo lo concerniente a la importancia de ser leales a un propósito, fieles a uno mismo, sencillamente nobles a la hora de mirar frente a frente al otro y hablarle con el corazón en la mano. Eso requiere valentía, mucha valentía. Lo hacía desde mi habitación porque empezaba a llover y me resultaba conmovedor ver desde mi ventana la hilera de nubes grises desfilando por toda la campiña andaluza. El agua caía tímida pero suficiente para refrescar los campos y saciarlos de líquido. Al final de la conversación me acerqué al salón para ver como los conejos jugaban bajo la lluvia. Miré al cielo y de repente empezó a surgir un espléndido y mágico arco iris de color violeta rosado. Lo miré fijamente, emocionado. Quise dar gracias sin saber a qué o a quien. Solo quería agradecer ese momento. Un momento único, como todos los momentos. Un momento irrepetible. Sentí la hermandad de todas las cosas. Sentí la necesidad de estrechar vínculos, de hablar amablemente, de creer en cosas increíbles. La necesidad del eterno retorno, de los ciclos cósmicos que proyectan la destrucción y la construcción de realidades divergentes. Las revoluciones circulares de las que hablaba Platón. Quería sentir el preludio de sus inquebrantables y contradictorias leyes de generación y regeneración, de la renovación periódica del mundo, de la metácosmesis. Podía comprender, en un solo instante, todo lo concerniente al origen del hombre en la Tierra, el gegeneis cuyo recuerdo fue conservado por nuestros antepasados y se expresaba libremente en mi imaginación en ese instante mágico. En esas nubes que se tornaban violetas iba apareciendo el mito del paraíso perdido, primordial. Ese momento único estaba preñado de ser, saturado de ser. Así que comprendí el mensaje inspirado por las nubes, por L., por todos aquellos que están ahí para recordarnos la urgencia del vivir. Comprendí lo esencial de la vida: compartir.

4 respuestas a «Compartir»

  1. El sábado, hacia las 9,15pm, volvia en coche con mis hijos y vimos el mayor arco iris que jamás hayamos visto. Otro de los milagros cotidianos. También di gracias muy sentidas.

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  2. Estimado amigo Javier: La belleza del arco iris, es semejante a la que intentas vivir con tu coherencia y saber hacer habitual en los actos que creas día a día.

    Cuando llegues a tu próximo Verso, percibirás que tu Alma es un completo arco iris que te abrirá la llave del mismo.

    El verbo DAR, es la llave de esa puerta.

    Cuando el amor nos habla
    los silencios se convierten en palabras;
    el Alma se transforma en arco iris
    elevando nuestro cuerpo que se escapa.

    Nota:Sencillo a bote pronto mientras sorbo un buen café.

    http://www.youtube.com/watch?v=3_4aZKCCbbk

    Rafael

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  3. Parte de los sentimientos que narras, o quizas mas si es posible, son los que he vivido yo este fin de semana… Volvere a vivir cosas bonitas seguramente, ninguna sera comparable a mi visita a San Sebastian, me he vuelto a enamorar… de una ciudad y de todo cuanto he sentido con ella, y lo peor es la distancia que hace que sea muy dificil volver a vernos, la gente que he conocido alli tambien son maravillosos, y me han abierto las puertas de sus casas para cuando quiera volver. ha sido muy intenso y casi no podia cerrar mi maleta tan llena de recuerdos… tenias mucha razon, Javier, besitos.

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