Cuando Saramago muere…


Galicia es diferente. Es algo obvio, pero esa obviedad parece teñirse de cierto halo mágico cuando te la describe con sutileza AC, escritor premio nacional de literatura y premio Nadal, gallego comprometido, exconsejero de cultura y sobre todo, un hombre bueno. Lo conozco de hace algunos años, desde que decidió convertirse en un constructor ilustrado de templos interiores y acompañé su aventura desde el silencio y el apoyo mutuo. Luego presentamos juntos el libro “La palabra y el Tao”, de MC, junto al entrañable amigo J. Ayer cenamos juntos y hoy hemos pasado el día entre viajes, risas, comidas, encuentros y reencuentros. AC me contaba anécdotas de su amigo Saramago, al cual conocía bien y al cual despedimos ayer. Habían hablado el día de antes por teléfono. Qué cosas… la muerte nunca avisa y se presenta de la forma más burda. Así que AC y el mundo perdió a un intelectual comprometido. Precisamente esa fue una de las preguntas que ayer le formulé… ¿Dónde están los intelectuales? Su respuesta fue contundente: no están. Eso lo pudimos ver hoy en la comida que hicimos con un grupo majo de personas relevantes de la sociedad gallega. Ha sido en un pazo precioso rodeado de castaños y un verde profundo. Reímos mucho, ellos comieron mucho más. Y bebieron mucho más, incluso cantaron canciones marineras gallegas las cuales me emocionaron. Había políticos, coroneles de la guardia civil, catedráticos, empresarios… El pazo era un museo viviente lleno de objetos pintorescos venidos de muchas partes del mundo… Había un hacha que me llamó la atención. Mitad hacha y mitad pipa de la paz. Qué paradoja. Al parecer, según su propietario, es una antigualla de las que solo quedan cinco en el mundo. Paz y guerra unidos en un mismo objeto de origen americano. A veces, cuando el ruido humano era más exagerado que el ruido del bosque me perdía junto a dos gatos que se empeñaban en seguirme por los caminos que conducían, entre sombras y luces, hacía las entrañas de la tierra. Allí ya no olía a puro ni alcohol, ni a sardinas asadas ni a carne recién “barbacoada”. El olor del bosque y su silencio eran suficientes para recordar a Saramago, para entender la idiosincrasia gallega y para comprender que los intelectuales preferían embriagarse con los placeres de la vida terrenal antes que comprometerse con las veleidades del espíritu. Al llegar al castaño más grande, guardián silencioso de siglos de existencia, me confirmó que la decadencia del imperio contemporáneo no había hecho más que empezar. Y como todo imperio decadente, no dejaba de ser embarazoso ser testigo del mismo sintiendo cierta tristeza, pero al mismo tiempo, cierta alegría interna. “Cuando algo esté a punto de caerse, es mejor empujarlo”. Adiós Saramago, hasta pronto hermanos del compromiso, la lucha y la rebeldía. Sigamos empujando hasta que todo se derrumbe. Sigamos embriagando el compromiso, sigamos marcando el paso humeante y resbaladizo de la hipocresía y la lujuria intelectual. Sigamos brindando cara al sol hasta que las sombras lo invadan todo.

(Foto: G. nos invita a la reunión mensual de amigos en un pazo precioso cerca de Ourense. En la foto, a la entrada MC y AC saludando a los amigos de G.)

6 respuestas a «Cuando Saramago muere…»

  1. Amigo Javi:

    La muerte nunca avisa. Ella da por hecho que sabemos que vendrá.
    Hay algo tan inevitable como la muerte… la vida.
    Vívela siempre disfrutando.

    Un abrazo.

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  2. Javi ¿hacemos un cambio? me cambio por tí ahora mismo, no sabes la envidia que me das y no sana precisamente ,es broma, disfruta todo lo que puedas que te lo mereces ,te has sacrificado mucho , ya verás como las cosas comenzarán a fluir ,en la vida ya sabes uno atrae cosas no por casualidad, si no por causalidad.
    un abrazo para tí y MC

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  3. Estimado amigo Javier: La muerte viene con la vida. Es como una tarjeta de visita anunciada.

    Me alegro de que te lo hayas pasado muy bien entre amigos. La risa y la buena amistad, es la mejor medicina para el cuerpo y para el Alma.

    En cuanto a José de Souza-de los Saramago-; espero que vibre en paz en el otro Verso.

    En cuanto a lo que comentasteis sobre los intelectuales actuales; soy de la opinión personal de que como dedican su tiempo a halagar al poder desde su poltrona, no tienen tiempo para pensar y aún menos para explicar al mundo desde la acción, dichos pensamientos. ¡Han dejado de ser creíbles!.:

    http://www.youtube.com/watch?v=hOmG1g5XcuU

    Rafael

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  4. Pues a lo peor tienes razón, esto va a menos, una charla interesante, hablar con alguien que llene alguna neurona de tu cerebro.
    Tengo 60 años, en Septiembre tendré 61. He tenido la suerte en esos años de haber conocido gente intelectual y humanamente extraordinaria, desde que fui muy, muy joven, ahora tengo la sensación de que entonces pensaba que gente así habría siempre, que no los disfruté lo suficiente, como si fuesen a durar eternamente, desperdicié mucha de la sabiduría que me brindaban, pero se han ido yendo, poca gente me llena ya lo suficiente intelectual y humanamente. Hace muchos años, compartir un rato con ciertos tertulianos era una delicia, cuyas intervenciones eran toda una cátedra, la mayor parte de la gente interesante desapareció ya, muchos me superaban mucho la edad, gente que un día me llenó de vida, que dejaron un poso en mi. Pero todavía me quedan amigos que son personas de un calado de los que dejan huella (pocas, muy pocas, pero quedan), voy a no perderles, sobre todo, porque son extraordinarios, tan sencillos como grandes, cuanto más grandes más humanos. Que no pase de mañana que llame a alguno de los que adoro y decirles cuanto les echo de menos, por ejemplo, uno de los mejores músicos del mundo (y reconocido) que colecciona despertadores viejos y estropeados, solo porque un día fueron importantes para alguien, esas personas son las que yo admiro y amo, gente entrañable además de admirable.
    Bueno, esto parecen crónicas de una viejecita, pues así es, así soy, una romántica, nostálgica y dinámica viejecita.

    Un abrazo.

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