Instalado en el trono del rey Salomón


Lo que ocurrió el sábado en Lleida ocurre una vez en la vida, y en mi caso, tras más de diez años de esfuerzo y trabajo puliendo esa piedra bruta que somos para encajar algún día en el edificio que entre todos deseamos construir. Llegué puntual y algo cansado tras tanto viaje de arriba abajo por esta piel de toro. Aunque nunca me gusta ser el protagonista de ninguna fiesta, esa fiesta había sido expresamente preparada para mí y tenía que asumir un rol inusual pero necesario. Este tipo de ceremonias siempre me entusiasman por su significado profundo y simbólico que como buen explorador de lo infinito admiro y disfruto. Nunca fui amigo de las jerarquías pero esta vez me tocaba ser el “primero”, me tocaba ser “el jefe”, me tocaba ser el “guía”. La ceremonia fue inolvidable y la “instalación” en el “trono del Rey Salomón” fue una experiencia única e irrepetible. Asistió al evento dos personas que para mí han tenido una gran importancia en ese trabajo de hacer de hombres buenos, hombres mejores. Uno de ellos fue J., culpable en parte de mi exilio a esas tierras leridanas. Pedí que en ese día tan especial se sentara a mi derecha. Y también estaba C., un segundo padre y amigo del alma que me vio nacer en mi segundo nacimiento y culpable al fin y al cabo de que ese día estuviera yo allí. Pedí que se sentara también en el Oriente, a mi izquierda, para tenerlo cerca y como símbolo de eterno agradecimiento. Al terminar, leí una corta plancha en la que expresé mi más sincera gratitud por ese momento y por ese honor y de la cual extraigo algunos párrafos:

“En estos años hemos aprendido la palabra sagrada del Silencio, la actitud sagrada de estar callados y de entender que todo tiene su lugar y su propósito. Quiero hacer énfasis en esta idea, porque es la idea que gobierna el arquetipo ideal de nuestra L:.; es la idea que nos debe guiar: “Guarda tus pensamientos, oculta tus emociones. Vigila tus Proyectos, pero no amortigües tus actos. Resiste la tentación de manifestar tus intenciones. Frena tus deseos de hacer a todo el mundo partícipe de tus éxitos o fracasos. Trabaja en silencio; hazte invisible”.

El silencio es importante para preservar “el secreto”, pero también la templanza. La templanza nos dota de una cualidad increíble, de una percepción única. Se tardan años, quizás vidas, en comprender las enseñanzas que encierra, el grimorio que protege. Nuestro reto diario es despertar nuestra consciencia a esa necesidad imperante de leer en sus páginas, de descifrar las claves de sus símbolos y alegorías. El afán infinito por aprender todas las cualidades y virtudes que un hombre bueno puede poner en práctica para hacer de este  un mundo mejor.

Y ese mundo requiere de compromiso. Compromiso individual y colectivo. Y ese espero que sea la modesta aportación de este año. El compromiso de servir a nuestros HH:., de servir a nuestro taller, de servir a nuestra institución, pero sobre todo, compromiso de servir a nuestro pueblo y a nuestras gentes, a nuestro mundo interior y a nuestro mundo exterior, sin fronteras, sin abismos, tendiendo puentes y lazos de unión allá donde haga falta.

Los que me conocen saben de  mis esfuerzos por mantener la enseñanza primera: silencio y servicio. Desde el silencio, doy gracias también a esos HH:. de corazón que han ayudado en todo lo posible a que este día llegara. También doy gracias a la otra M:., a esa que no se ve, a esa invisible escuela de hombres perfectos que nos ayudan y protegen en el camino, a esos que desde el Monte o la Montaña predican con el ejemplo invisible en la acción y el servicio.

Que dicha enseñanza nos vuelva a empapar en la mágica cruz del saber, del querer, del osar y del callar. Que esos cuatro pétalos de verdad y sabiduría se abran en la cueva de nuestros corazones, esas cavidades donde crece el camino desvelado y donde la fe, la caridad y la esperanza encuentran su sentido del ser.

Os invito a que en este curso trabajemos en silencio e invisibles, pero comprometidos con todo aquello que merezca justicia, requiera libertad, nazca bajo la base de la igualdad y obedezca, siempre, al postulado invencible de la auténtica fraternidad. Que así sea, por siempre”.

7 respuestas a «Instalado en el trono del rey Salomón»

  1. Desde la «invisibilidad» se puede llegar a infinitos rincones. Rincones físicos y rincones de conciencia.

    El estar el primero será porque te lo mereces, por habértelo trabajado y la gratitud de los demás así te lo demuestran.

    🙂

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  2. Me alegro por ti H:.
    Es una experiencia inolvidable,
    como perder la virginidad,
    o encontrar un mechero perdido que te regalaron,
    o quiza tan placentera como cuando llevas dos horas en una conferencia aguantando tirarte un pedo y luego pues llega la hora salomonica de la libertad…
    TAF

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  3. como se suele decir aqui en Andalucia , que has corrio mas que la maleta de la Pique, Dª, Concha Pique, la mejor de la copla. de España pa America y de America pa España,¡si esque eres un artista!, te voy a tener que desear, mucha mierda mas amenudo, q da suerte,Enorabuena!, ves como no se puede estar tan negativo?

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