Paula y la sociedad ausente, la sociedad disidente.


Hace tiempo que no sé nada de los intelectuales. Los más carismáticos se dedican a desenterrar muertos u organizar marchas contra el Papa los de la izquierda o a meterse con la masonería y el aborto los de la derecha. Ese es su activismo. El resto, el noventa y nueve por ciento de la sociedad está ausente. No opina excepto de futbol, de mujeres o trabajo los unos o el culebrón de la Belén Esteban, el tiempo o la moda las otras. Todo lo demás son artilugios del vivir, promesas incumplidas que no sirven para el día a día.

Aún así, veo en esa cotidianidad una especie de rebeldía, una especie de disidencia. Esta tarde, tras comer algo ligero, salí a la calle para contemplar como iban las obras de la entrada de casa. Allí estaba la niña Paula. Me saludó alegre mientras acariciaba su gato desde la terraza de su jardín. Le devolví también alegre el saludo mientras  la miraba con ternura desde abajo. Hablamos del gato, de lo difícil que resulta cuidarlo, de lo difícil que resulta tratarlo. Así son los gatos, le decía mientras miraba al contraluz la imagen de su inocencia. La niña sonreía mientras acariciaba el gatito. Sí, así son los gatos. Decía ella. Nos mirábamos con complicidad, porque ese momento, esa conversación sobre gatos, era único y verdadero. El mundo no importaba porque el mundo se condensaba en ese instante. Hace tiempo tuve un gato. Le dije. Yo también, me dijo ella, pero se escapó. Pobre gato. El sol iluminaba radiante. No había intelectuales alrededor, ni futbol, ni Belén Esteban, ni modas ni trabajo. Solo un lindo gatito, cómplice también de la experiencia única. Y los tres, ausentes de todo, vivíamos un momento disidente. Sin creencias, sin espasmos, sin pretensiones. La niña, siempre que me ve, se alegra, porque conmigo puede hablar de gatos. Y yo también me alegro, porque con ella puedo hablar de gatos. Quizás en la próxima charla pregunte si el gato pasó frío. Y ella me responderá, seguramente, que lo protegió con su manta. Pura rebeldía, pura disidencia.

7 respuestas a «Paula y la sociedad ausente, la sociedad disidente.»

  1. Puede que la acción de los intelectuales se haya perdido en el no saber cómo actuar.

    Estamos en un momento, en unos tiempos, que la «cosa» funciona diferente y quizá debamos empezar a plantearnos otras maneras de actuar.

    Quizá debamos empezar no criticando al futbol, a las belenes, a los grandes hermanos… y sí entendiendo o intentando entender por qué el «exito» y seguimiento de todos estos fenómenos.

    Dicen que el problema desde el interior se conoce y, por tanto, se maneja mejor.

    Quien sabe…

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  2. Hace poco me di cuenta del mapa que tienes con los visitantes de tu página y no veas la cantidad de seguidores que tienes y como van aumentando, enhorabuena Javier.

    Me hace gracia ver mi prvincia 😉

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  3. Los intelectuales andan con la palma de la mano extendida hacia el cielo de las subvenciones. Quien se rebela…no sale en la foto.

    Es muy triste contemplar cuanto funcionario de la cultura-cultureta por donde yo habito-, se pasan el día pululando entre despachos, con el fin de hacer la pregunta del milenio al poderoso de turno…¿que hay de lo mío?.

    En fin…

    En cuanto a los gatos; los considero unos Seres muy especiales. Independientes, sabios, siempre en alerta, protectores…etc…Solo tienen un gran defecto…si se escapan, saben acudir cuando tienen «hambre». ¿Egoísmo sabiamente controlado y meditado?.

    Rafael

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  4. Algún día Javier, los gatos y las niñas, los soñadores utópicos y algún que otro despitado, monstrarán al mundo la gran rebeldía de lo natural, de lo cotidiano, de lo que te hace detenerte y disfrutarlo como único. Seguro, algún día.

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  5. ¿Intelectuales? La pasividad ya no es posible. Lo posible debe ser la participación. Poetas,filósofos,sociólogos,escritores,humanistas ¿dónde están?.
    Sartre pensaba que “su deber como intelectual era pensar sin ninguna restricción, incluso a riesgo de cometer errores”

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