Flea Market


El anciano miraba al infinito. Me llamó la atención su soledad, su silencio, su espera, su forma de tejer el tiempo, de mirarlo, de contemplarlo de forma pausada, sin prisas. Traía desde hacía años aparadores de roble desde el norte de Europa, especialmente de Francia. Nos explicaba presumido la hazaña de vender, incluso en tiempos de crisis, más de treinta aparadores en menos de un año. Empezó a relatarnos con orgullo que ya nadie hacía muebles de esa calidad. Pero él ahí los tenía, a sus ochenta o noventa años, esperando que algún cliente despistado comprara en el Flea Market, en las Galerías Piquer, en el local 22, justo entrando a la izquierda, en el 29 de la calle Ribera de Curtidores. Su mujer, tres locales más arriba, esperaba en una mecedora la llegada de alguna voz. La nuestra se interesó por algún escritorio. La mujer, amable y de mirada dulce, explicaba los orígenes ingleses de los que allí poseía. Me sentí extraño ante ese cruce de vidas. Dos seres unidos por un negocio de antigüedades, que compartirían sus noches de invierno cerca del Hotel Prado, nacido él en la calle Velazquez y ella, quién sabe… Y luego, por el día, separados por la distancia de tres locales, revisando la vida, ya casi apagada pero viva, muy viva, y recordando viejas glorias pasadas, cuando vender aparadores o escritorios ingleses permitía una vida más o menos holgada. Momentos antes, en el paseo por las calles de invierno, me paré a contemplarlos, de nuevo. Estaban allí, unos con algún colchón, otros con simples cartones amontonados y mojados por la lluvia reciente. De nuevo espectadores de la calle, ausentes de la vida, inertes a los estímulos diarios. Allí, de nuevo, me recordaron cuando dormía con ellos, cuando vagaba intentando hacer un exhaustivo estudio sobre sus vidas, sus deseos, sus anhelos. Me paré en la gran plaza. Había un hombre de color tocando una trompeta. Me pareció una melodía excesivamente triste. La gente lo ignoraba. Los vagabundos lo ignoraban. La nobleza lo ignoraba. Había un niño, en alguna parte, en el corredor izquierdo, entrando al fondo, que paró su vida y escuchó el sonido. La tristeza lo envolvió. Pero pensó, o quería pensar, que la vida a veces merece esos momentos. Un cierto aire melancólico ante la presencia de los ancianos vendedores de muebles ingleses y franceses, los vagabundos siempre presentes y la trompeta honda y penetrante. Tanto que aún la recuerdo como si fuera ella…

2 respuestas a «Flea Market»

  1. siempre he dicho ni Juan ni Juanillo, es un dicho que se usa aquí en Andalucia, o este otro espiritual: EN EL TERMINO MEDIO ESTA LA VIRTUD, si no tienes nada por que eres pobre no te quiere nadie y das pena, y si tienes mucho por que te envidian y te mandan energías negativas para hacerte daño , así pues es mejor poder vivir en paz y saber neutralizar ambos extremos y me conformo de monto con lo que tengo que no es poco.
    La clave del éxito esta en la gratitud, hay gente que pagaría mucho por sentirse agradecido en esta vida.y aunque sea repetirme:» todo es perfecto en un planeta de aprendizaje», si hay que aprender algo tendrás que ir desde lo mas bajo a lo mas alto y desde lo mas alto a lo mas bajo por que es tu aprendizaje momentáneo.

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