Allende los mares


La mar siempre tiene dos orillas… También lo humano. A un extremo siempre encuentras playas cálidas, desiertas, plagadas de palmeras y vistas a lugares de ensueño. Mar calma y tranquila, lugar de reposo y bienestar. En la otra orilla, siempre hay acantilados agrestes, orillas inexistentes, peligrosas aguas llenas de salientes que pueden quebrar el navegar. Tempestad y peligro, quizás naufragio. A dos mares navega el hombre, o como decían en las antiguas crónicas, allende los mares… Qué frase más épica… Me ha recordado un atardecer en las costas del Big Sur californiano… Había un gran sol que caía despacio por el precipicio celestial, inclinando en el Pacífico una gran belleza y esplendor. Me encontraba apoyado en el acantilado, sujetado con fuerza a una barandilla de madera que me protegía de un abismo hermoso, plagado de verdes bosques que observaba a mis pies. El sonido del mar, de la música que salía de alguna flauta que alguien tocaba en el Instituto Esalen, acompasaban esa tarde de julio con cierta paz y armonía… Recuerdo que se acercó aquella hermosa chica hawaiana que días antes me ayudaba con sus suaves manos en los ejercicios de yoga. Me miraba y sonreía con interés, medio desnuda, inclinando la cabeza para que la acompañara a la sauna natural que había subiendo una pequeña colina. Fue un hermoso canto de sirena que recuerdo de vez en cuando, quizás porque la semilla de Itaca siempre renace dentro de uno… y te empuja, irremediablemente, a la aventura… Cuando navegas a dos aguas… siempre evocas a ambas orillas…

 

4 respuestas a «Allende los mares»

  1. Ay este Javier…

    En ocasiones me da la sensación de que intentas, incluso quieres, aquello que decían nuestros padres o abuelos de «tienes que sentar la cabeza», sin embargo, tu esencia no te deja…

    🙂

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  2. Qué mal pensados que sois… Lo bonito de esa historia es que no acompañé a la hermosa hawaiana a la sauna… Hubiera sido fácil dejarme llevar por el instinto salvaje de la ocasión, pero al otro lado del mundo había una persona que me quería y me esperaba, y el respeto pudo más que la locura…

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